Presentación

PRESENTACIÓN

Tránsitos Intrusos se propone compartir una mirada que tiene la pretensión de traspasar las barreras que las instituciones, las organizaciones, los poderes y las personas constituyen para conservar su estatuto de invisibilidad, así como los sistemas conceptuales convencionales que dificultan la comprensión de la diversidad, l a complejidad y las transformaciones propias de las sociedades actuales.
En un tiempo en el que predomina la desestructuración, en el que coexisten distintos mundos sociales nacientes y declinantes, así como varios procesos de estructuración de distinto signo, este blog se entiende como un ámbito de reflexión sobre las sociedades del presente y su intersección con mi propia vida personal.
Los tránsitos entre las distintas realidades tienen la pretensión de constituir miradas intrusas que permitan el acceso a las dimensiones ocultas e invisibilizadas, para ser expuestas en el nuevo espacio desterritorializado que representa internet, definido como el sexto continente superpuesto a los convencionales.

Juan Irigoyen es hijo de Pedro y María Josefa. Ha sido activista en el movimiento estudiantil y militante político en los años de la transición, sociólogo profesional en los años ochenta y profesor de Sociología en la Universidad de Granada desde 1990.Desde el verano de 2017 se encuentra liberado del trabajo automatizado y evaluado, viviendo la vida pausadamente. Es observador permanente de los efectos del nuevo poder sobre las vidas de las personas. También es evaluador acreditado del poder en sus distintas facetas. Para facilitar estas actividades junta letras en este blog.

viernes, 28 de abril de 2023

UN ARTÍCULO CENSURADO DE CHANTAL MAILLARD

 

Ayer circuló por twitter el texto del artículo censurado de Chantal Maillard, solicitado por un periódico que no publicó, y ofrecido a otros dos, que también rechazaron. La vieja censura reaparece revestida de nuevas formas. El ambiente de unanimidad que se respira en las televisiones, con sus legiones de tertulianos y expertos de guardia, es asfixiante. No queda una sola rendija desde la que se pueda atisbar un soplo de pluralidad. La pandemia catalizó la nueva gubernamentalidad autoritaria, en la que la verdad científica presentada monolíticamente por los expertos de guardia, y entendida como una revelación que tiene que ser aceptada en su integridad bajo la amenaza de ser tildado del peor estereotipo derivado de este orden de revelación: negacionista.

Los receptores del flujo de verdades reveladas son considerados como entes cuyo valor es calculado en relación con la totalidad estadística de la población, es decir, infinitesimal. Así, cada uno tiende a ser nada. Sólo un cuerpo dispuesto para ser recombinado con otros para adquirir un valor estadístico respetable. La fusión entre esta nueva forma de gobierno y la epidemiología resultó letal. Ese poder actuó en coherencia y nos encerró, administró el espacio público de forma totalitaria y gobernó la vida cotidiana con reglas monumentalmente restrictivas.

Tras la pandemia, se ha puesto de manifiesto que no hay una vuelta a la normalidad, en lo que se refiere a la forma de gobierno. En este contexto aparece la guerra de Ucrania, que muestra impúdicamente el monolitismo impuesto por el sistema mediático. Cualquier diferencia es severamente relegada y expulsada de este sistema implacable. El efecto de este orden mediático ha sido la multiplicación de pequeñas expulsiones y sanciones a los microdisidentes que son abatidos uno a uno e imperceptiblemente, así como la construcción mediática de la hiperconformidad y la indiferencia. La sociedad anestesiada se desentiende de las consecuencias de la subordinación incondicional a los EEUU, así como al próspero complejo militar-industrial.

En las televisiones comparecen inquietantes expertos en seguridad que muestran las propiedades destructivas de las nuevas armas salidas de tan eficaz yacimiento científico, tecnológico e industrial. El silencio sepulcral muestra la transformación operada con respecto a la guerra de Irak, que suscitó una respuesta ciudadana y mostró el vínculo entre los centros educativos y la modernidad. Hoy este se ha disipado y reina la abulia con respecto a cualquier causa humanitaria. La perfección del sistema mediático se hace patente, reconfigurando las instituciones de la educación y la cultura. La nueva intelligentsia es manifiestamente ¡militar, por supuesto¡ La causa de la paz se debilita por anorexia intelectual generalizada. El

En este contexto cabe entender el artículo de Chantal Maillard. Su pecado radica en decir de modo que sus palabras conforman algo así como lo que es el concepto estadístico de desviación típica.  Y un texto “desviado” es rotundamente rechazado por tan democratizados agentes mediáticos guardianes de la verdad revelada por los expertos.  Este es el texto


¿GUERRA JUSTA O CRIMEN ORGANIZADO?

