Presentación

PRESENTACIÓN

Tránsitos Intrusos se propone compartir una mirada que tiene la pretensión de traspasar las barreras que las instituciones, las organizaciones, los poderes y las personas constituyen para conservar su estatuto de invisibilidad, así como los sistemas conceptuales convencionales que dificultan la comprensión de la diversidad, l a complejidad y las transformaciones propias de las sociedades actuales.
En un tiempo en el que predomina la desestructuración, en el que coexisten distintos mundos sociales nacientes y declinantes, así como varios procesos de estructuración de distinto signo, este blog se entiende como un ámbito de reflexión sobre las sociedades del presente y su intersección con mi propia vida personal.
Los tránsitos entre las distintas realidades tienen la pretensión de constituir miradas intrusas que permitan el acceso a las dimensiones ocultas e invisibilizadas, para ser expuestas en el nuevo espacio desterritorializado que representa internet, definido como el sexto continente superpuesto a los convencionales.

Juan Irigoyen es hijo de Pedro y María Josefa. Ha sido activista en el movimiento estudiantil y militante político en los años de la transición, sociólogo profesional en los años ochenta y profesor de Sociología en la Universidad de Granada desde 1990.Desde el verano de 2017 se encuentra liberado del trabajo automatizado y evaluado, viviendo la vida pausadamente. Es observador permanente de los efectos del nuevo poder sobre las vidas de las personas. También es evaluador acreditado del poder en sus distintas facetas. Para facilitar estas actividades junta letras en este blog.

viernes, 14 de enero de 2022

LA DEMOCRACIA MENGUANTE Y EL SÍNDROME SAUDÍ

 


Y esas patochadas, diariamente resobadas, ¿son política? Sí, lector: ésa es la política que hacen los políticos y no pueden hacer otra: el servicio a Dios en lo Alto, o séase al movimiento del Dinero, no les permite más que ésa. Pero que los Medios te la sirvan cada día en ese espacio y lujo te revela que está cumpliendo  la misma función que las Competiciones Deportivas, las convocatorias a Museos a fastos músicoluminotécnicos de estadio, los tremendos casos de terrorismo de bandas o matanzas personales que alcancen también los grandes titulares, si bien la política se destina al sector de la grey más consciente y responsable, que de todo ha de haber en la viña del Señor: la función de saber divertir al personal.

Sólo que, amigo, la función de divertir es algo más serio de lo que quizás creías: entretener a la gente con pamemas  que no haya peligro de que le hagan algo y descubran la falsedad de lo que les venden por pensamiento y vida, pero que les llenan de vacío el Tiempo hasta conseguir que no pase nada: nada más que lo que el Capital, y con él el Estado, tiene previsto, el Futuro, que es Su reino.

Agustín García Calvo

 

La celebración de la Supercopa de España de fútbol en Arabia Saudí constituye un acontecimiento cuyas dimensiones trascienden lo estrictamente futbolítico. Más allá de su significación deportiva, su referente remite a la fusión entre Deporte, Espectáculo y Dinero, amparada en este enigmático tiempo por el Estado Emprendedor. El contrato entre la Federación Española de Fútbol y las empresas audiovisuales, que a cambio de 30 millones de euros anuales y durante diez años deslocaliza los partidos de fútbol de esta competición, ubicándolos en Ryad, es todo un compendio de sociología del tiempo presente. Los contingentes de seguidores locales son deslocalizados para expandir la masa mediática que sustenta los acontecimientos deportivos. La reconversión del espectáculo se oficia para la gloria de las empresas globales que sustentan el mercado publicitario, que rompe su techo convencional.

Este evento pone de manifiesto la apoteosis del dinero, que se sobrepone a todo lo demás y en todas las esferas. Todo es reconvertido drásticamente a su valor económico-monetario. Las otras dimensiones de valor preexistentes son rotundamente subordinadas al negocio. Lo más relevante de este caso radica en que esta orgía del dinero es aceptada sin controversia alguna por tan avanzada democracia. El fútbol es una actividad esencial, tanto en el volumen de su negocio como en la envergadura del valor simbólico del espectáculo. Grandes masas son movilizadas por las competiciones y por las narrativas que reelaboran los medios.

Arabia Saudí es una extraña teocracia autoritaria, en la que coexisten elementos feudales con monarquías absolutas de nueva factura. La gran potencialidad económica que detentan multiplica las interacciones con las vetustas democracias europeas. Así se constituye una excepción, en tanto que quedan liberadas de cualquier alusión crítica en el conglomerado mediático audiovisual. Estos paraísos del dinero son eximidos de miradas prospectivas. En la España postfranquista, el rey Juan Carlos, que actuó como cabeza visible de una red imponente de transacciones en los que participaron múltiples empresas, realizó un repertorio admirable de negocios que sustentaron su prosperidad. Sin embargo, aún a pesar de ser visibles muchos de los mismos, no suscitaron ningún posicionamiento crítico ni de la prensa ni de las instituciones.

La bula arábiga se encuentra tan arraigada que la izquierda de todas las clases ha mirado hacia otro lado, siendo escrupulosa en su discreción. La radicalidad de las críticas de la derecha a la experiencia venezolana y otras similares, contrasta con el respeto mesurado a tan adinerados estados. Este estatuto de permisividad hacia las autocracias arábigas alcanza un grado de solidez insólito, en tanto que el feminismo practica un silencio atronador, en relación con la situación de las mujeres en esos paraísos del dinero. Todos convergen en el noble arte de callar. Se puede afirmar que Juan Carlos I es el rey de la democracia, cuya significación remite al bienestar y a la factibilidad de la realización de los negocios, que adquieren el estatuto de sagrados. En este sentido, el monarca emérito desempeña un papel esencial en la configuración del inconsciente colectivo, lo que refuerza su posición frente a los tribunales.

