Presentación

PRESENTACIÓN

Tránsitos Intrusos se propone compartir una mirada que tiene la pretensión de traspasar las barreras que las instituciones, las organizaciones, los poderes y las personas constituyen para conservar su estatuto de invisibilidad, así como los sistemas conceptuales convencionales que dificultan la comprensión de la diversidad, l a complejidad y las transformaciones propias de las sociedades actuales.
En un tiempo en el que predomina la desestructuración, en el que coexisten distintos mundos sociales nacientes y declinantes, así como varios procesos de estructuración de distinto signo, este blog se entiende como un ámbito de reflexión sobre las sociedades del presente y su intersección con mi propia vida personal.
Los tránsitos entre las distintas realidades tienen la pretensión de constituir miradas intrusas que permitan el acceso a las dimensiones ocultas e invisibilizadas, para ser expuestas en el nuevo espacio desterritorializado que representa internet, definido como el sexto continente superpuesto a los convencionales.

Juan Irigoyen es hijo de Pedro y María Josefa. Ha sido activista en el movimiento estudiantil y militante político en los años de la transición, sociólogo profesional en los años ochenta y profesor de Sociología en la Universidad de Granada desde 1990.Desde el verano de 2017 se encuentra liberado del trabajo automatizado y evaluado, viviendo la vida pausadamente. Es observador permanente de los efectos del nuevo poder sobre las vidas de las personas. También es evaluador acreditado del poder en sus distintas facetas. Para facilitar estas actividades junta letras en este blog.

sábado, 10 de octubre de 2020

LAS CALLES EN EL TIEMPO DE PANDEMIA

 


La pandemia de la Covid representa la consumación de importantes transformaciones de la vida cotidiana, las relaciones sociales y los usos del espacio público. La explosión viral acelera e intensifica simultáneamente varios procesos en curso. El resultado es el reforzamiento de un modo de individuación muy agresivo, que deslocaliza la vida social de cada cual a su red personal, así como a su mundo social virtual. Las calles quedan convertidas en territorios en los cuales predomina una socialidad cero, en las que las gentes circulan con una finalidad establecida, siendo radicalmente ajenas a los otros transeúntes. Así culmina una verdadera revolución territorial, en la que cada cual percibe como extraños a los contiguos, y es percibido como un extraño a los demás.

En mis paseos por las calles de Madrid he podido constatar la enorme profundidad de los cambios en curso. He podido visualizar situaciones que no podía siquiera imaginar hace unos meses, y eso que mis esquemas referenciales han seleccionado el vaciado de las calles como un acontecimiento sistémico que ha venido alcanzando proporciones mayúsculas en los últimos treinta años. El factor que tiene mayor impacto en esta transformación es el miedo. Ahora el otro desconocido es un posible contagiador, lo cual genera una situación de autodefensa permanente ante los demás. Así, la calle es un tránsito sobre un desierto social en el que se parte de una situación social en origen y destino, suspendiendo lo relacional en el trayecto. En este viaje, el nuevo sujeto amurallado y fortificado se encuentra permanentemente conectado a su mundo social mediante su teléfono móvil, que le libera de las miradas ajenas. En las calles nadie se mira, este es el cambio más importante operado. El sujeto silente y autoconfinado en su pantalla deviene en arquetipo personal de esta extraña experiencia de modernización mutilada.

 

CONSUMACIÓN DE LA PROFECÍA DE MCLUHAN

McLuhan fue el autor que atisbó este cambio civilizatorio, afirmando que el medio técnico podía generar una realidad artificial diferenciada al entorno físico. En los primeros años de internet, Javier Echevarría escribió tres libros muy influyentes, “Telépolis”, “Cosmopolitas domésticos” y “El tercer entorno: Los señores del aire”, en los que desarrollaba la idea de lo que denominaba como Tercer Entorno. Desde entonces este no ha hecho otra cosa que crecer sobre la restricción de los dos entornos físico-naturales.  Estos se asentaban en la proximidad corporal, la presencialidad en la relación, la materialidad, la movilidad física, la estabilidad, la localización, el dominio de lo sincrónico, el movimiento lento y la pentasensorialidad.

