Presentación

PRESENTACIÓN

Tránsitos Intrusos se propone compartir una mirada que tiene la pretensión de traspasar las barreras que las instituciones, las organizaciones, los poderes y las personas constituyen para conservar su estatuto de invisibilidad, así como los sistemas conceptuales convencionales que dificultan la comprensión de la diversidad, l a complejidad y las transformaciones propias de las sociedades actuales.
En un tiempo en el que predomina la desestructuración, en el que coexisten distintos mundos sociales nacientes y declinantes, así como varios procesos de estructuración de distinto signo, este blog se entiende como un ámbito de reflexión sobre las sociedades del presente y su intersección con mi propia vida personal.
Los tránsitos entre las distintas realidades tienen la pretensión de constituir miradas intrusas que permitan el acceso a las dimensiones ocultas e invisibilizadas, para ser expuestas en el nuevo espacio desterritorializado que representa internet, definido como el sexto continente superpuesto a los convencionales.

Juan Irigoyen es hijo de Pedro y María Josefa. Ha sido activista en el movimiento estudiantil y militante político en los años de la transición, sociólogo profesional en los años ochenta y profesor de Sociología en la Universidad de Granada desde 1990.Desde el verano de 2017 se encuentra liberado del trabajo automatizado y evaluado, viviendo la vida pausadamente. Es observador permanente de los efectos del nuevo poder sobre las vidas de las personas. También es evaluador acreditado del poder en sus distintas facetas. Para facilitar estas actividades junta letras en este blog.

sábado, 30 de julio de 2022

YOLANDA DÍAZ Y EL MISTERIO DE SUMAR. MÁS ALLÁ DE LA ACTUALIDAD Y LA HEMEROTECA (2)

 

La historia se repite dos veces: la primera como tragedia, la segunda como farsa

Karl Marx

Muchísimo es mi número favorito

Woody Allen

Lo más importante de la comunicación es escuchar lo que no se dice

Peter Drucker

 

La crisis global de 2008 termina con el gobierno de Zapatero y abre una nueva época. El PSOE se derrumba estrepitosamente mediante su distanciamiento con su propia base social. En IU se recombinan los efectos perniciosos acumulados en tantos años de régimen: la impotencia política crónica, el fracaso del Valderismo, la desaparición de la vieja clase obrera y el asentamiento de las instituciones de la mutación neoliberal, ya maduras en la sociedad española. El hundimiento de la izquierda propicia un gobierno del PP con mayoría absoluta. Las duras medidas del nuevo gobierno, que refuerzan a aquellas tomadas por el gobierno Zapatero, determinan un proceso de movilizaciones amplias que catalizan los efectos del 15 M. Se puede afirmar que toda la izquierda ha labrado pacientemente su desafección.

Este estado de expectativas crecientes junto al distanciamiento de la izquierda institucional genera una situación óptima para el nacimiento de una nueva izquierda. Varios pequeños grupos escindidos de los partidos tradicionales van a converger en el nacimiento de Podemos. El vaciamiento institucional se compensa con una nueva e intensa mediatización del acontecer político. Las televisiones privilegian la política mediante la expansión de programas informativos, especializados y de conversaciones en forma de tertulia. En este vacío institucional comparecen los fundadores de Podemos, incorporados como tertulianos por las grandes cadenas.

En esta situación de acumulación de energía política por parte de sectores sociales subrepresentados en las instituciones políticas, tiene lugar el milagro del prodigioso ascenso de Podemos. Su presencia ubicua en las televisiones les permite conectar con el estado de efervescencia crítica. De ahí resultan sus magníficos resultados electorales en 2014 y 2015, los años felices de la apoteosis simbólica del cambio.  El éxito de las candidaturas de convergencia, contrasta con la crisis profunda de la izquierda convencional, PSOE e IU, erosionados por el agotamiento institucional. La nueva izquierda absorbía la energía social y comparecía llena de iniciativa, en tanto que los parlamentarios de la izquierda convencional se encontraban contagiados por el estado de decrepitud del Congreso y los parlamentos autonómicos.

Pero el éxito de los años felices del cambio se disipa rápidamente, principalmente porque se sustenta en un estado colectivo derivado de la comunicación de masas. Las televisiones absorben los discursos y los acontecimientos políticos mediante la creación de una burbuja mediática condensada en el nuevo género audiovisual de la política entendida como las historias producidas por las rivalidades en el proceso de constitución del gobierno. Así, los partidarios del cambio quedan convertidos en una masa electrónica, que me gusta denominar irónicamente como “el ala izquierda de la audiencia”.  La proliferación de comparecencias de los líderes de la nueva izquierda contrasta con la atomización extraordinaria imperante en las realidades locales y sectoriales. Así, cuando las televisiones racionan las intervenciones de los alegres agentes del cambio, su base mediática tiende a reducirse estrictamente.

La segunda causa de la recesión de la nueva izquierda radica en la dificultad de la organización del conglomerado de apoyos. La dinámica política de la democracia, y de la izquierda en particular, carente de un proyecto de futuro, genera un movimiento fatal: la fragmentación y sectorialización drástica de sus apoyos. De ahí resulta una izquierda educativa escindida de facto del conjunto; de una izquierda sanitaria independiente; de una izquierda feminista y así en todos los sectores. Del mismo modo ocurre en los espacios locales. En cada municipio se puede identificar un conjunto de apoyos a la gestión municipal. La base social y política de la izquierda conforma un mosaico, de modo que su integración parece imposible.

La desintegración de la izquierda se hace patente, concentrando su actividad en un conjunto de reservas aisladas unas de otras. De este modo pierde estrepitosamente todas y cada una de las batallas derivadas de la gran reestructuración neoliberal. He vivido este proceso, tanto en la universidad como en los servicios sanitarios, en los que las maquinarias de la reconversión apenas encuentran oposición. El aspecto más pernicioso resulta de, que al carecer de una perspectiva de conjunto y de un programa político general que genere sinergias, cada fragmento sectorial de la izquierda genera su propio programa, determinado por las ideologías sectoriales que habitan en las organizaciones globales. Así las mareas monocolor, las participaciones rigurosamente sectorializadas –salud, educación, juventud, municipal…- , que se inscriben en la espiral de derrotas frente a las maquinarias neoliberales que impulsan las reformas, que precisamente se encuentran concentradas en la destrucción del viejo tejido social y los sistemas de vínculos.

