Presentación

PRESENTACIÓN

Tránsitos Intrusos se propone compartir una mirada que tiene la pretensión de traspasar las barreras que las instituciones, las organizaciones, los poderes y las personas constituyen para conservar su estatuto de invisibilidad, así como los sistemas conceptuales convencionales que dificultan la comprensión de la diversidad, l a complejidad y las transformaciones propias de las sociedades actuales.
En un tiempo en el que predomina la desestructuración, en el que coexisten distintos mundos sociales nacientes y declinantes, así como varios procesos de estructuración de distinto signo, este blog se entiende como un ámbito de reflexión sobre las sociedades del presente y su intersección con mi propia vida personal.
Los tránsitos entre las distintas realidades tienen la pretensión de constituir miradas intrusas que permitan el acceso a las dimensiones ocultas e invisibilizadas, para ser expuestas en el nuevo espacio desterritorializado que representa internet, definido como el sexto continente superpuesto a los convencionales.

Juan Irigoyen es hijo de Pedro y María Josefa. Ha sido activista en el movimiento estudiantil y militante político en los años de la transición, sociólogo profesional en los años ochenta y profesor de Sociología en la Universidad de Granada desde 1990.Desde el verano de 2017 se encuentra liberado del trabajo automatizado y evaluado, viviendo la vida pausadamente. Es observador permanente de los efectos del nuevo poder sobre las vidas de las personas. También es evaluador acreditado del poder en sus distintas facetas. Para facilitar estas actividades junta letras en este blog.

domingo, 31 de enero de 2016

LAS FICCIONES DE LAS MAGNITUDES INFINITESIMALES




La contingencia se puede definir como aquello que no es imposible que suceda. El tiempo presente se caracteriza por la expansión y diversificación de contingencias múltiples que adquieren la forma de sucesos inesperados. Los informativos, internet o las redes sociales son sistemas de comunicación que se encuentran alimentados por lo extraordinario y lo sorpresivo. Así,  la vida adquiere un nuevo sentido íntimo en el que la contingencia desempeña un papel fundamental. El sujeto se encuentra movilizado en espera de que algo inesperado, maravilloso o fatal,  pueda suceder. Este es el contexto de la explosión de los juegos de azar, que alcanzan unas proporciones enormes. Las sociologías estancadas, que entienden a las personas como sedes permanentes de la razón, definen el juego como una cuestión vinculada a un pasado atrasado. Así, esperan las sucesivas modernizaciones que disminuyan la importancia del juego mediante la racionalización de la vida.

Baudrillard, entre otros muchos,  lo entendió de este modo. En los últimos años del franquismo, el juego era considerado como un elemento de alienación personal. Se esperaba que la naciente democracia redujera la masa de jugadores. Pero ha sucedido justamente lo contrario. El juego sobrevive a las modernizaciones mediante su expansión y multiplicación. No sólo se ensancha en su ámbito tradicional mediante nuevos juegos, sino que se instala en otros espacios, tales como la política, la economía, las organizaciones y los medios audiovisuales. El azar protagoniza una gran explosión colectiva.

El misterio de los juegos de azar radica en que --en tanto que una masa enorme de jugadores se congrega todos los días en las Bono Loto, Primitivas, Euro Millones, El Gordo de la Primitiva, Loterías múltiples, Quinielas y otros juegos, a los que cabe añadir el bingo, juegos de máquinas, casinos y otras formas, de las que resulta una masa social permanente que produce unos activos monetarios de gran magnitud—esta práctica social persistente y sobreviviente a cualquier cambio es descalificada por las élites y las sedes de la facturación de la realidad. Así se conforma un área ciega que alberga una sociedad vital que carece de un discurso acerca de sí misma y su significación.

Soy sociólogo, profesor, profesional en el campo de la asistencia sanitaria, además de participar en otras actividades que me instalan en el extraño mundo de las élites. Todos los campos comparten un proyecto común que es la racionalización de la vida. Desde estas coordenadas el azar es minimizado drásticamente, entendiendo la vida como una relación entre medios y fines ejecutada por sujetos racionales, siempre racionales y nada más que racionales. De ahí se deduce que el futuro es el resultado de un plan que movilice los recursos personales mediante una secuencia de decisiones adecuadas. De este modo, las prácticas de juegos de azar son consideradas como creencias supersticiosas que descalifican a los jugadores. Apenas suscitan otro interés que el tratamiento del exceso, mediante la definición e intervención en las ludopatías como fenómeno patológico.

El resultado de los procesos del crecimiento de los juegos de azar, así como su instalación en otros campos sociales regidos por la racionalización, es la acumulación de los juegos y sus participantes, de los que resulta un verdadero continente del azar. Todos los días millones de personas “votan” mediante la realización de sus pronósticos para los que invierten dinero. La red física de centros de Loterías y Apuestas del Estado, vehiculiza los tránsitos de los jugadores, que se congregan en sus locales diariamente, principalmente en los fines de semana, en el que el azar dictamina quiénes son los afortunados. La red física de Administraciones de Loterías es un componente urbano esencial, equivalente a las farmacias, tiendas múltiples y bares. Pero, en tanto que los demás son afectados por la crisis, tanto las farmacias como la red del azar no acusan el impacto de la misma. Esta es la primera pista que conduce a la parte mágica de las sociedades denominadas como avanzadas.

Se evidencia que el juego forma parte de la vida y el devenir de las sociedades, a pesar de su denegación por los discursos prevalecientes en las ciencias sociales, que le confieren una carga negativa. La descalificación de los juegos de azar y de los jugadores se funda en considerarlos  como sujetos sometidos pasivamente a un factor irracional, como es la suerte. El azar representa el estadio superior de la contingencia. Se trata de un hecho que no requiere la intervención de la inteligencia. Se  considera que los jugadores activan su deseo de evasión de su propia realidad.

Pero los juegos de azar constituyen un territorio impenetrable por las lógicas racionalistas. Voy a dar la vuelta a estos argumentos y presentar mis objeciones. El sociólogo francés Paul Yonnet es mi referencia en este caso. Este entiende la sociología como un saber determinado por un conjunto de prenociones, marcos sociales y representaciones derivados de la función de la institución, así como de la condición social de los sociólogos. De esta situación resulta un modo de conocer que privilegia otras esferas en detrimento de fenómenos sociales de magnitudes colosales, como es el caso del continente del azar. Los sesgos acumulados producen inevitablemente un descentramiento tan creciente como el volumen de los propios juegos de azar.

El fundamento del juego se basa en un argumento fundamental: existe una probabilidad de obtener el premio. Dicho en otras palabras, no es imposible que te pueda tocar. Todo depende de la suerte. Este es el fundamento de la apuesta. En los medios de comunicación, así como en el mundo de la vida del jugador, son presentados y visibilizados  los afortunados del azar. Una de las ceremonias sociales más emblemáticas de las sociedades en trance de modernización sin fin es la exhibición mediática de los premiados por el azar en la lotería de navidad. Las euforias, las celebraciones y las manifestaciones de felicidad de los agraciados devienen en rituales sociales que estimulan la idea de que “otra vida es posible”. Así se instituye socialmente el juego y se hace presente la divinidad del azar.

Pero, si la incuestionable posibilidad de acertar y ser premiado ees traducida a cálculo de probabilidades por la racionalidad del sistema, poniendo de manifiesto que esta se reduce a una magnitud infinitesimal cercana a cero, la subjetividad del jugador transforma esa millonésima en una esperanza alcanzable mediante la constatación de que los premiados la hacen posible. Así, se construye una idea basada en un cálculo que se aparta del riguroso análisis matemático, constituyendo falacias aritméticas que tienen un régimen de excepciones: los premiados. Aquí radica la lógica de las fantasías infinitesimales que es adoptada por millones de personas ajenas a la racionalización matemática.

