Presentación

PRESENTACIÓN

Tránsitos Intrusos se propone compartir una mirada que tiene la pretensión de traspasar las barreras que las instituciones, las organizaciones, los poderes y las personas constituyen para conservar su estatuto de invisibilidad, así como los sistemas conceptuales convencionales que dificultan la comprensión de la diversidad, l a complejidad y las transformaciones propias de las sociedades actuales.
En un tiempo en el que predomina la desestructuración, en el que coexisten distintos mundos sociales nacientes y declinantes, así como varios procesos de estructuración de distinto signo, este blog se entiende como un ámbito de reflexión sobre las sociedades del presente y su intersección con mi propia vida personal.
Los tránsitos entre las distintas realidades tienen la pretensión de constituir miradas intrusas que permitan el acceso a las dimensiones ocultas e invisibilizadas, para ser expuestas en el nuevo espacio desterritorializado que representa internet, definido como el sexto continente superpuesto a los convencionales.

Juan Irigoyen es hijo de Pedro y María Josefa. Ha sido activista en el movimiento estudiantil y militante político en los años de la transición, sociólogo profesional en los años ochenta y profesor de Sociología en la Universidad de Granada desde 1990.Desde el verano de 2017 se encuentra liberado del trabajo automatizado y evaluado, viviendo la vida pausadamente. Es observador permanente de los efectos del nuevo poder sobre las vidas de las personas. También es evaluador acreditado del poder en sus distintas facetas. Para facilitar estas actividades junta letras en este blog.

martes, 19 de diciembre de 2017

LA UNIVERSIDAD EN LA CALLE EN 2012

                     

El año 2012 fue un tiempo crítico. La llegada del pepé al gobierno con mayoría absoluta sucedía al desplome del pesoe por su alejamiento de sus propias bases electorales. Las brasas del 15 M propiciaron una situación en la que tuvieron lugar movilizaciones de gran envergadura estimuladas por los temores colectivos a la regresión política y social. En la universidad el 15 M catalizó los malestares.

En el comienzo de curso tuvieron lugar distintas movilizaciones. Una de ellas fue la denominada "Universidad en la calle". Consistió en la impartición de varios seminarios simultáneos en la Plaza de Bib Rambla en Granada. La idea de los organizadores fue brillante. Participamos 18 profesores que impartíamos nuestro seminario dos veces en el mismo lugar, simultáneo al de los demás. Así los estudiantes rotaban entre los mismos. Varios videos en Youtube  narran esta acción. Ese día hubo una conexión en directo entre un grupo de estudiantes participantes y los universitarios canadienses que se encontraban en una movilización muy intensa en este tiempo.

Presento el texto de mi exposición, que analiza este conflicto en términos globales. Pienso que no ha perdido sentido y se adapta perfectamente al presente. El argumento principal hace énfasis en que las reformas universitarias neoliberales son inspiradas por un poder global que trasciende a los estados nacionales. Estos desempeñan un papel subordinado a las acciones emanadas de instancias supranacionales que los impulsan. Más allá de lo estrictamente universitario, la cuestión de fondo radica en repensar la democracia.

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                               LA UNIVERSIDAD A LA CALLE
                                   12 DE NOVIEMBRE DE 2012
                                       TEXTO DEL SEMINARIO
“                   CÓMO ES EL PODER QUE IMPULSA LA  DEMOLICIÓN
                                    DE LA UNIVERSIDAD PÚBLICA:
                     RACIONALIDADES, TECNOLOGÍAS Y ESTRATEGIAS”
                                                JUAN IRIGOYEN
                                 DEPARTAMENTO DE SOCIOLOGÍA.
                                     UNIVERSIDAD DE GRANADA

Las reformas universitarias impulsadas en los últimos años por los sucesivos gobiernos se inscriben en la matriz de las políticas públicas neoliberales propias de la época. Su implementación se realiza sin apenas deliberación ni negociación con los sectores afectados. Se constituye una autoridad técnica que se ubica en el nivel europeo que elabora la propuesta. Los parlamentos la aprueban con escasa discusión. La reforma de Bolonia es paradigmática. En los conflictos que suceden a su puesta en marcha, las autoridades estatales recurren al uso intensivo de los medios de comunicación, a su presentación como una necesidad imperativa para su entorno, a su naturaleza estrictamente técnica y a su despolitización. El campo de la deliberación se reduce a su aplicación, no cabe cuestionamiento alguno de sus contenidos ni puede ser pensada en términos de alternativa parcial o total.

Las reformas universitarias se implementan con un manifiesto déficit democrático y representan un nuevo autoritarismo tecnocrático que acompaña al modelo neoliberal imperante. La ausencia de información, consulta y negociación con los afectados se intensifica gradualmente. Los contenidos de las propuestas neoliberales son considerados como parte de una verdad incuestionable ante la que no cabe modificación alguna. Se trata de pensamiento único puro y duro. El presidente Rajoy llega a calificar sus políticas como “sensatas y de sentido común”. De este modo despolitiza sus decisiones y su acción de gobierno.

