Presentación

PRESENTACIÓN

Tránsitos Intrusos se propone compartir una mirada que tiene la pretensión de traspasar las barreras que las instituciones, las organizaciones, los poderes y las personas constituyen para conservar su estatuto de invisibilidad, así como los sistemas conceptuales convencionales que dificultan la comprensión de la diversidad, l a complejidad y las transformaciones propias de las sociedades actuales.
En un tiempo en el que predomina la desestructuración, en el que coexisten distintos mundos sociales nacientes y declinantes, así como varios procesos de estructuración de distinto signo, este blog se entiende como un ámbito de reflexión sobre las sociedades del presente y su intersección con mi propia vida personal.
Los tránsitos entre las distintas realidades tienen la pretensión de constituir miradas intrusas que permitan el acceso a las dimensiones ocultas e invisibilizadas, para ser expuestas en el nuevo espacio desterritorializado que representa internet, definido como el sexto continente superpuesto a los convencionales.

Juan Irigoyen es hijo de Pedro y María Josefa. Ha sido activista en el movimiento estudiantil y militante político en los años de la transición, sociólogo profesional en los años ochenta y profesor de Sociología en la Universidad de Granada desde 1990.Desde el verano de 2017 se encuentra liberado del trabajo automatizado y evaluado, viviendo la vida pausadamente. Es observador permanente de los efectos del nuevo poder sobre las vidas de las personas. También es evaluador acreditado del poder en sus distintas facetas. Para facilitar estas actividades junta letras en este blog.

viernes, 2 de febrero de 2018

LOS APLAUSOS INDUSTRIALES Y LA TIRANÍA DEL REALIZADOR







Vivimos en la sociedad en la que el aplauso ha devenido en la forma dominante de comunicación. Antaño, este se prodigaba en el teatro, las actuaciones musicales y las representaciones artísticas en directo, representando la relación entre los artistas y el público. Ahora rompe su cerco y se extiende a todas las actividades e instituciones inundando la cotidianeidad. La preponderancia de la televisión tiene como consecuencia la extensión de sus formatos a toda la vida, en tanto que esta disuelve la excepción festiva y la reintegra en lo cotidiano. Acabo de concluir una larga experiencia en la universidad. Las intervenciones de ilustres profesores e investigadores suele terminar con coloquios parcos y grises que se cierran con los aplausos de cortesía, en tanto que las pasiones y emociones se encuentran restringidas en ese medio.

El aplauso es el modo de vehicular las emociones movilizadas en una relación. En todas las formas de las artes escénicas se siguen produciendo, así como en las grandes creaciones de la época: los conciertos en directo o las deportivas en los estadios, que representan el envés de la reclusión doméstica en el hogar refugio dotado de dispositivos de comunicación que se disponen como un sistema de planetas en torno a la televisión-sol. También en aquellas formas de comunicación pública en la que los participantes se encuentran conectados por compartir un sistema simbólico segmentado. La política y otros han seguido esta pauta y se han reconfigurado como una aplicación de las artes escénicas.

Pero la televisión es el astro rey que ha creado el aplauso producido industrialmente. El modo de operar de esta implica la obtención de impactos sensoriales sucesivos. Todos los géneros televisivos comparten este código. De este modo, la televisión crea una realidad en la que el público participa de múltiples formas unificadas por el aplauso. El capitalismo vigente, en la fase de gestión de las emociones, privilegia la estimulación de los sentimientos de los antaño ciudadanos, convertidos ahora en opulentos espectadores que conforman euforias colectivas que se forman y deshacen continuamente. Las audiencias devienen en el corazón de la sociedad del espectáculo, cuyas realidades son producidas industrialmente en detrimento de las realidades denegadas por las cámaras.  