Además, se constata que la lógica que subyace al jugador-apostante  radica en que cada jugada es completamente nueva e independiente a la anterior. Por tanto es necesario concurrir a la siguiente edición. Pero en el curso de su experiencia como jugador se constatan algunos resultados que invitan a asumir una ideología cuyo precepto es que los números se compensan a la larga. Así lo importante es tener paciencia y persistir en la búsqueda de un vuelco de la suerte. Esta ideología implica la asunción de que cuantas más apuestas se lleven a cabo existen más probabilidades. Los premios de consuelo y las devoluciones refuerzan a los jugadores. De este modo se constituyen espesas interpretaciones no fundadas matemáticamente que animan a grandes masa de jugadores. En España las energías e intercambios producidos por el pronóstico acerca del último número de la lotería de navidad son monumentales.

La experiencia del jugador lo configura como un ser social en estado de disposición a interpretar señales del juego que configuren su estrategia. Así va acumulando falacias que fundamentan sus apuestas. La acumulación de supersticiones es patente. De ahí resultan distintas asociaciones con eventos que constituyen en ocasiones verdaderas estrategias. Si obtiene un premio pequeño en una administración, retornará a ella con esperanza renovada. También la compra de boletos en sus desplazamientos. La lotería de Navidad es paradigmática. Un apostante medio juega a varios números procedentes de distintas localidades. El juego crea un estado de ebullición considerable que se especifica en los cálculos de los apostantes. Las mitologías del juego constituyen templos sagrados del azar dotados de leyendas. El caso de Doña Manolita en Madrid es patente.

El estado interno del involucrado en los cálculos infinitesimales es muy activo y dotado de energía concentrada en sus operaciones y en la renovación del juego. Así, el futuro se encuentra polarizado por la idea optimista de que la suerte llegará. Esta es una razón que anima la vida personal de una gran masa de jugadores, en los que su posición social limita severamente las posibilidades de sus lánguidas vidas. Pero el misterio del juego estriba en la activación de la imaginación. Cientos de miles de personas sueñan con el premio gordo, lo que les induce a imaginar cómo lo gestionarían. Así planean particiones, reparten premios y castigos y crean fantasías múltiples que llenan sus parcas vidas.

De este modo construyen un territorio en el que escapan de sus marcas sociales, abandonan sus identidades, huyen de su cotidianeidad y reconstituyen su persona ficcionalmente. El resultado es la creación de una extraña realidad ficcional que les proporciona  una sensación de libertad en esta huida cotidiana. También de este modo se neutraliza a sí mismo como actor social, al adoptar la suerte como patrón de su futuro personal. Así, el orden social se refuerza como estructuras bloqueadas, en tanto que una parte de los afectados huye imaginariamente al mundo del juego. Este puede hacerse compatible con los estados de ebullición social, en los que muchos jugadores compatibilizan ambos mundos. Porque en el continente del azar se puede entrar y salir discrecionalmente.

La sociedad invisible de los jugadores, de aquellos que comparten fantasías acerca de magnitudes infinitesimales, construyen un colectivo social heterogéneo y muy vivo. Su riesgo estriba en que este se mueve siempre muy próximo a la posibilidad cero. Pero la realidad muestra que los pronósticos racionalizadores tienen excepciones. Todos quieren llegar a convertirse en uno de los afortunados exhibidos en los escaparates mediáticos. En las apuestas existe un componente de desafío a la racionalidad imperante. El largo estado de ficción infinitesimal en la que algunos de los premiados se encuentran, determina que el premio termine en una tragedia personal, que concluye en la desintegración de su nuevo patrimonio otorgado por el azar.

El jugador es un ejemplo del prototipo personal de la persona ordinaria tan bien conceptualizada por Michael de Certeau. Un ser social que construye un mundo social estable, que habita mediante sus sentidos, sus significaciones cotidianas y sus tácticas. Cuando algún experto ajeno al mismo comparece, no responde en el discurso cara a cara. Aquí se encuentra el secreto de su persistencia y reproducción. Su posibilidad de autonomía depende del mantenimiento del estatuto de invisible a las miradas de los dispositivos racionalizadores.


lunes, 25 de enero de 2016

LA PRODUCCIÓN DE LA CONFORMIDAD: PROGRAMACIÓN, AGENCIAS Y MÉTODOS

Recientemente fui invitado por el Ateneo de Granada a participar en uno de los programas que impulsa mi amigo Sergio Hinojosa, que representa un proyecto comprometido con las nuevas realidades, reivindicando el pensamiento y la reflexión. Mi exposición versó acerca de la conformidad, que en el presente se expande adoptando nuevas formas, que funcionan como máscaras que la encubren simulando una situación de libertad. La idea fundamental fue la afirmación de que la conformidad casi infinita que se produce en este tiempo es programada por un nuevo poder que se instala más allá de lo político-estatal. El título de esta entrada es el mismo que el de la conferencia. Así, la multiplicación de la conformidad no es el resultado del azar o de otras circunstancias, sino que es diseñada y planificada por los nuevos poderes. Entre estos las agencias múltiples son los más relevantes, en tanto que recurren a métodos novedosos.
Este es el resumen de la intervención.

En los últimos años se intensifica un cambio que no es percibido en su verdadera dimensión. Se trata de una mutación del gobierno, que trasciende el ámbito del estado para instalarse en las organizaciones y todas las esferas de la vida. Esta transformación responde a una programación de un nuevo poder global. Para impulsar este cambio se fundan nuevas organizaciones, las agencias principalmente, que se complementan mutuamente. En ellas reside una nueva clase de tecnócratas que programan el entorno de las personas, los grupos y las organizaciones mediante la determinación de los objetivos considerados como útiles. Una vez que estos se encuentran rigurosamente precisados quedan establecidas las bases para el gobierno y conducción de las personas. Estas son definidas como individuos libres que eligen, pero esta apariencia de libertad encubre una gran homogeneización que tiene como consecuencia el incremento de la obediencia basada en una forma sofisticada de coerción. El modo de operar del nuevo poder confiere un papel fundamental a las subjetividades, que se constituyen en el requisito esencial para el funcionamiento del gobierno.

La primera cuestión que es preciso discernir es la valoración de la conformidad. Desde distintas posiciones se entiende esta de un modo diferente a mi estimación. El mercado infinito estimula la elección de los objetos y los servicios, por parte de un nuevo sujeto que se diferencia permanentemente de los demás mediante la activación de sus elecciones. La expansión del mercado a todos los espacios sociales proyecta la elección como criterio central de la vida. Las personas son entendidas como ejecutores de actos en los que mediante la elección muestran su sabiduría. Esta deviene en el código fundamental de la vida, que es entendida como una secuencia inacabable de elecciones.

De la apoteosis de la elección se deriva la apariencia de la libertad individual. Esta resulta una cultura en la que las decisiones individuales ante un menú de opciones es la norma suprema. Cualquier conminación es entendida como una coerción intolerable. Antes de continuar debo precisar que la posición social de cada cual implica unas constricciones de gran magnitud que se sobreponen al individuo sin posibilidad de elección. Pero, más allá de esta cuestión de las ideologías consumeristas que impulsan el mito del sujeto elector sin constricciones, resulta que en uno de los ámbitos fundamentales de la vida, las organizaciones y empresas, cada vez en mayor medida se hace manifiesta la ausencia de libertad.

