Presentación

PRESENTACIÓN

Tránsitos Intrusos se propone compartir una mirada que tiene la pretensión de traspasar las barreras que las instituciones, las organizaciones, los poderes y las personas constituyen para conservar su estatuto de invisibilidad, así como los sistemas conceptuales convencionales que dificultan la comprensión de la diversidad, l a complejidad y las transformaciones propias de las sociedades actuales.
En un tiempo en el que predomina la desestructuración, en el que coexisten distintos mundos sociales nacientes y declinantes, así como varios procesos de estructuración de distinto signo, este blog se entiende como un ámbito de reflexión sobre las sociedades del presente y su intersección con mi propia vida personal.
Los tránsitos entre las distintas realidades tienen la pretensión de constituir miradas intrusas que permitan el acceso a las dimensiones ocultas e invisibilizadas, para ser expuestas en el nuevo espacio desterritorializado que representa internet, definido como el sexto continente superpuesto a los convencionales.

Juan Irigoyen es hijo de Pedro y María Josefa. Ha sido activista en el movimiento estudiantil y militante político en los años de la transición, sociólogo profesional en los años ochenta y profesor de Sociología en la Universidad de Granada desde 1990.Desde el verano de 2017 se encuentra liberado del trabajo automatizado y evaluado, viviendo la vida pausadamente. Es observador permanente de los efectos del nuevo poder sobre las vidas de las personas. También es evaluador acreditado del poder en sus distintas facetas. Para facilitar estas actividades junta letras en este blog.

lunes, 4 de abril de 2022

LA GUERRA Y LA AGENDA MEDIÁTICA

 

 

El nombre (de la guerra) suena grande, noble, respetable, desde los primeros registros de la Historia a nuestros días, y oculta espesamente lo que de veras significa. A la gente se le presenta la guerra como un hecho, un fenómeno, que forma parte del Orden que rige las vidas desde lo alto: se ha declarado la guerra, y a callar […]Siempre […] la guerra ha dorado su nombre con glorias: era heroica, patriótica,  querida de Dios u otros perifollos, y bajo esa aura gloriosa querían escondérsele a la gente las cosas que ella era y la gente sabía por lo bajo: matanzas, hambres, miserias y, sobre todo, miedo: el reino del Futuro.

Sólo que con el Tiempo, la falsía de la guerra ha progresado y redoblado […] Luego la cosa se enturbió con el desarrollo de pretextos y justificaciones de las guerras; y,  bajo el Régimen que hoy padecemos de los Estados al servicio del movimiento del Capital, he aquí que la vieja aura y gloria del nombre ´guerra´ ha venido a usarse para recubrir con él lo que no son sino trucos y chapuzas militares para seguir moviendo Capital, no ya con el negocio de las armas, sino con el más importante del Régimen, que es el de la producción de informaciones y noticias con que llenar el Tiempo.

Agustín García Calvo

 

 

La guerra de Ucrania ha experimentado una mutación letal, que la conforma como un poderoso factor de potenciación de una agenda mediática que monopoliza la actualidad, en tanto que muestra su robusta capacidad para atraer y concitar la atención de los espectadores. Esta mediatización se hace en detrimento del evento específico que tiene lugar en este tiempo, sobre el territorio de Ucrania y que afecta a una población. Así se produce una metamorfosis perversa, en la que el protagonismo se desplaza a los públicos consumidores de emociones en detrimento de los humanos cuyas tragedias alimentan la producción de imágenes. En este tiempo histórico, un imperio  que se precie, tiene que sustentarse, más que nunca, no sólo en los ejércitos, sino en los satélites de comunicación y las capacidades de sus dispositivos de información. Así se entiende la afirmación de García Calvo acerca de la función prioritaria de la producción de información.

La guerra es un acontecimiento que sustenta la hiperrealidad, tal y como fue analizada por Baudrillard. El esplendor de las audiencias en estos primeros días de desfiles de imágenes, testimonios de víctimas y comentarios de expertos en seguridad militar, tiene un ciclo de vida determinado por el cansancio derivado de la perpetuación del espectáculo bélico. Si este no se renueva, las audiencias declinan y la guerra cede inevitablemente espacio a otro tema en la agenda de la actualidad, que es el aspecto más sagrado de las sociedades postmediáticas del presente. La guerra ocupa un ciclo dominante de la programación, y como tal, tiende a remitir para ser reemplazado por el siguiente acontecimiento sucesivo. Muchas de las guerras regionales en curso se perpetúan en la realidad tras haber sido  deportadas de la actualidad.

