Presentación

PRESENTACIÓN

Tránsitos Intrusos se propone compartir una mirada que tiene la pretensión de traspasar las barreras que las instituciones, las organizaciones, los poderes y las personas constituyen para conservar su estatuto de invisibilidad, así como los sistemas conceptuales convencionales que dificultan la comprensión de la diversidad, l a complejidad y las transformaciones propias de las sociedades actuales.
En un tiempo en el que predomina la desestructuración, en el que coexisten distintos mundos sociales nacientes y declinantes, así como varios procesos de estructuración de distinto signo, este blog se entiende como un ámbito de reflexión sobre las sociedades del presente y su intersección con mi propia vida personal.
Los tránsitos entre las distintas realidades tienen la pretensión de constituir miradas intrusas que permitan el acceso a las dimensiones ocultas e invisibilizadas, para ser expuestas en el nuevo espacio desterritorializado que representa internet, definido como el sexto continente superpuesto a los convencionales.

Juan Irigoyen es hijo de Pedro y María Josefa. Ha sido activista en el movimiento estudiantil y militante político en los años de la transición, sociólogo profesional en los años ochenta y profesor de Sociología en la Universidad de Granada desde 1990.Desde el verano de 2017 se encuentra liberado del trabajo automatizado y evaluado, viviendo la vida pausadamente. Es observador permanente de los efectos del nuevo poder sobre las vidas de las personas. También es evaluador acreditado del poder en sus distintas facetas. Para facilitar estas actividades junta letras en este blog.

miércoles, 14 de febrero de 2024

EL DESEMBARCO DE TIK TOK EN LA VIDEOPOLÍTICA ESPAÑOLA

 

Querer gustar, mejorar la propia apariencia, subrayar los encantos del cuerpo ya no suscita críticas morales. La seducción soberana contemporánea designa una cultura que reconoce el derecho absoluto de poner en valor los propios encantos, erotizar la apariencia, eliminar las imperfecciones, cambiar las formas del propio cuerpo o los rasgos del rostro a voluntad y a cualquier edad. Ahora el cuerpo es el que pide una mejora continua en una carrera sin fin hacia la estetización de uno mismo para gustar, pero también para gustarse. La edad hipermoderna es aquella en la que el derecho a gustar ha entrado en una dinámica de diseño hiperbólico de uno mismo, en la que el principio de seducción reina en toda su grandeza.

Gilles Lipovetsky

En los últimos años se ha acelerado vertiginosamente la reconversión de la política convencional en una forma desbocada de videopolítica. La digitalización experimenta un enorme salto con la generalización del smartphone, desplazando los discursos escritos, que son sustituidos por la prodigiosa estetización de frases y esquemas simples, mediante su tratamiento por programas informáticos sofisticados que los asocia a imágenes. El sistema de comunicación se reestructura mediante la proliferación infinita de titulares, esquemas, imágenes y videos cortos, que circulan por la red de móviles de los espectadores. En las entrevistas televisivas y en las tertulias, los directores piden a cada cual un titular, y en los informativos comparecen gentes dotadas de cuerpos esbeltos y rostros capaces de expresar distintos contenidos.

Esta mutación esencial en los ecosistemas de comunicación, que tiene su origen en el marketing y la publicidad comercial, inunda súbitamente la política, remodelando drásticamente, tanto a los actores políticos, como a los públicos espectadores, que siguen siendo aludidos como “la ciudadanía”. La supersónica expansión de Instagram, Youtube, y ahora Tik Tok, confirma esta tendencia y genera una nueva comunicación en la que los rostros adquieren una preponderancia creciente. No importa tanto el mensaje, sino el primer plano del rostro del emisor, que tiene que poner en escena una combinación seductora de los subsistemas que conforman el rostro, con una dicción en coherencia con el mensaje.

Este cambio implica una minimización de los discursos políticos. Es inevitable recordar la densidad de las alocuciones de los primeros padres del régimen postfranquista: Fraga, Herrero de Miñón, Miguel Roca, Felipe González, Peces Barba, Solé Tura, Anguita y otros similares. Me pregunto acerca de cuál sería su perplejidad si fueran reinstalados en la videopolítica en curso. Todavía recuerdo a uno de los maestros seductores de la época, Adolfo Suárez, cuyos largos pregones ante las cámaras en el final de las campañas electorales se fundaban en una combinación entre su discurso verbal y la gran potencialidad de su rostro, dotado de la capacidad de simultanear en un sermón electoral final, con la severidad y el rigorismo de jefe de estado, con gestos/tonos de voz cercanos y amables, que incluso podían integrar algún humorismo.

Por el contrario, ahora nos encontramos en la era en que los programas y discursos políticos son reemplazados por la puesta en escena de los candidatos, convertidos en máquinas de persuadir mediante la maximización de la competencia de gustar y emocionar a los veleidosos ciudadanos-espectadores. Las programaciones televisivas de la videopolítica, así como las emisiones de los partidos y sus huestes mediáticas, instauran un flujo continuo de informaciones y puestas en escena que consagran el minuto como el emperador de la comunicación política. Un programa se descompone en una lluvia de informaciones enlatadas en un minuto, de forma que el espectador es literalmente aplastado por la tormenta de fragmentos discursivos que tienen un efecto en su mente semejante a un tornado.