Sin embargo, el reconocimiento de la elección y la ideología de la libertad individual se contrapone con un malestar generalizado, que es perceptible pero no se encuentra formulado en términos de un discurso. Este acompaña al proceso inexorable de disolución de una parte del viejo tejido organizativo, que generaba un espacio público en las organizaciones, en el que distintos grupos producían discursos, intercambios y relaciones. Estas prácticas son debilitadas por el nuevo principio articulador que se funda, como en el mercado mismo, en producir diferencias individuales. Cada persona es responsabilizada de sus propios resultados, que son expuestos públicamente con la finalidad de ser comparado con los demás.

El efecto de esta tecnología de poder es la conformación de una individuación severa e intensa, inédita en relación a cualquier pasado. El individuo resultante es un ser frágil que carece de opciones ante la programación completa de su entorno. Los objetivos asignados se presentan en forma de menú en el que tiene que decidir la combinación de sus inversiones. Pero la selección de sus acciones se encuentra determinada inexorablemente por el nuevo poder auditor de personas, grupos y organizaciones. Este poder encarnado en las agencias,que son la versión contemporáneas de las iglesias,  debilita los vínculos horizontales entre las personas sometidas a un escrutinio sin fin.

El sujeto libre elector se encuentra ante un mundo hiperprogramado que le apremia para configurar y llenar su “cesta de la compra”. Una vez escrutado deberá comenzar el camino hacia la siguiente evaluación, en la que lo conseguido con anterioridad es el índice cien, que tiene la obligación de superar. Así las agencias múltiples gobiernan a las personas, las unidades, los equipos y las organizaciones. Pero el efecto principal de estos métodos es la producción de las subjetividades requeridas por este sistema. Este es el principio sobre el que se yergue el ejercicio del poder. Se trata de que el sujeto gobernado asuma los supuestos que se le asignan. La gran coacción general sobre la que se sustenta esta forma de gobierno permite que cada cual cierre sus opciones que determina el menú general.

Esta forma de gobierno no considera alternativas. Cualquier disentimiento implica la expulsión a un nuevo purgatorio simbólico en el que habitan los espectros de la vieja burocracia, el taylorismo y los métodos particularistas de las viejas profesiones. Este espacio concentra a los denostados que no asumen los imperativos de este sistema de poder. Los expulsados son denigrados, en tanto que se sobreentiende que se han autoexcluido de elegir por sí mismos. La condena se encuentra revestida de la etiqueta de habitantes del pasado atrasado, que es el peor pecado posible. Porque los penalizados rompen con el sagrado precepto de la adaptación permanente.

Pero, tras la máscara de la ideología de la creatividad, la innovación y la adaptación, la verdad es que este sistema produce autómatas programados que se adaptan a los objetivos que se les imponen en un prudente silencio. No es posible asumir riesgos en un sistema así. La creación y la innovación siempre implican rupturas y son inseparables de tensiones. Siempre pienso en Luis Buñuel, y me pregunto qué sería de él en este tiempo. El comportamiento automatizado es inevitable en este sistema de gobierno. Pero la asunción de la subjetividad requerida genera un grado de simulación y falsificación de los resultados que no deja de crecer. Así se construye la gran adulteración sobre la que se funda la mentira institucional que impera en el presente, que resulta del sumatorio de renuncias individuales derivadas del sometimiento a la gran coacción ocultada y maquillada.

El ambiente resultante es asfixiante. El espacio público queda constreñido a las metas individualizadas y los medios para alcanzarlas. El vacío se hace presente en este sistema de sujetos calculadores. Algunos amigos me felicitan por mi suerte de ser profesor de sociología en un tiempo así. Esperan que cuestiones como la precarización o la corrupción sean tratadas efusivamente en tan venerable institución. No, el espacio público está drásticamente intervenido. El vacío que se deriva de la nueva gubernamentalidad es inmenso. La vida común en la universidad está regida por la sagrada institución de la evaluación. Todo aquello que no tenga un valor asignado por esta es rechazado. Así el silencio prodigioso de la institución que vive fiel al precepto incuestionable del “cada cual a lo suyo”.

La eficacia de esta forma de gobierno para su propia reproducción es incuestionable. Consigue el sometimiento de todos al pragmatismo de la adaptación. Pero el exceso de conformidad termina destruyendo a las instituciones mismas. Estas muestran su incapacidad de regenerarse y producir la inteligencia colectiva necesaria para responder a sus requerimientos. Al constituir la máquina de falsificaciones de la realidad, esta termina por obstruir los procesos y los resultados. Así, la conformidad termina siendo destructiva. Las agencias terminan por modelar a un sujeto que para sobrevivir en ese medio tiene que renunciar mediante la adaptación aniquiladora a la creación. En nombre de la innovación se construye un juego basado en la repetición, que mutila las potencialidades de las personas.

Nos podemos preguntar acerca de las razones por las que se mantiene un orden como el que estoy presentando. Mi respuesta es que el gran descubrimiento de la época es la factibilidad de fugarse de él para regresar. El espacio y el tiempo de la fuga, facilita la reparación mediante el distanciamiento provisional. La vida se descompone en tiempos distintos que alivian a los súbditos gobernados por la nueva gestión y evaluación. El sujeto obediente conforme con todo, que ajusta su comportamiento a lo programado, que experimenta su finitud ante las agencias convertidas en tribunales especiales con rostro amable para quienes se sometan a sus normas y métodos, puede aliviarse en el mundo exterior y reparar los efectos de la obediencia incondicional asociada al estado de conformidad que reina en las organizaciones y empresas.

Un orden social tan eficaz en el sometimiento de los sujetos tiene contrapartidas muy importantes. La principal es que sofoca la creatividad, erosionando el pensamiento. La hiperconformidad es un arma de destrucción masiva de la inteligencia, que no puede desarrollarse en el contexto de uniformidad, en el que el espacio del intelecto se agota en la adaptación a sus propios objetivos. La imaginación queda desplazada y lo colectivo es un misterio inaccesible. Vivir en un espacio así es difícilmente soportable, pero tiene una contrapartida, como es que es imposible no cultivar otras virtudes, como la paciencia para desenvolverse en ese extraño mundo de monolitismo absoluto que apela a cultivar las diferencias mediante elecciones en las esferas de lo secundario. Un mundo de conformistas radicales clonados. Esto es lo que hay



jueves, 21 de enero de 2016

LA SALUD Y LA VIDA EN SUBLIME MENOR

El concepto de salud experimenta transformaciones muy importantes en las sociedades postmodernas. Estas resultan de la pluralidad de agentes, intereses y fuentes que pujan en su formulación. La profesión médica pierde el monopolio de su definición y tiene que compartirlo con varios extraños compañeros de viaje. Los intensos cambios sociales generan una acentuada contraposición entre los imperativos requeridos para mantener la salud en la versión de la medicina actual, asociada a las enfermedades, y los preceptos que configuran una buena vida, que son construidos interactivamente con las industrias culturales, las industrias del cuerpo y las corrientes sociales manifiestas y subterráneas que gobiernan la vida. La revalorización de lo cotidiano implica la generación de una esfera de la vida que se rige por un sistema de sentidos que relega lo racional.

La transformación postmoderna global genera una temporalidad inédita hasta ahora. Se trata del largo fin de semana, el finde, que junto a los distintos períodos de vacaciones, modelan un tiempo en el que se produce una reversión del sistema imperante. En este tiempo liberado de las obligaciones tienen lugar un conjunto de prácticas sociales que son ejecutadas en un sistema social inédito. Maffesoli lo sintetiza certeramente como “el envés nocturno del sistema”. La diferencia más importante entre las configuraciones sociales que viven la sociedad nocturna con respecto a las que rigen en el sistema, radica en que estas no son comunidades racionales que comparten un discurso racionalizado, ni colectivos cohesionados por intereses comunes. Por el contrario, son sistemas sociales sensoriales.