En un conglomerado así, se desata la lucha fraticida en el grupo original de Podemos. El precepto de la vetusta III Internacional acerca de que el enemigo se encuentra en el interior –el octavo pasajero-, se articula con las personalidades posmodernas narcisistas y explosivas de la generación de la nueva izquierda, que se aniquila a sí misma en todos y cada uno de los espacios sobre los que se ha asentado. Algún día será investigada esta cuestión, pero he podido visualizar algunas historias escalofriantes de canibalismo tribal. La izquierda se devora a sí misma sin miramientos. Por poner algún ejemplo, los secretarios de organización sucesivos, Pascual, Echenique o Rodríguez, han actuado en autonomías y provincias como ángeles exterminadores de una eficacia extraordinaria. Conozco casos de grupos locales animosos en ciudades importantes a los que se les negaba el acceso al censo de militantes. El alma del centralismo democrático y de la infalibilidad y santidad del secretario general de la vieja izquierda han revivido en los años siguientes a los afortunados 2015.

La recesión política, iniciada en los ciclos electorales siguientes, en los que la disminución de los apoyos es espectacular, reaviva la vieja idea anguitiana de la posesión del BOE como piedra filosofal para congregar a sus bases. En los discursos de la nueva izquierda se mantiene la idea de “mayoría social”, que es apelada como último sentido de la acción política. Este concepto deviene en un mito político en tanto que no se manifiesta en las realidades. Un factor esencial de la recesión fue la unión con IU, dando lugar a Unidas Podemos, que desde su constitución en el “Pacto del botellín” entre Iglesias y Garzón no deja de desangrarse. Paradójicamente, esta unión entre vieja y nueva izquierda ha supuesto todo lo contrario a sumar.

Pero en las elecciones de 2019, cuyos resultados reducen sus apoyos a 35 escuálidos escaños, UP entra en el gobierno en la creencia de que así recuperará la estima de una buena parte de la mitológica mayoría social. En los años siguientes, los efectivos del partido sobrevivientes a las confrontaciones internas se acomodan en el gobierno y las instituciones, ausentándose de los suelos en los que habita la mayoría social. En este tiempo, la política misma ha sido escindida de la realidad y reconfigurada como género mediático que se dirime en los platós. Ahora, más que nunca, la política habita en las entidades nebulosas de la opinión pública, de sus sondeos, sus ítems, sus categorizaciones y sus unidades de conversación mediática. El exilio de la tierra se ha consumado para arraigarse en las nuevas tierras de las cámaras y los platós, donde siempre es de día y no hace frío ni calor.

La nueva izquierda queda fragmentada en varios grupos ubicados en distintas instituciones políticas, careciendo de vínculos materiales con la mayoría social. Se ha completado su reconversión en la etérea ala izquierda de la audiencia. La salida de Iglesias y las sucesivas derrotas en elecciones autonómicas muestra el panorama desolador. Pero, en tanto que esta se encuentra disgregada, gozando de los privilegios del gobierno en un contexto de política mediatizada, huérfanos del hiperliderazgo personalista de Iglesias,  los sobrevivientes ilustres de IU, la izquierda dura del régimen, conforman un grupo que adquiere la forma de una singular nomenklatura. Es decir, que frente a la deriva fatal de sus organizaciones instaladas en lo que puede ser definido como “reservas”, mantienen vínculos fuertes derivados de su posición institucional. Este elemento es común a todas las nomenklaturas producidas por la disipación de los grandes partidos comunistas.

Este factor es la clave de Somos. Este es un proyecto a la baja ingeniado por esta singular nomenklatura, que, en el vacío producido por el derrumbe de Podemos, presenta un proyecto reciclado del original 2014, por eso recurro en la entrada a la célebre frase de Marx sobre la repetición de la historia. Y ahora como farsa en tanto que Podemos sintetizó la gran energía política presente en el entorno, que contrasta con la energía cero del presente, en el que la realidad se agota en los platós de la tv. . Se trata de producir una almadraba de votantes que se acumulen para conseguir un número de escaños suficientes para entrar en el nuevo gobierno de Sánchez. El no reconocimiento del nuevo contexto, radicalmente diferenciado del 2014, lleva a la repetición ridícula de los proyectos, pero esto es todo lo que puede ingeniar un grupo de tipo nomenklatura.

Lo que fueron prácticas políticas plenas de espontaneidad y vitalidad, tanto en el 15 M como en 2014, son convertidas en rituales vaciados, propios de una simulación mediática que produce una emoción falsificada. La presentación de Sumar fue una parodia de los actos de los años felices. Las gentes congregadas bajo el sol de justicia en una tarde de julio  por los organizadores; el paseíllo visual-comercial de las protagonistas; la caricatura terrible de la escucha en un acto en el que se han suspendido a los teloneros para reforzar el espectáculo más hiperpersonalista imaginable. El proyecto promete emociones fuertes en los próximos meses, cuando reaccionen los distintos candidatos a ocupar sillones institucionales o asesorías generosas. Desde luego, los actores protagonistas de Sumar, como el caso mismo de Yolanda, son expertos en acumular derrotas electorales sangrantes, como es el caso de Galicia.

Pero lo que realmente administra Yolanda es su gestión como ministra del trabajo. La Reforma Laboral sería su capital político que ahora trata de rentabilizar. Parece claro que los resultados son más que modestos, con respecto a los objetivos iniciales, pero la magia es un componente esencial de la videopolítica, en la que ella misma es una destacada maestra. Decía alguien tan autorizado como Otto Von Bismarck, que “Con las leyes pasa como con las salchichas, es mejor no ver cómo se hacen”. El problema radica en la durabilidad de ese precario equilibrio que es vendido como magia.

Pero el hada Yolanda sugiere que la precariedad puede ser reducida y controlada con independencia del devenir del mismo sistema. Esto es un disparate mayúsculo y lo inverso a lo que es el pragmatismo. Pero este es el inconveniente de carecer de programa. Se termina implorando a la mayoría social desde los platós una prórroga en el gobierno que proporcione la factibilidad de repartir premios chicos en espera de otra prórroga. Esta es la visión del futuro, tan acorde con la construcción mediática actualidad. Así, nadie se pregunta por las razones del giro a la derecha de los votantes en Madrid, Murcia, Castilla León o Andalucía, una vez que han sido hechos fijos por la virtuosa reforma laboral o el incremento del salario mínimo. Las nomenklaturas son grupos de sobrevivientes en altas posiciones superdotados en hacer movimientos arriesgados en contextos turbulentos. Pero carecen de visión de futuro.

Termino aludiendo a una cuestión espinosa. La izquierda, desde su origen, siempre ha estado vinculada al término “emancipación”. Esta, como es sabido, no puede proceder de una instancia externa, tal y como es proverbial en las viejas iglesias. La emancipación resulta de la interacción en contextos específicos. Sin embargo, en este caso, el relato presenta a una heroína que nos va a liberar de las opresiones desde el cielo mediático. Así, tanto el discurso como su presentación mediática basada en los modelos publicitarios duros, son lo inverso y asimétrico con la modernidad y la emancipación.