Por el contrario, el tercer entorno es distal, informacional, artificial, multicrónico, dotado de una alta fluencia electrónica, circulación rápida, asentamiento en el aire, inestabilidad, globalidad, bisensorialidad (solo vista y oído) y heterogeneidad. Tras la primera fase del ordenador personal, las máquinas de comunicación se han miniaturizado, de modo que devienen en una extensión de la propia persona, concitando su activismo en el mundo social de relaciones de cada cual. Así, el tránsito físico por las calles, o en los transportes, se encuentra subordinado a las exigencias de este entorno, que solicita sin descanso a cada uno, requiriendo respuestas inmediatas.

Soy paseante desde siempre y he podido constatar la velocidad y la extensión de este cambio. Se puede afirmar que este evacua de la calle a todas las personas dependientes, que devienen en víctimas de sus acompañantes polarizados a sus pequeñas pantallas. Los niños, los ancianos, los enfermos y los dependientes son conducidos como bultos ajenos a la interacción intensa y veloz de sus cuidadores concentrados disciplinadamente en sus móviles. También los perros, que son conducidos por un autómata dependiente de la pantalla. De ahí resulta un conjunto de abandonados, que se desplazan por las calles conducidos por los extraños que los acompañan, evadidos a su tercer entorno sin descanso alguno. El resultado es la degradación radical del cuidado, que se ausenta en el tiempo del paseo para los distintos damnificados, que es convertido en una experiencia asocial, siendo privados de la gratificación de la compañía. Lo peor estriba en que es verosímil la hipótesis de que, al llegar al domicilio, los cuidadores continuarán polarizados en su pantalla, desde la que son continuamente estimulados. Malos tiempos para los necesitados de cuidados, que son sometidos a la penalización en el espacio público de la calle.

EL MISTERIO DEL MÓVIL

En este tiempo de pandemia. Los expertos afirman que una de las formas más importantes de contagio es el contacto con superficies en las que puede estar presente el virus. En un desplazamiento cotidiano, un sujeto severamente digitalizado toca distintas superficies en transportes, comercios, bares u otros lugares, entre las que se encuentran las monedas sometidas a una alta circulación. Mientras tanto, sus dedos se encuentran en actividad permanente sobre la pantalla y la superficie de este objeto mágico que se reaviva constantemente. Me llama poderosamente la atención que los médicos, los epidemiólogos y los predicadores mediáticos no se refieran nunca a esta impertinente cuestión. Un adicto al móvil necesitaría la acción permanente y renovada del milagro de los geles hidroalcohólicos.

Pero la causalidad de las infecciones nunca es atribuida a ningún factor que represente un valor económico. La sincronización de los médicos y salubristas con el mercado es admirable. Nadie se infecta en el Corte Inglés ni en los centros comerciales, poniendo de manifiesto la parcialidad en el diseño de sus cuestionarios e investigaciones. En este sentido, se puede afirmar que la ciencia hace verdaderos milagros que se encuentran más allá de la razón. Como sociólogo podría escribir un tratado acerca de los sesgos de las investigaciones en su fase de definición.  Las pequeñas máquinas de comunicar devienen así en objetos privilegiados, en tanto que son eximidos de la sospecha en las cadenas de los contagios. Los medios de comunicación cierran este círculo de abolición de la sospecha.

LA PLENITUD DE LOS HOBBESIANOS

Esta es una de las nuevas especies que habita las calles tras la emergencia de la Covid. Se trata de las personas que extreman sus precauciones hasta límites insólitos, considerando a los demás como enemigos que tienden a estrechar la distancia personal. Estas son personas ubicadas en posiciones sociales medias y altas, lo que les proporciona seguridad en sus reacciones asociales. Se trata de aquellos que tienen que usar la calle por motivos imprescindibles, en tanto que la gran mayoría de las clases acomodadas ha evacuado las mismas, utilizando únicamente los espacios privados y segregados de acceso limitado.

Sus comportamientos se pueden especificar en una disposición permanente en la defensa de la distancia personal, así como un clasismo manifiesto, que se encarna en comportamientos muy agresivos con los intrusos. He visto escenas insólitas, personas provistas de un pack de limpieza, que antes de sentarse en la mesa de la terraza, la limpian minuciosamente ellos mismos, manifestando su desconfianza en el camarero. Así expresan su radical fobia a los demás, convertidos en sospechosos que habitan los lugares insalubres de la ciudad y carecen de la disciplina cotidiana necesaria para preservarse. A la sombra del Leviatán epidemiológico que regula estrictamente la vida, se constituyen en huestes de apoyo a sus reglamentaciones, recurriendo a la autoridad, que se manifiesta en la sagrada institución de la policía y el ministerio del interior. Así instituyen la última versión de la guerra de todos contra todos que definió Hobbes.

