Presentación

PRESENTACIÓN

Tránsitos Intrusos se propone compartir una mirada que tiene la pretensión de traspasar las barreras que las instituciones, las organizaciones, los poderes y las personas constituyen para conservar su estatuto de invisibilidad, así como los sistemas conceptuales convencionales que dificultan la comprensión de la diversidad, l a complejidad y las transformaciones propias de las sociedades actuales.
En un tiempo en el que predomina la desestructuración, en el que coexisten distintos mundos sociales nacientes y declinantes, así como varios procesos de estructuración de distinto signo, este blog se entiende como un ámbito de reflexión sobre las sociedades del presente y su intersección con mi propia vida personal.
Los tránsitos entre las distintas realidades tienen la pretensión de constituir miradas intrusas que permitan el acceso a las dimensiones ocultas e invisibilizadas, para ser expuestas en el nuevo espacio desterritorializado que representa internet, definido como el sexto continente superpuesto a los convencionales.

Juan Irigoyen es hijo de Pedro y María Josefa. Ha sido activista en el movimiento estudiantil y militante político en los años de la transición, sociólogo profesional en los años ochenta y profesor de Sociología en la Universidad de Granada desde 1990.Desde el verano de 2017 se encuentra liberado del trabajo automatizado y evaluado, viviendo la vida pausadamente. Es observador permanente de los efectos del nuevo poder sobre las vidas de las personas. También es evaluador acreditado del poder en sus distintas facetas. Para facilitar estas actividades junta letras en este blog.

viernes, 27 de mayo de 2022

VIVIR POR ENCIMA DE TUS POSIBILIDADES

 

Guíate en todas las circunstancias y gobiérnate por lo real. No está lejano el día en que tengamos un cuerpo de gobernantes imbuidos de realismo y ese gobierno estará integrado por jefes de negociado, realistas que obligarán a las gentes a vivir de acuerdo con la realidad y descartando cuanto no sea realidad

Charles Dickens

La lapidaria frase del título de esta entrada condensa el imaginario de las clases altas en España, que han presenciado el ascenso de los niveles de consumo de las clases subalternas desde los años sesenta, conformando un modesto ascensor social que ha desembarcado en su territorio a nuevos contingentes llegados de las tierras definidas por la necesidad. Este ascensor se ha ido restringiendo desde el comienzo del siglo XXI, debido a la conformación de una nueva sociedad dual, que erige barreras muy poderosas entre las clases sociales, renovando al alza el sistema de credenciales necesarias para llegar a la tierra prometida de la abundancia económica y la versión nacional de lo que Forster denomina como “sociedad invernadero”. Los habitantes de las tierras altas conservan su rencor a los ascendidos

Esta sentencia que valoraba como desmesura la integración de amplias capas de la población en los estándares de consumo, generó una réplica muy contundente en los contingentes de personas movilizados, primero en la secuencia del 15 M, y después en la conmoción política y electoral de 2014, que concluyó con la paradoja de que se consumó el acceso al gobierno de las fuerzas motrices de esa transformación, justamente cuando se encontraban en un receso manifiesto. La verdad es que el gobierno más progresista de la historia ha representado una inversión con respecto a su postulado principal: en vez de ampliar su base electoral por efecto de sus “medidas sociales”, sus apoyos se erosionan y decrecen significativamente, configurando su destitución irremediable por una derecha dura fundada en el axioma de una nueva versión del regreso al pasado. Su propuesta radica en recuperar la sentencia de “vivís por encima de vuestras posibilidades”.

Uno de los factores esenciales  que explican la recesión electoral radica en la autorreclusión de los aspirantes a la gran reforma del régimen de 2014 en el gobierno y sus dispositivos de comunicación. Las distorsiones derivadas de vivir en ese mundo cerrado, que se asemeja a la célebre casa de Gran Hermano, en la que los residentes son vistos por todos pero no pueden visualizar su exterior, son irreparables. De modo que la comunicación elaborada y emitida por sus propios gabinetes de comunicación, termina por ser asumida por tan ilustrados emisores como la realidad. Ellos mismos sobrevaloran los impactos de sus “medidas sociales”, ignorando a los grandes contingentes de población subalterna que se encuentran en el exterior de las mismas.

Escribo este texto desde Madrid, lugar en el que muchas empresas, propietarios de pisos y otras especies que habitan en el ecosistema social del mercado, practican concertadamente una cacería en la que los depredados son los considerados como gentes que “viven por encima de sus posibilidades”. Así, cuando los portavoces del gobierno encerrado en su torre de marfil anuncian alguna prodigiosa medida social, ellos despliegan su fuego cruzado implacable sobre los supuestos beneficiarios para capturar “el chavico” con el que han sido agraciados. Así, cuando alguno de los robinhoodes que pueblan el consejo de ministros sale a la palestra para anunciar alguna medida social, tiemblo esperando sus consecuencias. Estas se pueden sintetizar en la fórmula de todos los dispositivos caen implacablemente sobre cada uno de los supuestamente agraciados.

Este efecto perverso monumental, se hace inteligible por la marcada dualización existente, que se materializa en esta sencilla fórmula “Ellos tienen el gobierno, nosotros tenemos el mercado, además de los tribunales”. De este modo se manifiesta la gran verdad de la época, que se manifiesta en la omnipotencia del mercado. El acceso de los sobrevivientes del arca de Noé de 2014 al gobierno, refuerza su ausentación creciente de los suelos sociales, de modo que el campo político se reconfigura mediante un debilitamiento suicida de los movimientos sociales, que se reconvierten a un sector de seguidores audiovisuales del espectáculo político, renunciando a su fuerza como factor influyente en el campo político. Así, para la trama de grupos de interés que puebla el mercado, es sencillo aplastar uno a uno a los supuestos beneficiarios, así como torear a la ínclita audiencia progresista refugiada en informativos y programas que se alinean con tan generosos dadores de bienes.

La evaporación de los movimientos sociales, así como de las iniciativas múltiples procedentes de la sociedad civil, genera un vacío político que tiene como efecto la intensificación de las fantasías gubernamentales, ahora integradas en el nuevo molde del pedrismo-yolandismo. Pero el factor más adverso radica en que la misma base social de la izquierda se comprime y transforma, dando lugar a verdaderos partidos de cargos. Así, una sociología de la izquierda del presente, tendría que conceptualizar las categorías de “cazacarteras ministeriales; cazaescaños parlamentarios; cazaasesorías; cazadirectivos de empresas públicas, así como otras especies menores polarizadas a la ubicación en pedazos de estado. A estos cabe añadir las especies que habitan en el sistema comunicativo, en las distintas cuotas correspondientes a la izquierda.

Esta situación propicia una reversión gradual de todas las reformas emprendidas. La gran sociedad deviene en un espacio controlado por las instituciones de la individuación neoliberal: la gestión, los recursos humanos, el marketing, la publicidad sagrada, las narrativas de la mediatización a la carta y en el encierro doméstico; las de la conducción psi y las de la nueva medicalización, entre otras. En la tangente de este gran escenario, se hace visible una burbuja en la que el gobierno transacciona y pacta con agentes sociales que se encuentran deslocalizados, tal y como los sindicatos, que confieren un rango fantasmagórico a la acción política.

El resultado es que cada uno se encuentra localizado en un locus atravesado por todas estas instituciones, en tanto que es apelado por los espíritus gubernamentales que resuenan en la comunicación de masas progresista. Esta situación es marcadamente esquizofrénica. En tanto que se disparan los precios y se contraen las estructuras del viejo estado del bienestar, cada uno es un depósito sobre el que se vierten las imaginaciones de los magos de la burbuja gubernamental. La decepción, la desesperanza y el hastío parecen inevitables. En un contexto así se hace factible el ascenso de la derecha radical que recupera el imaginario de los últimos años del franquismo: Bienestar económico acompañado de restricción de derechos.