Pero, aún a pesar de que el gobierno central y los autonómicos aparecen como responsables de las políticas universitarias, los supuestos, los sentidos y las líneas esenciales que las definen, se elaboran en el nivel europeo. El tiempo presente se caracteriza por la emergencia de un conjunto de procesos de transformación que modifican radicalmente el sistema-mundo, constituyendo un poder global que opera según una racionalidad y unos métodos unificados, pero capaces de adaptarse a los diferentes contextos nacionales o regionales donde se encuentra ubicado. El poder global resultante se concentra en redes de empresas globales desterritorializadas y desplaza a los estados nacionales.

El poder global emergente opera construyendo un espacio-mundo paralelo a los estados nacionales, desde el que se condiciona las políticas de los mismos. El primer paso es asegurar el monopolio de las instituciones globales como el FMI, OMC, OCDE, Banco Mundial y otras que conforman un núcleo desde donde se ejercen funciones de gobierno mundial. Las corporaciones financieras e industriales, así como las industrias culturales y los grupos mediáticos globales conforman una trama desde donde se ejerce el control sobre estas instituciones.

El segundo paso consiste en tejer una red de distintas organizaciones como fundaciones, thinks tanks, agencias especializadas, centros sectoriales de investigación, universidades privadas, institutos profesionales, ongs y otras, que producen conocimiento aplicado a las decisiones de gobierno. En este espacio sin control democrático se generan los diagnósticos, las propuestas y las soluciones posibles a los problemas nacionales mediante la emergencia de nuevos expertos que proceden principalmente del campo de la economía. En esta red se produce el conocimiento legítimo, se determinan las prioridades y los contenidos de las agendas públicas, construyendo un campo cognitivo convertido en la única instancia posible desde la que se pueden pensar los problemas y las soluciones de las políticas públicas nacionales.

De este conjunto de organizaciones resulta una trama de relaciones personales, profesionales y políticas entre expertos, líderes financieros, gerentes de empresas, profesionales relevantes, personalidades del mundo del arte y la cultura, consultores, directivos de grupos mediáticos y políticos, miembros destacados de escuelas de Management y otras personalidades, a la que se incorpora por cooptación a académicos de universidades prestigiosas y políticos con perfil técnico de distintos partidos. Estas relaciones se refuerzan en las reuniones y eventos programados por las instituciones más relevantes de esta red por la que circulan los miembros de la nueva élite supranacional. De la acción concertada entre las instituciones financieras, las corporaciones industriales, los grupos mediáticos y la trama de organizaciones paralelas resulta la constitución de un formidable grupo de presión sobre los estados que asegura su presencia transversal en los procesos de elaboración y decisión de las políticas públicas. Así se constituye lo que algunos autores denominan como una metamorfosis del gobierno en las sociedades actuales.

Si la producción de conocimiento congruente con las premisas del gobierno neoliberal es una condición esencial para esta metamorfosis del gobierno, la reforma de la universidad pública aparece como una prioridad básica. Esta tiene que ser reconstituida para asegurar las coherencias con el
 conjunto de las reformas y del estado en particular. La neutralización del pensamiento crítico que ha producido la universidad es una cuestión esencial para el avance del proyecto neoliberal, así como la absorción de las élites universitarias por el proyecto global y las fuerzas transversales que lo impulsan. Así nace el denominado capitalismo académico, que determina una relación de intercambio entre la industria y los investigadores, maximizando la producción de conocimiento a fines industriales y comerciales, y minimizando los saberes tradicionalmente críticos que han identificado a la universidad moderna. La implementación de este modelo tiene como consecuencia principal la reprofesionalización de los profesores, el establecimiento de una jerarquía entre los mismos y la proletarización de numerosos sectores profesionales.

Pero el nuevo poder global no opera sólo en el nivel de crear los dispositivos que produzcan el contexto cognitivo en el que se desarrollan las reformas congruentes con su proyecto. El nuevo poder global se funda en la emergencia y preponderancia de un conjunto de nuevas instituciones nacidas de la nueva empresa, entre las que destaca la gestión. La gestión se presenta como una nueva institución de validez universal que desplaza a lo político. Lo que importa es el pragmatismo de los resultados. Pero bajo esta máscara tecnocrática la gestión es una institución de conducción de las personas que desempeña un papel esencial en el conjunto del proyecto. La gestión instituye un conjunto de procedimientos que debilitan los vínculos laterales entre las personas que conforman las organizaciones en donde ejerce.

Para transformar la universidad pública es necesario pero no suficiente detentar la hegemonía legislativa y comunicativa, como hasta aquí se ha expuesto. Es preciso intensificar y reforzar el proceso de cambio a partir de la acción interna que asegura la gestión. Esta es una nueva institución de conducción que constituye el núcleo del modelo neoliberal de gobierno de las organizaciones. La racionalidad sobre la que se asienta la gestión es producir, registrar, desarrollar y gobernar las diferencias entre las personas, los grupos, los departamentos, los centros y las titulaciones. Así, de la gestión resulta la evaluación permanente que es el instrumento principal para establecer un orden organizacional equivalente al del mercado. Como complementos de las instituciones emergentes de la gestión y la evaluación comparecen las ideologías de la calidad y la excelencia, imprescindibles para instituir una cultura organizativa y un imaginario profesional que respalde los procesos de competencia que la evaluación registra.