Recuerdo la última campaña de las elecciones andaluzas en las que Teresa Rodríguez comparecía en las pantallas frente a la lavadora. Esto me inspira un sentimiento de vergüenza colosal. Precisamente, estos disparates proceden de su emancipación del mundo cotidiano de sus posibles electores. Por eso incluyo la advertencia de Drucker en la cabeza de este texto, especialmente en este contexto dominado por la televisión, que es el medio que más desprecia al público convertido en aplaudidor. Pero el problema de fondo radica en que esta izquierda es, desde hace muchísimos años, más peronista que marxista.

 


lunes, 25 de julio de 2022

YOLANDA DÍAZ Y EL MISTERIO DE SUMAR: MÁS ALLÁ DE LA HEMEROTECA Y LA ACTUALIDAD (1)

 

El pasado es la única cosa muerta cuyo aroma es dulce

Eduard Thomas

La revolución no puede tomar su poesía del pasado sino del futuro.

Karl Marx

 

Sumar, el nuevo proyecto político de Yolanda Díaz comparece en los medios proliferando sus presencias en los informativos y en los laboratorios de conversaciones enlatadas de las tertulias. Pero este evento muestra todas las propiedades de los acontecimientos mediatizados, en los que contrasta su aparente transparencia con su considerable superficie sumergida, oculta a la vista del público. De este modo, su inteligibilidad se encuentra menguada por una información incompleta. El resultado es la generalización de un notable grado de confusión acerca de su naturaleza, así como de los pronósticos que se formulan acerca del mismo.

Este déficit de conocimiento tiene sus raíces en el dominio del periodismo centrado en la actualidad, que consagra el método de construir la realidad como actualidad, en planos de cada día separados entre sí. Así desplaza irremediablemente a las ciencias sociales y al método histórico, instituyendo una visión ligera del presente, que es inseparable del  término “banalidad”. La actualidad es un conocimiento construido por los medios para definir el día de hoy, que selecciona algunos acontecimientos para ser tratados, y cuya caducidad se consuma por la aparición del siguiente acontecimiento que concita las miradas y los comentarios. De la construcción “actualidad” se derivan unos métodos por los que el pasado es ubicado en la hemeroteca, entendida como un depósito de fragmentos e imágenes discursivos  disponibles para los analistas de la misma.

De ahí resulta una alta renovación de temas que se reemplazan, que nacen y mueren para nutrirla y conformarla.  La actualidad termina por ser algo oscuro en relación con lo que podemos definir como el presente, que es una totalidad que resulta de la convergencia de múltiples procesos que se recombinan y retroalimentan mutuamente. El presente es siempre heredero del pasado, que se articula en varios tiempos históricos. La mayor parte de acontecimientos tratados por los operadores de la actualidad, presenta opacidades derivadas de los métodos de su construcción mediática. En el caso de Sumar, aparece con unas raíces muy cortas, es decir, que se remite al reemplazo de Podemos para las próximas elecciones. Todos los elementos son analizados desde esta corta perspectiva, en la que adquiere preponderancia el morboso suicidio colectivo esperado de las élites de Podemos, Más Madrid y otros fragmentos de este desguace de la nueva izquierda de 2014, que se puede referenciar en el extravagante suicidio de las viejas cortes franquistas en las vísperas de la transición.

El método “actualidad” se sustenta en unas reglas mediante las que se asigna valor a un acontecimiento cuantificando sus dimensiones y comparándolo con el inmediatamente anterior en la serie temporal. De ahí resulta una inteligencia, que en este blog he calificado profusamente como propia de “traficantes de decimales”. En intervalos temporales cortos, las dimensiones solo pueden variar décimas con respecto a las precedentes. Así, con un nivel de paro estratosférico, cualquier autoridad puede presumir cuando en una medición el desempleo disminuye unas décimas. De este modo quedan eliminados los procesos que configuran las realidades y se instituye la trivialidad, así como un extraño juego en el que el azar desempeña un papel relevante. La clase dirigente se transforma en traficantes de decimales desprovistos de espesor analítico. Aquí radica un problema estructural de este tiempo.

El proyecto Sumar remite mucho más allá de su inmediato antecesor, Unidas Podemos, y se remonta al devenir de la izquierda desde el mismo comienzo del Régimen del 78. Solo se puede comprender desde la perspectiva histórica de la izquierda en procesos temporales largos. La clave principal radica en la enigmática relación histórica entre los dos partidos principales de la izquierda: el PSOE y el PC . Tras su colaboración en la República y la guerra, la larga dictadura privilegió la resistencia en la que el PC desempeñó un papel esencial. Pero la preponderancia organizativa y de influencia de este sobre el PSOE se invirtió radicalmente tras las elecciones de 1977. A partir de estas, el PC se descompone aceleradamente, generando una migración de gran envergadura hacia el partido ganador. La superioridad del PSOE se mantiene hasta el presente, en un largo intervalo temporal en el que los comunistas han jugado todas las bazas posibles, convirtiendo el sorpasso en su verdadero objetivo en detrimento de un proyecto político a largo plazo. Este factor genera un estado psicológico mórbido en toda la izquierda española.

Para evitar esta debacle, Carrillo había  presentado el eurocomunismo a mediados de los 70, que significaba una renuncia histórica a construir el socialismo como un más allá del capitalismo, que en las coordenadas de la época implicaba la adhesión a los órdenes políticos nacidos de la secuencia de revoluciones iniciadas por la revolución rusa. El eurocomunismo significaba de facto la idea de aceptar el capitalismo, en la convicción de que era factible reformarlo eliminando sus aspectos más perniciosos. A pesar de esta abdicación, el edificio se derrumba en los años previos a 1989, en el que estos regímenes que se calificaban a sí mismos como “socialistas” se desploman estrepitosamente.

La reconstitución del PC tras su derrota en el 82, instituye una pauta esencial que se va a consolidar a partir de entonces. Se trata de, sin renunciar explícitamente al comunismo histórico, reivindicarse mediante el énfasis de su papel relevante en la oposición al franquismo, guardando silencio acerca de los regímenes de la órbita de la vieja URSS. Así, electoralmente se transforman en Izquierda Unida, y es Anguita quien pilota una transformación en la que, al igual que en el eurocomunismo, desaparece completamente cualquier futuro no capitalista. Su programa se centra en reformar la democracia nacida de la transición política.

Pero la renuncia a la defensa del modelo de “socialismo real” que constituyó su identidad no ha reportado beneficios electorales tangibles. Esta desproporción percibida entre los méritos derivados de sus aportaciones a la oposición al franquismo y las recompensas electorales es vivida como una afrenta que genera un estado psicológico colectivo cercano a la depresión. Solo la materialización del sorpasso puede conjurar esa gama de sentimientos negativos derivados de su inferioridad electoral crónica.