En este escenario se perfila la vuelta de los que piensan que vivimos por encima de nuestras posibilidades, sucediendo a los que nos han obsequiado con una narrativa ficcional. Una gran masa de trabajadores de servicios empobrecidos; de contingentes de jóvenes acampados en la larga espera de los doctorados y másters; de sectores laborales que habitan las tierras del mercado de trabajo coaccionado;  de inquilinos sometidos a las crecientemente duras condiciones de los mercados de la vivienda; de gentes distintas que tienen que vérselas cotidianamente “cara a cara” con distintas instituciones de la individuación; de poblaciones receptoras de ayudas; de pacientes enfrentados a un menguante sistema público de salud; de víctimas de estas situaciones que fragilizan su estado personal y mental… Todos estos sectores son los olvidados de la política ficcional progresista.

Por el contrario, las narrativas gubernamentales fantasiosas sí tienen como destinatarios a aquellos sectores laborales y profesionales ya instalados en el sector público: médicos, enfermeras, profesores, técnicos de servicios sociales, funcionarios  o los primeros contingentes psi llegados a estas tierras. Estos muestran su capacidad adaptativa a la gran depresión de la reconversión neoliberal del estado, mediante su capacitación colectiva para comprender los verbos que estructuran estas comunicaciones: Mantener; reforzar; implementar…Al fin y al cabo mantienen su núcleo de interés, que radica en el mantenimiento de su trabajo, aunque las condiciones sean decrecientes. Estos sí saben que han vivido por encima de sus posibilidades y que, a partir de ahora, no se cubrirán las bajas y serán damnificados por la gran sobrecarga resultante de la reducción del viejo estado del bienestar. Estas gentes sí que están bien dotadas del don divino del realismo.

Así se genera una dualización adicional. He conocido en mis devaneos madrileños a muchas de estas personas ubicadas ahora en la otra orilla. Me ha impresionado en particular la biografía de un taxista que fue trabajador estable en el diario El País, siendo eliminado en una reconversión laboral. Esta fue su edad de oro. Después atravesó una frontera y se hizo conductor de Cabify, un oficio durísimo en relación con el anterior. Con posterioridad terminó como asalariado en el taxi, desde donde tiene la capacidad de comprender su inevitable reemplazo por los operarios de la uberización. Una larga conversación con una persona así permite comprender la multiplicidad y  ubicuidad de las fronteras sociales.

También he podido conversar pausadamente con una antaño empleada del Corte Inglés, en funciones de reposición, que ahora pide limosna en la puerta de un super del barrio de Salamanca. Su visión del mundo es muy rica tras la caída al vacío que ha experimentado. Estas personas, que conforman el variado mundo postfordista de la desindustrialización, son poco propensas a interesarse por las ficciones de la videopolítica y sus héroes de quita y pon. Su terrible verdad radica en su convicción de que para ellos es lo mismo sea quien sea el titular del gobierno. A efectos de este texto y reforzando su título, ellos sí que son conscientes de que han vivido por encima de sus posibilidades. Esta es la sustancia de la significación del progresismo vigente, que tiene su raíz en el obamamismo  demócrata norteamericano. Su distancia con un conjunto de capas sociales penalizadas por la nueva economía y las instituciones de la individuación es macroscópica. 

Las fantasmagorías comunicativas de los gobiernos obamamistas del presente les dificultan ubicarse en la tierra, de modo que se muestran incapaces de comprender la llegada de los nuevos fascismos o trumpismos. Desde sus coordenadas los entienden como la llegada desde el espacio de un nuevo mal. Y es pecisamente lo contrario, estos peligros nacen precisamente en el suelo.

 

lunes, 23 de mayo de 2022

JUAN CARLOS I Y LA TORRENTIZACIÓN DEL RÉGIMEN

 





La visita del rey emérito Juan Carlos ha tenido como principal efecto la restauración de una forma de comunicación instaurada en el régimen del 78, que consiste en presentar al monarca desde una perspectiva liberada de la carga institucional del cargo que desempeña, para constituir un personaje manifiestamente humano, consumando así una despolitización sofisticada en alto grado. Se trata de un cachondo, o un campechano, que construye una relación con los reporteros basada en las bromas y las risas. Así desactiva su función política, instituyendo una monumental área oculta de sus actuaciones. Esta despolitización del Rey adquiere su sentido pleno por su vínculo con el pasado, en tanto que cumple rigurosamente  con la recomendación de Franco de “no meterse en política”.

El Régimen del 78 amparó este tipo de despolitización. Ha habido distintas ricas  experiencias, pero fue Jesús Gil quien perfeccionó este método, instaurando unas relaciones con los reporteros y periodistas basadas en la evasión de su función como alcalde para centrarse en el polisémico personaje. El experimento Gil y su éxito, remite a la existencia de una subsociedad, entendida como una comunidad comunicativa, que  conecta con las actuaciones del personaje. Los densos mundos del fútbol o de los avatares del corazón, constituyen ese ecosistema en el que habitan estos personajes y sus mentores. La sociedad “política” centrada en las instituciones no ha dejado de decrecer, viéndose afectada por estos poderosos subsistemas comunicativo-sociales, que en modo alguno son inocentes políticamente. Así, en los últimos años los géneros informativos de la política, incorporan formatos procedentes del deporte, del corazón o de los sucesos.

Nadie como Santiago Segura ha sido capaz de captar y recrear estos personajes y los mundos en los que habitan. El éxito contundente de la saga Torrente se basa en unas audiencias macroscópicas que avalan esta prodigiosa conexión con una subsociedad sumergida e ignorada por la sociedad política oficial. Me gusta hablar de torrentización de la sociedad española, e interpreto la emergencia de una derecha radical encuadrada en el pasado, y no me refiero solo a Vox, como resultado de la expansión de esta sociedad. Esta se corresponde con un gran espacio social que acoge actividades económicas informalizadas y de baja productividad,  que concitan la presencia de numerosos contingentes de autónomos y extrabajadores regulados. El caso de los transportistas o de muchos de los encuadrados en actividades turísticas es elocuente.

Así se consuma una escisión entre esta subsociedad, y la sociedad oficial formada por los contingentes encuadrados en la galaxia estado, -profesores, sanitarios, funcionarios…- que es distinta a la de las empresas de alta productividad y las profesiones liberales. La primera, la torrentizada, es la que sustenta la ascensión de la derecha y la crisis de la política mediante la comparecencia de la crispación y la memenización digital. En este cuadro, Juan Carlos ha reinado constituyéndose como el paradigma de la máscara despojada de la función institucional. Los medios, con sus grandes audiencias enclavadas en el deporte, el tiempo, el corazón o los sucesos, han sido el cómplice y el inductor de la popularidad del desinstitucionalizado Juan Carlos.

Este es el suelo sobre el que crece la influencia de la derecha populista, que en el presente alcanza cotas electorales inimaginables hace años. Se trata de la convergencia de segmentos económicos y culturales originados en el desarrollo aventurero del capitalismo español en las décadas de los años sesenta y setenta, con importantes sectores provenientes de las desindustrializaciones de los ochenta, noventa y posteriores. Todos se han amalgamado en un fondo que ha terminado por sustentar una emergencia política inquietante, que genera posicionamientos determinados por lógicas extrañas, en las que muchos de los desposeídos por el capitalismo postfordista terminan por apoyar los populismos de derechas, uno de los cuales es Vox, pero no el único.