Las instituciones de la gestión y evaluación producen sujetos frágiles, transparentes y comparables, articulados en las dimensiones en las que se funda y que compiten permanentemente en los tiempos cíclicos fijados por la misma. La calidad y la excelencia establecen las dimensiones y la evaluación registra los resultados. La gestión crea el contexto cultural en la que lo importante es ganar siempre en la competencia con los iguales. Así se debilita el tejido organizativo y se produce una subjetivación disciplinada que se funda en el miedo. Bajo la máscara de la competencia y el imperio de los resultados se produce un riguroso disciplinamiento de las personas y se debilita el tejido organizativo de los vínculos entre las sociedades científicas y profesionales, los sindicatos, los colegios profesionales y otros grupos de interés.

Las fuerzas transversales que impulsan la transformación de la Universidad Pública utilizan estrategias combinadas y múltiples. A las acción externa de la red del conocimiento dirigida al impacto sobre las instituciones de gobierno y a la acción interna de la gestión, se añade la ejercida en la opinión pública por parte de los medios de comunicación. Esta estrategia se funda en dos ejes. El primero es una campaña permanente de desprestigio de los docentes, que son presentados como un grupo privilegiado resaltando los aspectos negativos. El segundo es la difusión intensiva de los discursos generados en la red productora del conocimiento, en los que se construyen los entornos de la universidad de modo parcial y favorable a la reforma neoliberal. Así se maximizan las necesidades de capital humano en detrimento de otras dimensiones fundamentales de la educación universitaria, orientada a funciones sociales cívicas que tienen una importancia determinante en el las sociedades presentes.

La reforma de la universidad se produce por la acción concertada de la red de organizaciones que producen el conocimiento congruente con el proyecto global y que configuran el contexto cognitivo en el que las instituciones de gobierno ejercen sus funciones, con la acción de los grupos mediáticos que producen la opinión pública necesaria para la reforma, y el conjunto de instituciones de gobierno de la universidad determinadas por los modelos instituyentes nacidos de la empresa y la gestión. Según las resistencias que se susciten, algunos aspectos de las reformas son aplazados o suavizados. Pero el proyecto global y el poder transnacional que lo respalda no continúa ejerciendo presiones en la dirección del cambio ejerciendo distintas estrategias.

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domingo, 17 de diciembre de 2017

LA TRANSMUTACIÓN DE LA SOCIEDAD ESPAÑOLA



Los distintos procesos de transformación de la sociedad española desbordan el concepto convencional de cambio. Este procede inequívocamente de la modernidad y se encuentra asociado a la noción de progreso. Así, aludir al cambio, implica un componente valorativo positivo. Pero muchas de las mutaciones sociales que tienen lugar en el presente exceden este concepto, siendo portadores de una complejidad que desborda los esquemas perceptivos de los actores sociales, fundamentados en paradigmas obsoletos. Muchos de los cambios han alterado su dirección, problematizando así la cuestión del progreso y reavivando la complejidad de la historia del presente.

Desde mediados del siglo XX los cambios han sido identificados y definidos como cambios sectoriales o territoriales. Así, cuando se habla de cambio, se refiere a un ámbito sectorial específico: cambios educativos, de salud, familiares, de consumo y otros. De este modo, el cambio se entiende como un sumatorio de los cambios localizados. Pero, compartiendo la interpretación de un sociólogo tan lúcido como el británico Andy Hargreaves, en el presente el cambio ha mutado radicalmente, en tanto que se está produciendo, desde hace varias décadas, un cambio global, indefinible desde las coordenadas locales y sectoriales imperantes en los analistas de las disciplinas implicadas, que se distinguen por su fragmentación.

De ahí resulta una visión completamente nueva del cambio. En las palabras del propio Hargreaves, los cambios locales y sectoriales no se encuentran principalmente determinados por factores endógenos, sino, por el contrario, son la manifestación del cambio de época en cada espacio o sector específico. Así se invierte radicalmente la interpretación del cambio. Lo que está ocurriendo primordialmente es un cambio global, una gran mutación que extiende sus efectos por todas las esferas sociales. Este enfoque recupera la verosimilitud de los analistas, que desde la perspectiva antigua de cambios endógenos, generan un grado de perplejidad creciente y acumulada, en tanto que la dirección de los cambios operados no es congruente con sus esquemas y predicciones.