El fantasma de una tercera guerra “mundial” nos habitó cuando Putin lanzó su ofensiva sobre Ucrania. Tuvimos un tiempo de lucidez. Las primeras imágenes de los bombardeos fueron asociadas de inmediato al detonante de la anterior contienda: la invasión de Polonia. Pero esta ha pasado ahora a ser uno más de los seriales de los que se nutren los noticiarios. Cuando un tema deja de ser noticia para transformarse en un serial todo lo relacionado con él se normaliza. Lo he dicho muchas veces: convertidas a bits, las mayores atrocidades entran en el régimen de la ficción y la representación cumple con su oficio: entretener la mente. Y, si el serial se alarga o se repite demasiado, deja incluso de atraer la atención. Podemos seguir comiendo, o apagar el televisor y volver a nuestras rutinas. Ni las cenizas ni la sangre desbordarán la pantalla, no alterarán el sabor de los alimentos. Normalizada, la destrucción no nos altera, el crimen se legitima y hasta se condecora al asesino. Será por eso, me digo, que no alzamos la voz. Será por su eficacia como actor que vemos a Zelenski, la figura política más calculadamente mediática en estos momentos, como un heroico representante de las virtudes patriarcales y no como alguien que por su incapacidad diplomática -digámoslo sin miedo- lleva miles de muertos a su espalda.

¿Cómo es posible que, a estas alturas, sigamos consintiendo que alguien decida enviarnos a matar o morir? En el año 2003, George Bush, otro actor de la gran pantalla, decidió atacar Irak. El entonces presidente de España le estrechó la mano. Pero, al menos, los estudiantes respondieron ¿Dónde está ahora la fuerza estudiantil? ¿O es que estamos todos convencidos de que esta es una guerra justa en la que todos hemos de colaborar? Ninguna guerra es justa. Cuando no se hallan maneras de resolver políticamente los desacuerdos, la guerra no es otra cosa que la demostración de la ineficiencia diplomática o, peor, su inoperancia frente a los grandes intereses. Porque, no seamos ilusos: esta contienda no empezó con la invasión de Putin, las provocaciones fueron múltiples. Hagamos memoria, recordemos la Historia y tengamos claro a quienes benefician esta y otras guerras. ¿Son realmente los EEUU -donde los estudiantes duermen en sus coches porque la beca no les llega para pagar una habitación, donde la segregación social sigue de facto y los sin techo se acumulan en las calles- el territorio de las libertades, como reza su propaganda? ¿Hasta dónde llegará la UE en su humillante aceptación de los dictados de un territorio cuya democracia es, desde hace mucho, la expresión palmaria de la degradación del ideal que fue en otros tiempos? Se nos llena la boca con la palabra “democracia”, sin pararnos a pensar (mediocracia aparte) que no hay razón alguna que avale la idea de que una mayoría haya de tener más juicio o más sentido común que una minoría, ni tan siquiera de uno solo de sus miembros.

Hubo un tiempo en el que pensaba que cuando las mujeres ocupásemos puestos de poder las cosas cambiarían. Me doy cuenta ahora de mi ingenuidad: ¿de qué sirve reemplazar los ingredientes si el caldo está podrido? Lo que falla no son los agentes sino las estructuras. Seguimos funcionando con el código de valores del patriarcado. La guerra forma parte de él. También el patriotismo y los monoteísmos. Y esto no cambiará mientras no nos pongamos a pensar de otro modo. Religión y patria son dos palabras que arraigan en el suelo privado del verbo poseer. En sus márgenes quedan los muertos. Anónimos, colaterales, estos son la materia prima -y el abono- de su violencia.

Chantal Maillard

3 comentarios:

aurora boreal dijo...

Chantal Maillard, tan lúcida, tan valiente.


https://www.youtube.com/watch?v=DUrPCxbhxHc


Salud.

Anónimo dijo...

Muy bueno. Describe una realidad presente. El futuro es peor.

Anónimo dijo...

Verdades como puños! Pero la lucha sigue, todavía hay germen y en ello nos va la vida por un mejor futuro!