Un factor primordial de esta transformación remite al ascenso incompleto de lo que se denomina como valores postmateriales. La prodigiosa década de los sesenta impulsó un cuadro de valores inmateriales que configuraron la vida en las sociedades industrializadas. Los grandes movimientos sociales del feminismo, ecologismo, pacifismo, derechos civiles, identidades personales e integración en la sociedad tienen este código común. Pero su aceptación generalizada es incompleta, en tanto que no son asumidos por capas sociales que constituyen, en todas partes, una contramodernidad. La desindustrialización de los ochenta y la reindustrialización que sigue el canon neoliberal ha generado cuantiosos sectores sociales adscritos a un cuadro de valores y culturas pre-postmateriales. El conflicto de los camioneros y otros son altamente elocuentes.

Estos sectores sociales son quienes conforman la torrentización, que confronta abiertamente con los valores oficiales, que son una versión de los postmateriales. Los ascensos impetuosos de Bolsonaro, Trump y otros líderes populistas, denotan nítidamente esta contracción. Así, Juan Carlos es, como Torrente, un héroe de esta generación de valores “pre-postmateriales”, de modo que sus comunicaciones se sitúan al margen de las reglas imperantes. En estos días hemos vuelto a este espectáculo, en el que la clack rechaza cualquier contenido crítico-racional y apuesta por una ruidosa adhesión correspondida por Juan Carlos actuando como exige ese guión. Así queda homologado a un grupo de personajes de estos densos mundos como Belén Esteban, la Pantoja, Messi, Gasol y otros muchos que son eximidos de cualquier racionalización.

El resultado es que aquellos que construyen sus juicios mediante racionalizaciones alcanzan un estado de perplejidad irreversible. Los públicos futboleros o del corazón funcionan mediante identificaciones a personajes constituidos como muñecos de guiñol, que se legitiman siendo fieles a su personaje. Este es el caso de Juan Carlos. Este toma de los discursos futboleros la significativa frase de “españoles de bien”. Estos son los numerosos públicos que aceptan integralmente la despolitización y desracionalización, defendiendo emocionalmente a la Pantoja o a Juan Carlos hasta sus últimas consecuencias. Así, aquellos que cuestionan los contratos de los futbolistas o los negocios de las estrellas mediáticas son brutalmente apartados y denigrados.

Paradójicamente, el mecanismo esencial que perpetúa esta escisión social radica en que los racional-institucionales, no reconocen e ignoran los sólidos suelos en los que se concentran las poblaciones de los valores pre-postmateriales. Así, sus categorías no los incluyen, haciéndolos ilegibles e irreconocibles. Cuando estos comparecen, se genera algo semejante a un pánico moral acrecentado, que genera sentimientos de impotencia, indefensión y perplejidad. El anuncio de las encuestas de la expectativa de voto de Vox en Andalucía en un veinte por ciento creciente, parece no tener explicación sin remitirse al fascismo entendido como una realidad espectral, similar a un tornado. Parece inevitable el desmoronamiento de tan racionales analistas.

Mientras tanto, esta sociedad secreta y sin portavoces oficiales se reproduce amplificando su radio de acción. Estos públicos pre-postmateriales viven en una interminable frontera con las instituciones. En esta empiezan a registrarse, desde hace años, incidentes éntre los operadores institucionales y los contingentes alejados de los valores postmatriales. Las violencias escolares, las agresiones a los sanitarios y otras situaciones críticas expresan la escisión social no comprendida. Asimismo, crecen los espacios físicos en los que las reglas oficiales se encuentran en retirada. Ayer fui sorprendido en Madrid, en la explanada de Felipe II adjunta al Corte Inglés, por una cola de cientos de chicas jóvenes que aguardaban pacientemente para sacarse una fotografía en un marketing organizado por una casa discográfica. Las densas pasiones de las adolescentes se manifestaban en variados detalles. La verdad es que me sentí marginado en esta situación, y pensé que voy necesitando algo así como un guía que me informa acerca de los mundos sumergidos a mi mirada.

Juan Carlos sigue en estos días, la cadena inacabable de Gil, Ruiz Mateos y tantos otros ultrafamosos liberados del penoso deber de la deliberación pública de sus actuaciones, entretanto que son objeto de las miradas múltiples de los espectadores a la función no política que tienen asignada. Cosas de las sociedades postmediáticas.

lunes, 16 de mayo de 2022

CESAR CARBALLO EN EL BAZAR MÉDICO

 

La institución medicina solo se puede comprender en su integralidad desde el contexto histórico en el que se inscribe. En los últimos treinta años se han producido un conjunto de transformaciones que han cristalizado en lo que Franco Berardi Bifo denomina como semiocapitalismo. Este se caracteriza porque su motor económico fundamental radica en las emociones y los signos. La semiosfera es un espacio trascendente que se encuentra sobrecargado por flujos de comunicaciones procedentes de la fusión de la televisión y las redes digitales. Las personas se encuentran sumidas en la semiosfera, comunicadas por varias pantallas interconectadas y gobernadas por una potentísima máquina algorítmica.

Estos cambios reestructuran radicalmente la institución medicina. Esta ha vivido relativamente ajena a su entorno, gestionando una alta demanda social que no necesitaba de estimulación comunicativa. En este tiempo, la comunicación con los pacientes tenía lugar mediante la evocación de la “educación sanitaria”, que implica una transmisión de información técnico-profesional sobre las enfermedades, administrada a los pacientes de forma vertical y unidireccional. En este contexto de relativo sosiego comparece el torrente de novedades diagnósticas y terapéuticas salidos del nuevo sistema tecnológico. Este proceso estimula un nuevo sistema de comunicación de novedades con formatos propios de la época. Pero se puede afirmar que la profesión médica sigue siendo parca en la comunicación, en el sentido de que las novedades diagnóstico-terapéuticas van más deprisa que los dispositivos comunicativos, homologados  por la medicina comercial.

 

 

 

 

En los últimos años se consolida una gran transformación en la producción de productos y servicios. Esta se referencia en una fusión entre la producción y la comunicación, de modo que, lo que verdaderamente produce el sistema, son “conceptos de producto”, que se renuevan aceleradamente. El resultado de esta mutación es el desarrollo de una infosfera  que deviene en una semiosfera impetuosa que se posiciona en el centro de las sociedades. La televisión fusionada con la digitalización, que impulsa las redes sociales reconfigura todos los campos. La institución-medicina es anexionada a esta intensa y aceleradísima semiosfera, de modo que los productos de la asistencia son tratados por los dispositivos comunicativos con el propósito de maximizar sus mercados. La vieja educación sanitaria deviene en seducción comercial imprescindible en la gran captura de posibles pacientes necesaria para afianzar las innovaciones de los productos.

Pero ha sido la pandemia de la Covid la que ha proporcionado la gran oportunidad a los dispositivos sanitarios a tomar posiciones en la semiosfera con sus discursos y productos, configurando así el gran bazar médico que se instala en los programas de gran audiencia. Así han aparecido un grupo de médicos presentados como expertos, que han renovado los viejos sermones que apelan a la obediencia a la autoridad y a la responsabilidad individual. En este grupo han predominado los epidemiólogos y salubristas, administradores perfectos de los miedos generados por la pandemia, y aún más por las alarmas inducidas por la información apocalíptica que sustenta la forma de gobierno vigente fundada en el estado de excepción. Las televisiones han operado mediante la cooptación de distintos especialistas, siguiendo su modelo proverbial de la institución bazar.

Las urgencias han registrado primordialmente esta conmoción. Así que su cuota en el bazar era imprescindible. De ahí la aparición de Cesar Carballo. Este representa la voz de los sitiados por la avalancha de infectados: las urgencias. Carballo ha entendido desde el principio la situación que le proporcionaba su gran oportunidad. Y también cual era la función desempeñada por la charla tertuliana experta. Así, ha gestionado la información diferenciándose de las posiciones rigoristas de los salubristas, cuyos códigos son las poblaciones. Él detentaba el privilegio de tratar a los cuerpos individualizados infectados, que se recombinan con otras patologías e historias personales, de modo que así ha sido fácil construir un perfil atractivo en la charla, diferente al de virólogos o epidemiólogos habitantes de laboratorios y lejanos a las consultas cara a cara.

