Presentación

PRESENTACIÓN

Tránsitos Intrusos se propone compartir una mirada que tiene la pretensión de traspasar las barreras que las instituciones, las organizaciones, los poderes y las personas constituyen para conservar su estatuto de invisibilidad, así como los sistemas conceptuales convencionales que dificultan la comprensión de la diversidad, l a complejidad y las transformaciones propias de las sociedades actuales.
En un tiempo en el que predomina la desestructuración, en el que coexisten distintos mundos sociales nacientes y declinantes, así como varios procesos de estructuración de distinto signo, este blog se entiende como un ámbito de reflexión sobre las sociedades del presente y su intersección con mi propia vida personal.
Los tránsitos entre las distintas realidades tienen la pretensión de constituir miradas intrusas que permitan el acceso a las dimensiones ocultas e invisibilizadas, para ser expuestas en el nuevo espacio desterritorializado que representa internet, definido como el sexto continente superpuesto a los convencionales.

Juan Irigoyen es hijo de Pedro y María Josefa. Ha sido activista en el movimiento estudiantil y militante político en los años de la transición, sociólogo profesional en los años ochenta y profesor de Sociología en la Universidad de Granada desde 1990.Desde el verano de 2017 se encuentra liberado del trabajo automatizado y evaluado, viviendo la vida pausadamente. Es observador permanente de los efectos del nuevo poder sobre las vidas de las personas. También es evaluador acreditado del poder en sus distintas facetas. Para facilitar estas actividades junta letras en este blog.

domingo, 11 de mayo de 2014

LA FIEBRE DEL ORO INMATERIAL

En tiempos anteriores, grandes contingentes de personas se desplazaron en busca de oro por tierras desconocidas. Constituyeron un sistema de señales que se activaba cuando en algún lugar aparecía un indicio  que anunciaba la posibilidad de materializar tan maravillosa quimera. Pero lo que animaba a aquella comunidad de buscadores es el vínculo social derivado del sueño del éxito en esta aventura. Esta fuerza que impulsa a una gran cantidad de personas a la búsqueda fue denominada como la “fiebre del oro”. Fue una gran llamada capaz de generar flujos considerables de energía humana.

En el presente se configura una comunidad errante que posee alguna analogía con los antaño buscadores de oro. Se trata de flujos de personas que transitan por las rutas del espacio-mundo universitario en busca de un bien, ahora inmaterial, que los ubique en la comunidad tecnológica y científica. La llamada de la ciencia, la tecnología y las empresas punteras es recibida por los contingentes de universitarios que buscan su cualificación para llegar a disponer de ese oro inmaterial que se encuentra en la formación ofrecida por una red de instituciones concentradas en los archipiélagos del conocimiento del espacio-mundo.  A pesar de la diferencia entre el oro material y la cualificación inmaterial, las metáforas que animan estas diásporas remiten a buscar debajo de la superficie. La mina es el articulador simbólico, que se expresa en conceptos tales como “yacimientos”, “nichos” u otros similares.

La educación superior se encuentra en un proceso de drástica reforma que incluye múltiples dimensiones. Pero una de las fundamentales es la movilidad de los estudiantes. La reforma implica la creación de un espacio-mundo universitario que se especifica en la emergencia de un mercado trasnacional de productos académicos y de investigación. Este proceso se encuentra en sus comienzos aunque avanza rápidamente. En los últimos años se inicia un proceso de valorización de los productos para su diferenciación y jerarquización. Del mismo modo se procede en la creación del conocimiento y de la investigación. Una formidable red de agencias se constituye para estructurar este próspero mercado de consumidores de credenciales.

Por las pasarelas que enlazan ese sistema global naciente,  transitan grandes contingentes de estudiantes en su largo viaje en la búsqueda del santo grial del éxito en la inserción. Cada institución del camino,  los transforma en un conjunto de datos para obtener el valor relativo de la institución en el mercado global. Los viajeros acopian información para optar a los siguientes destinos en sus trayectorias. De este modo, la relación entre la institución y sus eventuales clientes, se encuentra limitada a ser una etapa en una secuencia de pasos por el naciente laberinto universitario global.

Así, la relación entre los esforzados aspirantes a brainworkers de primer nivel y los centros donde se encuentran provisionalmente anclados, es sincrónica, pero su expediente-pasaporte, que registra sus méritos y el capital académico que ha acumulado, son rigurosamente diacrónicos. De este modo se produce un corte entre los estudiantes arraigados, cuyo destino es el mercado de trabajo local o regional donde se encuentran enraizados, y cuya experiencia de movilidad es limitada a una estancia erasmus, y aquellos que aspiran a la élite profesional, que exige la movilidad por el espacio- mundo académico. Los primeros están destinados a múltiples y sofisticadas formas de subempleo.