Esta es la razón por la que las venerables ciencias sociales muestran su incapacidad de identificarlas, y ubican sus relaciones y prácticas sociales en un tiempo periférico, diferente a lo que se entiende  como tiempo de trabajo y obligación, al que se denomina como ocio. Así se minimiza  su naturaleza, atribuyéndole una significación menor, como fenómeno subordinado a lo que se considera importante, como la política, la economía, la educación o la salud. Desde hace muchos años soy profesor universitario, lo que permite a mis sentidos acceder a esta realidad, que no deja de crecer interfiriendo la vida académica mediante la consolidación de un cóctel de temporalidades de efectos explosivos.

Las multitudes que se congregan y dispersan en múltiples espacios en los tiempos liberados de la lógica de la obligación, se pueden definir como verdaderas configuraciones sociales unidas por sentir en común. Así se configura una masa dotada de una energía derivada de sus capacidades de sentir. Lo conceptual se disuelve en esta esfera de la vida. La expansión prodigiosa del sentir compartido genera una energía muy poderosa, la marcha, que deviene en pasiones comunes y prácticas vividas. La fuerza de estas es tan potente que lo constituye en un ámbito privilegiado de la vida. La cohesión de este sistema sin centro, estructura ni marco cognitivo compartido, pero dotado de una energía inusitada, se funda en las sensaciones, que se sobreponen a las representaciones cognitivas.

Así la vida adquiere otras dimensiones, más allá de las racionales. Lo que comparece en esta esfera es un sistema de percepción derivado de la movilización de la energía. Así se configura un estado colectivo en el que las impresiones y aprehensiones desplazan a la comprensión. Se trata de un estado de alta emocionalidad compartida, que multiplica las energías de los participantes. Este vigor compartido se articula en torno a estados de efervescencia muy intensos. Un semiólogo italiano, Paolo Fabbri, califica este estado de pasión compartida como “sublime menor”. Con este término alude a una experiencia emocional que designa una propiedad de la subjetividad. Es un acontecimiento de la sensibilidad, una intensificación  de los sentimientos. Lo sublime se deriva de las pasiones. El sublime menor de Fabbri me parece una conceptualización fundamental para comprender la dimensión del nuevo social que nace en los tiempos liberados de la racionalidad.

Los espacios y tiempos regidos por el sublime menor tienen propiedades asimétricas con respecto al sistema, conformado por el estado, el mercado y las familias. En estos prevalece la racionalidad asociada al cálculo. Los comportamientos se rigen por las metas formuladas por la lógica de lo predecible en un tiempo estructurado, gobernado por las normas y la responsabilidad. En las esferas del sublime menor predominan las emociones, los sentidos, las subjetividades y las fantasías comunes. Pero la diferencia más importante radica en la suspensión del tiempo, en el que el ahora alcanza todo su esplendor.

Maffesoli lo sintetiza aludiendo al contagio afectivo que disuelve el individuo en las dimensiones en que ha sido considerado por las filosofías racionalistas. En el magma afectivo las personas entendidas como portadoras de proyectos y cálculos racionales resultan minimizadas. La fuerza del mimetismo colectivo las conforma como efectos de la masificación. En este contexto de vigor festivo se producen múltiples problemas en relación con la salud. Excesos de consumos de estimulantes, violencias, accidentes y otros factores que conforman a la población agrupada en torno a la fuerza del sublime menor como población de riesgo.

La medicina del presente, que es una institución muy viva en tanto que mejora sustancial y permanentemente sus medios diagnósticos y terapéuticos, se muestra incapaz de regenerar sus supuestos para comprender este fenómeno social. Su modelo invariable es entender a los pacientes como homo sapiens las veinticuatro horas del día y los trescientos sesenta y cinco días del año.  El precepto sagrado que la inspira y que no somete a revisión es que la persona decide individualmente mediante la racionalidad. La consecuencia de esta falacia es que es preciso incrementar el imput de la información, porque un sujeto informado modificará su comportamiento.

La incomprensión de la escisión de la vida de la que resulta el sublime menor, la sitúa en una situación de marginación, en tanto que es sorprendida por los efectos de una situación ininteligible desde sus coordenadas. Esta patente marginación es compartida con las profesiones de intervención: psicólogos, pedagogos, trabajadores sociales, e incluso, los participantes de las sociologías y antropologías ajenas a la vida. Así, los problemas derivados de la expansión festiva terminan agregando a estos colectivos profesionales a los policías, magistrados y abogados, todos estimulados por resolver un enigmático imposible.

Durante muchos años he sido invitado por la Facultad de Farmacia a jornadas en las que un dispositivo de especialistas dictaminaba sobre consumos de droga, convirtiendo sus intervenciones en sermones, en tanto que eran ajenos a la vida de los destinatarios, entendidos como estudiantes, sin considerar su metamorfosis festiva. En este dispositivo mi intervención era muy celebrada por algunos estudiantes y ponentes. Pero era definida como “me gusta mucho lo tuyo”. Esta calificación era paradigmática. La contraposición con los discursos médicos eran patentes. Estas se fundaban en infundir el miedo mediante la exposición de imágenes horrorosas de cuerpos devastados por las drogas. Esta era su contribución al imput de la racionalización de la vida.

Pero domesticar las pasiones es mucho más difícil de lo que parece. He sido testigo del choque cósmico que se produce cuando ambos sistemas se encuentran. En Granada se puso en marcha un programa de intervención en el productivo botellódromo. Se trataba de pactar a primera hora de la noche con una persona, que sería sometida a varios controles con el objetivo de que no bebiese. Si salvaba el último control en hora muy avanzada, era recompensado por un premio en metálico. El grupo se lo tomaba como una diversión, y cuando el sacrificado recibía el premio, consumía el equivalente del grupo en un tiempo record. En esta práctica era manifiesta la réplica con respecto al sistema, aunque esta carecía de un discurso racional.

En el tiempo de sublime menor se contraponen comportamientos mecanizados, propios de la peor versión de la sociedad de masas. Pero la fuerza que se hace presente es portentosa. El código imperante es el descubrir y recrear las pequeñas maravillas de la vida, aquellas que sólo pueden ser vividas. Se condensan en estar bien y sentirse bien. Así se configura un problema complejo que reta a la capacidad del sistema de comprender y revisar sus supuestos, requisito básico para estar abierto y aprender. El problema es que la educación y la familia han perdido la exclusiva como sedes de elaboración de las orientaciones de valor. Las instancias derivadas del sublime menor, en donde se vive y se interactúa, detentan una importancia fundamental.

Los principios que articulan la respuesta a este problema, como el formato individual, el supuesto de la racionalidad y el precepto de sujeto autónomo gestor de sí mismo, se encuentran en relación con la baja eficacia del sistema. Así se construye la baja eficacia permanente, que se compensa mediante la creatividad en la producción de los datos que alimentan los sistemas de información. Estos se sustentan en el arte de las distorsiones y las capacidades de ocultar.

Termino recurriendo a un ejemplo de mi juventud. Se trata de Gato Pérez, un músico fantástico que fue un referente de la gran Barcelona de los años del fin del final del franquismo y la transición. Él mismo murió prematuramente en la experimentación de su versión del sublime menor, que define como conexión. Esta es la letra que acredita la fusión del gran Gato con el envés nocturno de la vida. Me parece de una lucidez portentosa y me renueva el dilema de la música, una fuerza tan poderosa.




Este género divino
Esta música excelente,
Que es la música del pueblo
Con la que baila la gente,
Tiene un gran problema amigos,
Tiene un serio inconveniente,
Exige tantas energías,
Que la salud se nos resiente.

