Presentación

PRESENTACIÓN

Tránsitos Intrusos se propone compartir una mirada que tiene la pretensión de traspasar las barreras que las instituciones, las organizaciones, los poderes y las personas constituyen para conservar su estatuto de invisibilidad, así como los sistemas conceptuales convencionales que dificultan la comprensión de la diversidad, l a complejidad y las transformaciones propias de las sociedades actuales.
En un tiempo en el que predomina la desestructuración, en el que coexisten distintos mundos sociales nacientes y declinantes, así como varios procesos de estructuración de distinto signo, este blog se entiende como un ámbito de reflexión sobre las sociedades del presente y su intersección con mi propia vida personal.
Los tránsitos entre las distintas realidades tienen la pretensión de constituir miradas intrusas que permitan el acceso a las dimensiones ocultas e invisibilizadas, para ser expuestas en el nuevo espacio desterritorializado que representa internet, definido como el sexto continente superpuesto a los convencionales.

Juan Irigoyen es hijo de Pedro y María Josefa. Ha sido activista en el movimiento estudiantil y militante político en los años de la transición, sociólogo profesional en los años ochenta y profesor de Sociología en la Universidad de Granada desde 1990.Desde el verano de 2017 se encuentra liberado del trabajo automatizado y evaluado, viviendo la vida pausadamente. Es observador permanente de los efectos del nuevo poder sobre las vidas de las personas. También es evaluador acreditado del poder en sus distintas facetas. Para facilitar estas actividades junta letras en este blog.

domingo, 3 de mayo de 2020

SOCIOLOGÍA CRÍTICA DEL CONFINAMIENTO. UNA TARDE DE PRIMAVERA

Resistir al conformismo al que le basta con decir lo que le gustaría que fuera, o lo que la moral debería ser. Someterse es dar muestra de invención, es decir, esa capacidad creadora de exponer a la luz (in venire) lo que es. Es ciertamente una paradoja que hace de los amateurs del mundo los más feroces opositores de todo lo instituido, trátese de conformismo intelectual o de institución esclerosada, o de ambos.
El pensamiento solo es interesante cuando es peligroso. Peligroso para la opinión establecida y runruneante que le sirve de fundamento a todos esos “peritajes” con los que el poder se fortalece. Palabrería atronadora.  Jerga disparatada que toma el lugar del pensamiento. Cada vez es mayor el número de los que no tienen nada que decir y lo dicen bien alto. He aquí lo que tiende a dominar. Una repugnante vulgata en la que comparece la mediocridad y la mediocracia unidas en un espasmo incestuoso.

Michel Maffesoli. El ritmo de la vida.

Anoche cometí el error de sentarme frente al televisor para contemplar la puesta en escena de los expertos sanitarios de la sexta. El horror se apoderó en pocos minutos de mí, porque hablaban acerca de la vida regulada por el dispositivo político/mediático/epidemiológico/policial. Los disparates acerca de pautas que son coherentes con el mundo del hospital, pero en ningún caso de la vida. Para ellos la vida era la ejecución estricta de unas instrucciones que constituyen una racionalización para no ser infectado. El comandante en jefe del dispositivo somatocrático-mediático, Fernando Simón, fue capaz de sintetizar su concepto del comportamiento, homologándolo a las instrucciones para montar los muebles de Ikea. Muy elocuente con respecto a su imaginario.

Tuve que abandonar mi posición en la poltrona  culividente para, a falta de quien abrazar físicamente, entregarme en los libros de Maffesoli, que siempre me reportan gratificantes estímulos que terminan en sonrisas, y, a veces, incluso en risas. La distancia entre la vida y las distintas disciplinas consagradas por la academia, es sideral y creciente. En el caso de los médicos y la estrella ascendiente en la eterna circulación de poderes expertos, los epidemiólogos, según la vieja fórmula de muchas (más que tres) personas distintas y un solo dios verdadero, esta distancia adquiere una dimensión insólita. Las propuestas se formulan desde el laboratorio de la clínica, que en el hospital adquiere la condición de divino, emancipándose de lo terrenal, o bien desde las taxonomías artificiales para organizar a la población. Los sujetos resultantes, bien portadores de riesgos, enfermedades o variables, son aislados de su contextos para ser integrados en un social imaginario que no existe.

Ayer y hoy han sido días muy especiales, en tanto que han concurrido dos circunstancias extraordinarias: la primera jornada de desconfinamiento parcial y el primer día de calor intenso. Las calles han registrado la vuelta de la vida, que desborda las reglamentaciones de epidemiólogos, policías y operadores de los medios audiovisuales. Tras el largo tiempo de retención de la vida, esta tarde ha sido apoteósica para mis castigados sentidos. Siempre he sido uno de esos amateurs a los que aludía Maffesoli, y por supuesto no me limito a mis franjas horarias, ni acepto ser separado de los niños. Por eso, esta tarde espléndida, he salido a las cinco de la tarde con mi perra en busca de alguna sensación que me recupere como vagabundo y peatón urbano.

El balance ha sido muy emocionante. Las calles estaban llenas de niños y papás, relativamente alborozados, que deambulaban  realizando distintas prácticas. La mayoría de los infantes aprovechaba para experimentarse como sujetos pertenecientes al mundo de la rueda y la movilidad. He podido ver distintos patinetes, bicis y otros artefactos de deslizamiento. Pero los reyes de la calle eran los que iban montados en pequeños coches de cuatro ruedas, entrenándose para el gran día que adquirirán la ciudadanía completa, que es el que tengan en su poder el documento esencial: el carnet de conducir.

La paradoja de ver las aceras pobladas y las carreteras vacías, ha estimulado mi imaginación, y me ha hecho retroceder a mi infancia, época en la que la motorización de masas se encontraba en tiempo de espera. Sin el ruido de los motores, las voces y risas de los niños sonaban a las mejores de las músicas. En varias ocasiones se han acercado a mi perra preguntando su nombre, y en algún caso solicitando tocarla. Los padres se apresuraban a recuperar la distancia de seguridad y me observaban desconcertados por mi invitación a tocarla. Lo que los epidemiólogos llaman paseo, que es definido en metros, tiempos, ritmos, consumo de calorías y otras variables, era desbordado por la alegría de estar en la calle, moverse en varias direcciones, avanzar y retroceder, expandirse, descubrir algún pequeño detalle, entregarse al juego y al incomparable don de la vista.

Pero, mi emoción ha subido muchos grados cuando he visto a varias personas sentadas en bancos. Soy mediterráneo y estar en la calle es una práctica sublime que moviliza todos los sentidos. Uno de ellos es la vista, que se prodiga ante los distintos microacontecimientos y situaciones que se ubican en su campo. No es de extrañar que las reglamentaciones somatocráticas excluyan estar parado. Tantas horas de deporte-individual, por supuesto- o de paseo, pero no se puede parar. Pararse, estar ubicado en algún lugar es una experiencia fundamental. Nunca olvidaré los mayores sentados largo tiempo en las plazas granadinas cultivando el arte de ver. En alguna ocasión pregunté a personajes insólitos, y alguno me respondió diciendo que estaba “viendo hembras”. No he podido evitar recordar las viejas estaciones de trenes y autobuses, que eran sistemas complejos y sofisticados de mirar y hacerse mirar.

El clímax de la tarde ha sido encontrarme con una heladería abierta en la calle Narváez. La cola era monumental. Padres y niños bulliciosos esperaban su turno para disfrutar de su primer helado de la temporada. Los rostros crispados de los transeúntes que me cruzado en estos días de excepción, contrastaban con los rostros celebrativos de los niños, estimulados por su dulce premio. Este trozo de vida se ha completado con un establecimiento de flores, que estaba cerrado, pero preparando su apertura la próxima semana. Al estar semiabierta la puerta, varias personas, a la ida y a la vuelta, preguntaban sobre su apertura y las flores de las que dispondrían.  Las flores eran muy importantes en la vida de mi compañera, Carmen. Todas las primaveras, desarrollaba muchas actividades con sus plantas, flores y bonsáis y disfrutaba mucho. Supongo que para la razón experta dominante no es un servicio esencial, en tanto que no se puede traducir a calorías y otras medidas cuantificables.

Por último, he tenido un agradable encuentro con un italiano que se encuentra atrapado en la calle por una combinación fatal de distintas circunstancias. Me ha preguntado por mi perra y hemos disfrutado de una conversación distendida. Ninguno de los dos llevábamos mascarilla. La dinámica de la charla ha ido acortando nuestra distancia. Hemos empezado a dos metros, como mandan las ordenanzas higienistas, pero nos hemos ido reduciendo la distancia en el curso de la conversación. Tras conocer la historia de mi perra –no la clínica-veterinaria, sino la de su vida-, ha terminado recomendándome que la cuidara. Era una persona representativa de los nuevos tipos de vulnerabilidad que empiezan a flotar por las calles.Me he quedado pensativo acerca de la distancia social. Ignoro si existe proporcionalidad entre la cuantía de la multa, la distancia total de la transgresión y el tiempo de duración de este. ¿Alguien sabe si han promulgado una tabla de distancias y sanciones?

Demasiadas emociones para mi primera tarde de primavera. Me reservo mis sensaciones acerca de los cuerpos reales que poblaban la calle. Pero sí afirmo que su belleza desborda con mucho a los estetizados de las pantallas de colores intensos de la vida virtual. No sé quién dijo que lo mejor de la vida es descubrir las pequeñas maravillas encerradas en actos minúsculos cotidianos. Esta tarde lo he reafirmado en primera persona. Y mientras tanto, Almeida, con el visto bueno de Rita Maestre,  nos tiene los parques cerrados, llevando hasta lo sublime su espíritu mezquino y mediocre. Su subordinación a los fantasmáticos expertos se hace insoportable. Hoy he firmado una petición para que los abran y no nos castiguen más.

2 comentarios:

Futbolín dijo...

Me alegra saber de tu agradable paseo primaveral, pero no bajes la guardia que el bicho es malo y los sanitarios están desesperados de pensar que se pueden escalar los contagios en la desescalada, que el que la desescale sin caer por los escalones buen desescalador será. :-))

Isabel dijo...

Por suerte existe usted y yo puedo leerle. Gracias