Presentación

PRESENTACIÓN

Tránsitos Intrusos se propone compartir una mirada que tiene la pretensión de traspasar las barreras que las instituciones, las organizaciones, los poderes y las personas constituyen para conservar su estatuto de invisibilidad, así como los sistemas conceptuales convencionales que dificultan la comprensión de la diversidad, l a complejidad y las transformaciones propias de las sociedades actuales.
En un tiempo en el que predomina la desestructuración, en el que coexisten distintos mundos sociales nacientes y declinantes, así como varios procesos de estructuración de distinto signo, este blog se entiende como un ámbito de reflexión sobre las sociedades del presente y su intersección con mi propia vida personal.
Los tránsitos entre las distintas realidades tienen la pretensión de constituir miradas intrusas que permitan el acceso a las dimensiones ocultas e invisibilizadas, para ser expuestas en el nuevo espacio desterritorializado que representa internet, definido como el sexto continente superpuesto a los convencionales.

Juan Irigoyen es hijo de Pedro y María Josefa. Ha sido activista en el movimiento estudiantil y militante político en los años de la transición, sociólogo profesional en los años ochenta y profesor de Sociología en la Universidad de Granada desde 1990.Desde el verano de 2017 se encuentra liberado del trabajo automatizado y evaluado, viviendo la vida pausadamente. Es observador permanente de los efectos del nuevo poder sobre las vidas de las personas. También es evaluador acreditado del poder en sus distintas facetas. Para facilitar estas actividades junta letras en este blog.

miércoles, 28 de febrero de 2024

EL DESCARRILAMIENTO DE LA NUEVA IZQUIERDA DEL 2014

 

La realidad es lo que nos resiste y se burla de nuestros planes en el cometa.

No es fácil tener una historia propia cuando flotas en tu tiempo como un corcho en el agua, según los encuentros. 

Cuando la cuestión de los medios desvía la de los fines, y la gestión de la herramienta se convierte en su propio fin, las cosas pierden su significado, el Estado de derecho su razón de ser, y el hombre a su manera. Tres ejemplos caseros de esta subversión gerencial: Defensa, Cultura, Escuela. Tres nobles humillados.

Regis Debray

Las elecciones gallegas han mostrado impúdicamente la crisis histórica del PSOE, que, como señalé en la entrada anterior, ha terminado adoptando un modelo extraño a su propia identidad. La militancia en la que se sustentaba es convertida en algo similar a los accionistas de una empresa, y, como tales, conforman una masa anónima sin vínculos incapaz de ejercer ningún control efectivo sobre la dirección, convertida en un consejo de administración que gobierna a su antojo la organización manejando una tecnoestructura partidaria que elabora las líneas a seguir.  El objetivo compartido de los militantes desahuciados de los procesos de decisión es obtener modestos beneficios simbólicos derivados de la consecución de gobiernos en todos los niveles.

La izquierda poscomunista, heredera del vetusto partido comunista experimenta un derrumbe de rango similar, aunque de perfil diferente. Tras los primeros años de la naciente democracia se desploma en las elecciones del 82, reduciendo al mínimo su representación. Así, se crean las condiciones para la migración de una parte considerable de sus cuadros hacia los eufóricos vencedores del PSOE, que practican una demoledora política de cooptación. Esta crisis totalizante de la organización es vivida como una injusticia desde la perspectiva del papel que los comunistas habían desempeñado en la oposición al régimen franquista. El resultado de esta inversión entre las aportaciones y los resultados es la generación de una herida cultural de gran envergadura, que transmite al electorado de izquierdas, aunque esta presenta dificultades para ser racionalizada o verbalizada.

El nacimiento de Izquierda Unida representa un proyecto en el que las siglas PC, quedan difuminadas por un proyecto que pretende ser plural, en tanto que están presentes socialistas, republicanos y otras fuerzas, que años después irán adoptando el color verde. Este proyecto, se asienta sobre las ruinas ideológicas del comunismo de los años sesenta, que se autodenomina como eurocomunismo en la década siguiente. Pero su rasgo más importante es que tiene la pretensión de disputar a los socialistas la hegemonía de la izquierda, mediante el mitológico término del sorpasso, incubado en la Italia de los setenta bajo el auspicio del PCI. Izquierda Unida es un proyecto político con ambición de gobernar obteniendo la mayoría.