El factor más importante de desencuentro entre PSOE y PCE radica en la naturaleza contradictoria del tiempo histórico  que se inicia en la transición política. Toda la izquierda suscribe, en distintas versiones, un programa que significa la homologación a los estados de bienestar arraigados en Europa tras la guerra, lo que se denomina como “los treinta años gloriosos”. Este conforma el imaginario progresista, incluso –en este caso patéticamente- a día de hoy. Pero, cuando la constitución del 78 reemplaza al franquismo, en el sistema-mundo comienza un nuevo tiempo histórico, que puede entenderse como el inicio de una transición que disuelve el capitalismo fordista-keynesiano para reemplazarlo por un nuevo capitalismo postfordista y global. De este modo, los programas keynesianos de la izquierda española colisionan con la implementación gradual del nuevo orden social, que se afirma en un largo proceso en el que se van asentando sus elementos constituyentes. Estos son, principalmente, la expansión de la nueva forma-empresa; la emergencia de las instituciones del mercado –gestión, recursos humanos, marketing, publicidad e instituciones psi de conducción-; las reformas del estado, de la educación, del sistema sanitario, la nueva gestión pública, así como las instituciones de la individuación, de las que la evaluación y sus nuevas organizaciones de las agencias especializadas, comités de expertos, thin tank, foros múltiples y otras, conforman una trama en torno a los gobiernos, presionando en la dirección del cambio, que es una forma nueva de sociedad neoliberal avanzada.

Este proceso avanza, desde el principio de los años ochenta hasta hoy, generando resistencias dispersas, así como víctimas múltiples. Se trata de una gran reestructuración del estado y de toda la sociedad. Los posicionamientos con respecto al mismo constituyen la principal rivalidad entre el PSOE y los herederos del PCE. En tanto que los primeros son artífices y pilotos de estas transformaciones en la dirección de la sociedad neoliberal avanzada, amparados en sus posiciones de gobierno, los segundos se oponen a estos cambios. Aquí radica la colisión principal entre ambas formaciones. Sin embargo, la marcha triunfal de este proceso de reestructuración produce una impotencia política crónica en sus opositores. Estos son perdedores en mil batallas sucesivas. Esta perniciosa situación se agrava, en tanto que los opositores a la gran reestructuración neoliberal carecen de alternativas. Sus propuestas remiten a conservar el viejo orden keynesiano.

Es muy difícil metabolizar estas situaciones perpetuadas. Los votantes terminan por avalar transformaciones que se oponen a sus mismos intereses. En los años de dirección de Julio Anguita, este se muestra perplejo ante los sucesivos resultados electorales. Entonces propone la idea central que va a presidir las actuaciones políticas de los herederos del viejo PC. Entiende que es un requisito imprescindible acceder al gobierno, lo que permite mediante el BOE legislar a favor de los perjudicados por la gran reestructuración. Esta idea orienta las actuaciones, muchos años después, de Iglesias, y ahora de Yolanda Díaz. Se trata de estimular la voluntad política de las clases populares.

Desde esta perspectiva se puede comprender la evolución de IU, cuyos resultados menguantes le empujan a una versión minimalista de la estrategia formulada por Anguita. Se trata de entrar en el gobierno en coalición con el PSOE. Esta experiencia se ensaya en Andalucía pilotada por Diego Valderas, uno de los herederos de Anguita. Sin embargo, la presencia en el gobierno no modifica la correlación de fuerzas electoral para tan esforzados opositores a la gran reestructuración. Así, sus estrategias sucesivas se van replegando hacia mínimos, del objetivo fundacional de conseguir el socialismo como más allá del capitalismo, a, tras sucesivas reducciones, a entrar en un gobierno de coalición en minoría.

En particular, la base social de la vieja izquierda, ubicada en la clase trabajadora industrial, se descompone por efecto de la recombinación entre una desindustrialización pavorosa y una reindustrialización que favorece la dispersión de los trabajadores. En este largo proceso de desmontaje de las viejas instituciones y derechos sociales keynesianos, la impotencia política se acompaña de una enorme impotencia sindical que se cronifica fatalmente. El resultado es la debilitación de los sindicatos, que protagonizan un largo viaje de deslocalización de las empresas. Estos tienen sus reductos en los servicios públicos. Además, el paquete de reformas neoliberales privilegia a la institución central de la precariedad. Una parte mayoritaria de la vieja clase trabajadora es desplazada a este estatuto. El problema de fondo radica en que la precariedad es la forma óptima de convertir a un sujeto en una entidad estrictamente individual. De este modo, así como la industrialización generó un conflicto social central en torno al trabajo, protagonizado por el movimiento obrero, la precarización general, siendo un factor de malestar social, no genera un conflicto social localizado.

La izquierda recorta sus bases sociales y los sindicatos deslocalizados se ubican en la ficción del simulacro de la concertación social, que es una institución central en el capitalismo fordista y keymesiano, pero que ahora carece de sentido. Esta ausencia de función genera grandes distorsiones en las burocracias sindicales, que se reorientan hacia sí mismas, generando desviaciones de objetivos monumentales, que amparan distintas perversiones. Este largo proceso de ocaso del capitalismo industrial, reemplazado por el orden naciente de la gran reestructuración neoliberal, reformula la rivalidad en la izquierda entre socialistas y comunistas. El PSOE se muestra como agente eficaz de la instalación de las nuevas piezas del capitalismo postfordista y global. En particular, las nuevas legislaciones laborales, la nueva gestión pública,  la reforma universitaria, las reformas gerencialistas del sistema sanitario y el nuevo sistema mediático-cultural requerido. Pero los comunistas muestran su radical incapacidad de oponerse eficazmente a las mismas.

Esta situación continuada de impotencia política acrecentada con la ausencia de una alternativa factible, termina por erosionar gravemente a toda la izquierda. Los socialistas convertidos en agentes activos del proceso de reestructuración sufren un desgaste letal. Los herederos del PC terminan por interiorizar su papel de oposición simbólica desprovista de verosimilitud. La izquierda solo se reaviva mediante acontecimientos exteriores como la guerra de Irak, la catástrofe del Prestige u otros similares, pero es incapaz de detener los procesos centrales de reconversión laboral o del mercado del suelo, así como la gran erosión de las instituciones representativas. Se puede afirmar que la izquierda se desfonda en el principio del siglo XXI.

La desincronización de tiempos históricos tan singular en España, determina que el PSOE, al tiempo que coprotagoniza la instauración del nuevo orden neoliberal mediante la gran reestructuración, impulsa reformas radicales en cuestiones de género que se encontraban pendientes tras la larga noche del franquismo. De este modo, los socialistas desempeñan un papel progresista en unas esferas, y, simultáneamente, el rol de gendarme de las reformas neoliberales. La complejidad de la época es manifiesta. Así se explica la satisfacción de los profesionales de las industrias culturales, espejo del progresismo chic, en tanto que la precarización hace estragos entre los trabajadores, las reformas universitarias neutralizan el pensamiento crítico o la corrupción alcanza niveles hipertransversales. Como afirmó el admirado sociólogo José Vidal Beneyto en un memorable artículo publicado en El País, el cine de Pedro Almodóvar distorsionaba la realidad española, ocultando las múltiples esferas definidas por lo sórdido.

