Presentación

PRESENTACIÓN

Tránsitos Intrusos se propone compartir una mirada que tiene la pretensión de traspasar las barreras que las instituciones, las organizaciones, los poderes y las personas constituyen para conservar su estatuto de invisibilidad, así como los sistemas conceptuales convencionales que dificultan la comprensión de la diversidad, l a complejidad y las transformaciones propias de las sociedades actuales.
En un tiempo en el que predomina la desestructuración, en el que coexisten distintos mundos sociales nacientes y declinantes, así como varios procesos de estructuración de distinto signo, este blog se entiende como un ámbito de reflexión sobre las sociedades del presente y su intersección con mi propia vida personal.
Los tránsitos entre las distintas realidades tienen la pretensión de constituir miradas intrusas que permitan el acceso a las dimensiones ocultas e invisibilizadas, para ser expuestas en el nuevo espacio desterritorializado que representa internet, definido como el sexto continente superpuesto a los convencionales.

Juan Irigoyen es hijo de Pedro y María Josefa. Ha sido activista en el movimiento estudiantil y militante político en los años de la transición, sociólogo profesional en los años ochenta y profesor de Sociología en la Universidad de Granada desde 1990.Desde el verano de 2017 se encuentra liberado del trabajo automatizado y evaluado, viviendo la vida pausadamente. Es observador permanente de los efectos del nuevo poder sobre las vidas de las personas. También es evaluador acreditado del poder en sus distintas facetas. Para facilitar estas actividades junta letras en este blog.

domingo, 13 de febrero de 2022

JOAN RAMÓN LAPORTE, LA METAMORFOSIS DE LA INVESTIGACIÓN BIOMÉDICA Y LA REBELIÓN DE LOS CLIENTES

 


En mis años de juventud, siendo estudiante universitario, trabajé durante dos años en una empresa de estudios económicos, METRA SEIS, que entonces era asociada a la de marketing. Allí descubrí por primera vez los misterios en la producción del conocimiento. Recuerdo que una confederación de propietarios agrarios de Lleida encargó un estudio a la empresa sobre los efectos de un pantano. La demanda incluía la solución. Es decir, que el resultado estaba predeterminado por el cliente. El equipo investigador tenía que fabricar los datos y argumentos que sustentasen esa decisión. Se trataba justamente de invertir el proceso de creación del conocimiento, siendo asignado a un objetivo predeterminado.

En esos años, también participé en un equipo de profesionales formidable que ganó el concurso del Estudio del Medio Ambiente en la Bahía de Santander, que patrocinaba la Fundación Botín, del Banco de Santander. En este caso, los honorables y espléndidos clientes pensaban que el medio ambiente remitía solo a las plantas y las corrientes marinas. Cuando constataron que la conservación de la bahía dependía de las industrias, las localizaciones y la planificación urbana se generaron tensiones. En este caso se llegó a la ruptura y el estudio no se concluyó. Viví en primera persona este proceso compulsivo en Santander, en el que de nuevo se trataba de subordinar la investigación a los intereses del cliente.

Años después, como profesor de sociología en la universidad de Granada, advertía a los estudiantes acerca de la naturaleza mercenaria de una gran parte de la investigación sociológica, en la que los clientes invertían para dotarse de un argumento que respaldase sus opciones y sus intereses. La Ciencia descendía de su piadoso pedestal para enraizarse sobre el suelo áspero de las sociedades del crecimiento, en la que los agentes sociales dotados de recursos económicos, tenían la prerrogativa de influir, incluso predefinir los resultados. No pocos alumnos se sentían violentados cuando se hacía manifiesta la dificultad de constituirse como una suerte de ángeles de la investigación.

El nuevo sistema-mundo, resultante de varias mutaciones recombinadas en las últimas décadas, desarrolla una estrategia esencial consistente en la creación de nuevas organizaciones que lideren la creación del conocimiento, de modo que este sea facturado adecuadamente en coherencia con sus finalidades. Así, se multiplican las agencias, observatorios, fundaciones, think tank, grupos de expertos y otras organizaciones, que actúan concertadamente para constituir eso que se denomina pensamiento único, y que consiste principalmente en la legitimación de los preceptos que constituyen estos réditos. Este conocimiento es tratado industrialmente por los grupos mediáticos, que conforman así un dispositivo que se sobrepone a los gobiernos, las instituciones, las viejas universidades y otras reliquias organizativas del pasado.  Este conglomerado de gobierno en la sombra recupera la inversión de la ciencia, es decir, la construcción de un sustento empírico y argumental a los resultados predefinidos requeridos.

