Presentación

PRESENTACIÓN

Tránsitos Intrusos se propone compartir una mirada que tiene la pretensión de traspasar las barreras que las instituciones, las organizaciones, los poderes y las personas constituyen para conservar su estatuto de invisibilidad, así como los sistemas conceptuales convencionales que dificultan la comprensión de la diversidad, l a complejidad y las transformaciones propias de las sociedades actuales.
En un tiempo en el que predomina la desestructuración, en el que coexisten distintos mundos sociales nacientes y declinantes, así como varios procesos de estructuración de distinto signo, este blog se entiende como un ámbito de reflexión sobre las sociedades del presente y su intersección con mi propia vida personal.
Los tránsitos entre las distintas realidades tienen la pretensión de constituir miradas intrusas que permitan el acceso a las dimensiones ocultas e invisibilizadas, para ser expuestas en el nuevo espacio desterritorializado que representa internet, definido como el sexto continente superpuesto a los convencionales.

Juan Irigoyen es hijo de Pedro y María Josefa. Ha sido activista en el movimiento estudiantil y militante político en los años de la transición, sociólogo profesional en los años ochenta y profesor de Sociología en la Universidad de Granada desde 1990.Desde el verano de 2017 se encuentra liberado del trabajo automatizado y evaluado, viviendo la vida pausadamente. Es observador permanente de los efectos del nuevo poder sobre las vidas de las personas. También es evaluador acreditado del poder en sus distintas facetas. Para facilitar estas actividades junta letras en este blog.

sábado, 6 de marzo de 2021

EL MOVIMIENTO FEMINISTA PRIVADO DE BULA EPIDEMIOLÓGICA

 



La prohibición de la Delegación del Gobierno en Madrid  de las concentraciones feministas previstas para este año constituye una excepción con respecto a otros actos públicos. Es la primera vez, en el tiempo de postconfinamiento, que comparece esta palabra, pronunciada imperativamente por el poder ejecutivo. Los antecedentes son inequívocos. Hasta ahora se había decidido con una tolerancia y permisividad manifiesta a las distintas concentraciones de personas de diversa naturaleza. El mismo día 5, se ha producido una concentración imponente de fe religiosa ante el Cristo de Medinaceli. Una multitud de personas integradas en una cola que se renovaba incesantemente,  desfilaron ante la imagen del Cristo para hacer sus plegarias. Esta concentración aprobada por las autoridades, los medios y los expertos, es la expresión del retorno de un viejo concepto eclesiástico: el de la bula.

En el caso que nos ocupa, se trata de una novísima bula epidemiológica, que consiste en el privilegio de reunirse en masa sin ser apercibidos por las autoridades, los epidemiólogos y las televisiones. Por el contrario, las concentraciones feministas son tajantemente prohibidas, tras un largo tiempo en el que los tertulianos convirtieron el 8 M del pasado año en un acontecimiento severamente descalificado, criminalizado y condenado. La evidencia de variadas bulas para concentraciones de distinta naturaleza, frente a la prohibición de las feministas, pone de manifiesto otro nuevo concepto: la desigualdad epidemiológica, que deviene en la nueva injusticia epidemiológica.

Esta consiste precisamente en la ponderación desigual de los riesgos en función de la posición social y el poder de los convocantes. Las manifestaciones de masas, llevadas a cabo durante varios días sucesivos en Núñez de Balboa, por parte de importantes contingentes de clases medias y altas, no suscitaron condena alguna, ni fueron objeto de tratamiento en las tertulias televisivas ni en los informativos. También de los epidemiólogos, que como colectivo recién ascendido a la cúspide del nuevo estado clínico, lo primero que han aprendido es a ser comprensivos, permisivos y tolerantes con las clases pudientes. Por el contrario, los jóvenes en espera indefinida, así como los concentrados en las zonas básicas de salud con peores condiciones de vida, son tratados con un rigor punitivo inquietante.

La situación epidemiológica es un saco que ampara cualquier argumentación. Así, quiero recordar que en Madrid ha habido concentraciones de masas de  distinto signo: las cotidianas en los transportes públicos y centros de trabajo; las comerciales; las de las terrazas, los bares y el ocio; las propiciadas por protestas de grupos de interés o conflictos laborales; las estrictamente políticas, unas en automóviles y otras a pie (recuerdo una muy importante en junio en la Castellana);  las “negacionistas” pop; las fascistas como la del cementerio de la Almudena; la reciente de Sol en solidaridad con Hasel; las religiosas; las corridas de toros de los primeros tiempos o los conciertos de gente tan sensata como Raphael…Estas concentraciones muestran que no existe un sistema normativo de pesos y medidas para su reconocimiento, pero, además, que se puede advertir un grado de discrecionalidad en las decisiones de las autoridades, que llega a ser escandaloso. Esta se ampara inequívocamente en la consideración del capital político de los convocantes, privilegiando a las gentes que habitan posiciones confortables en la estructura social.