Así se generan intercambios múltiples entre los centros y una comunidad que se amontona en el final de los primeros ciclos en ausencia de inserción laboral. El destino de este contingente es seguir los cursos de posgrado que programe la institución académica local. Pero un segmento de los estudiantes que concluyen los estudios de primer nivel,  deciden partir hacia tierras desconocidas en un viaje que los cualifique y acredite como candidatos al acceso al mundo de la investigación y de la empresa, siempre ubicado en el más allá de lo local, regional y nacional.

De este modo cristaliza una extraña comunidad circulante de seres solitarios que transitan entre programas locales, donde hacen vínculos provisionales con otros viajeros, que se deshacen al concluir el programa que los ha relacionado. En las siguientes etapas es probable que vuelvan a concurrir en otra estación de paso. En esa comunidad, al igual que los antiguos buscadores de oro, se intercambian informaciones y experiencias, alimentando las expectativas mitológicas de acerca de la existencia de una tierra prometida en el  final de su viaje. Esta es la esencia de la nueva fiebre del oro inmaterial que se encuentra compuesta de leyendas, narraciones, imágenes  y otros materiales referidos a los héroes que han alcanzado esa tierra de promisión.

Esta extraña comunidad de buscadores de cualificaciones inmateriales está definida por la desigualdad entre sus miembros. Una parte de los mismos, son financiados por sus familias, que disponen de recursos para avalar tan incierto viaje. Pero una parte considerable de los viajeros tiene que compartir sus destinos académicos con trabajos extremadamente duros en los servicios no cualificados, la hostelería principalmente. Así algunos alternan tiempos intensivos de trabajos con tiempos de dedicación exclusiva a la obtención del capital académico. La subsistencia se financia con una economía chapucera de becas, ayudas y trabajos informales.

Como en todos los viajes, los peligros terminan haciéndose presentes. La población flotante corre el riesgo de ser explotada como fuerza de trabajo barato para tareas de investigación que no reconocidas ni pagadas. Así, un conjunto de ayudas y becas son revertidas en su significado como trabajo de formación,  para ser convertidas en el objeto de un  proletariado intelectual de apoyo a los proyectos de investigación. Por poner un ejemplo, cualquier estudiante alemán de ciencias sociales en nivel de postgrado corre el riesgo de ser convertido en traductor al servicio de un feudo docente-investigador. También en los ciclos de máster es altamente probable que sean utilizados por los señores locales como productores de tareas de apoyo a proyectos que ellos mismos ignoran, bajo la apariencia de “prácticas”.

El entorno de los centros académicos que conforma esta red global, se transforma mediante la multiplicación de alojamientos, bares, restaurantes, negocios de ocio y otras empresas que abastecen a los viajeros, que, en la medida en que van descubriendo la dilatada temporalidad de su viaje, incrementan sus prácticas de vivir el presente con intensidad, acumulando praxis de vivir. Así se conforman ambientes sociales y vitales densos, que renuevan sus usuarios después de cada período académico, pero que sus atributos son heredados y recreados por los recién allegados. Las economías locales son beneficiarias de este esplendor.

Soy un testigo de estos tránsitos y desde mi esquema personal, me duele contemplar la deriva personal de muchos de ellos. Dotados de un talento considerable, viajan por el laberinto de pasarelas determinados por los recursos económicos de sus familias. Los más pudientes van y vienen por la jungla de lo que con anterioridad eran los terceros ciclos, ahora reconvertidos en másters. Pero los que disponen de menos recursos tienen que aprender lo que me gusta denominar como la suma fatal. Es preciso sumar todas las migajas de las ayudas y los trabajos para sobrevivir. En cada posada del camino tienen que repostar para dirigirse a otro destino como ejército de reserva del trabajo cognitivo global. La precariedad y los infratrabajos es la perspectiva de la gran mayoría de estos sucesores de la fiebre del oro

Hace unos días compareció una querida exalumna mía. Cursó las tres asignaturas que impartía en la ya extinta licenciatura de sociología. Sus trabajos escritos expresaban un talento extraordinario. También su forma de estar en el mundo académico. Siempre existió una tensión entre nosotros porque ella utilizaba también sus propias fuentes, pujando por mantener los límites de su autonomía personal. Entre nosotros siempre se produjo una relación especial, que por mi parte era el reconocimiento de su inteligencia, su autonomía y su misma persona. Compartía sus estudios con trabajos no cualificados que consumían mucho tiempo y esfuerzo, dispersando sus energías intelectivas.