Es la rumba y es el tango,
Son el jazz y el rock and roll
Un volcán de sentimientos
Por donde habla el corazón.
Así se gasta adrenalina
Y se bebe mucho alcohol.
Para afinar las emociones
Y acordarse del dolor.

Se fuerza la máquina de noche y de día.
Y el cantante con los músicos
Se juegan la vida.
Se fuerza la máquina de noche y de día.
Y el cantante con los músicos
Se juegan la vida.

Si el cantante va cargado
Casi expresa lo que siente,
Si va fresco canta triste
Y no conecta con la gente.
Melodias eternas encadenan la armonía,
Cuando el músico es sincero
Toca trozos de su vida.

Se fuerza la máquina de noche y de día.
Y el cantante con los músicos
Se juegan la vida.
Se fuerza la máquina de noche y de día.
Y el cantante con los músicos
Se juegan la vida.

Cuando el público se acerca
Y se prende a las canciones,
Una magia misteriosa se apodera del ambiente,
Musica, música, música música y palabras,
Que se combinan en un dialogo
Inédito y profundo.

Se fuerza la máquina de noche y de día.
Y el cantante con los músicos
Se juegan la vida.
Se fuerza la máquina de noche y de día.
Y el cantante con los músicos
Se juegan la vida.


domingo, 17 de enero de 2016

DE LAS LÍBIDOS DEL PARTIDO POPULAR

La constitución del nuevo congreso de los diputados pone de manifiesto el shock estético de muchos de los miembros del partido popular y sus extensiones mediáticas, que en los últimos cuarenta años viven inmersos en su mundo cerrado, ajeno a los cambios sociales derivados de la convergencia de varios procesos de transformación. La mutación antropológica se hace presente súbitamente a sus ojos, mediante las estéticas desconocidas de varias docenas de vasallos, que rompen la severidad homologada de los uniformes en este espacio estancado y cerrado a la sociedad viva regida por la heterogeneidad. El verdadero espectáculo que tiene lugar es el que proporcionan aquellos incapaces de metabolizar los cambios estéticos,  las formas de estar presentes, así como los modos de habitar esta venerable institución, en la que la brecha con los mundos sociales plurales se hace ahora palmaria.

De este modo se aviva el activo antropológico de mayor envergadura que se aloja en esta institución, que es Celia Villalobos, la cual visibiliza  el discurso oculto de estas élites aristocráticas, que perciben a los vasallos como portadores de piojos. Así se hacen inteligibles y coherentes las medidas de política económica y social que los castigan, y que son expresadas en unos términos que en este blog he denominado como “el ensañamiento”. También la periodista Pilar Cernuda gana el premio al apartheid de los discriminados por su fino olfato recombinado con sus fantasías y temores.

La movilización de la percepción de los diputados investidos de hidalguía atribuye a los recién llegados el estatuto de portadores de suciedades, pero, además, los perciben como extraños sujetos que ríen, se besan, muestran sus efusiones amistosas y son ajenos a los rangos y rituales de saludo imperantes. De nuevo me remito al argumento antropológico. Se entiende como intolerable su desparpajo el primer día del curso, en el que sus modales trascienden la norma de la subordinación asumida que se  requiere a los nuevos, que tienen que mostrar su supeditación a los veteranos. No es de extrañar que la incidencia principal derivada de la nueva versión de la guerra de los mundos se haya incardinado en una mujer y un niño. Esta suma el doble vasallaje derivado de su condición de recién llegada y mujer.

El primer episodio de este desencuentro se ha trivializado en los media, ignorando el fondo de la cuestión. Pero, por debajo de la estética y las reglas de convivencia, late un desencuentro mayor. Los que fueron percibidos como intrusos en el templo del poder legislativo, la vieja izquierda, en tanto que su origen social es lejano al de las élites económicas y sus linajes cruzados, acataron la norma estética imperante desde el comienzo del juego. Así recrearon un manual de la distinción, que remite al célebre texto de Pierre Bourdieu. Porque portar un conjunto de traje, camisa, corbata, zapatos y complementos, dotado de coherencia y adecuado a las pautas del gusto establecido, es una cuestión que remite a la cuna. Así, muchos de los recatados y agradecidos izquierdistas que han transitado por el congreso, han mostrado sus carencias estéticas, reforzando la pirámide del gusto. En ese mundo, donde las combinaciones de cortes, tejidos y colores hablan elocuentemente, y donde las corbatas y los zapatos adquieren su esplendor en el conjunto, la izquierda, con excepciones, ha acreditado su subalternidad estética, que complementa a  la política.

De ahí resulta una rígida uniformidad de las ideas, de las políticas y las deliberaciones que homologan en gris a esta institución, que se acompaña de las indumentarias, las comunicaciones  y los hábitos de convivencia. Este es el mundo construido a su medida por el partido popular tras largos años de puja con sus rivales procedentes de los mundos del trabajo. Las sucesivas arribadas de estos al gobierno han significado la ejecución de un tratado de buenas maneras para asumir las urbanidades de los verdaderos propietarios del poder. Por debajo de las duras oposiciones ejecutadas por el partido popular y sus terminales mediáticas, se encuentra el canon estético. El desprecio a Zapatero es un monumento a la semiología de la moda de Barthes o de la distinción de Bourdieu. Un abogado de provincias sin fortuna familiar es vilipendiado con el argumento del gusto. Por el contrario, entre algunos de los vasallos desembarcados en el gobierno, la metamorfosis estética y personal de Alfonso Guerra le confiere un respeto especial y el estatuto de hombre serio.

Para comprender el fondo de la cuestión, la articulación entre lo político y lo estético, es menester acudir a una fuente pertinente. Se trata de un pensador tan sólido y original, así como reinterpretado y relegado, como es Agustín de Hipona o San Agustín, autor de una obra sólida y sugerente.  No es casualidad que sea eclipsado en su tiempo  por el tomismo aristotélico, siendo así desplazado a la periferia del logos occidental. Su concepto de líbido es un referente importante, que siglos después es recuperado y reformulado en otras coordenadas por autores fundamentales, principalmente  Freud. En la versión agustiniana, se trata de la contraposición entre el deseo infinito devenido en frustración, en tanto que se incardina de los objetos finitos. Esta líbido es una energía fundamental. Pero esta no es única, sino que cabe distinguir entre tres de sus variedades, que son inseparables, aunque diferentes. La líbido sciendi, que es la necesidad de saber y de comprender. La líbido sentiendi que es la necesidad de gozar y sentir. Por último, la líbido dominandi, que se puede definir como la ambición, la posesión, la acumulación y la dominación. Esta es la voluntad de poder.

El argumento de San Agustín permite comprender la descompensación de las líbidos de unas élites como las del partido popular. Tanto la líbido sciendi como la sentiendi son manifiestamente deficitarias. No son energías que impulsen sus procesos internos y sus líneas de actuación. Las clases dirigentes españolas han estado confrontadas  invariablemente con la ciencia, el pensamiento y el arte. Esta es una maldición eterna que adquiere formas nuevas. El pretendido emperador Aznar se encontró con un conflicto intenso con el mundo del cine. La recuperación del gobierno en 2011 conlleva la ejecución de políticas fiscales que mortifican a la cultura y también a la investigación. Estas decisiones no son nuevas, sino que se pueden comprender insertas en una larga secuencia histórica. La líbido sciendi es relegada y penalizada severamente.