EL RETORNO DEL ESPÍRITU DEL CUARTEL

El cuartel es una institución relativamente relegada en las sociedades postdisciplinarias. Uno de los efectos de la pandemia es precisamente la resurrección de su espíritu, que vivía en el subsuelo de lo social. La reglamentación estricta de la vida y el cumplimiento de estas bajo la sanción de la autoridad ha reflotado a los múltiples sargentos y cabos que permanecían encerrados en sus cotidianeidades. Así, proliferan los tipos que hacen reproches a los demás, profieren amenazas y recurren a la denuncia a la autoridad uniformada. No veía desde mis años jóvenes unos tonos en la comunicación tan cuarteleros como en estos días. Empleados de seguridad privada que requieren que te untes con el gel mágico, trabajadores de comercios que reclaman el cumplimiento de la distancia personal en un espacio imposible, paseantes que increpan en parques a las gentes que llevan los perros sueltos o corren sin mascarilla.

A la sombra de la nueva autoridad epidemiológica y policial, se multiplican los delatores y las gentes que se toman la licencia de apercibir a los incumplidores. Los verbos reñir y regañar, que permanecían relativamente confinados al ámbito del trabajo, principalmente el coaccionado, adquieren ahora un esplendor inusitado. Los reservistas de la autoridad se hacen presentes en las calles y proliferan las conminaciones a los sospechosos. Estos son los sucesores de los policías de balcón. Algunos analistas del terrible conflicto de la descomposición de la antigua Yugoslavia señalaban lo insólito de la súbita aparición, en un país relativamente apacible, de contingentes de personas que practicaban una violencia extrema con los otros. Lo mismo ocurre en esta situación que reflota a los reservistas del orden. He tenido varios conflictos épicos con algunos de ellos, que han movilizado mi memoria del autoritarismo.

LA DESGUETIZACIÓN DE LA POBREZA

La profundidad de la crisis económica asociada a la pandemia reflota a contingentes de pobres que salen de sus guettos para hacerse presentes en las calles y los espacios públicos. Las colas de personas para recibir ayudas se extienden a distintos barrios. El colapso de la administración y del sistema sanitario penaliza a las poblaciones definidas por sus carencias. Hace una semana pude ver una escena sobrecogedora. En una terraza de la calle Ibiza, una mujer joven terminaba de comer. Eran casi las cinco de la tarde, por lo que se trataba de esas personas sometidas al horario infernal de ocho a tres, que tienen que comer a las cuatro. La mujer había dejado en un plato una parte de su ensalada, y en el otro, los recortes de su filete y unas patatas fritas. Tras pagar se levantó para marcharse. Entonces pasó una persona joven con aspecto marginal, que iba con uno de esos carros de la compra en el que portaba distintos enseres. Al ver la comida sobrante le preguntó a la mujer, que ya estaba de pie presta para marcharse, si se lo iba a comer. Cuando le dijo que no se precipitó sobre los dos platos y se comió ávidamente con las manos todas las sobras, incluido una parte del pan.

Esta escena me ha llevado a preguntar a varios propietarios de bares y camareros. Todos me confirman que en los últimos meses son muchas las personas que piden los restos de la comida y les reprochan que la tiren. Estos identifican comportamientos más exigentes de los menesterosos con respecto a la comida sobrante. También me impresionan mucho los buscadores de basura por las noches. He podido conversar con dos personas habituales en mi barrio, pero no he podido romper la barrera de autodefensa de estas, que se cierran para preservar su historia terrible. Pero he podido saber que una de ellas, que reside muy lejos del barrio, no pudo ejercer su actividad en el confinamiento. Las consecuencias para él fueron fatales.