En los años siguientes, aterricé en el sistema sanitario y me encontré inmerso en un medio moldeado por un mercado extremadamente opulento. La investigación clínica se encuentra intervenida por unos intereses comerciales muy poderosos. He vivido situaciones tan fuertes que todavía no he decidido contar en este blog, dada su aparente inverosimilitud. La lectura de los libros de Jörg Blech y Miguel Jara me ayudó a comprender la realidad que me rodeaba. He vivido episodios intensos de intervención de la industria, pero, sobre todo, de un silencio terrible por parte de los profesionales sanitarios. Esta fue una de las razones de mi retirada voluntaria prematura del campo.

Todavía recuerdo mi última intervención en un Congreso de Médicos de Familia, invitado por la PACAP. Mi sensación al llegar al Palacio de Congresos de Granada fue terrible. Iba a intervenir a favor de mi versión de desmedicalización en un entramado físico de stands de farmacéuticas, que escenificaban sus productos con retóricas visuales imponentes y respaldados por sus comerciales que se encontraban en todas las partes. Tenía la sensación de que aquello solo lo veía yo, en tanto que esta apoteosis industrial, no era percibida por los profesionales, y por tanto, se encontraba ausente de las conversaciones cotidianas. El congreso era vivido en los cánones de la normalidad. Así se forjaba una disidencia muda que revivía en mi interior.

Desde esta perspectiva se puede comprender la significación del episodio de la intervención de Joan Ramon Laporte en el Congreso de los Diputados. La trayectoria intachable de este como científico independiente se encontraba cercada por el magma de la investigación patrocinada por clientes de una envergadura cosmológica. La perversión de la investigación, según el modelo que descubrí en mis años tiernos en METRA SEIS, se especifica en una imponente red de proyectos que compatibilizan su objetivo en términos de salud con su valor económico, y en caso de incompatibilidad entre ambos, la salud queda subordinada. En este extenso y proceloso mundo, una persona como él, tiende a ser desplazada a la periferia, adquiriendo la condición de un ilustre extraño, al que se agasaja ritualmente, pero al que se desautoriza encerrándole en un guetto.

El establishment sanitario está conformado por la inteligencia del sistema industrial, por los operadores del estado y el sistema político, y por la densa trama de organizaciones profesionales. Esta business class sanitaria opera mediante una estrategia doble: De un lado, el control de la producción de conocimiento en el interior de la comunidad científica y su red de publicaciones. En este nivel pueden aparecer voces discordantes, que son acalladas mediante el mecanismo de ser disueltos en la sobreabundancia de investigaciones y textos que las ahoga en el océano biomédico. En este proceso de homogeneización intervienen decisivamente las tecnoburocracias sanitarias, es decir, la OMS y su séquito de organizaciones regionales. Estas funcionan según el modelo de una burocracia profesional, de modo que terminan por asfixiar a las diferencias o alternativas.

Pero, por otro lado, la business class sanitaria establece una conexión privilegiada con los medios de comunicación y las instituciones políticas. En este nivel, la uniformidad es absoluta y el control de las voces férreo y estricto. Entre los expertos mediáticos Covid no se cuela una sola voz discordante. Así se explica el sentido del evento de Laporte. Lo que ocurrió es que este fue invitado a un acto público en el que su voz fracturó la unanimidad experta. El sistema ha reaccionado y ha movilizado todos los dispositivos de reproducción de la unanimidad. El coro de expertos escenifica una verdadera cacería del infausto Laporte, que es objeto de las descalificaciones de los embajadores de los productos industriales, que monopolizan el sistema político y mediático.