También los mundos que nacen en los años sesenta en torno a la explosión de la líbido sentiendi son extraños al orbe cultural de los populares, cuyo rechazo a los mismos es patente. Las mutaciones derivadas de las distintas contraculturas, feminismos, movimientos sociales alternativos y otros factores, encuentran una oposición férrea, pero dotada de una estrategia flexible que aprovecha los mercados derivados de las mismas, construyendo simultáneamente murallas en las instituciones y organizaciones, para que permanecen blindadas frente a las olas de cambio. El rechazo obstinado a la normalización de lo gay es elocuente. Cada año la fiesta del orgullo es testigo de una resistencia abierta y también encubierta, que adquiere la naturaleza de numantina.

El mundo social del partido popular se funda en la líbido dominandi. Esta configura el núcleo de sus configuraciones sociales. La naturaleza de su proyecto es el gobierno de lo político, de las instituciones y de lo social. Lo decisivo es detentar la mayoría en las organizaciones empresariales, en la judicatura, en los cuerpos de élite de la administración, en el ejército y en la iglesia. Su hegemonía blinda a  las instituciones de los cambios. Como soy profesor de cambio social, sugiero a los alumnos que acudan como espectadores a un juicio. En esas salas se recrea una situación social insólita, de modo que proporciona al espectador una experiencia casi mística sobre la permanencia de un mundo congelado y ajeno a la sociedad.

La maximización de la líbido dominandi reporta un conflicto latente y permanente con los mundos de la cultura, de la investigación y de la universidad. En esta solo puede ocupar una parte de los feudos académicos. La consecuencia es la crueldad con que se aplican las políticas de la educación. El odio a los docentes se administra mediante la aparición de las frases que muestran su imaginario en momentos de desvarío. Esperanza Aguirre ostenta el récord de desprecio. Porque el arquetipo de esta formación social es el heredero que administra su legado consecuentemente o el ascendido de los infiernos del trabajo mediante una serie de jugadas sucesivas combinadas con el servilismo a los detentadores de los gobiernos. Desde esta perspectiva el docente es entendido como un perdedor carente de ambición que invierte demasiados recursos en actividades que no reportan recompensas sustantivas.

En estas condiciones lo decisivo es saber mandar. El arte de gobernar estriba en un conjunto de pautas expeditivas que se sintetizan en el concepto de capitanear. En este modelo la fuerza representa un vector fundamental. El atributo más importante es ser temido. Para ser respetada, una clase así tiene que mostrar sin ambigüedades su firmeza. De este modo compensa sus déficits de creación. Así se explica su desprecio a sus contendientes históricos, frente a los que no muestra ninguna compasión.  Su pétrea firmeza frente a los hijos y nietos de los que se encuentran enterrados en las cunetas representa un emblema de su modo metálico de ejercer el poder. En todos los conflictos se manifiesta este atributo. Su inacción en el conflicto catalán no es la consecuencia de su deficiencia estratégica y política, sino más bien su definición de la situación como un desafío, frente al que la única respuesta es el escalamiento y el castigo a los insubordinados.

Los encargados de administrar este orden de dominación están investidos de unas estéticas y modos de vida congruentes con esta situación. La sobriedad es la regla y la homogeneidad la ley. De ahí que se entienda la llegada de los herederos de las distintas contraculturas y mutaciones antropológicas como una provocación. La diversidad vivencial se entiende como una transgresión. La cámara se sobreentiende como una institución en la que impera un orden equivalente a las instituciones uniformadas. Así la coherencia de las descalificaciones, que constituyen la expresión de la movilización del marco cognitivo asociado a la líbido dominandi, de la que el partido popular acumula un excedente considerable. Si es así se puede esperar que se produzcan sucesivas ediciones de la confrontación estético-política, en la que los atuendos forman parte de imaginarios encontrados.




viernes, 8 de enero de 2016

LAS FLORES A LAS SEÑORAS DE LA LIMPIEZA Y LAS FILAS INDIAS

Esta es una fantasía que quiero compartir con las personas que leen el blog. Trata de un nuevo movimiento social que aparece en mi imaginación en este tiempo. Este es congruente con las condiciones sociales imperantes, contribuyendo a desatascar la acción colectiva en España, que se encuentra estancada en distintos movimientos sociales anclados en varios pasados, con alguna excepción, como Stop Desahucios. El 15 M contribuyó a una ruptura en el campo de la movilización, abriendo nuevos repertorios de acción y líneas de transformación social. Pero la mayor parte de los sectores sociales penalizados en estos años  se encuentra en una situación de indefensión interiorizada en espera de que algún libertador los represente en las instituciones o en el mundo ficticio de las pantallas.

La idea de este texto procede de la visualización en mi entorno cotidiano de las condiciones laborales progresivamente aciagas de las mujeres de la limpieza de la universidad. La empresa desarrolla una política de personal muy agresiva, minimizando los salarios, reduciendo la plantilla e incrementando la carga de trabajo. Cada negociación es una vuelta de la tuerca en la dirección de mermar los antaño derechos laborales. En particular, en los últimos quince años se evidencia la eliminación de mujeres que han dejado de ser jóvenes. Estas desaparecen en el silencio de los pasillos. Me pregunto en dónde están, aunque me las imagino en el limbo de los números, arrojadas al margen de la senda de las luces y el triunfalismo.  La fuerza laboral es tratada por métodos utilizados antaño en la trata de esclavos, seleccionando a los más fuertes y descartando a los más débiles. Este infortunio compartido tiene lugar ante la invisibilidad e indiferencia de las personas próximas en su trabajo.

Todo empezó casualmente. Las señoras de la limpieza estaban sometidas al nuevo modelo de gestión de las empresas de servicios, que en esos años se regían por el principio de abaratar los costes laborales para incrementar los beneficios desbocados. El mercado de trabajo proporcionaba miles de jóvenes candidatas que ni siquiera preguntaban acerca de las condiciones laborales. Consideraban un privilegio estar un tiempo sucinto en esta situación de sobrecarga de trabajo, para volver de nuevo al extraño mundo de las colas de espera del paro, estimuladas por la esperanza de repetir, en tanto que su pasaporte laboral se había reforzado.

No sé cómo ocurrió pero un día varias personas, profesores y algún estudiante, informados del penúltimo episodio de retroceso laboral de estas empleadas,  convinieron comprar unas flores y entregárselas en la facultad. Con esta acción no pretendían mejorar inmediatamente sus condiciones laborales, en tanto que eran conscientes de su insignificancia en el campo de fuerzas que decide acerca de las mismas. Lo que querían era expresar su reconocimiento y revalorizar su trabajo. Se trataba de poner de manifiesto un gesto hacia quienes realizan el trabajo de limpiar cada día las aulas, los pasillos, los retretes, los despachos y las escaleras. Porque este trabajo era invisible en el mundo fragmentado y automatizado  de la facultad. El objetivo era la evocación pública a su aportación y la simbolización de su dignidad laboral.

Fue difícil determinar cómo hacerlo. Pero al final se hizo la entrega a media mañana en un hall  por el que pasaban varias limpiadoras. Se abordó a tres de ellas para contarles que las flores eran para todas, así como el sentido del agasajo. Se les pidió que lo hicieran llegar a sus compañeras del turno de tarde. En el momento de la entrega las mujeres se manifestaron perplejas e inseguras. No sabían bien cómo interpretarlo. Los universitarios fueron cálidos  y cordiales, aunque la situación era extraña, en tanto que inédita. Tras una conversación un poco forzada en unos breves minutos las personas retornaron  a sus tareas. Como ninguna de las señoras de limpieza decidió hacerse cargo del ramo de flores este se decidió dejar el ramo en un lugar de paso cercano a su salida.