Su último destino en ese viaje por el circuito global, fue el trabajo intensivo en tiempo y esfuerzo, pero mal remunerado de servir copas por las noches en paraísos turísticos de cartón-piedra. Ahora quiere retomar algún vínculo con la sociología en este extraño mundo de los viajes en busca del oro inmaterial, pero no tiene recursos económicos que avalen ese trayecto. Me conmueve un caso de desigualdad tan patente como este. Por eso he escrito este texto en apoyo a las muchas personas que como ella se encuentran sobradas de talento pero menguadas de recursos. Por el contrario conozco a muchos que se encuentran en los límites de la estulticia pero disponen de recursos económicos para comprar las credenciales de largo viaje, transitando entre las mejores estaciones. Las desigualdades se reproducen y se recomponen, también en la era de la fiebre del oro inmaterial, que anima el novísimo capitalismo académico.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy buena descripción de lo que acontece tras los muros de esta institución que corroe a los "buscadores de oro inmaterial".

Yo, como estudiante aspirante a esa "fiebre" por ese "oro", y con recursos limitados, buena cuenta tengo de todo lo que dices. En este contexto creo que el perfil que moldea a sujetos con mis características, hace que el grado de desconfianza para con el entorno que me rodea se vicie de un ambiente de nieblas concinadas, pero abrir la ventana significa ahogar las esperanzas de entrar en este mundo que para mí se consolida como un eje de referencia.
Por esto, por la precariedad existencial que me rodea y por la que de asoma, he decidido no tener miedo, el NO ya lo tengo, y el hambre también. Por eso creo que lo que hay que hacer desde mi posición es arriesgar, perder el miedo... y si no cuaja pues ya te digo que como yo, muchos compañeros estamos igual y no dudamos en tomarnos la sociología como hobbie, no como sustento económico. Quizá acabaremos creando un colectivo intransigente anti academicista, en busca del desmonte las estructuras sociales para sí definir l problemática, desde afuera (todo esto si las derivas no nos separan en islotes diferenciados consecuencia de las dinámicas e itinerarios que se nos impone).

De nuevo, gracias Juan por todo.

Anónimo dijo...

Yo no tengo ninguna fiebre de oro, pero sí deseo poder dedicarme a la investigación científica, mi trabajo, mi oficio, y a la docencia. Aunque las cosas estan como estan y cada vez menos se ven cosas serias, son más bien productos aparentes y biensonante para sus clientes. Empresas, ONG´s, asociaciones, universidades, empresas, ETT, administraciones,... 5 hojas de vida laboral y no llego a los 35.

No todo estará perdido si veo pequeños y minoritarios gestos Juan, aunque como dices la mayor parte de inteligencia y esfuerzo se desperdicia en una panda de universitarios patrimonialistas que sólo piensan en su vanagloria y en la de aquellos que tambien puedan agrandar la suya. ¿Tienes algún proyecto o participas de alguno?

Un afectuoso saludo,
gracias por la honestidad

Anónimo dijo...

La reconversión y la destrucción del tejido industrial. Somos un país periférico y dependiente económicamente, lleno de multinacionales, franquicias y deslocalizaciones, desempleo, subempelo y enriquecidos.

Aderezado con franquistas y postfranquistas disfrazados en las instituciones,... El Opus Dei, los legionarios de Cristo y otras sectas de ricos ultraconservadores siguen diriguiendo gran parte del cotarro de universidades, empresas, parlamentos, grupos de comunicación,...

Me niego a trabajar en estas condiciones de empleado, me consagraré a ser emprendedor, ja, ja, ja,...

Que pena no haber nacido niño de papá, para poder renunciar a ello.

De momento seguiré trabajando para el "oro material" de las grandes superficies, de mozo de almacén. No sé si será mejor querido profesor, si estar en las redes de la innovación y el cto. o estar contribuyendo a esta multitudinaria división del trabajo, no sólo ya de trabajdores intelectuales y trabajdores físicos.

La Orla se convierte así en una especie de "13, Rue del Percebe".

Soy sociólogo de vocación -aunque ya no sé hasta donde la vocación me sigue- y estudios, mozo de almacén de oficio desde hace más de 6 años.
He pensado ponerme a hacer una etnografía de lo que ocurre en este mundo, pero cómo no acabo de ver los efectos de la investigación "militante" (así se llama?) pues para qué. Si, si,... dirás que la revolución es silenciosa, molecular, la insatisfacción imperante ruge,... y todo eso, pero alguno tenemos que seguir viviendo y además el cambio puede ser hacia alguna realidad peor que la crisis civilizatoria en la que estamos. La subida de partidos fascistas es una evidencia europea a no despreciar.

Gracias Juan.

Antonio.