Carballo ha utilizado sus comparecencias para hacer su agosto profesional, promocionando su especialidad – urgenciólogo-  que paradójicamente sustenta su demanda en la inoperancia del sistema en su conjunto. También ha aprendido a combinar sus presencias televisivas con las actividades en las redes sociales. Su perfil de twitter es un monumento semiológico que denota la subordinación de la medicina a la prodigiosa máquina iconográfica televisiva. Se presenta así: Urgenciólogo y comunicador sanitario. Canal Youtube propio y  Colaborador de Sexta Noche, Horizonte, Cuarto Milenio, "La consulta del Dr. Carballo" en MARCA. De este modo se posiciona en la semiosfera de modo aventajado con respecto a sus colegas de los laboratorios.

Su éxito mediático incuestionable lo sitúa en el núcleo de un sistema de comunicaciones extraordinariamente vivo. Así, Carballo se ha diferenciado de sus colegas y comunica en twitter los últimos conceptos de producto asistenciales que tienen la potencialidad de abrir nuevos mercados. Estos siguen la sagrada tradición de utilizar el sistema público para generar una demanda, que desborda inexorablemente esta para ser exportada al sistema privado.  En un tuit antológico el 13 de mayo dice “¿Saben que hay una técnica llamada trasplante de haces que se utiliza de tratamiento en algunas patologías? ¿Saben que si se trasplantan heces de una persona delgada se adelgaza? ¿Y que se está investigando este tratamiento en el autismo? Para saber mas..”.

El papel requerido por los arraigados en la semiosfera radica en abrir mercados generando necesidades. Carballo explora esas posibilidades con reumatólogos, urólogos, dermatólogos y otras categorías del gran bazar médico de este tiempo.  Su sentido último se asienta en la demanda infinita estimulada por el gran espectáculo comercial. Su papel de difusor de novedades para nichos de mercado nuevos constituye las bases de su posición de hacedor de proyectos protagonizados por distintas especialidades médicas. Sus informaciones son las señales que atraen a los visitantes del bazar buscadores de soluciones a sus necesidades percibidas.

De este modo, Carballo contribuye de un modo extraordinario a la segmentación de los mercados sanitarios, constituyendo nuevos segmentos de pacientes que contribuyan a la gran expansión de la asistencia. Ciertamente, su papel en la renovación del espectáculo de la medicina es meritorio. Pero, el mercado médico en crecimiento desbocado, centrado en la captura de nuevos segmentos de pacientes deslumbrados por la grandiosidad de las representaciones, coexiste con la permanencia e incremento de muchas enfermedades y dolencias fatales que conforman una población total definida por la mediocridad de su estado de salud en contraste con la excelencia de algunas soluciones terapéuticas vendidas como milagrosas.

Así, las actuaciones solemnes de Carballo ante las cámaras representan la puesta en escena de un problema mayor: el descentramiento creciente de la institución-medicina, que prioriza algunos de sus productos estrella en detrimento de los grandes problemas de salud que afectan a grandes poblaciones. Carballo es la representación de un sistema de pesos y medidas perverso, que entiende los problemas derivados de las enfermedades como independientes entre sí y como parte de un gran bazar asistencial, en el que cada cual puede comprar su solución. Lo del trasplante de heces como solución para la obesidad no tiene desperdicio como disparate mayúsculo, que confirma la idea de una tómbola médica que promociona sus productos de temporada.

Las actuaciones de Carballo no pueden ser inscritas en el molde de la educación sanitaria, que, como toda educación no puede soslayar el crecimiento del destinatario. Poe el contrario, se trata de captura del paciente desorientado, de seducción, en definitiva, de construir un vínculo perverso de dependencia que dificulte su autonomía. En las sociedades del presente se pueden identificar muchas variantes del mismo. Se trata de vender una solución definitiva a un problema, en la que el paciente no tiene que hacer otra cosa que comprarla. En el flujo comunicativo de la semiosfera del semiocapitalismo, proliferan los vendedores de soluciones presentadas con la magia del espectáculo. Cualquier persona ubicada en una consulta frecuentada en un centro de salud, tiene la posibilidad de constatar la gran variedad de problemas existentes, así como el espesor personal de los mismos, lo cual contrasta con el optimismo de la comunicación comercial instituida por el dispositivo central de la televisión.

Pero el verdadero problema radica en que, desde la perspectiva de las urgencias, el paciente desaparece sin dejar rastro. Eso facilita las especulaciones y los sueños tecnocráticos. Por eso prefiero a los médicos que tratan con los presentes continuos  y en el cuerpo a cuerpo cotidiano, en tanto que pueden evidenciar y vivir la densidad pétrea de los problemas de salud.

 

miércoles, 11 de mayo de 2022

LA EQUOLIZACIÓN DE LA IZQUIERDA

 


La candidatura de la izquierda de más allá del pesoe a las próximas elecciones andaluzas se ha estrenado mediante una chapuza gigantesca que denota la fragilidad de su proyecto y el estado confusional de sus direcciones y organizaciones, que se constituyen en una elocuente aplicación de la teoría de las catástrofes enunciada por René Thom. El régimen del 78 reafirmó a las dos grandes formaciones de la izquierda, pesoe e izquierda unida, que se mantuvieron relativamente estables hasta la crisis de 2008. En el curso de  esta, la izquierda se partió en mil pedazos que recompuso Podemos en 2014. En los años siguientes regresó la apoteosis de lo centrífugo, lo que ha generado la descomposición de las grandes formaciones en pequeños grupos que comparecen en las vísperas de las elecciones reclamando simultáneamente la unidad y la maximización de su cuota. Las luchas internas de exterminio resultan de este proceso, de la existencia de distintos clanes que compiten por cuotas institucionales generando conflictos que expresan inequívocamente un inmenso vacío de proyecto.

Una de las formaciones presentes en estas alianzas, que paradójica y cómicamente se autodenominan como “convergencias” es Equo. Este es un colectivo que se funda en la idea-fuerte del ecologismo, pero su programa no es suficientemente específico y desarrollado. El valor con el que ha comparecido en las distintas confluencias, resulta de un exiguo 1% de voto asegurado, que, debido a los condicionantes del sistema D´Hondt, inclinan a las formaciones grandes a incluirlos en las candidaturas unitarias para no dispersar el exiguo voto. Así se configuran unas relaciones “unitarias” que desde siempre han resultado fatales para las coaliciones.

Izquierda Unida fue el proyecto matriz de convergencia. En sus orígenes históricos, agrupó al partido comunista junto a la menguada Izquierda Socialista de Pablo Castellano y otros minúsculos partidos y colectivos. Esta experiencia resultó rotundamente fracasada. El PC orilló a los pequeños y los deglutió sin miramientos, como manda la sagrada tradición histórica. Con posterioridad, otros pequeños grupos se instalaron en este espacio y fueron absorbidos por la fuerza centrípeta del viejo PC. Uno de ellos es precisamente, Equo. Este tuvo que vivir la dura experiencia de habitar en el confín institucional de IU, en el que la relegación alcanza su plenitud.

En 2014, la reunión de varias tendencias animadas por la crisis del régimen y la emergencia de un nuevo anticapitalismo, cristaliza en Podemos. Tras el fulgor inicial y los éxitos electorales hasta el 16, el desembarco en las instituciones deterioradas conduce al derrumbe, que tiene lugar mediante una generalizada lucha interna de todos contra todos. La candidatura municipal presidida por Carmena sigue el mismo camino letal tras ganar las elecciones. La transfiguración de los líderes, que devienen en dirigismos personalistas esculpidos en hierro que terminan por romper las convergencias en mil pedazos, imponiendo en las candidaturas la ley del más fuerte. Los menores de todas las clases son brutalmente avasallados y ninguneados al modo tradicional imperante en los viejos partidos de la III Internacional. Los errejonistas y anticapitalistas son arrojados al congelado exterior.

En este perverso proceso, Equo resulta ganador, en tanto que las feroces luchas internas son mucho más suaves que en la vieja IU, donde el ninguneo de los pequeños termina en una suerte de congelación política. Al tiempo, en los pedazos menores resultantes de la descomposición, tienen lugar procesos semejantes de liderazgos unívocos y homogeneización estricta. Así se reconfigura la izquierda como un conjunto de clanes familiares y locales presididos por directivos dotados de visibilidad mediática. La cuota mediática de los cabezas de lista de los clanes es determinante en el momento de la berrea electoral. Los feroces competidores de Podemos están menos dotados que los apparatchiks de IU, dotados de unas competencias puestas a prueba en mil guerras internas. La supervivencia en estas, dota a sus titulares de unas cualidades encomiables en el arte de la eliminación de los rivales.

El devenir de Equo la ha configurado como un pequeño partido, cuyo programa es un cajón de sastre listo para ser reinsertado en cualquier programa. Así, primero aliados de los pablistas, después de los errejonistas, y también de cualquier proyecto. De este modo instauran un modelo de coalición de fuerzas enclenques, cuyos programas son tan generales que son aptos en cualquier contexto. La carrera exitosa de Equo en distintas coaliciones ha determinado la aparición de varios clones menores, que se hacen factibles en un contexto presidido por la ausencia de un proyecto político sólido. Parece inevitable que, en esas condiciones, las coaliciones se desintegren como ha ocurrido en Andalucía en las últimas legislaturas, así como la reactivación de luchas internas por los cargos y recursos disponibles, siempre escasos frente a la abundancia de pretendientes.

El problema de la izquierda radica en su incapacidad de rehacer un proyecto político a la altura de la complejidad y las exigencias del capitalismo contemporáneo. Fracasado rotundamente el experimento de las revoluciones del siglo XX, que convergen inevitablemente en el glacial “socialismo real”, así como la desaparición de los grandes partidos comunistas de los años setenta, la izquierda postcomunista se ha convertido en un extraño injerto presente en el sistema político español. Podemos significó, en sus orígenes, la posibilidad de cristalizar un gran proyecto de una nueva izquierda, pero su estrepitoso derrumbe muestra la debilidad radical de sus capacidades de interpretar la situación histórica y de proponer transformaciones.

Desde esta perspectiva se puede hacer inteligible lo que ocurre en Andalucía, así como se puede pronosticar lo que va a suceder. El proyecto de la izquierda fragmentada se encuentra estructurado en torno a un conjunto de tópicos, estereotipos, ideas generales y buenos propósitos. Pero los análisis del presente son extraordinariamente deficitarios y centrados en lo que se entiende como política, que es confinada en el interior de unas instituciones autorreferenciales y conectadas con el exterior mediante un sistema mediático que impone sus narrativas radicalmente especializadas en un saber, la politología, que es laminado y separado del conjunto social. Así, los politólogos y los operadores mediáticos construyen un sistema de supuestos y sentidos que elude el avance y la instalación sobre los suelos sociales de las instituciones que ejecutan las grandes reformas neoliberales. En este magma politológico se difuminan los procesos esenciales y adquieren un protagonismo desmedido cuestiones institucionales de rango menor.

La inexistencia de un proyecto sólido y a la altura del presente favorece la trivialización política y su conversión en videopolítica, que confiere una entidad macroscópica a rivalidades personales y otros factores semejantes, en detrimento de los procesos esenciales. Los sesgos y cegueras de las gentes de izquierdas que viven en ese falso palacio de cristal, adquieren una magnitud extraordinaria. La inteligencia colectiva de esa izquierda es extremadamente menguada y desfigurada, prestando atención sólo a las cuestiones del día que afectan a su sobrevivencia. En ese extraño medio parece imposible un proceso de reflexión general. Sus atribulados componentes viven como testigos de una secuencia de cambios que ante sus desviadas miradas aparecen como inverosímiles. Así, la prodigiosa comparecencia en el próximo mes de las dos vírgenes icónicas sevillanas, La Esperanza y La Macarena, desborda su capacidad de comprender, reduciendo así la eficacia de sus comunicaciones y acciones. Desnortados y perplejos, es lógico que se refugien en el espacio interior y la convergencia devenga en canibalismo brutal.

El modelo de Equo es transferido al conjunto de organizaciones de la izquierda: tras su programa generalista se encuentra su incapacidad de enfrentarse a la inmovilidad o el retroceso durante tantos años. Los casos patéticos de Inés Sabanés o Juancho López de Uralde ilustran el bloqueo radical del proyecto y los configuran como verdaderas ruinas. El espíritu de Equo es el de la aceptación del estancamiento de su proyecto con el paso del tiempo, lo que no impide que litiguen ardorosamente en los procesos de configuración de las listas, así como su inevitable desintegración posterior. Ambos comparecen como náufragos ilustres en los procesos de ruptura de las coaliciones débiles.

Sin un proyecto viable que los avale, que siempre garantiza la cristalización de un gran partido, el porvenir de estas coaliciones entre colectivos jibarizados está escrito. Se encuentran abocados a una lucha cruel por las migajas institucionales. El problema de fondo radica en que los partidos-matriz de la izquierda se sustentan en códigos genéticos de sociedades muy anteriores y diferenciadas de las del presente. Son sobrevivientes de una era histórica caducada. Un impulso nuevo solo puede provenir de un acontecimiento exterior que catalice las energías. Cuando en las elecciones de 1977, siendo yo mismo un activo cuadro del PCE, los publicistas nos dijeron que era preciso sustituir el color rojo tradicional de las banderas, por uno en un tono menor, imaginé que esta cuestión tenía una significación mayor de lo que parecía. Efectivamente, lo que proponían era un funeral honorable del pasado para vivir el nuevo presente.

Con el paso de los años han terminado inmiscuidos en divorcios tumultuosos y generalizados. Por lo menos, son portadores de una demanda de un nuevo mercado en torno a las figuras de los mediadores familiares. En su caso, los mediadores de las coaliciones.

 

viernes, 6 de mayo de 2022

YOLANDA DÍAZ Y EL SUEÑO ATÁVICO DE LA MUÑECA

 

La emergencia mediática de Yolanda Díaz como nueva lideresa de la izquierda remite a la naturaleza de las nuevas sociedades neoliberales avanzadas del presente, en trance de completar sus programas alcanzando su plenitud. Uno de los aspectos más relevantes radica en el debilitamiento radical de las estructuras sociales intermedias que han sustentado a la izquierda política durante los dos siglos de la industrialización. Lo social deviene en un solar habitado por múltiples robinsones, que concentrados ante sus pantallas individuales responden a los estímulos programados de los operadores supramediáticos, en ausencia de microrelaciones horizontales entre los mismos. De ahí resulta una nueva era, en la que la vieja izquierda arraigada en las fábricas y espacios sociales, muta hacia una postizquierda entendida como una nueva nube de mosquitos congregada sobre la red de antenas en torno a la nueva entidad sagrada de la Aritmética Electoral.

Uno de los autores más lúcidos en la comprensión de esta mutación, Regis Debray, en un libro memorable -Vida y muerte de la imagen. Historia de la mirada en Occidente, Paidós, 1994- desvela el misterio de la televisión y las significaciones de la comunicación visual en la era de la misma. Uno de sus análisis remite a uno de los temas más debatidos de la nueva civilización visual, este es la proliferación de ídolos que se reemplazan incesantemente en un medio dominado por una factoría de idolatrías. Los líderes políticos reemplazan a los partidos y los programas y desarrollan juegos mutuos independizándose en las sagradas encuestas de sus respectivos partidos. Debray establece una analogía entre los ídolos políticos que se suceden sobre el guiñol y las muñecas.

Así, Debray construye una poderosa metáfora mediante su asignación al objeto canonizado de la muñeca. Los ídolos mediáticos devienen en muñecas de uso individual para la gran masa de robinsones, votantes y espectadores, cuyas voluntades tienen la funcionalidad de agregarse en los días solemnes de las elecciones. La metáfora de la muñeca representa varias dimensiones interrelacionadas. En un sólido trabajo que he leído recientemente, publicado en 2018 en la Revista sobreCreación y Análisis de la Imagen, cuyos autores Dorota Kurazynska y Juan JoséCabrera, estos analizan la significación de la relación entre la muñeca y el usuario, en contraste con la relación entre la estatua y sus visitantes provisionales.

Así como en el caso de la estatua, la imagen se encuadra en significaciones culturalmente determinadas que determinan una actividad contemplativa,  en el caso de la muñeca se trata de un objeto que otorga la preeminencia al usuario, que puede manipularla a su antojo. Este juego propicia el desarrollo de la fantasía de los propietarios de las muñecas, que imaginan múltiples posibilidades de la vida real. De este modo, la inmutabilidad icónica de la misma es  transformada en movimiento de la vida ejecutando un  simulacro que la transforma en un ser animado. Estos juegos cristalizan en el sueño atávico de la muñeca, que la restituye a una realidad ficticia mediante la activación de la imaginación. El juego con la muñeca muestra la preponderancia del usuario-manipulador que pilota sus juegos imaginando las escenas y entrometiéndose en su ejecución.

Durante los años posteriores al 2014 muchos jugamos con la muñeca llamada “la bruja Pablo”, con mimosín Errejón, con la madrastrona Carmena y otros objetos icónicos que estimularon los escenarios fantasiosos del cambio. En ellos se consumaba el proyecto del cambio y la recuperación, entendidos como relatos imaginarios que nos liberaban de percibir el avance del proyecto neoliberal en todas las esferas. En tan sólo ocho largos años, varias de estas muñecas han sido desterradas de los juegos y las fantasías que los configuran. Todos ellos han sido reciclados para ser reinstalados en los lugares más confortables del ecosistema mediático-político, en una suerte de renovación y minimalización de las vetustas puertas giratorias.

Tras varios años del gobierno de la izquierda, la verdad es que el escenario se prepara para una fatal reversión por el ascenso impetuoso de la derecha, que se presenta en versiones peores que nunca. Se anticipan tiempos duros para la fatigada nube de mosquitos. Pero, como una de las estructuras intermedias esenciales que han fenecido es la del debate público sustentado en la inteligencia y los medios, este se encuentra bloqueado y sometido a la censura determinada por la Aritmética Electoral que en este tiempo adquiere la forma de sondeos. De este modo se ausenta cualquier discusión colectiva sobre el período de gobierno que se agota.

Por esta razón parece necesario cubrir este enorme vacío cognitivo e intelectual mediante la fabricación de una nueva idolatría, que se encuentre representada en una nueva muñeca que impulse nuevas fantasías. Lo que fue la izquierda, cuyo núcleo estaba constituido sobre una red  órganos que articulaban al pesoe e izquierda unida, ha desaparecido de facto, siendo sustituido por una red de tribus y clanes que funcionan estimulados por conseguir cuotas institucionales. Esta es la postizquierda, que se sustenta principalmente sobre empleados y profesionales de los servicios públicos, así como sobre una masa creciente de compradores de créditos universitarios en las siempre penúltimas etapas educativas. En los contingentes de trabajadores empobrecidos y poblaciones marginalizadas los apoyos tienden a difuminarse fatalmente, en tanto que sus beneficiarios son , consumando una cruel paradoja histórica, los mismísimos neofranquistas que emergen con ansias de revancha.

En este prosaico mundo de los clanes institucionales y de las nubes de mosquitos que esperan recuperaciones milagrosas, la democracia parece un sueño imposible. Así que, una vez fabricada la idolatría-matriz, la batalla de las listas va a ser más que épica, en la que muchos se juegan su propia sobrevivencia. El caso de Sánchez Matos, que en este tiempo ha viajado entre el Ayuntamiento y el Ministerio de Igualdad, se constituye en el paradigma de esta nueva corte de los milagros gobernada por el imperativo darwinista. Así se hace inteligible el silencio ante las sucesivas humillaciones que Yolanda hace a los partidos anunciando su reinado en esta colmena, sin que sus laboriosos habitantes hayan sido consultados en una deliberación o decisión compartida. Es la nueva versión de la ley del más fuerte, en este caso quien tiene mejor coeficiente en el juego de las muñecas que se dirime en los sondeos. Quien tiene más capital mediático decide y los demás a callar.

La postizquierda española del 2014 ha implosionado desde el mismísimo gobierno. Es afectada por un síndrome fatal que ya anunció en 1998 el filósofo francés Gilles Châtelet. Dice este que “quienes creían haber encontrado por fin el secreto de la felicidad permanente y pretendían cultivar orquídeas en el desierto sin preocuparse demasiado por el espinoso problema del riego”. Esta frase sintetiza la experiencia de gobierno de la postizquierda en estos años. Se olvidaron de regar sus espacios sociales por la extinción fáctica de los viejos partidos que la sustentaban. En estos solares crecen hoy malas hierbas y el conglomerado de la postizquierda se asienta en las instituciones y platós, ausentándose de los suelos. La adopción de la palabra “la calle” para referirse al desierto exterior es altamente significativa.

De esta forma, su base social se ha evaporado al referenciarse a la audiencia. Se trata de apoyos flotantes y etéreos que no pueden sustentar una fuerza que se sobreponga a los grandes intereses del orden social neoliberal. Transformada en la izquierda de la audiencia, compuesta por robinsones instalados frente a las pantallas para gozar del gran espectáculo de esta política, esta fuerza social muestra su impotencia para sostener y mantener cambios. Solo pueden crear climas de opinión que se difuminan inexorablemente. Los combates dialécticos televisados entre Ayuso y García terminan en un revuelto de zascas, fragmentos audiovisuales, titulares, memes y otros géneros, que son cocinados para el consumo de una nube de mosquitos desarraigados. En estas condiciones, pronunciar la palabra cambio o sostenible es una broma macabra.

La emergencia de Díaz como nueva muñeca que impulsa los juegos y las fantasías de sus bases políticas, inspira un conjunto de quimeras que rehúyen la reflexión sobre el fatal destino de las mareas gallegas, consumando la maldición de Châtelet. La falta de riego social precipitó el final de estos prometedores movimientos, que han amparado la condena, precisamente, de lo social real que se manifiesta en lo horizontal. La trágala de Podemos ante su postergación en “el espacio de Yolanda Díaz”, anuncia su declive inexorable, que se visibiliza en un partido de cargos y asesores diseminados por el estado. Me temo que Feijó, en su revival político recuperando el neofranquismo sociológico, va a rescatar la vieja canción de los Sirex de “Si yo tuviera una escoba, cuantas cosas barrería”.

 

 

 

miércoles, 4 de mayo de 2022

GRIPES, TRANCAZOS, MENTIRAS Y CINTAS DE VIDEO

 

 

La atención sanitaria se encuentra tensionada por objetivos que son formulados desde el exterior a su propio campo social. La industria y otros agentes introducen objetivos, formulaciones y problemas que configuran el sistema de atención sobrecargado de efectos perversos. Así se constituyen un conjunto de rutinas que descansan sobre una mirada profesional descentrada. Tras el episodio de la Covid, vuelve uno de los temas recurrentes, como es el de la gripe, que absorbe una parte importante de la energía del sistema de atención en un problema que se encuentra determinado por su bajísima eficacia. El sistema es interferido por los fantasmas que acompañan a estas infecciones, menguando sus capacidades y configurando un excedente que bloquea la asistencia.