Así se fragua la réplica a la gran crisis de 2008, que vehiculiza tanto el 15 M, como las grandes movilizaciones de esos años. La conmoción de las bases sociales de la izquierda contrasta con el adormecimiento de los partidos y las instituciones. Así se explica la erupción de una nueva izquierda que aparece volcánicamente en 2014. La izquierda de estos años alcanza su punto de inflexión, en tanto que vive en la burbuja institucional deslocalizada de la sociedad y en estado de inmersión mediática. La distancia entre la izquierda y sus bases sociales alcanza niveles cosmológicos. Así, el BOE vuelve a las manos de la derecha, que detenta la mayoría absoluta tras las elecciones de 2011. La izquierda socialista groggy y la izquierda comunista del inefable Cayo Lara con el horizonte de hacer oposición mediante travesuras fútiles en el congreso de los diputados. Es inevitable la erupción del volcán. En la segunda parte de este texto lo cuento.

 

 

sábado, 16 de julio de 2022

EL REVERSO DE LA BICICLETA

 

Cada vez que veo a un adulto en una bicicleta recupero la esperanza por el futuro de la raza humana.

H.G.Wells

La expansión del uso de la bicicleta es una excelente noticia, en tanto que sus múltiples ventajas remiten tanto una movilidad sostenible y respetuosa del medio como a las ventajas personales que reporta en términos de salud y equilibrio de la vida. Las virtudes de la bici se encuentran glosadas por múltiples autores desde muy diversas perspectivas. También se encuentran muy arraigadas en la conciencia colectiva del presente. Pero, junto a los múltiples méritos de esta formidable máquina mecánica, se pueden identificar algunos problemas que se derivan de su uso generalizado, así como de su coexistencia e interacción  con las instituciones preponderantes en el presente, y que constituyen su lado oscuro. En este texto voy a hacer una incursión sobre los mismos.

La bici fue la primera máquina mecánica de uso individual que fue fabricada industrialmente en el final del XIX. Tras ella, la invención de los motores llevó a la expansión de las motocicletas y automóviles, que la desplazaron como vehículos de uso masificado. El final del siglo XX es testigo del renacer de la bici, que no deja de crecer, generando un complejo ecosistema de movilidades. Los distintos vehículos compiten por un espacio reducido, lo que otorga preponderancia a los motorizados. Los ciclistas son avasallados y relegados a los márgenes de las vías. Su creciente volumen ha determinado la creación de reservas de espacio para ellos, los carriles-bici, pero en cualquier itinerario los ciclistas se encuentran inevitablemente con los grandes depredadores del motor.

Pero, los ciclistas relegados en los espacios dominados por los vehículos de motor, que circulan a una velocidad muy superior y para los que estos son percibidos como un obstáculo, terminan por salir de esos espacios para invadir las reservas de espacio peatonales, en las que tiene lugar una confrontación análoga entre lentos y rápidos. Los ciclistas, en esta situación, tienden a percibir a los peatones como una traba a su marcha. De este modo terminan por reproducir la misma pauta que los automovilistas con ellos, constituyendo un catálogo de formas de avasallar a los peatones lentos.

La multiplicación de movilidades sobre ruedas, que incrementan prodigiosamente lo que se puede denominar como “deslizantes” no motorizados, que incluye a los ciclistas, patinetes y patinadores de distintas clases, es uno de los rasgos más importantes del tiempo presente. En septiembre de 2018 escribí en este blog un texto al respecto, en el que definía esta expansión en términos de la energía que aportan estos contingentes móviles asentados sobre las ruedas: su título era “El frenesí de los deslizantes”. En los espacios públicos exteriores a los dominados por los motores, se percibe la creciente energía de los practicantes rodantes, que contrasta con el ritualismo de los paseantes programados por razones de salud, o paseantes convencionales, cuyo frenesí permanece bajo mínimos en comparación con aquellos.

La expansión de los deslizantes, muy generalizados entre los niños, remite a tensiones crecientes en los espacios peatonales, que son invadidos por los cuerpos sobre ruedas a una velocidad que resulta amenazante para los que caminan sobre sus pies. El resultado es un espacio que alberga tensiones, latentes y manifiestas, que crecen inexorablemente. El evento cotidiano que me ha animado a escribir este texto ha sido el encontrarme paseando con mi vieja perra suelta, siendo avasallados por un grupo de ciclistas holandeses que había convertido su paseo en una competición. Esta situación remite a una degradación del paseo, que es preludio de la expulsión gradual de los espacios frecuentados por deslizantes sobre ruedas.

El ciclismo tiene muy buena imagen. Cuando es evocado comparece el sujeto individual en modo de paseo tranquilo, en el que la velocidad depende de las circunstancias del entorno. Pero esta idílica imagen se quiebra cuando el paseo es compartido por dos o varios acompañantes. Entonces comparece la institución central del presente, que es la sagrada competición. El grupo ciclista suele implicar un desafío para dirimir la jerarquía del grupo. El espíritu de la competición se manifiesta de múltiples formas y tiende a cambiar los comportamientos del grupo. En esa situación de contienda se acrecienta la percepción de que los peatones lentos son un obstáculo tedioso a la marcha. Así comparece, en versión ciclista, el mismo elemento que el frecuente entre los automovilistas. Este es la sensación de voluntad de dominio, fundada en la potencia vivida de la máquina que pilotan, que se expresa en múltiples prácticas de relegación de los lentos que estorban.

Junto al espíritu de la competición se puede identificar otro espíritu semejante, también manifiestamente pernicioso. Este es el que se deriva de la fila india. Un paseo en grupo se ejecuta en una fila ciclista, en el que la cabeza marca el rumbo y el ritmo. Aquellos ubicados atrás están atentos para seguir estrictamente a la cabeza de la fila. En el incidente con mi perra resulta que la cabeza de la fila pasó antes que nosotros. La interposición fue a media fila, y los ciclistas no paraban, en tanto que priorizaban no desengancharse de la cabeza. Tuve que emitir sonidos del rango de los gorilas para que se detuviesen y no arrollasen a mi perra, a tan disciplinados feligreses del espíritu de la fila. Así se conforma la institución que en el ciclismo profesional se denomina pelotón. Este es una agrupación en la que todo se dirime en la cabeza y la filosofía de los integrantes es seguir a esta.