LAS PENALIDADES DE LAS POBLACIONES DESPROVISTAS DE UN LUGAR

Una vez que los autoconfinados por el miedo, los desplazados a espacios privados confortables y los acomodados que habitan el espacio público en sus áreas restringidas del comercio y del ocio, han abandonado la calle, esta es ocupada por los que Michel de Certeau denomina como los que carecen de un lugar. Este concepto no remite a la carencia o la pobreza, sino a una forma de subalternidad generalizada que consiste en no ser propietarios de un espacio. Un ejemplo presente en mi vida son los estudiantes universitarios. Estos son ubicados en espacios arquitectónicos que no les preservan espacio alguno. Tienen que deambular por un entramado de pasillos, escaleras y aulas, en las que son acomodados provisionalmente bajo la supervisión de una autoridad. Siempre que he ejercido como profesor trataba de provocar su reflexión en los penosos días de lluvia en los que vagaban por la facultad sobrecargados de mochilas, libros, artilugios y paraguas. Estos carecían de una taquilla, que pudiera representar un elemento de localización espacial.

Como los estudiantes, todos los contingentes de empleados severamente precarizados, los rotantes por distintos trabajos, las múltiples categorías del mercado de trabajo coaccionado, los ocupados en su propia capacitación laboral y los buscadores de empleo. Esta masa de personas son los que conforman la humanidad que se asienta en la calle, definida como lugar de tránsito. Los transportes colectivos albergan a estas poblaciones sometidas a una movilidad constante, convirtiéndolos en involuntarios protagonistas del espacio público. Estos son los candidatos a contagiar y ser contagiados en la masificación de los transportes públicos.

Su forma de estar en la calle es manifiestamente regresiva, siendo portadores en sus gestos y disposiciones corporales de una desconfianza y temor que son exhibidos sin pudor. Su revancha radica en que, tras las horas del tiempo muerto del trabajo y las obligaciones, se apoderan de los huecos espaciales disponibles en los fines de semana, para celebrar su similitud en la subalternidad laboral y social. La noche modifica sustantivamente la situación de los que carecen de un lugar definido, haciendo el milagro de la metamorfosis de la vida, que los expertos y comunicadores denominan como ocio nocturno.

Las poblaciones carentes de un lugar, sufren los efectos demoledores de la restricción de la movilidad y la reglamentación minuciosa de la vida penalizando su espacio y tiempo disponible. La pandemia supone un impulso a la dualización social, lo cual se manifiesta inequívocamente en las calles. Los pobres y los sin lugar son convertidos en una nueva chusma, que se hace visible en el retorno de las colas, resultantes del colapso del sistema sanitario y la administración pública. Las aristocracias profesionales del mundo de la salud, en las que habita la izquierda sanitaria, los marcan con sus cifras y definiciones, que tienen consecuencias fatales para ellos. Así se configura una desventaja añadida, que me gusta denominar como la condena diagnóstica.

Una señora entrañable de Vallecas me contaba ayer que tuvo que acudir al hospital por un problema inaplazable, y que allí le reprocharon su presencia, en tanto que persona localizada en una zona de salud con malas cifras. Me decía con determinación y lucidez que “nos tratan como a leprosos”. Eso es exactamente. La Covid deriva en una enfermedad manifiestamente social que vacía las calles de los acomodados y las transforma en espacios de tránsito obligado para los sin lugar, que tienen que renunciar a la relación social en este páramo inhabitable.  El aspecto más negativo radica en que una vez que la calle es privada de su uso universal, se convierte en una premonición para todos los servicios públicos. La sociedad rigurosamente dual está en trance de consolidación.

Y MIENTRAS TANTO

Mientras tanto, anoche las terrazas de los barrios acomodados rebosaban actividad y vida, las zonas comerciales registran la presencia de los compradores acreditados y se producen manifestaciones contra el confinamiento universal. Los segmentos más poderosos toman la calle reclamando la movilidad selectiva, excluyendo a las poblaciones de los espacios considerados como insalubres. Los carentes de lugar son explícitamente condenados a sus movilidades restringidas por la obligación, que se hacen compatibles con su confinamiento en los espacios de ocio. Nos encontramos en el camino a la sociedad dual perfecta, avalada en esta ocasión por la nobleza epidemiológica y mediática. Esta se encarga de producir las series de cifras con las que se impone una condena social a las poblaciones subalternas. El lúcido y sugerente libro de Cathy O´Neil, “armas de destrucción matemática”, ilustra al respecto. En los tiempos de la Covid, la infección, la probabilidad de esta y el pronóstico problemático, constituyen una condena moral inapelable.