La pandemia ha ascendido a los salubristas al campo de la decisión política, conformando a los mismos en una casta sacerdotal que emite dictámenes que las autoridades políticas desvían en sus decisiones de facto. Así se configura un nuevo juego de billar epidemiológico, en el que los dispositivos expertos en salud representan una bola que se recombina con las demás en una serie de jugadas. Estas, tienen en muchos casos, otros sentidos que los estrictamente sanitarios. En general, se aprovecha la pandemia para debilitar la presencia de los movimientos sociales mediante su destierro de las calles. Este exilio de la acción colectiva, afecta, en particular, al movimiento feminista.

El episodio de la prohibición de las concentraciones feministas tiene como finalidad aprovechar la oportunidad de la situación epidemiológica para domarlo, recortarlo y desterritorializarlo. Las manifestaciones feministas del 8 M de los últimos años, habían mostrado la gran potencialidad de este movimiento social, en el que convergen múltiples perspectivas y discursos. Se trata de una gran movilización radicalmente heterogénea en la que coexisten varios sentidos. Este acontecimiento ha desbordado las perspectivas de los partidos contendientes, al ubicarse en el más allá del campo estrictamente electoral. Desde su perspectiva es muy importante reconvertirlo a la dimensión electoral, cultivando cada uno sus potenciales clientelas. Este es el sentido de todas las jugadas en los dos últimos años. Ahora, con la bola epidemiológica en el tablero, se diseña la jugada de su control, recorte y reconversión.

Las manifestaciones del 8M son entendidas como un riesgo para la derecha, y como una quimera para la izquierda, que entiende que ha encontrado por fin un territorio social en el que asentarse. El desvarío de los discursos alcanza niveles de comicidad. De ahí que la manifestación del año pasado haya devenido en una confrontación total contra el gobierno. Los argumentos esgrimidos en esta muestran inquietantemente que los fenómenos históricos nunca desaparecen en su integridad. Me refiero a la institución de la Santa Inquisición, que se revive en el siglo XXI con nuevos formatos. Ciertamente, la celebración de la manifestación el año pasado fue un error de gran envergadura, en tanto que sus consecuencias sanitarias fueron fatales. Pero en esas semanas, se celebraban eventos deportivos, políticos y culturales que congregaban multitudes. Las autoridades manifestaron su incapacidad de responder a una amenaza en su tiempo requerido.

En una situación epidemiológica como la actual en Madrid no son recomendables las concentraciones de personas. Pero todas las concentraciones. Lo que es intolerable es discriminar entre unas y otras. Pero en este episodio subyace una tensión fundamental. Esta es la del modo de gobierno que ha cristalizado en esta situación excepcional. Este se caracteriza por la reducción drástica de la deliberación y la consulta entre las partes. Los gobiernos deciden amparados en los dictámenes expertos. La constricción de la democracia favorece la permisividad con los sectores sociales que ampara la oposición. Así puede hacerse inteligible la secuencia de decisiones zigzagueantes y contradictorias.

De este modo se ha descartado la cogestión de distintas cuestiones con los involucrados. Esta ha sido expulsada del campo político, reforzando así un autoritarismo con rostro experto. Si hubiera existido un mecanismo de cogestión con las organizaciones feministas en Madrid hubiera sido factible diseñar concentraciones y formas de movilización compatibles con las condiciones requeridas para reducir los riesgos en salud. El próximo concierto en el Palau Sant Jordi de Barcelona de Love of lesbian, que acogerá a 5000 personas sin distancias personales, se corresponde al modelo de cogestión, que estimula la creatividad mediante la interacción mutua.

Pero la cogestión es incompatible con un sistema político como el régimen del 78 español, que se encuentra sumido en una deriva autodestructiva. La jerarquía y el autoritarismo acreditan su incapacidad de crear y acordar. Esta decisión es el resultado del triunfo de la derecha en la única instancia de deliberación existente: las tertulias de los platós. Así, el gobierno realiza un acto de penitencia por el pecado cometido el pasado año el 8M. Mediante la prohibición tajante espera regenerarse en el nuevo parlamento, que ya no es el de papel, sino el de las cámaras y las imágenes. Porque lo que se dirime es la consecución del gobierno. Todo está subordinado a esta cuestión.

 

 

 

1 comentario:

cuerpomente dijo...

Los casos van a subir. Se prohibe 8M en Madrid PERO se autoriza en toda España.Al subir casos tanto en Madrid como en todA España,el 8M no es causante de la subida, ya que tb suben en Madrid. Culpa exclusiva de Ayuso. So permiten 8M en Madrid, culpa de aumento por 8M