Pero, tras una década tormentosa, el electorado de izquierdas se muestra decididamente en favor del PSOE, rechazando las solicitaciones electorales de IU. Al tiempo, las tradiciones comunistas muestran su profundo arraigo en la conciencia colectiva, terminando por arrinconar a todos sus socios y convertir esta coalición en una versión renovada del viejo partido comunista, definido por su estricta homogeneidad. Las limitaciones del proyecto encabezado por Julio Anguita se hacen patentes. El peor aspecto radica en que, dada la debilidad institucional del partido, la izquierda se fragmenta según criterios sectoriales. Así se conforma una izquierda sindical, sanitaria, educativa, universitaria, cultural o local relativamente distanciada del partido, que pierde así su condición de guía.

Este naufragio de izquierda unida determina, en la segunda mitad de la década de los noventa, que una parte de sus cuadros opte por un pragmatismo demoledor, renunciando de facto a superar al PSOE, para configurarse como un socio minoritario e imprescindible. El primer episodio de esta metamorfosis tiene lugar en Andalucía, en la que IU tiene alguna implantación local. La persona que protagoniza el gobierno conjunto con el PSOE es Diego Valderas, que inicia una nueva etapa que se prolonga hasta el presente. Por eso me gusta llamarla “Valderismo”, en tanto que se funda en el supuesto de explotar el valor de su menguada representación, como socio irremplazable de un PSOE declinante.  En esta etapa, el electorado de izquierdas continúa penalizando a IU, aún a pesar de la política cada vez más derechizada del PSOE, y de que se intensifica la reestructuración del capitalismo, lo que significa una severa penalización a las bases sociales de la izquierda.

El valderismo vive en el interior de las instituciones maximizando sus cuotas en el parlamento, las autonomías y los ayuntamientos.  Mientras tanto, en ausencia de cualquier representación efectiva, varios sectores sociales muestran su predisposición a recupera la “voz”, en el sentido formulado por Hirschmann, tras los años de plomo de reformas neoliberales que carecen de réplica en las lángidas instituciones representativas. El proceso de recuperación de la voz, implica una intensificación de la acción colectiva asociada a un estado de expectación intermitente, generado en el exterior de las deterioradas instituciones del régimen del 78. En estas condiciones nace una nueva izquierda representada en el primer Podemos, que parece adoptar otros métodos de acción y organización diferentes a los de las viejas izquierdas históricas.

El éxito inicial de Podemos se puede explicar por su capacidad de conectar con un amplio sector de votantes de la izquierda desamparados por efecto de la conjunción entre las vigorosas reformas neoliberales y la ausencia de respuesta de la izquierda institucional. En el comienzo esperanzador de esta formación política concurren algunos grupos desgajados de la vieja izquierda y que presentan la homogeneidad de una nueva cohorte militante de hijos de la generación de la última resistencia al franquismo y la transición. Pero el primer Podemos muere de éxito. Sus buenos resultados electorales contrastan con su incapacidad para extender sus vínculos a los múltiples sujetos políticos que protagonizan las movilizaciones y la comunicación política desbordada de esos años.

Tras el gran salto derivado de su impetuosa entrada en las instituciones, los dirigentes de Podemos son deslumbrados por las cámaras, los platós y las magias de la videopolítica. Sus logros electorales contrastan con su incapacidad de organizar un dispositivo partidario que responda a la heterogeneidad de su base social. Su acción se concentra en las instituciones y los media, postergando su implantación social. Así se forja su drama organizativo, representado en el modelo de sus círculos, que tanto geométrica como políticamente se pueden representar rotundamente en el concepto cero. En esa situación se instituye una oligarquía partidaria asentada sobre un campo político en el que reinan los medios y su prodigiosa velocidad.

El rápido declive de Podemos se puede comprender mediante su radical asimetría con el anarquismo histórico español. Este se sostenía sobre las iniciativas múltiples de distintos grupos arraigados en las empresas y los barrios. Un dispositivo de sindicatos, escuelas, ateneos, bibliotecas y grupos que desarrollan actividades alternativas, fundados en los principios de autogestión y acción directa sin intermediarios, arraiga las grandes organizaciones libertarias a la sociedad, dotándolas de una potencialidad incuestionable. Por el contrario, Podemos organiza su acción sobre un nutrido grupo de gentes que desarrollan su acción en el estado o los medios. Son los concejales, diputados autonómicos y del congreso, empresas públicas y las legiones de asesores. Tras ellos se puede identificar una masa crítica de candidatos a estas posiciones, por lo que es inevitable la proliferación de luchas internas por ocupar posiciones estatales.