Una de las dimensiones esenciales de la contemporaneidad radica en la instauración de varios procesos sociales simultáneos, cuyas relaciones son de complementariedad y de oposición. El resultado es un conjunto definido por la complejidad, que desborda a los  paradigmas convencionales se muestran incapaces de comprender el devenir social. Entre los distintos procesos de transformación en curso, el más relevante es el de la intensificación de la marcha hacia una sociedad neoliberal avanzada. Pero, el neoliberalismo no es solo una doctrina económica, sino una gubernamentalidad, en el sentido que propuso Foucault, que tiene un contenido que va más allá de lo político. La gubernamentalidad neoliberal transforma radicalmente las instituciones, las relaciones sociales, la cultura y los modelos del yo. Se trata de una mutación profunda que remodela toda la sociedad, desplazando a las socialidades tradicionales, para resocializar a instituciones, grupos y sujetos en una nueva realidad adecuada al gobierno del conjunto de instituciones emanadas de la preponderancia del mercado total.

Los efectos del avance de estos procesos son patentes y desafían a aquellos proyectos sectorializados aspirantes al cambio. Así, el cambio político, definido como la modelación de instituciones representativas inclusivas de todos los intereses sociales, es neutralizado por el conjunto de instituciones del mercado que hegemonizan el campo histórico vigente. La precarización, la fábrica del endeudamiento, el estilo de vida comercial que define la buena vida, la mediatización compulsiva, la medicalización y la psicologización, erosionan radicalmente la ciudadanía y generan unas condiciones adversas a la consolidación de comunidades políticas. 

Por estas razones, es más riguroso hablar de transmutación que de cambio, en el sentido convencional. La transmutación neoliberal actúa en varios planos simultáneos con gran eficacia. De su avance resultan unas instituciones que modelan a un sujeto diferente, definido por socialidades inversas a las existentes en el capitalismo del bienestar fordista. Las reformas neoliberales inspiradas en su gubernamentalidad, modifican radicalmente el tejido social de las grandes organizaciones y las instituciones. Las tramas asociativas preponderantes en la era del capitalismo fordista son reemplazadas por un conjunto de configuraciones sociales que pueden ser definidas como redes de individuos que interactúan y compiten entre sí. En estas redes las actividades se encuentran rigurosamente definidas, de modo que aseguren la competencia y el dominio de los socios principales, convertidos en patrones sustentados en las reglas y modos de operar de las instituciones de la evaluación.

Las nuevas configuraciones sociales derivadas de la primera generación de instituciones nacidas de la gubernamentalidad neoliberal funcionan con una eficacia contrastada como un principio de destrucción de las viejas sociedades corporativas, que son reestructuradas por las nuevas reglas. No se trata de destrucción de lo social, sino de una reestructuración radical que modifica radicalmente los objetivos, las actividades, los vínculos y los sentidos. El resultado es la instauración de un nuevo orden fundado en la apoteosis de la emulación. En este contexto las viejas solidaridades corporativas declinan. 

La hipermovilidad y la hiperconexión  remodelan también el espacio privado. De ellas resulta un arquetipo individual inserto en un sistema social que se asemeja a un viaje en el que renueva sus relaciones sociales en cada estación. La biografía individual es un tránsito permanente en el que los vínculos se renuevan incesantemente. La concurrencia de una vida privada en estado de movilización y mudanza simultáneas, con las instituciones individualizadoras, constituyen los materiales de una nueva sociedad, en la que la intensidad de las configuraciones sociales se acompaña de su caducidad.

El sumatorio de estos cambios puede ser definido como una gran transmutación. Esta supone un cambio subterráneo de los componentes y los materiales de los que está hecha la sociedad. Así, la comunidad política es reestructurada. Los contendientes no se asientan sobre un campo organizacional dominado por grandes pirámides organizativas que estructuran lo social, sino por un conjunto fragmentado y licuado, cuya única forma de representación son las audiencias. Los magos de la comunicación radicados en los grandes grupos de comunicación multimedia, crean los guiones y las teatralizaciones que hacen y deshacen las audiencias. Sus fantásticas puestas en escena atraen a grandes contingentes de espectadores, que consumen la actividad que modela su opinión, para devenir mañana en un ser en espera de ser convocado por otra representación que lo vuelva a emocionar.

El orden político resultante de la reestructuración social impulsada por la gubernamentalidad neoliberal es una realidad líquida que fija unos límites muy estrictos a los cambios de fondo. Cualquier proyecto político sustentado en unos objetivos que afecten a la estructura social encuentra dificultades para arraigarse en la trama de configuraciones sociales de los vínculos débiles. Su tragedia estriba en que se ve forzado a pujar en el espacio mediático, en el que la factibilidad de tener un éxito eventual puede generar una ilusión que termina por disiparse.

La transmutación es un proceso de cambio que se deriva de la emergencia histórica del mercado y sus instituciones acompañantes. Estas constituyen un nuevo tejido social que desplaza a las configuraciones sociales tradicionales del viejo orden fordista. Así se puede comprender un concepto esencial, como es el de destitución. En este blog he apelado a él en varias ocasiones. El nuevo orden emergente instituye un formato institucional y unas subjetividades que relegan a las viejas organizaciones. La destitución es una realidad sólida, aunque sus formas son sosegadas. Se trata de una desautorización mediante la no respuesta a las comunicaciones y convocatorias de la constelación de organizaciones e instituciones decadentes.