 

7 comentarios:

Lirón Careto dijo...

Hola Juan,

En primer lugar, decir que has escrito un magnífico post. Al leerlo, da la sensación de que todos tus análisis empiezan a confluir y lo que me parecían ideas repetidas y recurrentes: ahora me parecen piezas de un puzzle inacabado que nunca llegaremos a terminar.

En segundo lugar, el motivo de mi comentario es hacerte una pregunta muy concreta. Pero antes voy a contextualizarla, por si otros lectores del blog están interesados.

Comienzo citándote y estableciendo un punto de partida:

“La explosión viral acelera e intensifica simultáneamente varios procesos en curso. El resultado es el reforzamiento de un modo de individuación muy agresivo, que deslocaliza la vida social de cada cual a su red personal, así como a su mundo social virtual”.

La pregunta es la siguiente, ¿La pandemia está reforzando las tesis de Lipovestky sobre la Hipermodernidad?

Una forma rápida de acercarnos a dichas tesis es un texto de Luis Enrique Alonso y Carlos J. Fernández Rodríguez: “CONSUMO E HIPERMODERNIDAD: UNA REVISIÓN DE LA TEORÍA DE GILLES LIPOVETSKY”. El texto se puede leer a dos niveles. Uno como una buena síntesis del pensamiento de Lipovestky y otro como crítica de su metodología inductiva. La segunda lectura, la propia del texto (por eso es una crítica), no me interesa destacarla. Más bien lo referencio como forma de entender mi pregunta por otros lectores del blog:

https://drive.google.com/file/d/1CCQ4P8YERW8lBR2mvGcrJ3wJoepAuiTz/view?usp=sharing

Por último, y ahora sí, teniendo en cuenta la lectura crítica de las tesis de Lipovestky; voy a proponer un texto de los anteriores autores donde, por un lado, se evidencia su metodología deductiva y, por otro lado, se analizan discursos sobre el significado del consumo de jóvenes adultos españoles recogidos en 2011 en el contexto de la crisis financiera de 2008:

https://drive.google.com/file/d/13m_PazY1GM-qpgSnfMsnEgsJebjzl9C9/view?usp=sharing

Finalmente, y en relación con la pregunta planteada y los procesos analizados en este post:

¿Cómo afecta la Pandemia al consumo como esfera que estructura el marco referencial ante la pérdida de sentido del trabajo como eje de una ciudadanía laboral?

José Luis dijo...

Magnífico artículo, una descripción completa de la aberración social en que nos ha situado, desde décadas atrás, el deterioro de la enseñanza, la globalización informativa de ínfima calidad, y la corrupción del sentido moral a causa del mero consumismo, entre otras cosas (el patológico miedo a la muerte, cuando aceptan sin rechistar una muerte en vida). ¿Por qué proliferan, desde hace tiempo, las novelas, películas y series de zombies, con un éxito notorio? El mundo de la creación artística (aunque sea de discutible calidad) detecta de forma inconsciente, y expresa simbólicamente, el auténtico tejido de su tiempo. De nuevo un abrazo en la niebla, Juan.

juan irigoyen dijo...

Amigo Lirón Careto: Disculpa mi retraso en contestar pero he estado perdido estos días del puente entre los árboles y los bares. La cuestión que suscitas se refiere a varias teorizaciones sociológicas. En general, la teoría sociológica se ha emancipado de los hechos sociales. El resultado es la fragmentación en distintas teorizaciones y microsociologías que tienen como pretensión recuperar esta disociación.
Mi proyecto en este blog es tratar con los hechos sociales superando la mirada mutilada de la sociología empírica, que puede definirse como una disciplina perdida en lo específico. De ahí lo que calificas como "ideas repetidas y recurrentes". Estan son las conexiones que encuentro entre los hechos y mis conceptualizaciones generales. Mi pretensión es contribuir a definir los hechos sociales. En este camino me nutro de las teorizaciones realizadas por distintos maestros considerados como parte de la galaxia sociológica. Muchos de ellos, precisamente Lipovetsky, Goffman y otros, construyen su obra con la intención de suplir los enormes vacíos de la gran teoría.
Esta es la razón por la que no quiero entrar en estas cuestiones que en la academis tienden a ser teológicas. Alonso es el gran compilador de múltiples miradas, y su obra introduce un cierto orden en las distintas teorizaciones. Lipovetsky es un autor que estimo, aunque pienso que es imposible generar una teoría globalizadora sin considerar la centralidad de la tecnología y el sistema productivo. De ahí mi reconocimiento a los autores postfordistas.
Las preguntas las formulan las realidades, esta es la gran verdad. Cualquier sociología tiene que dialogar con los hechos y no puede sustituirla por un diálogo entre conceptos de las teorizaciones fragmentadas. Este es el destino de cualquier estudiante de sociología, que es socializado en la idea de la preeminencia del marco teórico, que se supone que está formado por las distintas teorizaciones de los sociólogos seleccionados arbitrariamente. A partir de ahí se pueden pensar infinitas combinaciones entre conceptos.
La verdad es que me liberé de esto casi desde mis inicios, en tanto que venía de una experiencia personal militante, en la que se suponía que el marxismo era una ciencia cerrada que respondía a todas las cuestiones.
Un abrazo