La cacería tiene lugar mediante métodos que remiten a una suerte de populismo científico. La principal forma son las tertulias, en las que rige la unanimidad, el degradado no está presente ni puede responder, y se genera un clima en el que cada participante añade alguna descalificación, generándose un clima de sinergias en la condena. Esta noche he esperado para ratificarlo en la Sexta. El código de significación remite a que la ciencia es solo una, la que representan las milicias expertas, y que esta no admite matices ni distinciones. Así, el descalificado es situado fuera del campo científico, siendo estereotipado como un brujo, charlatán u otras formas similares.  Pero el populismo experto implica la administración de los tonos. Los periodistas conductores y los tertulianos expertos acompañan sus sentencias de un catálogo de comunicaciones no verbales ofensivas para el reo. Lo que he visto esta misma noche es bochornoso, incluso inverosímil. Representa una nueva figura que calificaría como la taberna experta. Un lugar en el que se despelleja a un ausente sin piedad. La incompatibilidad de estas formas con la ciencia es manifiesta.

Es menester afirmar que la jauría experta expulsa de este espacio público al condenado. Este puede refugiarse en algún rincón de la red de publicaciones científicas, pero, de ninguna manera, puede salir en la videosfera a exponer sus razones. Los medios están radicalmente vedados a discursos extranjeros a los poderosos fabricantes de productos biomédicos. El estilo comunicativo e intelectivo propio de los dispositivos políticos y mediáticos, que como se hizo patente en esa sesión no se caracteriza precisamente por su espesor discursivo, determina fatalmente que el intruso sea denigrado, etiquetado y degradado. Su presencia inesperada en este ecosistema controlado exige su condena. El caso de Francés, Loayssa, Petrucceli, así como el de otras otras voces disidentes, es distinto, en tanto que estos no llegaron al paraíso audiovisual. Bastaba con silenciarlos, con ignorarlos, con expulsarlos a rincones lúgubres del sistema de publicaciones. Pero en el caso de Laporte merece la cacería que culmina con la presencia de Jordi Évole, exponente de la razón biofarmacéutica industrial y sus ortodoxias incuestionables e inviolables.

Se puede elogiar la figura de Laporte y de su modo de estar frente a la Comisión. Representa el paradigma del científico que antepone sus valores y su dignidad. Su intervención no rehuyó las grandes cuestiones y no transaccionó con las réplicas de los insignes representantes políticos. También mantuvo su pundonor profesional ante los vacíos de las ausencias y los silencios de los presentes. Supongo que ignoraba el modo con que los tratantes de imágenes iban a presentar su exposición, reduciéndola brutalmente a estereotipos gruesos y descalificaciones personales. Solo le falta ser apuntillado por Marta Flich, la especialista sádica de este extraño sistema monolítico.

Termino interrogándome acerca de la naturaleza y los procedimientos de la comunidad científica, y de su versión biomédica. Se puede constatar que no tienen lugar controversias públicas en las que se contrasten las argumentaciones y se renueven los posicionamientos. La comunidad científica es muy oscura, condicionada por una burocracia profesional, la OMS, y por un campo lleno de agentes de intereses fuertes. Esta pregunta me conduce a valorar el conjunto de las sociedades del presente y sus estados-mercado. Tengo cierto pudor en afirmar que se trata inequívocamente de un nuevo totalitarismo. Pero no es una exageración constatar  que se está conformando una suerte de Gulaj científico, en el que las voces diferentes son expulsadas de las grandes estructuras y recluidas en algunas publicaciones científicas. Es inevitable recordar el primer libro que leí hace años sobre la mutación en curso, Una extraña dictadura, de Viviane Forrester.

Desde esta perspectiva, entiendo que Laporte ha experimentado la rebelión de los poderosos clientes de los proyectos de investigación biomédica. Los consorcios industriales y sus embajadores, que actúan como expertos en los media y las instituciones, han descargado su furor chabacano sobre el mismo por la impertinencia de su intervención en una esfera prohibida para un discurso diferente. Este incidente desvela la metamorfosis de la investigación biomédica, que se acrecienta por la emergencia de la Covid.

Concluyo con una advertencia. En estos días, el video y el texto de Laporte ha circulado entre la gente de un modo subrepticio, generando cadenas de vínculos por el que se trasmitía. Me ha recordado a mis años jóvenes. Cuando llegué a la universidad me pasaron discretamente en un pasillo un libro de Albert Camus forrado de papel de periódico con gran misterio. Este tiempo adquiere un signo inquietante de retorno a textos prohibidos y a autores condenados por el dispositivo de gobierno. Ahora las formas son diferentes pero se encuentran unidos por la persistencia de lo chabacano.