He vivido largo tiempo en un aula, espacio social en el que estos conceptos pueden ser ensayados y validados. En ella habita el viejo sistema escolar destituido y las configuraciones emergentes del nuevo orden del mercado. Desde la destitución puedo percibir los ricos elementos de la nueva sociedad, que se hacen presentes impetuosamente, aunque carezcan de un discurso articulado. El magno distanciamiento de los estudiantes con respecto a las instituciones de la modernidad, que se expresa principalmente en el arte de la no respuesta, contrasta con su atracción por las nuevas instituciones.

En alguna ocasión he contemplado la respuesta de mis propios alumnos ante un puesto móvil, creo que era de Vodafone, que ofertaba productos tecnológicos a bajos precios. No tenía que convocarlos, ellos mismos iban al puesto. El estilo de las dos vendedoras, dos chicas jóvenes, enlazaba con el de los clientes. Allí se producía una situación de empatía que trascendía lo racional. En contraste, me ha impresionado mucho contemplar la respuesta a una acción del Diario El País, que durante varios años regalaba el periódico en una promoción de un mes en la Facultad de Políticas y Sociología. Nadie, absolutamente lo cogía. Al principio, junto al paquete de periódicos había un animador que trataba de conversar con posibles clientes. Después quedó solo el paquete de periódicos que resistía las horas y terminaba en un contenedor de papel, destino compartido con libros, apuntes y demás productos universitarios con fecha de caducidad. Recuerdo que hubo una incidencia insólita. Algunos de los profesores lectores no se resistía a coger un ejemplar, amparado por un sentimiento de discriminación, en tanto que era comprador. El periódico escrito mostraba la solidez del concepto de destitución.

Transmutación es un gran cambio que se asemeja a esos edificios que conservan su fachada pero que son completamente nuevos en su interior. En este concepto se incluye el vaciado de las viejas organizaciones, a las que se deja caminar hacia la lenta extinción –eso es la destitución- , además del nacimiento de la nueva generación de instituciones-organizaciones que se fundan en la competencia sin fin de sus miembros y la debilitación de los vínculos laterales. En la nueva sociedad resultante predominan las audiencias en detrimento de aquello que en sociología se denominó como “asociaciones voluntarias”.

Me pregunto si los cambios introducidos por la transmutación neoliberal son reversibles.




sábado, 9 de diciembre de 2017

MI VIDA Y LA HISTORIA OFICIAL



                               DERIVAS DIABÉTICAS

El próximo mes de enero se cumple el veinte aniversario de mi extraño matrimonio con la insulina. En estos años ha modificado mi vida y se ha instalado como un fondo ineludible de la misma. En este tiempo, se han producido varias fases diferentes que han estructurado la vida en pareja con este misterioso líquido. Desde entonces me acompaña irremediablemente en todos los momentos. La relación con este intruso que penetra tres veces todos los días en mi cuerpo tiene una consecuencia fundamental en mi cotidianeidad. Pero, además, me conforma como un paciente, que es un sujeto enfermo que recibe distintas presiones para someterse a un control externo que conlleva una dependencia de unos extraños terapeutas que pretenden reducir la vida a unos términos que aseguren su autoridad. Soy el poseedor y usufructuario de un cuerpo sometido a inspección permanente.

En estas condiciones se sucede mi vida cotidiana real. Sin embargo, mis terapeutas vigilantes, seleccionan las informaciones acerca de mi cuerpo enfermo mediante mediciones de otros líquidos que extraen de mi cuerpo mediante agujas, para ser llevados al laboratorio. Mi vida es una sinfonía permanente de pinchazos. Los pequeños y afilados aguijones para medir la glucosa e inyectar la insulina redentora, junto a las gruesas agujas para extraer mi sangre, necesaria para alimentar a los laboratorios que dictaminan las cifras que definen mi estado y mis dosis prescritas de líquidos, acompañados en ocasiones por píldoras.

Tras unos intervalos temporales variables, mi cuerpo es escrutado mediante el análisis de los líquidos. Los resultados se transcriben en una analítica que es insertada en un sistema de información rigurosamente informatizado. Así, mi vida deviene en una serie de números que conforman mi historia oficial. Esta serie es ajena a mi vida real. En esta, el tiempo se estructura en fases determinadas por acontecimientos vitales relevantes que abren el camino a cambios. Este espesor existencial es reducido a la nada en la serie de cifras que conforma la historia clínica. Los guarismos se alimentan a sí mismos, de modo que constituyen un relato tan abstracto, que termina por desaparecer. El resultado es que, lo que verdaderamente importa, es la última medición. Mi historia oficial se desvanece en favor de los últimos dígitos. No existen etapas en esa serie eterna, tan solo hitos derivados de resultados altos, que pierden su significación al emanciparse de la situación en que se produjeron. Mi historia, codificada en estos términos, remite a las comparaciones con los estándares considerados como aceptables. Así, mi vida es vaciada, siendo convertida en un estándar impersonal.