La gripe se constituye así en una maldición de esterilidad de la acción profesional, así como un indicador de sus déficits de inteligencia colectiva. El peso muerto de una opinión pública constituida sobre ideas cuyo único fundamento son los intereses empresariales de industrias que expanden sus productos y mercados con un impacto terapéutico extremadamente bajo. Siempre me he interrogado acerca del peso determinante de los hábitos mecanizados fundados en falsas creencias que merman la eficacia. Durante tantos años estuve anclado en la universidad, que opera de modo automatizado muy lejano al aprendizaje efectivo de sus estudiantes, ahora compradores de créditos académicos.

Esta razón me ha llevado a rescatar un viejo artículo de Agustín García Calvo, publicado en el diario La Razón. Este califica el tratamiento de la gripe como la gran vergüenza del siglo en su titular. En el texto se expone una visión profana de lo que denomina como “trancazo”, y que define como una interrupción temporal de la vida, pero no de la misma como rutinas robotizadas en torno al trabajo y el ocio industrializado, sino como una posibilidad de vivir microexperiencias, experimentar acontecimientos, disfrutar de las pequeñas cosas y descubrir realidades mediante la cualidad de pensar y comunicar con otros. A este propósito dice que este episodio podría interferir la posibilidad de un episodio amoroso o un descubrimiento.

Me parece un texto cargado de inteligencia y de sutilezas que desvela los sentidos invertidos de la asistencia sanitaria industrial, conmovida por las sucesivas olas de problemas cuya solución queda en el exterior del mismo. La gripe constituye un indicador elocuente de esa situación perversa que, en el caso de la atención primaria supone, nada menos, que una desviación de las finalidades, soslayando los problemas importantes tratables para concentrar las energías en macrooperaciones cuyo único sentido es reforzar el control social sobre los pacientes y reforzar sus disposiciones litúrgicas hacia la institución. Es decir, intensificar el proceso de medicalización de la vida, así como el debilitamiento de la autonomía de los pacientes, a favor de estimular su dependencia de los profesionales.

El precio de esta gran bola de fuego es interferir la institución misma, debido a los problemas derivados de su misma programación, que convierte a los profesionales de la atención primaria en gestores de datos de lo que se denomina como ILT (Incapacidad Laboral Transitoria). Su función no es, entonces, la de ayudar a las personas y familias a afrontar los trancazos, sino la de registrar, controlar y recetar. Todo bajo la operación central de la  sagrada vacunación, que deviene en el emblema del bloqueo de esta institución.

Los profesionales, como los borregos de Panurgo, operan sin dudas en esta fatal cadena de producción que termina fatalmente bloqueándose a sí misma, disminuyendo su inversión en los problemas importantes. Así, se orientan a consolidar una demanda infinita que en sí misma es paralizante y autodestructiva. También a movilizar su influencia para convertir a los pacientes en hiperfrecuentadores obligados, negando sus capacidades de afrontar los problemas de salud de la naturaleza de un trancazo. Se opera de una forma inversa a los sentidos subyacentes a las reformas de atención primaria formuladas en varias versiones, pero cuyo sistema de sentidos es una moderada desmedicalización, así como el reforzamiento de las capacidades de los pacientes. Al contrario, se trata de tratar, de registrar, de controlar, de obtener la obediencia del asistido, de dominar, de confirmar su incapacitación.

Leyendo el artículo de García Calvo no he podido sustraerme al recuerdo de las gripes de mi infancia, hace ya más de 60 años. El menú era la cama, el arte de sudar, la virtud de aguantar, la ventilación de la habitación, la dieta blanda de los caldos y pescados leves, los cariños de las cuidadoras profanas a los enfermos. El doctor Cárdenas, que era nuestro médico, venía sólo a confirmar la enfermedad, y su última visita para corroborar la gradual incorporación a la vida interrumpida. Así los lectores podrán adivinar mi posicionamiento de preocupación por esta maldición de progreso invertido vigente en el presente; mis lamentaciones ante el descentramiento radical de la atención primaria; así como la confirmación de una demanda disparatada, carente de cualquier fundamento científico, y sostenida sobre las legiones de pacientes nutridos por las conminaciones de la televisión y las advertencias catastrofistas de los profesionales.

 

 

LA GRAN VERGÜENZA DEL SIGLO

AGUSTÍN GARCÍA CALVO

 

Acabo de pasar, como tantos otros, un trancazo, y ni siquiera estoy seguro de darlo por pasado: porque ya saben, los millones de ustedes que lo hayan padecido, cómo es el bicho, que,  con sus inmundos ataques alternativos a nariz, a garganta, a bronquios  u otros recovecos, con sus engañosos respiros, recaídas y vuelta a empezar, sigue su curso, amorfo, mucilento, pero imperturbable, sin conocer una convalecencia como las otras enfermedades ni llegar a un desenlace definitivo.

Bueno, pues ahí tienen: llevamos sometidos a esta peste de la humanidad progresada toda más de 90 años, desde que se estableció, como ya de niños nos contaban,  con la “gripe española” a fines de la Gran Guerra: un consumo ingente de vidas, no ya las de los muertos a reata de alguna complicación, sino la de los supervivientes del trancazo común, capitidisminuídos,  no digo en su rendimiento laboral en fábricas u oficinas, lo cual podía contar como una bendición, pero a la vez en cualquier impulso que a uno pudiera venirle  de amor exuberante o de lúcido descubrimiento de las mentiras;  y eso sin consuelo alguno, con un gasto  milmillonario en potingues para apenas aliviar, con suerte, algunos de los síntomas transitorios, pero sin cura,  y durando lo que el propio trancazo quiera, lo que la sabiduría popular, más certera que la Ciencia, ha aprendido, al cabo de un siglo de sufrimientos, a computar, “28 días, si no lo cuidas, y, si lo cuidas, 27”.

Había yo llegado a confiar en la vacuna, ese buen truco de imitar el mal en pequeño para que no ataque en grande; pero este año hasta la vacuna me ha fallado, y me ha dejado libre para maldecir de la peste y del Dios que nos manda.

Para la Ciencia al servicio del Poder, que les mete cada día maravillas de manipulaciones de órganos y genes,  el trancazo común  sin cura es ya la gran vergüenza;  pero lo que es el INRI es cuando encima le sacan el cuento de la Gripe A, haciéndoles creer que saben de lo que hablan, para distraerles del bochorno del trancazo común sin cura ni consuelo: no se dejen, por favor, y que el ejemplo del trancazo les valga para volverse a descubrir las falsedades del Poder y de su Ciencia.

 

domingo, 1 de mayo de 2022

LOS GESTORES DE SU PATRIMONIO PERSONAL

 

En la mañana del pasado jueves me encontraba en la calle O´Donnell de Madrid, en un barrio de alto nivel social. Un africano joven transitaba por la calle y solicitaba una ayuda económica explicando su desesperada situación. Lo hacía sólo a las mujeres. Sus formas eran prudentes y las paraba sin interferir su trayectoria y conservando una distancia personal considerable. Su comportamiento se alejaba del concepto de pedir, tan común en las sociedades desarrolladas y se inscribía en otra cosa, solicitar ayuda, tratando de promover una conversación que facilitase su objetivo. A las que se paraban, no las asediaba, sino que, por el contrario, facilitaba una salida.