Tras alcanzar su techo de 72 diputados todo se desmorona. La escasa pluralidad interna – pablistas, errejonistas y anticapitalistas- se depura en un proceso trágico de homogeneización e hiperliderazgo, que termina con la expulsión de facto de las diferentes “sensibilidades”. El proyecto político fundado en la idea axial de que el cambio es posible desde el gobierno y las instituciones, se muestra falaz. El sistema reacciona frente a los nuevos bárbaros, que son expulsados de los platós y penalizados en las informaciones. Además, se implementa una fuerte campaña sin precedente de acoso y derribo al pequeño núcleo dirigente, al tiempo que integra en la nueva nobleza tertuliana a algunos de los penalizados.

Tras el éxito inicial, se produce una fusión con un grupo de náufragos de la nomenklatura de Izquierda Unida, que van a desbaratar el dispositivo de dirección de Podemos, bajo la forma de Unidas Podemos.  Estos, son los líderes letales anteriores al comienzo del ciclo de 2014, como Garzón, Yolanda Díaz o Enrique Santiago, esperan su ocasión para apuntillar a los inexpertos cuadros de Podemos. Ellos desempeñan un papel de conversión del proyecto originario en un simulacro político, que termina reconfigurándose en Sumar. Esta organización representa el sumun de la irrealidad. Es fundada por Yolanda Díaz y no ha hecho un congreso constituyente que avale un programa consensuado y que se dote de órganos de dirección. De este modo, es gobernado por Díaz a su antojo mediante el modelo acreditado de la mafia. Esta establece acuerdos secretos sin control acerca de las acciones o decisiones para investir a los representantes, respaldada por las televisiones progresistas, única autoridad de facto en el conglomerado humano que conforma la izquierda en el presente, que flota sobre lo social al estar constituida como audiencias. El plató es su centro de gravedad.

Sumar representa la degeneración radical del proyecto de 2014. Se sustenta en el compromiso de varios clanes políticos unificados por su imperativa necesidad de sobrevivencia en las configuraciones estatales. Su capital político se condensa en la imagen de sus ínclitos ministros. Así, producen videos sobre sí mismos en los que comunican sus ensoñaciones políticas. Los viajes de Yolanda; las lamentaciones de Montero y Belarra, que ponen en escena el imaginario de las proverbiales viudas, en este caso como ministras; las magias mediáticas de Mónica García; los desvaríos pragmáticos de Errejón y otras ficciones.

Pero la realidad termina por imponerse drásticamente. Los años felices de los gobiernos municipales o la engañosa vitalidad de las mareas han concluido en derrumbe. En los próximos meses asistiremos a una nueva generación de conflictos internos gobernados por el canibalismo político que dilucidarán quiénes son los nominados y expulsados de este nuevo episodio del desgastado reality político. Carentes de arraigo en el territorio, solo queda un público afecto con el que se comunica mediante videos cortos. Se ha completado así el proceso de configuración de una izquierda desterritorializada y evanescente. Por eso, la imagen de los videos de campaña de Marta Lois, representan certeramente la tragedia política. Su presentación como chica moderna de clase media cuqui mostrando el contenido de su bolso o su lanzamiento en parapente ilustran acerca de las ficciones políticas que sustentan la última versión de la izquierda en este ciclo.

El aspecto más inquietante de esta izquierda que se alimenta de las cámaras de la videosfera es su proyecto político parasitario, formado por un mix heterogéneo, disperso y desintegrado de ideas procedentes del viejo arsenal argumental de la izquierda, que se entrelazan con ideas de la izquierda woke y algunas extraídas del mismo neoliberalismo, en su versión del nuevo capitalismo emocional. Así, en tanto que presumen de hacer transformaciones derivadas de su alojamiento en el gobierno, lo que realmente tiene lugar es un proceso de transferencia de modos de acción política de las derechas a ellos mismos. El caso paradigmático de las puertas giratorias, representado por Garzón, no es un caso aislado, sino que representa el desvarío de esta generación perdida de la videopolítica de izquierda. El precio de ser “el ala izquierda de la audiencia” se manifiesta en su cruel declive electoral. Cuando veo sus actuaciones en las teles, mascullo para mí la siguiente frase “Baldoví, que te vi”.

 

 

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