Por el contrario, mi vida real se organiza en función de otras categorías más influyentes en mi estado general. Son los distintos acontecimientos, mutaciones, estados biológicos, psicológicos y convivenciales, situaciones existenciales y otros factores asociados. La divergencia entre ambas historias es abismal, pero lo más inquietante es que crece con el paso del tiempo. Así, el pasado del paciente es denegado. Lo que importa fácticamente es el presente, que se manifiesta en los resultados de su última extracción. Esta es la que determina las dosis del tratamiento, que es lo que convoca a los terapeutas. De esta forma, la asistencia médica se va conformando como una realidad paralela a la vida real, que solo genera tensiones cuando los resultados requieren una intervención.

En los veinte años de enfermedad y asistencia médica vivida, he descubierto muchas cosas. Las más importantes son: Que todo depende de mí; que la vivencia de la enfermedad genera una situación de incomunicabilidad; que la diabetes es una enfermedad intensamente estigmática, y que el sistema de atención profesional se rige por el principio de conferir una valoración máxima a los episodios agudos. Si estos no se producen, la tensión en la asistencia decrece hasta mínimos. Por consiguiente, lo que he aprendido es que los códigos de la atención profesional son tratarme como si se fuera a desencadenar inminentemente un fatal episodio agudo. Esta es la verdad oculta inscrita en la asistencia a los enfermos diabéticos.

Así se consuma un desencuentro desventurado, porque llevo viviendo ya veinte años con un buen nivel de vida, y –todavía- no se ha producido el salto al abismo de los agudos que anuncian mis supervisores. Pero, desde el principio, todos, sin excepción,  me han tratado como un cardiópata terminal, un paciente renal avanzado y otras patologías similares. La consecuencia de estos supuestos que gobiernan la asistencia a los pacientes diabéticos,  es la de la generación de un malestar personal creciente. Soy tratado como un candidato exitoso al gran salto patológico. Hasta que este no se produzca todo es ignorado, instituyendo un tiempo inerte. De este modo, se produce un efecto perverso, este es que soy denegado como sujeto asistencial dotado de un horizonte vital. Al igual que las religiones convencionales, el presente se subordina al futuro, que se encuentra dominado por un infortunado futuro, asimétrico al paraíso-cielo.

Así, mi historia oficial se libera del pasado, para centrarse en la inevitabilidad del salto infortunado. La función de vigilancia adquiere su máxima intensidad en detrimento del presente, que es devaluado, en tanto que solo es considerado como un tránsito al desenlace desdichado. La paradoja es que, cuando este se produzca, la asistencia recuperará su espesor clínico. Entonces seré un paciente verdadero tratado con rigor clínico.  En estas condiciones, la consulta de revisión es un territorio de desencuentro entre el enfermo que vive el presente maximizando su bienestar, y el terapeuta que escruta los líquidos en espera de signos anunciadores de la aparición de los efectos de las patologías duras, pero tratables. 

En este sistema de significación el pasado se disipa inexorablemente. Los sucesivos cambios de médico y la discontinuidad asistencial revalorizan el presente en detrimento de lo que es considerado como pasado irrelevante. Así, la etapa que comienza en 1986 con mi diagnóstico como diabético de tipo II, se evapora sin dejar rastro. Pero el efecto de desaparición-negación del pasado afecta también a mi cetoacidosis de 1998, con mi ingreso hospitalario y el salto a la insulina. Toda mi rica etapa de aprendizaje de la vida encerrada en la enfermedad, que he relatado en mis derivas diabéticas en este blog, queda totalmente neutralizada. Así se va fraguando una situación explosiva en la consulta, en la que mi vasta experiencia es ignorada por el médico, que impone su sistema de significación para controlar o manejar la situación de modo favorable a su posición. La incomunicación, así como el conflicto latente,  resulta inevitable. 

En los años transcurridos entre mi inicio en los misterios de la insulina y el 2006, la tensión se expresó mediante mi voluntad innegociable de encontrar un límite aceptable en mis prácticas vivenciales, incluidas las profesionales, y los condicionamientos  impuestos por la enfermedad. En este tiempo obtuve buenos resultados en mis analíticas. Siempre estuve por debajo del 7.5 en la hemoglobina glicosilada, salvo en alguna rara ocasión. En varias mediciones estuve por debajo del 7, incluso del 6.5. Pero el alto precio que tuve que pagar consistió en las hipoglucemias repetidas, algunas demoledoras. Fui una víctima de los criterios disciplinarios e irreales dictaminados por las autoridades profesionales. Fueron los duros tiempos de lo que me gusta denominar como “la galaxia perversa del 7”. En Andalucía se supone que estar por debajo de esa cifra es un objetivo de la política sanitaria. Conciliar mi vida compatible con gratificaciones corporales aceptables, con la disciplina asociada al siete, me condujo a situaciones límite. Varias hipoglucemias permanecerán siempre en mi memoria. 