Pero estas distorsiones de la marcha ciclista en grupo, se refuerzan con las pulsiones corporales derivadas del deslizamiento impulsado por los músculos. Este produce un subidón extraordinario de los deslizantes, que perciben una sensación de dominio del medio que genera una situación que casi alcanza el éxtasis. A mí me gusta denominarla como la nueva barbarie del músculo, una situación de exaltación de las sensaciones corporales. Las sinergias entre estos “malos” espíritus del deslizamiento, así como la dialéctica de las distintas situaciones, convierten crecientemente un paseo a pie pausado en una situación de riesgo.

Uno de los grupos deslizantes más peligrosos es el grupo familiar. Los papás progresistas comparten con los niños un paseo en bici en los días festivos. El grupo familiar en marcha implica que, en numerosísimas ocasiones, los infantes no miran hacia adelante, sino a los papás convertidos en líderes grupales. He vivido varias situaciones de peligro manifiesto frente a grupos familiares que practican el avasallamiento de los lentos y la conquista de las aceras en los días festivos, proclamando de facto la expulsión de los peatones lentos. Para los infantes, el aprendizaje de la conducción de la máquina, consiste principalmente en manejar la gestión de su superioridad física, sometiendo a los peatones-obstáculo mediante la administración de la coacción.

Los nuevos deslizantes, incorporados sobre toda clase de patinetes, mantienen las mismas pautas de comportamiento, aún a pesar de que sus máquinas son menos consistentes en el caso de accidente, o que el sagrado músculo no interviene en la marcha. Los grupos de patinadores son especialmente temibles. En el Retiro se pueden encontrar grupos especialmente agresivos en la apropiación del espacio y en el estado de éxtasis en marcha de sus miembros. La sensación de vértigo experimentada en el desplazamiento rápido estimula el instinto de dominio sobre los lentos.

La paradoja de las movilidades y los deslizantes radica en que los paseantes a pie más débiles terminan circulando también sobre ruedas, pero en vehículos conducidos por un acompañante a pie, tal y como empiezan los niños. Una de las imágenes favoritas de mi mundo del Retiro, es la de un treintañero musculoso y musculado que practica su carrera a diario empujando el carro de un niño. Así hace los kilómetros programados. Siempre miro al niño, privilegiado y precoz deslizante cotidiano, imaginando su deriva como deslizante cuando adquiera su autonomía.

Termino aludiendo a la magia cotidiana del deslizamiento, que adquiere preponderancia en el conjunto de la vida cotidiana y en la institución central del finde. Se trata de una energía psíquica intensísima, sin parangón en la vida cotidiana. En el texto de este blog en el que la aludí, la definía así “Deslizarse por el espacio es una actividad que trasciende la significación basada en la función del transporte. Se trata de algo más. Es una sensación corporal plena de intensidad que es difícil reducir a un discurso racionalizado. El sujeto deslizante experimenta una conmoción en sus sentidos que facilita su percepción de dominador del espacio”. Soy paseante convicto y confeso, y, por tanto, sujeto en riesgo por la acción creciente de las constelaciones deslizantes expulsadas de la carretera dominada por los depredadores motorizados.

jueves, 7 de julio de 2022

LA BULA DE LAS DEMOCRACIAS DE MERCADO

 

A la república, más que orden el jurídico, ha de importarle la realidad social del orden

Manuel Maura

 


 

 

Las democracias de mercado vigentes no suscitan crítica alguna a su naturaleza o funcionamiento. La antigua intelectualidad, reconvertida en este tiempo en un conjunto de periodistas, sociólogos especializados en lo electoral, politólogos y otros expertos presentes en este campo, se sustentan en saberes fragmentados y no suscitan problematizaciones acerca de las mismas. Sin embargo, las democracias de mercado del siglo XXI se encuentran determinadas por un cambio de grandes dimensiones: La emergencia y consolidación progresiva del neoliberalismo reconfigura los sistemas políticos, los actores y los entornos. El punto esencial en el que confluyen todos los efectos es la consumación de una gran ruptura, en la que el mundo de la política es escindido de la realidad social total. Así, se puede hablar en rigor de la burbuja política, separada efectivamente de lo social. Este mundo es escrutado por las cámaras para cristalizar en un género televisivo que concita grandes audiencias en ocasiones especiales.

Las viejas democracias de la era industrial se encontraban determinadas por la autonomía del estado, que junto al mercado conformaban el conjunto social. La transformación más sustantiva de este tiempo radica en que el mercado ha impuesto su preponderancia, reduciendo y absorbiendo al estado, de modo que ha cristalizado un nuevo orden social, así como una nueva forma de gobierno, en la que el gobierno del estado, solo representa una pequeña parte del gobierno total. Este modo de gobernación se lleva a cabo mediante un nuevo tipo de instituciones asociadas a la empresa, y que tienen como objetivo clasificar a las poblaciones, debilitar los viejos agrupamientos sociales y establecer un modo de individuación radical.

De este modo, la política, considerada como una actividad dirigida al ámbito del estado, representa una ínfima parte del gobierno total. Tanto las organizaciones como las personas son gobernadas por dispositivos ajenos a los gobiernos de los estados, vinculados al orden social mercantil. En este punto radica precisamente la impotencia que caracteriza a la acción política convencional, que en estas condiciones tiene lugar en un campo escindido del conjunto, además de intervenido drásticamente por las ultrapoderosas instituciones de la individuación: Las de la gestión y otras asociadas a la nueva empresa; las de la galaxia psi, y aquellas que operan en el campo de la comunicación de masas.

Los principales resultados de estas mutaciones son, principalmente, la rotunda remodelación de las organizaciones,  la conformación de un nuevo arquetipo personal y el auge del ciberespacio, que consuma la escisión entre las realidades físicas y virtuales. El nuevo escenario resultante de este orden social, determinado por la preponderancia de las instituciones de la individuación, registra, principalmente, una pérdida de energía mayúscula de las viejas causas sociales, así como la aparición de un nuevo sujeto hipermediatizado e hiperconformista. La sumisión alcanza niveles colosales y las causas sociales son extraídas de su suelo para ser tratadas y representadas en las televisiones. Cualquier causa social es vaciada mediante su reconversión en un material presentado a la audiencia, un sujeto que representa un conglomerado de personas aisladas entre sí.

La aceptación como un cambio natural de esta gran transformación de la política llega a extremos insólitos. En este entorno, las grandes causas sociales pueden generar solo ilusiones efímeras. La esencia del sistema es la generalización de la ficción, en tanto que los temas presentados son arrancados de sus condiciones y de los contextos en los que viven y se reproducen. La nueva forma de gobierno representa la administración de la anestesia para las personas y las organizaciones sociales. La trama de la acción social se debilita hasta su desaparición por insignificancia.