Me gusta denominar a la sociedad resultante como “sociedad del fuerte aplauso”. En el proceso de producción de las ficciones que la sustentan adquieren el protagonismo un conjunto de arquetipos individuales que comparten los códigos de lo que se ha denominado como “capitalismo de ficción”. En este universo la estética y la imagen devienen en sustento de un orden visual que se sobrepone a las realidades exteriores. Puede parecer frívolo, pero, en distintas ocasiones en que he tenido la oportunidad de hablar para grupos de docentes, les advertía de sus límites marcados por sus cuerpos y estéticas penalizados en el orden visual mediático nacido en torno a una televisión que excluye la imperfección física.

La significación de la televisión en el orden social del presente es minimizada por los paradigmas vigentes, que privilegian otras esferas. La tele no es un artilugio que pueda ser ubicado en la casilla de la comunicación, tal y como proceden las sociologías tontas y segmentadas. Por el contrario, esta tiene unas consecuencias determinantes que reconfiguran todas las esferas sociales. En este sentido se trata de una institución central. En mis clases de sociología, la restituía a su centralidad verdadera para desvelar sus lazos con las demás instituciones. 

Federico Fellini representa la cima de la inteligencia. En este blog he aludido en distintas ocasiones a sus aportaciones. Es creador de un orden visual prodigioso, pero su lucidez con respecto a las instituciones nacientes en el mundo que vivió es incuestionable. Me fascina su obra que se agranda con el paso del tiempo, confirmando la regla general acerca del valor de las producciones culturales incubadas en el comienzo de las irrupciones históricas. Él lo hace con respecto a la tele, pero también en el caso del automóvil o la reconfiguración de la vida,que comparecen esplendorosamente en todos sus textos visuales.

Fellini dedica a la televisión una película fundamental: Ginger y Fred. Se trata de la historia de dos bailarines, con cierto éxito en su época, que imitan a mitos como Ginger Rogers y Fred Astaire. Estos, ya retirados son requeridos para un programa de la naciente tele. La película muestra desde sus miradas las entrañas del nuevo medio. Como en todas sus pelis, la prodigiosa capacidad para abarcar las situaciones queda manifiestamente demostrada. Por eso siempre la he recomendado a los estudiantes en mis clases de cambio social.

En el final de los años ochenta, una alumna de la Escuela de Enfermería me contó una experiencia que le había confundido. Aceptó ir como público al entonces programa de éxito “El precio justo” de Joaquín Prat. Ella acudió con una disposición festiva, animada por las imágenes que tenía como espectadora. Su gran sorpresa fue cuando vivió una situación límite en la que el realizador les abroncaba continuamente. También le decepcionó Joaquín Prat, quien manifestaba fuera de las cámaras un indisimulable desprecio por ellos. Su descripción definía a un proletariado audiovisual que se desempeñaba en unas condiciones duras bajo la tiranía indisimulada del realizador.

El contraste entre las dos realidades descrito por la perspicaz y desconcertada alumna, se evidencia en la experiencia de Ginger y Fred. Fellini entra a fondo en el mundo de la televisión y su producción de la realidad, que privilegia los aplausos industriales. Me parece tan ilustrativo que casi descarta cualquier comentario. El primer video es un ensayo de los aplausos. El segundo una secuencia maravillosa e hiperelocuente del medio. Podéis ver más videos de la peli en Youtube. La vida falsificada comparece sin máscaras.

El aplauso termina por ser parte de una realidad creada por un medio técnico que aspira a reproducir la realidad y termina por reemplazarla. Es inevitable la recurrencia a Marshall McLuhan y Guy Debord. El conocimiento de que la tele es una parte de otro mundo, que no es el mismo que el vivido sensorialmente, me predispone a ser muy selectivo en los aplausos. Esta es la razón por la que he cortado en distintas ocasiones cuando algún grupo me ha obsequiado con el mismo. También de mi rechazo a los mítines y otras formas donde se abusa del aplauso en detrimento de otras formas de comunicación. Lo dicho, la sociedad del fuerte aplauso, la apoteosis de lo producido industrialmente, que la mayoría de las ocasiones conlleva distintas formas de embuste. 





No hay comentarios: