Presentación

PRESENTACIÓN

Tránsitos Intrusos se propone compartir una mirada que tiene la pretensión de traspasar las barreras que las instituciones, las organizaciones, los poderes y las personas constituyen para conservar su estatuto de invisibilidad, así como los sistemas conceptuales convencionales que dificultan la comprensión de la diversidad, l a complejidad y las transformaciones propias de las sociedades actuales.
En un tiempo en el que predomina la desestructuración, en el que coexisten distintos mundos sociales nacientes y declinantes, así como varios procesos de estructuración de distinto signo, este blog se entiende como un ámbito de reflexión sobre las sociedades del presente y su intersección con mi propia vida personal.
Los tránsitos entre las distintas realidades tienen la pretensión de constituir miradas intrusas que permitan el acceso a las dimensiones ocultas e invisibilizadas, para ser expuestas en el nuevo espacio desterritorializado que representa internet, definido como el sexto continente superpuesto a los convencionales.

Juan Irigoyen es hijo de Pedro y María Josefa. Ha sido activista en el movimiento estudiantil y militante político en los años de la transición, sociólogo profesional en los años ochenta y profesor de Sociología en la Universidad de Granada desde 1990.Desde el verano de 2017 se encuentra liberado del trabajo automatizado y evaluado, viviendo la vida pausadamente. Es observador permanente de los efectos del nuevo poder sobre las vidas de las personas. También es evaluador acreditado del poder en sus distintas facetas. Para facilitar estas actividades junta letras en este blog.

martes, 28 de noviembre de 2023

GAZA: EL ENSAÑAMIENTO CON LOS SOBREVIVIENTES

 

El club con más socios del mundo es el de los enemigos de los genocidios pasados. Sólo tiene el mismo número de miembros el club de los amigos de los genocidios en curso.”  

Jean-François Revel

La paz no es simplemente la ausencia de conflicto; la paz es la creación de un entorno en el que todos y todas podemos prosperar.

Nelson Mandela

El castigo apocalíptico que el estado de Israel está infligiendo a la población de Gaza se instala como espectáculo audiovisual en el centro de la actualidad, en espera de completar su inexorable ciclo de crecimiento, declive, y, finalmente, reemplazo por el siguiente espectáculo motivador para tan volátil audiencia. Tanto los informativos como los programas de tertulia seleccionan imágenes espeluznantes que se renuevan a diario. Pero, la ausencia de reporteros gráficos de las televisiones sobre el terreno limita la capacidad de las cámaras. Lo más sustantivo de este episodio letal es la gran distancia existente entre las imágenes obtenidas y la destrucción en grado supremo que impera en la realidad.

Las fotografías y videos disponibles remiten a testigos o sobrevivientes ubicados en un paisaje de destrucción resultante de los bombardeos. Los sobrevivientes deambulan entre las ruinas de los edificios portando sus cuerpos desprovistos de cualquier atisbo de heroicidad. Se trata de gentes recién bombardeadas, que muestran su finitud frente al torrente destructivo del fuego que viene desde el cielo. Solo en el caso de los hospitales, se disponen de algunas imágenes de médicos y pacientes sometidos a una presión demoledora. Lo que tiene lugar en Gaza es una destrucción y masacre humana en la que los combates representan una ínfima proporción. En este sentido, se trata de la ejecución en diferido de una venganza programada.

El conflicto es tratado de modo superficial, en tanto que se constata el déficit de imágenes y de informantes. De ahí que se consolide una tendencia perversa, como es sustraerle su propia especificidad a los hechos, que quedan minimizados frente a la activación de los estereotipos. Así, en las tertulias, tienen lugar interpretaciones centradas en las viejas etiquetas, por lo que suelen terminar reconvirtiendo los posicionamientos a los clichés de la política nacional. Así, esta tragedia pierde su sustancia y su singularidad, convirtiéndose en una moneda para la puja entre gobierno y oposición en España.

Uno de los indicadores de la esquematización y reduccionismo por parte de los operadores mediáticos, remite inexorablemente al declive de los textos escritos. En guerras anteriores se prodigaron variados repertorios de géneros periodísticos, en los que reportajes e informes desempeñaban un papel fundamental. Ahora, los textos escritos cumplen un papel de apoyo a imágenes, o se inscriben en el género de la columna de opinión, lo cual facilita su reconversión a la política local. Así, proliferan las declaraciones orales de bustos parlantes cuyas breves alocuciones se confrontan mutuamente para conformar la eterna confrontación por ocupar las posiciones preeminentes en el estado.

En estas condiciones, parece inevitable lo que Bauman denominaría como licuación de la información. Esta tiende a establecer simplificaciones que contrastan con el espesor de los hechos. La dimensión principal de esta manifiesta futilidad de la información, es la reducción de la masacre a una dimensión principal, tal y como es el número de muertos. Esta es la medida con la que se atribuye un valor a la destrucción. Pero esta interpretación monocausal, sustrae la verdadera magnitud de la catástrofe. En mi opinión, la fatalidad más relevante de este episodio, radica en la completa destrucción de los edificios e infraestructuras, lo que convierte a la población en refugiados forzosos, habitantes de un sórdido campo de concentración.

Por eso he seleccionado la inteligente frase de Mandela. El aspecto más sustantivo de la gran carnicería en curso, es la crueldad, precisamente con los sobrevivientes. Cuando concluyan las operaciones militares, estos se encontrarán privados de un suelo sobre el que sea factible reconstituirse, así como con los recursos necesarios para sustentar una vida aceptable. De ahí que lo que está ocurriendo en Gaza sea un nuevo tipo de genocidio sobre una población, que a la destrucción física incorpora algunos elementos de la limpieza ética y del apartheid. El objetivo no declarado es promover la huida de los que puedan. Los demás se encuentran abocados a una suerte de exterminio en campos de concentración sórdidos, cuya principal función es ser visibilizados por el panóptico securitario israelí.

La destrucción televisada de la población palestina remite a la persistencia de algunos de los supuestos que inspiraron al colonialismo, en este tiempo paliado por la parodia que tiene lugar en las organizaciones globales, y la ONU en particular, que instrumenta el simulacro del gobierno mundial. El poder militar inmenso que se abate sobre esta población, sanciona una forma de exterminio que se inspira en la desratización. Las toneladas de bombas tienen el propósito de destruir sus estancias para hacerlas salir a la superficie. Por eso me impresiona contemplar a los seres humanos que deambulan entre las ruinas pensando en sobrevivir el día siguiente. La tragedia de la población de Gaza no tiene techo.

Esta masacre sin apenas combate alimenta la espiral del terrorismo. Imagino la impotencia vivida repetidamente por los niños sobrevivientes, carentes de cualquier futuro aceptable. Parece inevitable que la venganza se configure como el móvil de sus vidas. La impotencia vivida frente a los aviones, los tanques y los soldados blindados alcanza cotas inimaginables. La crueldad es convocada por esta situación de masacre racionalizada a una población sin capacidad de defensa. Parece inevitable recurrir a Günther Anders y su concepto de “ceguera del apocalipsis” para comprender la información sobre esta masacre convertida en un espectáculo audiovisual que se referencia en los viejos discursos heroicos que sustentaron el colonialismo y que en este tiempo se reinventan bajo otras máscaras.

 

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