Lirón Careto dijo...

Gracias Juan por tu explicación.

Me resulta curioso que mi primer comentario partía del comentario personal que te hice por email donde te decía que estaba experimentando y percibiendo un "repliegue individual". Entonces al leer tu post, me sorprendió que la cita que destaqué describía lo que te había querido trasladar pero no había sabido explicar. A saber:

“La explosión viral acelera e intensifica simultáneamente varios procesos en curso. El resultado es el reforzamiento de un modo de individuación muy agresivo, que deslocaliza la vida social de cada cual a su red personal, así como a su mundo social virtual”.

Después de ello procedí como un alumno de sociología y me dispuse a buscar una síntesis del pensamiento de Lipovestky que encontré en el texto de Alonso y Rodríguez. Y aquí es donde tus explicaciones me han hecho pararme y reflexionar, porque las preguntas que te formulé me recuerdan a aquellas clases de primero de metodología donde a partir de un marco teórico debíamos formular preguntas de investigación. Siguiéndote, mi deformación académica me llevó de una experiencia personal y compartida al "vicio" de querer dar una respuesta global de dicho hecho social.

Por otro lado, desde el punto de vista metodológico, Alonso y Rodríguez critican a Lipovetsky su estilo ensayístico que consideran que no está apoyando en ninguna de las cinco vías de acceso a la realidad (en alusión al famoso texto de Miguel Beltrán). Como creo entender, tu mismo también eres reacio a la idea de una teoría general que lo explique todo. Pero, también, quería decir, y creo que tu también tomas distancia, que la sociología empírica y normativa defendida por Alonso y Rodríguez también puede ser un poco pobre. Tomando como ejemplo el texto referenciado en mi anterior comentario, sobre los discursos de jóvenes españoles, me pareció muy poco riguroso que no se especificara qué tipo de jóvenes eran, es decir, edad, nivel formativo, poder adquisitivo, clase social de procedencia, es decir, haber mencionado el "contexto de la producción" porque parece que por esa regla de homología estructural (tan famosa entre los estructuralistas), es decir, que los discurso son intercambiables: todo los jóvenes españoles pueden tener un marco de referencia discursivo incluido en los mismos..., es decir, se critica a Lipovestky por sus excesos (pero cuando define bien una tendencia o un cambio social, lo utilizamos) y, por otro lado, la sociología académica, empírica y normativa, tras la realización de unos grupos de discusión, concluye que los jóvenes españoles siguen queriendo comprarse una casa y son conservadores (de forma burda).

Por último, dejar sobre la mesa el sugerente título de Howard Becker:

"Para hablar de la sociedad: La sociología no basta", Barcelona, Siglo XXI, 2015.

juan irigoyen dijo...