 


14 comentarios:

El Edu dijo...

Aplaudo la excelente reflexión sobre la situación actual. También me quedé boquiabierto con el “tribunal tertuliano” de anoche en La Sexta. El doctor Laporte es un experto sobradamente formado en vigilancia farmacológica. Sólo por ello merece la pena ser oído y tenido en cuenta porque sabe de lo que habla, algo que no tengo tan claro del coro de lapidadores de la Sexta. Además demuestra una intachable e insobornable actitud exponiéndose de la manera que lo hizo donde lo hizo. Las vacunas ARNm funcionan y salvan vidas. Ponerse una tirita en la frente también salva vidas. Habrá gente con tirita en la frente que se morirá (nadie prometió que no fuese a ocurrir), pero los que no mueran serán contabilizados como salvados por la tirita.
Nos tratan como a tontos. A ver si va a ser verdad que somos tontos...

Lolo Rodríguez. dijo...

Escuche la intervención del Dr. Laporte en la comisión del Congreso y vi parte del programa de la Sexta, donde intentan denigrarle.
Denigrante y de cobardes es el programa donde se vierten descalificaciones, mentiras y acusaciones, amén de inclinaciones, sobre el doctor Laporte, en su ausencia. Esto se hizo porque "los expertos tertulianos" serían incapaces de mantener sus patrañas ante la evidencia científica que esgrime el protagonista.
Por cierto, tampoco los tertulianos declararon conflicto de intereses.

Elena Aguilö dijo...

Demoledor....pero tan cierto. Un abrazo, Juan.

Juan M. Luque dijo...

Tengo curiosidad Juan. Cuál era el libro de Camus? El extranjero?, La Nausea?,... La Peste?
Todos los abrazos.

juan irigoyen dijo...

Juan: La verdad es que no lo recuerdo. Pero sí era insólito la degradación de autores que hoy suscitaría nyuestra risa. El nacional-catolicismo fue algo apoteósico en su obsesión de control.

juan irigoyen dijo...

Elena ¡qué buena noticia que aparezcas por aquí¡ Un fuerte abrazo

Unknown dijo...

También hago parte de esos desencantados de lo que se llama ciencia hoy en día. Me gusta informarme sobre la medicalizacion de la sociedad y alucino. Gracias por su escrito.

Purple Man dijo...

Mi primera reacción al escuchar su valiente intervención (no porque dijese nada especialmente llamativo. De hecho, detalles clave para explicar la histeria sin precedentes provocada por el Covid, como el hecho de que desde el principio se consideró fallecido por Covid todo aquel deceso, por cualquier causa médica, hasta meses después de una PCR positiva, sumando millones a la cifra atribuida a este enfermedad, ni fueron mencionados) fue la sorpresa, porque se les había colado un disidente, sin duda dando por hecho que la colaboración científica sería total, tras dos años de silencio cómplice. La segunda, pensar en que tendría que recurrir en breve a un equipo legal en condiciones, ante el linchamiento al que sería sometido.

No tardaron ni un día...

Mascarita descarada dijo...

Sé que es algo verdaderamente difícil, pero creo que sería muy valioso si pudieras escribir contando con detalles aquellas primeras experiencias que aquí comentas un poco al pasar. Otro de los problemas que aparecen es que quienes mayoritariamente construyen conocimiento ("conocimiento") son aquellos a quienes bien denuncias por sus formas, pero hay poco conocimiento construido desde otros intereses, o desde una mirada más altruista, si se quiere. Por tanto no encuentran la cantidad de clavos en sus zapatos que sería justo que encuentren (la metáfora va por la relación entre quienes tienen el poder y quienes lo resisten). Gracias por el posteo!

lcs dijo...