En esta situación he recuperado un viejo libro que desde su primera lectura me ayudó a comprender la situación. Este es  el del matemático y filósofo francés Gilles Châtelet. Su título es “Vivir y pensar como puercos. De la incitación a la envidia y el aburrimiento en las democracias de mercado”. Está editado en Lengua de Trapo en 2002. Se trata de un vigoroso, lúcido y sólido texto en el que sondea los sistemas políticos y sociales del presente, determinados por el avance neoliberal, y que incentivan un arquetipo personal hiperconformista.

Este libro, delicioso por su inteligencia, sagacidad y originalidad, ha influido considerablemente en mis posicionamientos. El primer post de este blog en diciembre de 2012, Del cero al uno, registra la influencia ejercida por este brillante texto. Dese entonces lo he releído varias veces, y en cada lectura he podido comprender mejor. En particular, cada nueva lectura revela el avance del nuevo orden social y político, que propicia la cancelación de la vieja Intelligentsia y la consolidación de los portadores de los nuevos saberes fragmentados expertos. He seleccionado varios párrafos que espero que inviten a algunas personas a la lectura de este texto tan clarificador, que presenta las ingenierías de construcción del héroe de la época: el hombre medio en varias versiones.

La frase de Maura que abre el texto tiene la intención de recordar que todo orden político es inseparable del orden social existente. Los ingenieros políticos del presente tienen la pretensión de solucionar los problemas mediante la proliferación de medidas legislativas, ignorando las instituciones de la individuación que gobiernan las personas y los microcontextos sociales. Así se explica la inexistencia de visiones críticas y problematizaciones de los sistemas políticos, que cristalizan en un estatuto que puede ser definido, como en el título de este texto, de bula para los mismos.

Este es el texto, sin desperdicio.

 

En aquel final de década, se produjo  un efecto un milagro de la Noche, que hizo que el Dinero, la Moda, la Calle, el Periódico e incluso la Universidad se amodorrasen juntos y combinasen sus talentos para dar a luz esta paradoja: un equilibrio festivo, antesala amable de la sociedad terciaria de servicios, que muy pronto iba a convertirse en la del aburrimiento, el espíritu de imitación, la cobardía, y, sobre todo,  el jueguecito de la envidia recíproca

 

…no hacía más que reconciliarse con la Aritmética política  y de un control social tan barato como el hambre, capaz de domesticar al <<hombre ordinario>> y convertirlo en una criatura estadística, el <<hombre medio>> de los sociopolitólogos. Hombre medio que aparece como producto de una potente ingeniería sociopolítica que había conseguido transformar lo que Marx llamaba<<campesino libre de Inglaterra>> en ciudadano-panelista, átomo productor-consumidor de  bienes y servicios sociopolíticos.

Pasar de carne de cañón a carne de consenso es desde luego un progreso. Pero estas carnes se corrompen enseguida: la materia prima consensual es esencialmente putrescible  y se transforma en una unanimidad populista de las mayorías silenciosas, que nunca es inocente […..] El punto de vista tecnopuñista se exhibe ahora sin complejos y pretende reconciliar dos espiritualidades: la del tendero de la esquina y el jefe de contabilidad –la pela es la pela- con la espiritualidad administrativa del inspector de Hacienda.

El tecnopulismo fomenta las bajezas y cobardías del hombre medio, y sobre todo las de su vanguardia técnico-comercial, esos pequeños truhanes portuarios iniciados en la econometría, todos esos prototipos poco apetitosos que vuelven locos a los institutos de predicción, esos comedores de hombres en 4X4, cuyo sentido crítico no es muy superior al de la tenia, y que se pasan el día rumiando su <<no hay que soñar>> y su <<yo soy diferente>

Casi han conseguido transformar un gran pueblo en un audímetro servil y provinciano, y una parte de su élite intelectual en populacho compradore, en cuarterón de subalternos editorialistas de esos formidables evacuatorios mentales en que se han convertido las democracias de mercado –siempre atareadas en recortar sus agregados económicos poco favorables, producto de la fermentación de cientos, y pronto miles de millones, de psicologías de consumidores-panelistas devorados por la envidia y el deseo de acaparar al menor coste posible.

Como otros muchos papanatas, los grandes bobalicones de la ciberjauría se creían príncipes de todos los cenáculos y tendencias, cuando en realidad una fuerza centrífuga de millones de veces más potentes que ellos ya les había relegado a las provincias subsidiarias del esnobismo de segunda mano.

La Contrareforma neoliberal, mercenaria solícita, iba a ofrecer los servicios clásicos de la opción más reaccionaria, una alquimia social capaz de transformar en fuerza política eso que siempre acaban transpirando las clases medias: temor, envidia y conformismo […..]  el estilo Ciber-Wolf, apolítico y desengañado, empezaba a pulular: ¿Cómo resistirse a la  deliciosa frivolidad de quienes se sentían capaces de <<cagarse en lo negativo>>, de quienes creían haber encontrado por fin el secreto de la felicidad permanente y pretendían cultivar orquídeas en el desierto sin preocuparse demasiado por el espinoso problema del riego?

Como las partículas libres de Galileo, los Robinsones de Hobbes deben ser concebidos primero como unidades destinadas a ser adicionadas, cada una de las cuales puede ser equilibrada por un agregado aceptable de otras unidades […..] Si el Soberano puede identificarse como un centro de coerción  absoluta es porque funciona antes que nada como horizonte operador que da perspectiva, que fabrica homogeneidad para discernir a continuación y distribuir las distinciones. Lo crucial aquí  es la capacidad del Soberano para sacar partido de un estado de contingencia mecánica y transformarlo en un campo de equivalencia […..] Por supuesto este campo de equivalencia permite comparar, agrupar y dispersar a placer  lod Cuerpos políticos, operaciones indispensables  para la constitución no sólo de fuerzas militares, sino también, y sobre todo,  de normas de sustitución para los apetitos y los talentos, y, por tanto,  para el establecimiento de los contratos de intercambio. Así el Robinson partícula, que para el Soberano, jefe de los ejércitos, es sobre todo carne de cañón, puede también transformarse en carne de contrato. […..] permite concebir la multitud de Robinsones como una masa que posee todas las características del mercado: fluidez, previsibilidad y operatividad impersonal […..] En consecuencia,   no son aptos para ser domesticados como material efectivo de una Física Social que tendería a calcularlos, almacenarlos e intercambiarlos.

El hombre medio es por tanto capaz de resumir todas las fuerzas vivas de una nación igual que el centro de gravedad es capaz de concentrar en un punto todos los pesos específicos dispersos en un sólido, de reunirlos en una masa única. Resumiendo así una nación, el hombre medio proporciona un punto de apoyo, particularmente precioso para guiar toda estrategia conservadora y realizar su viejo sueño: captar la inercia de los Robinsones de Hobbes, almacenándolos en enormes silos de hombres medios, para hacer con ellos una fuerza política, una opinión cuya evolución puede conocerse mediante los sondeos apropiados.