Entonces se encontró con una mujer de unos sesenta años, portadora de una elegancia y lo que se entiende como señorío considerable. Ella se paró y escuchó su petición. Inmediatamente después, con una voz fuerte y segura le dijo “Hijo, si todos los que pasamos por aquí no tenemos nada, porque tenemos un gobierno que acapara todo y nos deja sin nada”. El africano, supongo que su experiencia le había preparado para manejarse en situaciones difíciles de inferioridad, así como en una gama de situaciones absurdas, se acababa de enfrentar con el “no va más” del cinismo y de la jungla social que encarnan tan bien los depredadores españoles de las clases medias altas y altas. No pude evitar recordar alguna secuencia de “Los Santos Inocentes” protagonizada por el señorito Iván, ahora que ha fallecido Juan Diego.

La afirmación de la señora aprovechando su cara a cara con el africano expresa una verdadera inmanencia de las posiciones sociales elevadas españolas, tan asociadas al franquismo. Los impuestos son entendidos como parte de un saqueo realizado por el Estado, que erosiona así los patrimonios personales, que suelen proceder de un conjunto diverso de operaciones familiares para constituir y reforzar a los mismos. En este proceso de constitución de “lo mío, lo nuestro”, las rentas salariales sólo representan una parte de dichas operaciones. Estas son complementadas con el tráfico de las rentas que descansa sobre el principio sagrado de los negocios. También, una buena administración del patrimonio personal descansa sobre la maximización de los bajos salarios y servicios del personal subalterno que habita en las casas y los negocios del insigne gestor de su patrimonio.

Así se constituye un patrimonio cuantioso que se reproduce mediante operaciones financieras que aprovechan una oportunidad, pero que en el día a día están regidas por la máxima formulada por el dueño de Mercadona, “céntimo a céntimo”. Tener la competencia de detectar las oportunidades en inversiones o compras, así como gestionar con mano de hierro los costes salariales de sus subalternos es esencial para formar parte de esa opulenta zona social. Se trata de sumar céntimo a céntimo, defendiendo su peculio firmemente en todas las interacciones con los otros, elevados al mismo nivel que el estado recaudador de impuestos. Cada interlocutor es visto como un competidor amenazante al patrimonio personal. La vida deviene en el arte de la defensa de lo mío, de lo nuestro familiar.

En muchas ocasiones deambulo en mi vida diaria por zonas de excelsitud social, y me precio de conocer a las gentes de este zoo privilegiado. Al igual que la señora de la calle O´Donnell, muchos expresan con contundencia sus posicionamientos políticos. Lo hacen intensamente y se rigen por la venganza sobre sus adversarios. En este sentido, escucho casi diariamente críticas salidas de tono a Carmena, o comentarios irreproducibles contra Mónica García, Iglesias y otros compañeros de viaje. Aprovechan cualquier oportunidad para sacar el tema y sancionar una condena moral severa a las gentes de la izquierda. Pedro Sánchez es el preferido como objeto de la montaña de insultos, acusaciones y recusaciones.

El 10 de septiembre de 2016, publiqué en este blog un texto que pretendía conceptualizar este resentimiento de la derecha política de siempre. Su título era “Losseñores y los levantaos. Una historia del postfranquismo”. En él analizaba la conmoción que en la estratificación social había tenido el impacto de la industrialización, terciarización y burocratización que comienza en los años sesenta, y que crea una nueva clase social de allegados a la abundancia económica. En la transición política de finales de los ochenta, estos se identifican con los numerosos contingentes de gentes de izquierda que experimentan una movilidad social ascendente y se instalan en altas posiciones de la constelación estatal. En Andalucía, a estas gentes se les denomina como “los levantaos”.

Se pueden explicar algunas características del postfranquismo mediante la confrontación de los señores de siempre y los levantaos. La ocupación de distintos gobiernos por estos suscita un rencor indudable entre los excelsos de cuna. La complejidad de esta confrontación,  que adquiere un variado repertorio de formas, muchas de ellas sutiles, ha sido analizada den este blog en septiembre de 2018, "Sociología de los pobladores de las tierras altas. Las derechas." Pero la instalación de la estratificación social en las mentes se ubica en la vida cotidiana. En octubre de 2016 presenté aquí el misterioso caso que viví en primera persona al incorporarme al INSALUD de Cantabria en 1983. Allí todos llamaban Fernando a Fernando Lamata, el director tan laborioso y fecundo, que había aterrizado allí tras la victoria del PSOe en octubre de 1982. Por el contrario, todos llamábamos Don Miguel a un inspector médico cuya profesionalidad y estado personal era una auténtica ruina. Pero como portador de sus trajes y sus modos aristocráticos mostraba inequívocamente su cuna de oro.

Los gestores de su patrimonio desarrollan la cotidianeidad mediante el siguiente esquema: las cordiales relaciones de los próximos familiares unidos por el cemento del patrimonio común y la red de intercambios que lo sustenta, frente a dureza con los subalternos y desconocidos. En los encuentros cara a cara con estos últimos, es menester imponerse tajantemente. Así, estos gestores tienen que adquirir un alto nivel en la competencia de ganar los encuentros cara a cara, cultivando una personalidad fuerte que es movilizada con los habitantes de las tierras bajas y con los desconocidos. La primera cualidad requerida es saber ejercer el mando en la vida diaria.

Tengo una propensión inevitable a situarme en aquellos espacios en los que se hace visible esta pauta de comportamiento. En los encuentros en verdulerías, pescaderías y carnicerías, en donde, paradójicamente, defienden heroicamente el “céntimo a céntimo, haciendo gala de su pétrea avaricia, así como la de sobreponerse sin consideración a los intereses de la otra parte. La generosidad se traslada en régimen de monopolio al interior de su red de intercambios familiares sobre el espacio formado en el encuentro familia/propiedad. Pero el mejor lugar para observar la apoteosis de “lo mío” y la defensa de la frontera con el extraño amenazante es la cola de la caja del híper. En este espacio, los gestores de su patrimonio desarrollan una gran variedad de tácticas preventivas y defensivas frente a los contiguos, considerados como posibles vulneradores de la frontera. Allí blindan con su cuerpo el final de su cadena de compras, establecen un dique con su cuerpo cuando pagan, y vigilan activamente la compra del siguiente consumidor.

Así se conforma una peculiar antropología cotidiana de los gestores de su propio patrimonio. La extensión electoral de la derecha y su reconversión mediante la consolidación de los duros, o de los auténticos, representados en Vox, ampara su salida a las calles y sus presencias en la vida cotidiana. Muchos trabajadores de servicios, empleados domésticos y otras clases de interlocutores, pueden atestiguar la subida de volumen de esta categoría de excelsos de la cuna. Así, los calificativos sublimes que asignan la condición de “buenas personas” a los gerentes económicos y familiares de sí”, proliferan en esos escenarios y conversaciones cotidianas. Eso sucede en tanto que la protección de sus posiciones se sustenta en los altavoces que proclaman la bajada de impuestos, que antecede a la bajada de sueldos y la vuelta a su origen de los subalternos múltiples.

En Madrid se hace patente el bloque de gestores de su patrimonio que sustenta el discurso de Isabel Díaz Ayuso. Esta fundamenta su popularidad y adhesiones en su ferocidad en los encuentros con sus enemigos, considerados como una variante degradada de los convencionales levantaos de los ochenta y noventa. Se entiende este tiempo como “reconquista” en el espacio político de la preeminencia de los poseedores de patrimonios cuantiosos, los cuales son explicados como resultado de la valía de sus titulares. Así, se fragua, junto al retorno de un fascismo macro, diferenciado del fascismo clásico, la proliferación de un conjunto de microfascismos insertos en las relaciones sociales cotidianas. Esta situación se especifica en los pronósticos electorales en mi querida Andalucía. Se espera la victoria contundente de la derecha con la aportación de un veinte por ciento de votos de Vox. Después del verano espero que de muchos de los encuentros cotidianos salga humo por la virulencia aplazada de los gestores de su propio patrimonio.