En 2006 acudí a la consulta de un endocrino reputado, recomendado por amigos diabéticos que habían tenido buenas experiencias con él. Efectivamente me encontré con un profesional abierto y dialogante que comprendió el problema. Se mostró comprensivo con los problemas derivados del dogma del siete. Me insistió en que era recomendable  encontrar un equilibrio más alto. Me modificó el tratamiento de los líquidos. Redujo las dos dosis de Actrapid y cambió el durísimo Monotard nocturno por una insulina de 24 horas, el Levemir. La consulta con este médico me ayudó a rectificar. Pero el reverso de la misma fue que introdujo una pastilla nocturna para el control del colesterol, el Cardyl 10. 

El informe clínico de esta consulta es una joya, en tanto que dice expresamente “No nefropatía, no cardiopatía, no neuropatía…”. Fue la primera consulta de ruptura con los anticuados criterios impuestos por las autoridades profesionales, pero la primera en la que la estrategia es postergar la inevitable aparición de complicaciones renales y cardiológicas, mediante un tratamiento ineludiblemente escalonado. Casi doce años después, no han aparecido. Tras un par de años abandoné el Cardyl por la influencia de los gavilanes, gervases, minueses y otras especies profesionales a los que leía. Tuve que aprender a conjurar los fantasmas presentes en los tratamientos y relativizar los pronósticos, puesto que el tiempo transcurrido antes del fatal desenlace es un tiempo vivido muy valioso en mi biografía.

Los años siguientes fueron buenos. Las hipoglucemias no desaparecieron pero disminuyeron su frecuencia e intensidad. Me encontré en buen estado físico. Mi glicosilada aumentó en los controles. Estuve entre 7.5 y 8. En los períodos intensos de clases por encima de esa cifra. En esas condiciones pude vivir aceptablemente la fase final de la enfermedad de Carmen, así como su muerte. Con posterioridad tuve que aprender a vivir solo, que supone el control de las hipoglucemias nocturnas sin ayuda. Desde que vivo solo, ningún médico me lo ha preguntado en la consulta. El desinterés acerca de lo que no sean las cifras de los líquidos tratados en laboratorio es patente. Insisto, nunca me lo han preguntado ni ha sido aludido en cinco años. Por el contrario, es motivo de preocupación para algunos amigos que me sugieren soluciones. Lo doméstico se encuentra en estado de congelación en las consultas.

En enero de este año, me hice la analítica de rigor antes del comienzo del periodo de clases intenso del cuatrimestre. El resultado fue 11.2. Este era coherente con un tiempo en el que había estado permanentemente de viaje y haciendo una vida poco congruente con el tratamiento. Tuve que movilizar todos mis recursos personales, de modo que en nueve semanas me encontraba en 8. También acudí al sistema profesional para confirmar lo que cuento en este texto. El pasado ha desaparecido. El problema es definido como la forma idónea de afrontar el 11.2. La solución propuesta es cambiar de medicación. La propuesta es una nueva insulina nocturna, el Tresiba, que reemplaza al Levemir, y la vuelta a la pastilla nocturna, que el profesional me presentó en términos casi mágicos, el Livazo. Advierto que nunca, salvo en el origen en los años 80, he tenido el colesterol alto. 

Cualquier episodio implica el refuerzo del tratamiento en las ya largas vísperas de la conversión en paciente agudo. La escalada del tratamiento es simultánea con la consideración de un tiempo estancado en el curso de la enfermedad. Repito, en mi caso, veinte años ya. También la búsqueda furiosa de indicios de las patologías verdaderas. Mi última analítica se corresponde con la de un enfermo hospitalizado severo. Tiene 5 páginas y un repertorio de valores inusitado. Como la creatinina y sus parientes va bien, ahora me hacen análisis de orina de 24 horas, que activan la memoria del tiempo de Carmen. Pero los resultados se contradicen con la escalada diagnóstica. En esta analítica la glicosilada es 7.7 y los resultados normales salvo la urea un poco alta. 

Los lectores pueden imaginar, tras la lectura de este texto, las impertinencias que he tenido que soportar. En los años buenos que estaba entre el siete y medio y el ocho, advertencias amenazadoras del personal del laboratorio que me entregaba los resultados, así como de distintos profesionales vinculados al tratamiento de la enfermedad. En los informes clínicos, consta como resultados normales los inferiores a 6.1. Esta pauta se encuentra interiorizada por la gran mayoría de los profesionales del dispositivo de atención. La cronicidad de la enfermedad termina adquiriendo el perfil de incomunicación crónica.

Es así como la historia oficial, elaborada desde los supuestos de la institución médica, sigue una trayectoria divergente con mi biografía personal. En estos veinte años me he tenido que forjar como un ser autónomo, que solo confía en sus propias fuerzas y selecciona rigurosamente las fuentes de conocimiento profesionales, puesto que la mayoría se encuentran contaminadas. Lo peor es que, a pesar de todo lo que pienso, cuando obtengo un buen resultado, como el último 7.7, me pongo contento porque pienso que he obtenido una prórroga nueva. Este es un indicador de que no me he liberado de los efectos perversos de la institución que me trata.