Con el hombre medio y el dios Quantum, la estulticia sociopolitológica campa a sus anchas: hay desde luego una música de las esferas para los consumidores de yogures, para los estados de ánimo de las categorías socioprofesionales y los grupos de edad  […..]¿Por qué las cifras fascinan tanto a los simples de espíritu y a los impacientes siempre ávidos de referencias y certezas? Una cifra no se discute, y esto casi por definición; no cabe duda de que existe cierta virilidad absurda en la cifra cabezota y siempre dispuesta a resguardarse tras una especie de inmunidad científica. Esas certezas son obtenidas por la claridad de la evidencia de la cifra que borra las condiciones de la génesis de los individuos sobre las que trabaja la estadística. Hay por tanto una impostura de la cifra.

También había que volver a pegar los fragmentos, darles una apariencia de identidad colectiva. El concepto de hombre medio permitía inyectar una autoridad estadística y moral a la carne de primera. No quedaba más que articularla con las demandas del Gran Mercado: a partir de ahora sólo serían tolerados los conflictos y demandas susceptibles de adquirir fluidez  mediante la acción del mercado o de ser apaciguados por un grupo de mediadores especializados.

La dirección de los asuntos políticos debe por tanto minimizar el consumo de materia amorosa y estimular al máximo los instintos de apropiación.  La envidia no es entonces un lamentable prurito de las democracias de mercado que conviene extirpar mediante una cirugía política apropiada, sino una condición necesaria para su estabilidad […..] Los  gobernantes –los figurantes de la Caja negra- pretenden ser demócratas tan afables y ávidos de pragmatismo cotidiano como el empirista mercantil, que había oficializado el noviazgo del Hombre ordinario y la Mano invisible: Soy un hombre ordinario y, como vosotros, envidio a otros hombres ordinarios. Es además ese pragmatismo cotidiano el que conduce a asfixiar la política mediante la persecución de un mayor bienestar nunca saciado.

Con el filisteo posmoderno –el Ciber-Gedeón-, la sociedad civil está de enhorabuena; por fin puede exhibirse sin complejos, lucir sus egoísmos y sus cobardías, tirar a la basura las críticas de Hegel, hacer estallar la política en microdecisiones y darse un festín para celebrar su boda con el mercado, esa formidable máquina de exclusión festiva que puede aplastar cientos de miles de destinos con un mínimo de ruido. Aliado con los penates, el Dios oculto ha conseguido descuartizar a Atenea para encapsularla en miles de millones de libres albedríos.

Menguar y dislocar el espíritu de los pueblos para hacerse obedecer, Hobbes y Pareto estaban en lo cierto: la miniaturización  es, en efecto, la clave de la eficiencia del mercado y de la estabilidad del punto fijo ¿Por qué no ir aún más lejos? ¿Por qué  no hacer aún más acerada la ofensiva de la termocracia inventando una microfísica de la obediencia, una neurocracia que permitiese rozar el punto cero absoluto de lo político?

Con el ciudadano-termostato, el proyecto de Pareto –utilizar las materias primas proporcionadas por las muchedumbres impulsivas y móviles para manufacturar carne de equilibrios político-económicos- se ha calzado por fin sus botas de siete leguas. Se puede hablar de una triple alianza política, económica y cibernética susceptible de autoorganizar las explosivas potencialidades de las masas humanas y conjugar las realizaciones de tres prototipos de la posmodernidad:

-         El homo economicus –ciudadano medusa- el Robinson egoísta y racional, átomo de las prestaciones y consumos.

-         El hombremedio –el ciudadano panelista- el héroe de los concursos de belleza de Keynes, empeñado en correr el riesgo de adivinar lo que será la opinión media y entusiasta ante la idea de sentarse a horcajadas sobre todas las futuras campanas de Gauss

-         El homo comunicans –el ciudadano termostato- transparente criatura de los servicios terciarios, habitante-burbuja de una sociedad sin conflictos ni confrontaciones sociales <<arcaicas>>, que se vanagloria de no existir más que como teniacibernética perfundida de imputs y vomitadora de outputs.

 

Circular por la democracia de mercado y pisar a fondo, encarnar con virilidad lo que algunos imbéciles llaman sociedad civil, fabricar cientos de millones de psicologías de rinocerontes y depósitos de imaginación para los jefes de la jauría del individualismo de masas, todo esto es atractivo, pero aún deja mucho que desear: los Robinsones motorizados sólo excepcionalmente consiguen emerger como voluntad política. Pues una fuerza política no surge jamás de los simples agregados de malos humores o de los estados de ánimo del individualismo de masas

La prensa popular permite captar en bloques de odio toda la energía de fermentación surgida de las decenas de millones de unidades de envidia cuya interacción garantiza la consistencia de las democracias de mercado, como ya había comprendido Jefferson. Metamorfosear una putrefacción socioeconómica en explosión política […..] También comprendió que la democracia de mercado, que exige una identificación completa de las microdecisiones económicas, engendra una apatía

La tenacidad de las imágenes mentales fabricadas –lo que hay que llamar fordismo del odio de Hearst-, su capacidad para autocoagularse y movilizar altos niveles de histeria comparables a los efectos del pánico, no podían dejar indiferentes a los ingenieros sociales, que, algunos años más tarde, definieron los principios que organizan  lo que Chomsky llama la <<fructífera industria del consenso>>. Para los miembros fundadores de la American Public Relations Industry, la <<intelligentsia articulada>>, -lo que hoy llamaríamos clase político-mediática- tenía la vocación de convertirse en una Elite consensual difundiendo una ilusión necesaria entre la masa para corregir la estupidez del hombre genérico.

Ni la misma Elite consensual es inmune a esos momentos de desánimo, ha conseguido deshuesar al <<populacho genérico>>, despojarlo de toda energía: la carne de primera ni siquiera se molesta en ratificar. Es desesperante: ¿dónde está el Papá Noel que hará emerger un gran proyecto?Por supuesto,  el Estado aún funciona, ¡pero una función nunca dio a luz un proyecto¡ El Estado ya no es más que el Estado del desamparo y el entendimiento, un vigilante nocturno incapaz de estimular a los ciudadanos-termostato, estancados en su pragmatismo.

La sociedad termocivil no puede mantener sus promesas: la tiranía y la mediocridad de la demanda socioeconómica han vencido a lo que pretendía encarnar el dinamismo y la legitimidad de una nueva micropolítica posmoderna. En efecto, la sociedad termocivil ha dado a luz un equilibrio, pero no es una unidad viviente, no es más que un equilibriogeneral, un inmenso mar de los Sargazos informe. El ruido de fondo del profesor Wiener gana terreno, pero el entusiasmo está de capa caída. El espíritu de empresa muere lentamente