Tras su irrupción esplendorosa, el espectáculo de la guerra camina por la senda del acostumbramiento. A todas las horas se presentan fragmentos audiovisuales de víctimas que dotadas de sus smartphones hacen posible la difusión de su testimonio. Pero el torrente de aseveraciones de las víctimas coexiste con un retroceso general con respecto a otras guerras del pasado. Se echan de menos las crónicas de corresponsales de los grandes medios, cuyas miradas aportaban un valor imprescindible. También las reflexiones de distintas personas de la inteligencia, que exponían sus puntos de vista en textos escritos en los periódicos que conformaban una pluralidad de miradas. Ahora se ha reducido drásticamente la aportación de esos intelectuales, que son reemplazados por expertos que escriben ateniéndose estrictamente a la línea uniforme del medio. El decrecimiento de la deliberación se acompaña a la convergencia en torno al argumento común. Desde mi perspectiva,  este hecho tiene consecuencias dramáticas, como son la de la forja de la unanimidad.

Así se hace factible la imposición de una narrativa infantil, en la que los buenos y los malos se encuentran nítidamente separados y entre estos últimos descuella un malote sobre el que se descarga la culpa, en este caso Putin. La producción mediática es una poderosa factoría de trivialidad que libera a la guerra de las complejidades del denso juego entre los factores. Este sábado noche me convertí en un espectador de la cadena progresista y mi perplejidad rompió el techo de acero que la contenía. Dedicaron una parte sustantiva del programa a presentar las imágenes del encuentro entre Ayuso y Casado y sus dos besos de ocasión. En los años noventa asistimos a la emergencia de un programa que nos escandalizaba como Tómbola. Tantos años después este ha impuesto sus códigos sobre todas las programaciones televisivas. El espectador es hiperestimulado por imágenes seleccionadas para reforzar un guion en el que lo trivial alcanza la apoteosis.

La verdad es que la actualidad se hace presente en todos los rincones de la vida cotidiana. No existen espacios blindados a su obligatoria compañía. La redundancia invade la programación y las conversaciones. Goebbels, que fue el ilustre pionero de este sistema invasivo definía la radio total que inspiraba mediante el verbo empapar. Se crea un ambiente en el que todos somos empapados por la tórrida propaganda reforzada por las imágenes y en ausencia de análisis espesos.  Los medios adquieren el monopolio de la conversación en ausencia de la inteligencia, que consuma su integración con el poder. El caso particular de la universidad resulta escandaloso. Esta ha consumado su reforma que la neutraliza como una entidad que irradie pensamiento. Por el contrario, completa su introversión radical asumiendo las menguadas funciones que le son encomendadas, polarizadas en la producción de capital humano necesario para el capitalismo cognitivo

El resultado de estos procesos es un realineamiento social inquietante. Esta es la condición de un nuevo imperio dotado de una cohesión monolítica granítica. Uno de los pensadores que más ha influido en mí, Günter Anders, analizó con lucidez y rigor los mecanismos que conforman las sociedades del poder nuclear, que constituyen un salto prodigioso del poder destructivo de los ejércitos. En uno de sus clarividentes libros “Nosotros, los hijos de Eichmann” hace una afirmación inquietante, que solo se puede entender en las coordenadas de un pensamiento liberado de la banalidad mediática. Dice “Hemos de esperar que el horror del imperio por venir eclipse ampliamente el del imperio de ayer. No cabe duda: cuando un día nuestros hijos o nuestros nietos, orgullosos de su perfecta maquinización desde las alturas de su imperio quiliasta bajen la mirada hacia el imperio de ayer, el así llamado tercer Reich, sin duda este solo se les antojará un experimento provinciano”.