Gracias Lirón. Uno de los maestros que influyó más en mí en los comienzos fue Carlos Moya. En uno de sus libros de Teoría Sociológica dice que "la sociología es lo que hacen los sociólogos. Suscribo esta afirmación, que implica que no existe una unidad entre las distintas aportaciones. Por eso utilizo el término "teorizaciones", y, en mi misma tesis digo en el título "Una interpretación sociológica". Una, que se distingue de otras. He sufrido mucho en la facultad con la cuestión del marco teórico. A los estudiantes se les imbuye la idea de un marco teórico al estilo de las ciencias duras. Así, muchos trabajos, la inmensa mayoría son pintorescos, en tanto que delegan en una teorización la guía de la investigación, en tanto que ellos mismos siguen otro camino, que apenas tiene relación con el marco teórico. El resultado es calamitoso, en tanto que no se esfuerzan en definir los hechos, lo cual tiene consecuencias fatales, convirtiendo el trabajo empírico en una farsa y la investigación misma en retórica vana.
Esto no quiere decir que no aprecie las teorías sociológicas. Muchas de ellas me han ayudado mucho a posicionarme respecto a los varios presentes que he vivido, que siempre se encuentran en mutación. Pero siempre me he negado a considerar que la sociología sea un juego de establecer diferencias entre los conceptos de los autores sagrados.

Lirón Careto dijo...

Recientemente he leído LA NUEVA EDAD MEDIA de Alain Minc de 1993 y recuerdo que me comentaste algo parecido a que después de releerlo, recientemente, te avergonzabas un poco de ser sociólogo. Cierto es, para los que conozcan el libro, que de sus análisis unas cosas han ocurrido y otras han sucedido de forma diferente. Pero el juego analítico, basado en la pregunta qué ha pasado y qué puede pasar después de la caída de la URSS, me ha parecido increíble. Y en relación con la "sociedad dual" de la que hablas he rescatado unas citas que no tienen desperdicio:

“[…] El problema social por antonomasia del siglo XXI es la ciudad. La cuestión urbana pesará tanto en este fin de siglo como la cuestión obrera en sus comienzos. La sociedad se juega su futuro en la reconquista por parte del Estado y de la sociedad institucional de las “zonas grises”, que son las que están gangrenando nuestras urbes. A diferencia de la cuestión social, cuya evolución estaba influida por un actor (la clase obrera), las poblaciones de los barrios periféricos nunca se constituirán en actor social” (pág. 309).

“Lo “gris” no gana sólo a través de la ola mafiosa, la explosión de la droga y la retaguardia que le ofrecen los antiguos Estados comunistas. Está presente y corroe el seno mismo de nuestras sociedades, con la aparición de grandes capas de población marginal […] Los excluidos constituyen, a su manera, una inmensa “zona gris”. Son la prueba viviente, en efecto, de un mundo sobre el que el Estado tiene cada vez menos control” (pág. 105).

“A esta primera “zona gris” en torno a los desheredados se añade una segunda, integrada por microcomunidades marginales que viven enroscadas alrededor del corazón de la sociedad y que, una vez rotas todas la amarras, no tienen intención alguna de reinsertarse. […] Autosuficientes gracias a la pequeña delincuencia y protegidos de la pobreza, estos jóvenes reinventan un modelo primitivo, muy estudiado por los antropólogos, en el que el poder pertenece al que asegura la supervivencia y en el que la violencia constituye la forma más natural de relacionarse, salvo entre aquellos que firmaron el pacto (pág. 107-108)

[…] De esta forma hemos entrado en una sociedad de tres velocidades: al lado de la inmensa clase media y de los excluidos clásicos ha aparecido un tercer grupo de excluidos, completamente marginal” (pág. 108).

Y para actualizar éstos análisis he buscado unas noticias:

https://www.elconfidencial.com/amp/espana/andalucia/2020-05-31/por-que-tres-decadas-despues-el-poligono-sur-es-aun-el-barrio-mas-pobre-de-espana_2617492/

https://www.diariodesevilla.es/sevilla/seis-barrios-Sevilla-siguen-pobres-Espana-urban-audit-2019_0_1359164651.html

https://www.elsaltodiario.com/barrios/andalucia-barrios-excluidos-sevilla-campana-electoral-abstencion

Un abrazo.




juan irigoyen dijo...

Mi sensación de vergüenza cuando leí lo referente a la sociedad gris radica en que este relevante y creciente subsistema social no se encuentra definido en los manuales y textos de sociología. Solo se puede entender esta omisión, que se proyecta al conjunto del saber sociológico mediante la acumulación de cegueras, como una forma de adoctrinamiento en favor de las estructuras oficiales del estado y del mercado. Así se confirma que las realidades van mucho más deprisa que la rezagada y pretendida ciencia social. Contemplarlo desde un territorio cercano al estrecho de Gibraltar es un privilegio.