Este suceso apenas tuvo un impacto en el gélido y fragmentado sistema humano de relaciones de la universidad. Entre las limpiadoras se comentó mucho, aunque aparecieron distintas interpretaciones. Entre profesores, estudiantes y personal de administración apenas se habló. Parecía un suceso aislado. Pero en los días siguientes, algunos encuentros rutinarios en los pasillos-desiertos, se produjeron intercambios de saludos y algunas palabras cordiales que rompían la pauta de la indiferencia glacial inscrita en el convencional “buenos días”. En las semanas siguientes se volvió a repetir la historia de las flores y los pasillos fueron testigos de cierta descongelación de las relaciones, que ciertamente afectaba a muy pocas personas. En estos encuentros se comentaron algunas incidencias  de enfermedades, problemas laborales y de las condiciones de trabajo. Todas ellas en clave cotidiana.

En los meses siguientes este suceso se comentó en las redes y comenzaron a producirse otros semejantes en distintos ámbitos sociales. Algunas de las personas participantes en la experiencia del 15 M, así como otras personas decepcionadas con el curso y el desenlace de los conflictos convencionales, así como con el devenir del campo político, que los convertía en aplaudidores, espectadores y cuerpos inertes que llenan los espacios de las movilizaciones convencionales,  contribuyeron a su promoción. De este modo se tuvieron lugar muchas acciones de reconocimiento a distintos empleados precarios, trabajadores en conflicto, informales, cuidadores y otras categorías. Algunas mañanas, pequeños grupos de personas acudían a las oficinas del inem, para manifestar su apoyo y reconocimiento a los allí congregados. Se hicieron representaciones teatralizadas cargadas de humor criticando el currículum y algunos músicos actuaron allí. También tuvieron lugar distintos eventos minúsculos como el apoyo a los nuevos contratados en distintos sectores laborales y también a quienes finalizaban los contratos.

Estas microacciones se realizaban de forma diferente al pasado. Eran encuentros breves en los que se producía una conversación en clave cotidiana. En ellos se afirmaba la idea de que todas las personas tenemos distintas capacidades y somos necesarias. En el caso de las situaciones de infortunio la responsabilidad no era de la persona sino de una sociedad incapaz de promover actividades inclusivas. No se proponía nada específico sino  promocionar la ayuda mutua , reconocer a la gente y mostrarle sentimientos de apoyo. De este modo se abría una brecha en el sistema cotidiano de las personas vulnerables que se encuentran rigurosamente atomizadas e individualizadas, fragmentando su cotidianeidad en esferas separadas que les conferían el papel de trabajadores, viajeros, espectadores, consumidores y usuarios de actividades de ocio.

El episodio de las flores a las señoras de la limpieza y la estela de microacciones que propició, coincidió con otro acontecimiento nuevo. En esos días tenía lugar el  juicio del caso Nos, en el que se encontraba imputada la Infanta Cristina. Resulta que, dadas las prácticas predominantes en la justicia de ese tiempo, esta fue eximida de su responsabilidad mediante su homologación con el caso de un célebre banquero, que se denominaba como “la doctrina Botín”. Este evento suscitó una gran indignación que acrecentó las intensidades mediáticas. Pero la gente, convertida en espectadores, no tenía ninguna posibilidad de protestar efectivamente. Se ponía de manifiesto que las protestas contra la corrupción desbocada apenas tenían influencia. Entonces, algunos grupos pusieron en marcha una idea que generó una nueva forma de protesta.

Se trataba de caminar por las aceras en fila india. El tránsito se hacía en relativo silencio. La gente que lo inventó y lo puso en marcha eran personas insatisfechas con las pautas de la movilización convencional. El código de estas era la concurrencia en una masa de cuerpos de gran magnitud. Pero estas concentraciones habían manifestado sus limitaciones, en tanto que a partir de un umbral se estancaban, su reiteración erosionaba su significación y otorgaban un papel pasivo a los participantes. Solo en algunas situaciones límite eran eficaces, tales como las de la guerra de Irak, las del 15M o las primeras contra los recortes. Pero era imposible sostenerlas y su declive era inexorable.  Estas se inscribían en el paradigma de lo grande y lo global en detrimento de lo pequeño, lo singular y lo vivo.

La proliferación de conflictos había generado una reacción adversa de los poderes de la época, que concluyó en su penalización mediante la nueva ley de seguridad ciudadana. Con este arsenal represivo, el partido popular y sus socios consentidores del parlamento habían conseguido menguar las grandes concentraciones. Las filas indias fueron la primera respuesta imaginativa que revertía la situación. La fila india procede de las caminatas de los indios en una geografía adversa que estrechaba los senderos. La metáfora era perfecta. En España, hace algunos años, un movimiento feminista, Precarias a la Deriva, reinventó el paseo en grupo y en fila, dotándolo de sentido.

La fila india ofrece un papel activo a muchos activistas degradados en las actividades pasivas de las grandes manifestaciones. Significa la recuperación del sentido de disputar el espacio público vaciado por un sistema político que privilegia sus dispositivos penales y policiales. Así se genera una contestación visible, perceptible y difícil de neutralizar. Se trata de evidenciar una crítica a un poder manifiestamente autoritario, que se funda sobre una ciudadanía manifestada en la ficción de las encuestas, la participación en las audiencias y la excepción de los alegres días de las elecciones. Frente a este poder el movimiento exporta la contestación y la disemina.

Las filas indias constituyeron un acto creativo de un movimiento poderoso y difícil. Cada participante era imprescindible en tanto que testimonio crítico de lo que el poder autoritario invisibiliza. La forma de estar así en el espacio público remitía a la dignidad y a la inteligencia. Todos los partícipes son necesarios como testimonio vivo en el espacio público de crítica al poder. Así, evidenciaban que eran imprescindibles en la contestación a la corrupción y el autoritarismo, reafirmando un modelo de acción colectiva que significaba una pequeña experiencia de democracia móvil, que se disemina por el espacio público dotándolo de un nuevo sentido.

Se había creado una nueva forma de acción, muy adecuada a las nuevas sociedades y subjetividades. Esta era diferente a su antecesor, el piquete de huelga. Sus supuestos y sus métodos son distintos. En tanto que el piquete interviene proponiendo un comportamiento, la fila india se rige por el supuesto de la visibilización de lo oculto, de lo impresentable del poder. El sentido es estar expuesto a las miradas de los próximos. La producción y persistencia de un espectáculo que hace posible la erosión de la imagen que trasmiten los medios. La evocación de las madres de mayo argentinas es imprescindible. Por eso, a diferencia del piquete es preciso controlar los lenguajes, lo simbólico y la frontera entre el participante, la fila y los espectadores. La nueva forma de acción colectiva desterraba la idea de vanguardia y establecía un procedimiento horizontal.

En los siguientes meses se multiplicaron las filas indias en numerosos escenarios. Se congregaron en distintos puntos de las ciudades e inventaron múltiples itinerarios y tiempos. En su comienzo fueron invisibles a los ojos de la sociedad oficial, al igual que lo que ocurrió con el 15M. Tuvieron que aprender de distintas situaciones críticas producidas por agresiones verbales, excesos policiales, fatiga de muchos de los participantes y la presencia de comportamientos heredados de los vetustos piquetes. Las filas no podían reproducir ese modelo. No eran una invitación enérgica a una acción inmediata. Se trataba de exponerse a las miradas, problematizar los efectos de las desigualdades, del autoritarismo y la corrupción y reivindicarse como ciudadanos activos resistentes al gobierno neoliberal.