Magnífico texto. Hay una consideración, sin embargo, que considero sensata y que nace del relato que haces sobre una realidad mediática signada por una banalidad que no padezco de cerca. Reconozco que soy un optimista incorregible, y quizás ello me obnubile. Digo esto porque pienso que esas tertulias no producen tanta mella como parece. Esos vituperios, nacidos de la rabia que produce que un advenedizo concurra a los grandes mercados de la palabra, como si no le tocara más que quedarse rumiando su descontento en alguna oscura esquina de la ecología de la comunicación, a la postre, son humo intrascendente. Las descalificaciones personales, ajenas a un pensamiento racional y objetivo, serán escuchadas con beneplácito por los mercaderes de la salud, quienes no por ello van a ser más inescrupulosos de lo que son, y llegarán a un público aborregado que mañana las olvidará. “No mirarán hacia arriba”. Serán mensajes que pronto serán desplazados por la última noticia sobre el vestido de fulanita, que serán a su vez olvidados en favor de la atención producida por algún futbolista que golpeó a su pareja, etc. Pero otra cosa son, somos, los cientos de miles de personas que, para alimento de la rabia de quienes no querían que leyeras a Camus (que, en el fondo, son los mismos, creo, que los censores de hoy, aunque los actuales usen otras tácticas) se han detenido a escuchar la intervención de Laporte (645 mil en https://www.youtube.com/watch?v=Y0Iu8xInZMo). A la inmensa mayoría de estos, las injurias contra el científico, no le harán cambiar un ápice lo que ya piensan. En todo caso les ayudarán a comprender mejor que vivimos una crisis moral (y también científica) difícil de digerir e imposible de cohonestar. Laporte puede ser una víctima de la estulticia, pero es sobre todo un victimario de quienes la ejercen. Luis Carlos Silva

juan irigoyen dijo...

Gracias Luis Carlos. Lo peor de esta época radica en que los medios formatean al público. Los receptores de esos géneros, informativos y tertulias, son estimulados para identificarse con alguno de los sectores en la liza imaginaria. Así, sus capacidades de recepción son corroídas por los argumentarios perennnes. Cualquier interlocutor del exterior que llegue defendiendo razones y argumentos extraños a la repetición continua que tiene lugar, provoca un rechazo frontal en tan disciplinados destinatarios. La tertulia es un género cerrado que busca establecer un consenso monolítico y un juego de identificaciones. Así se destruye la capacidad intelectiva del receptor, sometido a un régimen de redundancia infinita.
Entonces, es cierto que "el malvado" Laporte será olvidado y reemplazado por el siguiente que encarne la etiqueta del mal, pero este método es eficaz en su tarea de determinar lo que es posible, que es lo que defienden los ilustres tertulianos. Todo eso es muy peligroso para la sociedad.

antonio dijo...

Estoy muy agradecido de leer esto, particularmente interesante esos mecanismos internos, sutiles, ocultos de conformación de pensamiento hegemónico. Todo esto es tan brutal que no es extraño acabar concentrado en lo esencial pero precisamente por eso es fácil perderse. No hay que olvidar tampoco los veintitantos años de plan bolonia y la matraca de integrar la universidad en la sociedad, la extension académica, el uso publico de la investigación. En esta situación es imposible escapar de la simplificación, ni modo: entreguémonos pues. No converge todo en la aberración capitalista por excelencia de la sustitución del valor de uso por el valor de cambio? no es eso lo que late en el fondo de este brutal retiro de la realidad? gracias

Elena Aguilö dijo...

Ya me gustaría poder mantener el optimismo de Luis Carlos. La respuesta de Juan es reveladora y nos recuerda el impacto de los discursos sobre la subjetividad: en el caso de las tertulias e informativos trabajan generando entretenimiento/embrutecimiento de las audiencias y facilitando la manipulación. Y por cercanía, más me preocupa y consterna lo que refiere respecto al ámbito sanitario, “la falta de controversias públicas en las que se contrasten las argumentaciones y se renueven los posicionamientos”. En el caso de la pandemia-sindemia y todas sus implicaciones sociales, observo que incluso en los intentos de resguardar espacios críticos reproducimos a menudo también discursos polarizados y totalizantes que contribuyen también al ruido y la confusión. Qué difícil resulta manejarse con todo esto…

chus dijo...

Estaba bastante claro que caerían como hienas sobre Laporte . Echando una mirada retrospectiva a como estos personajes televisivus se dedican a destripar todo lo que no aplauda el pensamiento dominante . A ello contribuyen o han contribuido sociedades científicas,organismos oficiles médicos , partidos políticos de diferente sino etc. Es la perversión de todo un sistema. Habrá que de-construir para re-construir.