Concluyo enfatizando la importancia de lo que he contado en este post. Me parece terrible y pienso en otros pacientes desarmados ante el dispositivo profesional, que en muchos casos puede dañarlos severamente, neutralizando su tiempo de vida personal y anticipando su aciago final anunciado. A propósito de los veinte años, me he acordado de María teresa Vera y sus veinte años, canción entrañable que revive el pasado añorado, en contraposición con la institución que me trata que pretende anticipar mi futuro fatídico.


viernes, 1 de diciembre de 2017

TOMAR LA PALABRA



En el tiempo presente la simulación y la falsificación adquieren una dimensión macroscópica. Las instituciones se apoderan de los contenidos de los cambios requeridos para bloquearlos desde su interior. La perversión institucional alcanza niveles insospechados. Todas las causas sociales imaginables son absorbidas por los discursos institucionales, para ser vaciadas mediante la proliferación de instancias especializadas que neutralizan las presiones al cambio. De este modo, los cambios se estancan y se produce un desánimo de las personas que los apoyan. La producción del escepticismo queda convertida en una obra de arte  por parte de las instituciones pervertidas.

La universidad es una institución especial, que instituye el milagro de conservar sus estructuras autoritarias --que favorecen el dominio de los docentes, en particular de los ubicados en los estratos superiores, en detrimento de los estudiantes—al tiempo que absorbe todos los contenidos derivados de los malestares sociales, para disiparlos en sus prácticas institucionales. El resultado es una apoteosis del cinismo que carece de parangón. De este modo “roba” los contenidos a cualquier propuesta de cambio, desactivando a cualquier agente de cambio.

El acoso sexual, al igual que otras formas de violencia de género, es una realidad múltiple que se encuentra inserta en todas las relaciones institucionales. Se trata de una realidad vivida por todos los participantes en las actividades cotidianas de la organización. Siguiendo su pauta habitual, la universidad se apodera de este problema, creando un órgano especializado presidido por un notable de guardia. Este hace un protocolo, una línea de comunicación pública institucional y un día simbólico de celebración formal en la que toman la palabra las insignes autoridades.

Pero resulta que ante los problemas reales surgidos en las aulas, estas instancias especializadas y sus protocolos se subordinan al elemento estructural permanente de esta organización, que es un corporativismo desbocado. Los profesores son protegidos mediante la omisión de investigación de las denuncias, el silenciamiento de los procedimientos, la ausencia de sanciones efectivas y el fabianismo en los procesos, que demoran sine die la resolución. 

En todas las facetas de la vida académica se puede constatar la ausencia integral de un concepto de buenas prácticas. Este se puede especificar en todos los órdenes. He vivido en mis largos años como profesor múltiples situaciones que me gusta denominar como “cosmológicas”, de incumplimientos graves, plagios de cinco estrellas, utilización de los estudiantes para la investigación, omisión de responsabilidades y, también acoso sexual y otros problemas vinculados a discriminaciones de género. El orden universitario se encuentra vaciado de un ethos congruente con su supuesta función.

En estas condiciones, cualquier cambio implica tomar la palabra por parte de los afectados ante el bloqueo de cualquier procedimiento institucional. Se trata de pujar por espacios en donde se imponga la voz de los afectados. Esto implica un momento de ruptura, en tanto que la institución remite a los emergentes a su orden interno, que, como he señalado con anterioridad, implica encerrar el problema en un carril sin salida.

El video muestra la toma de palabra de un grupo de estudiantes en la facultad de Derecho de la universidad de Granada ante la falta de receptividad de los órganos oficiales ante los problemas suscitados. El video es muy elocuente. Que cada cual haga su lectura. No puedo evitar sintetizar la mía. Lo más considerable es la constatación de la frialdad y distanciamiento del acto académico. Las imágenes son impresionantes. Sin público; las autoridades rodeadas de una corte de dependientes; sin tensión alguna; exhibiendo un ritualismo destructivo…

La irrupción de las chicas que toman la palabra se encuentra cargada de sentido. Estas ponen en práctica la única alternativa que tienen, que es tomar el espacio y exponer su voz. Me ha impresionado favorablemente su saber estar. Están justamente en su sitio, que no es el de un sujeto pasivo que ha pagado una matrícula, sino la de una persona activa que tiene que actuar para estar incluida. Me encanta el tono con el que afirman “Nosotras hablamos ahora”. Eso es.

No obstante, el conjunto del video muestra una realidad sórdida, en tanto que las chicas no obtienen respuesta alguna a los problemas que suscitan. La cuestión principal es si a las autoridades les queda algo de vergüenza. Pero la verdad es que en una institución así, las buenas prácticas solo pueden sostenerse en el arraigo en las personas, y no en un protocolo falsario que contribuya a construir una fachada institucional hueca. ¿Esto es educación?

Muchas gracias y un abrazo para todas las participantes. Vuestra acción nos permite imaginar un futuro mejor