Pero la exención crítica saudí supone la cristalización de un síndrome inquietante. Este remite al monolitismo. Es comprensible el silencio de aquellos que ejecutan sus negocios con tan generosos socios, pero incomprensible en el caso de la izquierda, el feminismo, y, sobre todo, la inteligencia. Este es un tiempo en el que el conglomerado académico y del pensamiento sigue disciplinadamente la senda marcada por los poderes económicos. La frase hecha que alude al pensamiento único adquiere una veracidad perturbadora. El resultado es la consolidación y expansión de un anonadamiento crítico colectivo que aísla a cualquier proyecto de respuesta. Todos se instalan en la estela de la orgía financiera y sus relatos de ficción.

El fútbol es una actividad de alto valor económico, pero resulta una actividad incuestionablemente corrosiva para la democracia. El valor de sus actividades sustenta un dispositivo de prensa deportiva cuyas prácticas profesionales y códigos se contraponen con la esencia de la democracia. Así, conforman un espacio social poblado por emociones primarias; radicalmente infantilizado; dependiente de pasiones orquestadas; adorador del azar, que es el principio de todos los juegos; sustentador de la adhesión acrítica incondicional, y habitado por narrativas heroicas que ejecutan super-sujetos que son homologados con los mismísimos dioses. Este espacio no deja de crecer al detentar una centralidad indiscutible en la producción mediática, conformándose como una fábrica de idolatrías extrañas a la comunidad política.

Pero no sólo crece este espacio social gobernado por otras lógicas, sino que se extiende a todas las esfera trasladando sus supuestos, sentidos y retóricas. Se puede hablar en rigor de futbolización de la sociedad. Lo que se denomina en videopolítica como crispación, tiene como antecedente al periodismo deportivo, en el que una nueva categoría de periodistas-fans, pone en escena un modelo de fanatismo. La chiringuitización, o la roncerización, significa la cancelación del periodismo analítico a favor de la manipulación de los públicos congregados por las emociones. La prensa deportiva está elaborando y presentando un modelo de fanatización. El éxito de Ayuso radica precisamente en aplicar el libro de estilo de la futbolización. Cualquier intervención conduce inmediatamente a la confrontación frontal con el otro, que no puede ser otra cosa que enemigo-demonio.

Así tiene lugar una trasmutación de valores que amenaza los cimientos de una comunidad política. En un medio que se ejecuta con independencia de la razón, el fanatismo parece inevitable. Los valores devienen en afirmaciones heroicas frente a los otros/enemigos. Es patético contemplar las apelaciones de los periodistas progres a valores democráticos episódicamente, al tiempo que alimentan la hoguera de las pasiones futbolísticas y las subjetividades de guerra. En un medio así, la apelación a la solidaridad con los perjudicados por las autocracias arábigas parece un signo de desinteligencia o de cinismo supremo. Lo que verdaderamente importa es alimentar las pasiones de la rivalidad entre hinchadas, que se sobreponen a todo lo demás. En este mundo oscuro la manipulación alcanza el éxtasis, así como la preponderancia de personajes siniestros que reproducen la florentinización o la laportación.

Estos procesos de producción de narrativas bélico-deportivas progresan en el escenario vaciado de la democracia española. Esta se puede definir en relación a la palabra menguante, en tanto que la ausencia de ideas orientadas al futuro remite a la hegemonía de los movimientos a plazo inmediato con la finalidad de asentar culos homólogos en las menguadas instituciones. Más allá de las jugadas del día que pretenden influir en los votantes, a quienes se tiende a seducir por retóricas iconográficas, solo existe el desierto, al igual que en el síndrome saudí, que en este espacio logra el estatuto de verosimilitud. Los media imponen sus códigos y sus tiempos veloces, sus aparentes (falsas) renovaciones, orientadas a reconstituir la actualidad.

Termino aludiendo a la venerable institución de la Academia, que ha perfeccionado su distanciamiento infinito de la realidad. Estoy leyendo el lúcido y sólido libro de Gregorio Morán “El cura y los mandarines. Historia no oficial del bosque de los letrados. Cultura y política en España 1962-1996”. En sus páginas comparecen los mecanismos de la democracia menguante, que se hace verosímil en las gentes de la cultura. La factibilidad del silencio frente a las derivas del verdadero líder espiritual de la España postfranquista, Juan Carlos I, así como de sus colegas de negocios saudíes, es manifiesta. El pensamiento se degrada facilitando el liderazgo de los salidos de la fábrica del periodismo. Esta situación se consolida por la evasión de los docentes, ocupados en sus fragmentadas disciplinas. Como decía Atahualpa Yupanqui en una de sus canciones “De tanto mirar la luna ya nada saber mirar”.

El déficit acumulado de las miradas y la trivialización de las máquinas de los informativos marcan el declive del sistema político, cuestión que conlleva mucho mérito, en tanto que partía de una situación baja. La democracia menguante implica el salto de la nueva extrema derecha, acompañada de la proliferación de microfascismos, que alcanzan una biodiversidad admirable. En ese desierto de la inteligencia y jungla visual proliferan las narrativas épicas que se incuban en la información deportiva. La renuncia a comentar la deslocalización futbolística y la subordinación al dinero conducen a una situación que puede ser representada en el célebre libro de Zizek, cuyo título es “Bienvenidos al desierto de lo real”. Y que conste que no lo digo ni por el Real Madrid ni por la familia real.

 

 

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