Y es que, el problema principal radica en el contraste entre la sofisticada tecnología y las potencialidades de las armas, que tienden al infinito, y la domesticación de las opiniones públicas y las inteligencias por la neutralización de las instituciones que estaban en condiciones de generar grietas en los consensos. Las sociedades que sustentan los imperios contemporáneos listas para contrarrestar el pluralismo en los procesos de conformación de las opiniones públicas. El rudo y provinciano imperio ruso que reedita las formas de barbarie del pasado de la última guerra mundial frente al sofisticado y agresivo imperio portador del proyecto del mercado universal y sus beneficiarios. Este es poseedor de una organización militar inmensa forjada en las distintas guerras en las fronteras de su propio imperio.

Soy sobreviviente de aquél referéndum sobre la OTAN en los años ochenta. Mi posición entonces fue la del NO. Tantos años después contemplo con asombro y temor la deriva atlantista y militarista de muchos de los que nos opusimos al disparate del rearme en nombre de la seguridad. Ahora, nuestra posición ha desaparecido de los medios y se ha acallado en las instituciones a favor del rearme. Nos encontramos en los márgenes de la sociedad y en un territorio externo a la fabricación mediática del consenso securitario. Me aterra pensar con Anders la inexistencia de réplicas en la sociedad norteamericana a las dos bombas atómicas lanzadas sobre Japón. Es lo que vivo en un presente que ampara los relatos infantilizados que sustentan los medios sobre la guerra en curso.

Mientras tanto sigo buscando algún rincón que me alivie de los altavoces concertados a favor del militarismo y el rearme. Me angustia la redundancia y la trivialidad mediática. Me siento un juguete manipulado por el formidable dispositivo de producción de la unanimidad. Me inquieta la deriva de muchos de los que me acompañaron estos últimos años, capturados por los flujos mediáticos y las tautologías de la guerra. Por eso me acuerdo especialmente de los que faltan, en particular de García Calvo.

3 comentarios:

aurora boreal dijo...

Recordado Agustín García Calvo :)

Leo con atención todas tus entradas. Gracias.

Jesús Andrés Sánchez Cazorla dijo...

Querido Juan. Muchas gracias por compartir tus reflexiones y preocupaciones.

En relación con la guerra de Ucrania, lo mismo te interesan las consideraciones que realiza José Ángel Ruiz Jiménez, director del Instituto de la Paz y los Conflictos de la Universidad de Granada en este artículo
https://blogs.publico.es/dominiopublico/44550/ucrania-el-caos-de-la-guerra-y-las-vias-para-la-paz/

Hace unos días publico otro, también en Público y creo que va a haber unos pocos más en los próximos días.

Por otro lado, hace unas pocas semanas hubo una sesión de "Miradas al mundo" dedicada a esta guerra. Este es el enlace a la grabación de esta sesión

https://www.youtube.com/watch?v=czm307C4Ypg

Un abrazo.

Jesús Sánchez

Anónimo dijo...

Siempre leo con interés las entradas del autor del blog. Igual que al autor, me sorprende el silencio de, salvo honrosas excepciones, la mayoría de la izquierda una vez más ausente- ante la burda manipulación por parte de los medios de comunicación y el ardor guerrero y la rusofobia sobrevenidas de muchos conciudadanos aunque, por razones históricas, unos cuantos ya eran rusófobos antes de desencadenarse la guerra, que se retroalimentan "gracias" a los medios de comunicación de masas. Difícil que una población infantilizada se pueda sustraer a este bombardeo diario. Una viñeta de El Roto de hoy en El País decía (más o menos) que sabemos quienes son los buenos y quienes son los malos pero ignoramos quienes están detrás, podríamos averiguarlo si contextualizáramos lo ocurrido desde 2014 en Ucrania. Nos daría pistas sobre quienes pueden estar detrás. "Cui bono?" decían en Roma, ¿A quién beneficia sembrar el caos en el ancho mundo?. Leí en su día "El Piloto de Hiroshima" de Günther Anders y me pareció un libro interesante para conocer mejor las reacciones de las personas antes situaciones extraordinarias. Por último, reseñar que la infantilización de la población que ya se dio con la epidemia de coronavirus, sigue avanzando inexorablemente. Un saludo a Juan Irigoyen.