Hace unos meses he abierto una cuenta en TikTok que me suscita un sentimiento de perplejidad equivalente a la magnitud del caos comunicativo derivado de su uso. En esta red proliferan ahora los videos producidos por los actores de la videopolítica: Tertulianos, profetas de la catástrofe, expertos providenciales, frikis de distintas clases, marginados en busca de su oportunidad, expulsados del sistema político-comunicativo y políticos presentados por sus equipos de comunicación. Estos innovan y ensayan distintos formatos que, en general, van más allá de los imperantes en la comunicación televisiva.

La nueva ola de mensajes políticos en TikTok se puede sintetizar como la de la preponderancia de los rostros de los actores. Me fascinan las puestas en escena de estos nuevos sermones en los que la seducción personal se sobrepone a los contenidos de los mensajes. Cuando veo estos videos, no puedo reprimir un sentimiento de indignación por la idea de los públicos receptores que detenta el formato del sermón. En este nuevo modo de comunicación emergente, no existe otra interacción que no sea la aceptación por el número de visionados, likes, reenvíos y comentarios. El emisor se constituye como un gigante colosal que deroga la conversación y reduce la bidireccionalidad a un acto automatizado.

Insisto en que una democracia solo puede ser definida como la multiplicación exponencial de conversaciones en todos los niveles que generan múltiples actores políticos. Por el contrario, incluso la campaña electoral no es otra cosa que la institución de una conversación única entre cabezas de cartel. Me fascina comprobar que el mismo Senado es situado fuera de esa plática única. Esta es acompañada por una casta de gentes a las que este sistema antidemocrático les otorga la facultad de hablar en el espacio público, eso sí, siempre minuto a minuto. Todavía recuerdo el 15M, en el que múltiples gentes privadas de la capacidad de decir, tomaron la palabra provisionalmente en las plazas.

La máxima aspiración de los escasos participantes en la conversación pública única, es la de disfrutar de su minuto de oro para explicar cuestiones más que complejas, poniendo así su grano de arena en la conformación de un caos comunicativo que concluye con los actos automáticos que realiza la audiencia para expresar su aprobación. El acto supremo de esta es votar. Sobre los resultados los hablantes de la conversación pública única hacen distintas interpretaciones, como si estos fueran mudos. Así se conforma una mayoría privada de voz y dotada del poder de clickear. Siguiendo los cánones impuestos por la preponderancia de la institución central, la televisión, el censo electoral deviene en una masa de partículas clickeantes que conforman una audiencia definida por la debilidad de las comunicaciones horizontales u oblicuas. Se trata de mirones mudos dotados del poder de apretar el botón de un mando. Nunca pensé que llegase a vivir tal degradación, que en mis tiempos jóvenes anhelaba la democracia, que es una cosa distinta que esta.

Termino presentando varios videos en los que se muestra la omnipotencia de los rostros convertidos en el núcleo de una comunicación que pretende seducir. El primero, como es frecuente en este sistema comunicativo televisivo, es el de las gentes que suministran la información meteorológica. En 2017 escribí a propósito de esta cuestión un texto en el que analizaba la emergencia de Roberto Brasero como paradigma de la comunicación televisiva. En el caso de TikTok ha sido Mercedes Martín, una de las presentadoras del tiempo en Antena3, la que ha protagonizado la salida a este tipo de comunicación. Podéis encontrar sus videos en Youtube y también TikTok. Estos me producen una sensación de insignificancia terrible y cuando los veo no puedo dejar de mascullar estas palabras “Pero quién se ha creído esta tía que somos”.


Una vez desembarcados los del tiempo han llegado los tertulianos. Una de ellas, Verónica Fumanal representa el sumun del exceso. El excedente de comunicación verbal refuerza la sensación de miseria del espectador, que más que informado parece ser embelesado, seducido o neutralizado por la docta emisora. En sus videos de TikTok se ilustra la miseria de los receptores privados de palabra , cuyo papel se reduce a emitir likes mediante la activación de los dedos. Esta comunicación adoptada por un número creciente de tertulianos, es extremadamente agresiva, descansando, al estilo de Mercedes Martín, en la sincronización de la dicción con el despliegue del rostro.

Esta forma de comunicación unidireccional es adoptada por los políticos mismos. Paradójicamente, la izquierda del presente se sobrepone a la derecha en las puestas en escena de esos videos. La austeridad providencial de la izquierda se disipa en la explosión de las artes de gustar y seducir. Los videos antológicos del gobierno progresista en su pomposa  presentación  mediática, así como el repertorio visual del que hace gala Yolanda Díaz, constituyen una tragedia política, en tanto que su acceso al gobierno sanciona su protagonismo en la conversación pública oficial en detrimento de su comunicación con sus bases sociales en los suelos sociales. El trágico final de Podemos se puede sintetizar en la competencia sublime con que ha desempeñado su papel de cancelar las conversaciones con sus bases misma. La reciente designación de Irene Montero, mediante una votación en internet en la que no ha tenido lugar discusión o deliberación pública, reduciendo a los inscritos al papel de audiencia televisiva.

Los videos de los ilustres representantes de esta izquierda, muestran inequívocamente la derogación de las conversaciones horizontales en el espacio que denominan como "mayoría social". En este aspecto radica, precisamente, su hundimiento electoral. Pero la más audaz en este extraño mundo es Mónica García, persona superdotada para el espectáculo mediático-político. Esta llega a hacer videos que carecen de cualquier mensaje político explícito, en los que expone la potencialidad de su cuerpo para la seducción mediática visual. El microrrelato mediático de su duelo con Ayuso en Madrid se acompaña de la proliferación por parte de ambas de las armas de la comunicación no verbal tóxica practicada por ambas, que minimiza las cuestiones programáticas adquiriendo el perfil de los realities televisivos.



 


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