Las filas indias desarrollaron un aprendizaje colectivo sobre su propia experiencia. Aprendieron a pararse en determinadas situaciones; a conversar con algunas de las personas que se acercaban; a expandir sus mensajes y sus imágenes en las redes; a gestionar las situaciones de tensión producidas por su presencia; a administrar la exposición de sus contenidos y símbolos. Su lenta expansión denotó su capacidad creativa que se manifestó en sus bifurcaciones. Se inventaron múltiples iniciativas. En algunos lugares aparecieron pequeños foros de deliberación en espacio público en la que los participantes portaban pequeñas sillas que formaban un círculo. Otros en algunos barrios convocaron a los vecinos a una conversación en los portales durante una hora. Los múltiples creadores como pintores, escultores, fotógrafos, creadores de imágenes, poetas, músicos y otros creadores promovieron múltiples actividades.

Todas las prácticas se fueron acumulando y generaron múltiples canales, rutas, relaciones y actividades comunes. Las mismas organizaciones viejas fueron afectadas por la emergencia del nuevo repertorio que ofrecía múltiples posibilidades a cada persona de hacer. Este movimiento pugnaba con el poder  por la reapropiación del espacio público y por las definiciones de las situaciones, las personas y las finalidades sociales. Tuvo que gestionar su propio crecimiento, coordinación y relación con las antiguas organizaciones. Pero, cuando fueron convocadas grandes manifestaciones con ocasión de nuevos eventos críticos, fue cuando se evidenció este entramado que había modificado la situación, generando un potencial de organización, creatividad, saber y cooperación inédito hasta entonces. La gente tenía más orgullo de sí misma y de sus capacidades.

El acontecimiento más exasperante  que he vivido los últimos tiempos es la lectura de un mensaje en twitter de un activista crítico, que  se manifestaba indignado porque había acudido voluntariamente como público al programa “El Hormiguero” de Antena 3. Lo hizo el día que el invitado era Albert Rivera.  Decía que fue obligado a aplaudir contra su voluntad. La confusión de este activista, devenido en espectador-aplaudidor,  es mayúscula. Ignora la naturaleza de los dispositivos de comunicación de masas y del poder. Representa la alegoría de la confusión generada por un mundo que solo se puede ver, votar, aplaudir o criticar desde el exterior del mismo. Pretender un cambio en las coordenadas de ese mundo es un ensueño disparatado.

Los actos de reconocimiento a los degradados, como el de las señoras de la limpieza, con sus encuentros y conversaciones, así como las filas indias, que son un acto social que pone en común una protesta minúscula y modifica el espacio público creando lugares y trayectos comunes, generan una nueva sociedad en la que el espectáculo mismo es cercado por la imprevisible de los microactos protagonizados por personas. El movimiento social naciente establece sociabilidades puente con la vida cotidiana, creando un espacio liberado de la tiranía de los expertos. Me pregunto si una cosa así, o parecida, es posible, porque tengo muy claro que es necesaria.


miércoles, 6 de enero de 2016

EL CANTÁBRICO


Desde mi infancia me he cruzado con el Cantábrico. Esta es de las mejores cosas que han sucedido en mi vida. Es un mar especial para mí. Ha obsequiado generosamente a  todos mis sentidos. Me ha regalado sus colores, que visten los paisajes del litoral tan diferentes y llenos de matices. La gama de grises tan diferentes e intensos: los de los días de viento sur, los nublados en transición, los del chirimiri, los de las lluvias intensas, de los temporales y de los intervalos. También los colores claros de los días de verano con viento del nordeste. Sobre mi piel los vientos permanentes que cambian todos los días, anticipando los estados meteorológicos y sus colores. Sobre mis oidos el ruido de las olas sereno de las noches de verano, que se alternan con los de los vientos encrespados en las marejadas. También una gama muy amplia. Pero es el olfato el sentido más perjudicado viviendo en el interior. El fuerte olor a salado me encanta. En distintas etapas de mi vida, al llegar desde Madrid a Santander o Bilbao, me embriagaba de su olor especial. Aunque en los últimos años mis fugas son a Canarias, el Cantábrico sigue siendo un recuerdo estimulante.

En los días de temporal o galerna, veo las imágenes en las pantallas que me rodean y me lleno de nostalgia. El grandioso espectáculo del Cantábrico me retrotae a mi mejor pasado. Por eso paso dos videos del Cantábrico en acción en Santander y San Sebastián. En las dos ciudades he disfrutado de días de temporal. Podéis encontrar muchos videos buenos.





Después de vivir una jornada de furia del Cantábrico es recomendable complementarla  rindiendole un homenaje mediante la movilización del gusto, el sentido que faltaba. He elegido un manjar de este mar prodigioso, un pescado que me gusta mucho y que evoca a Carmen. En nuestros viajes a Cantabria en automóvil, cada cien kilometros aludía a ellas. Se trata de las rabas. Ante tan prodigioso producto no tengo muchas palabras. Sólo recomiendo comerlas. Paso un video elocuente




sábado, 2 de enero de 2016

LA MODERNIZACIÓN DE LOS TRAMPOSOS: DE VIRPA A VIRZA

En 1959 se estrenó “Los tramposos”, una película de Pedro Lazaga, que mostraba con humor las peripecias de tres personas de la época que vivían en los márgenes mediante las trampas, delitos menores chapuceros y otras transgresiones, que aprovechaban la inferioridad de algunas personas o la ambigüedad de determinadas situaciones. La película mostraba elocuentemente la sociedad española de la época, sintetizada en la chapuza como obra de arte. Tony Leblanc y Antonio Ozores encarnaban la versión de la delincuencia, que hoy se denominaría 0%, en formas afables.

La película termina  con su rehabilitación y conversión en empresarios legales, mediante la creación de una empresa de transporte para turistas, VIRPA, denominación que fusiona los nombres de ambos, Virgilio y Paco. Las escenas del final son memorables, en tanto que su reconversión a la legalidad mantiene el espíritu cutre y rancio de la época. Sus trajes, sus modos de pensar y hablar y la secuencia final de su motorización en los inefables “Biscuter”, muestra el paradigma del capitalismo primitivo y atrasado español en una versión entrañable.

Muchos  años después, ya en la democracia, el bienestar expandido y la autoproclamación pomposa de la modernización, se produce el asalto a las cajas de ahorro por parte de las élites políticas, empresariales y sindicales. Se trata de la puesta en escena de la versión local y castiza del pujante management, reeditado por las renovadas élites recién integradas en la mítica Europa. En la conciencia colectiva, este acontecimiento se identifica en el saqueo a Caja Madrid, pero la verdad es que todas las cajas y una buena parte de empresas públicas fueron desvalijadas por los recién salidos de las autarquías múltiples que concurrían en la sociedad española del franquismo. Este acontecimiento muestra el inmutable espíritu de los tramposos.

 En este caso, los asaltantes son una parte muy importante de la clase dirigente del postfranquismo. Sus contingentes integran a miembros de familias de postín; nobles rancios  venidos a más como consecuencia de la multiplicación financiera; empresarios de ocasión;  políticos de todas clases; tecnócratas múltiples; gentes de la izquierda fascinadas por el poder y el dinero; sindicalistas desbocados aspirantes a la cogestión de los beneficios; periodistas disponibles cien por cien;  intelectuales en estado de excedencia; profesionales de la economía aplicada en busca de redención; exburócratas de altos cuerpos de la administración movilizados por las oportunidades que proporciona la expansión económica; veteranos del franquismo que aportan su experiencia; empresarios primitivos estimulados por el nuevo estatuto simbólico de la gestión; gentes ansiosas por superar lo que entienden como sus rutinas y deseosas por multiplicar su estatus social, y también otras personas y parentelas ascendidas por la convergencia entre las burbujas en los dorados años ochenta y sucesivos. A todos ellos cabe sumar los múltiples abogados  siempre disponibles.

En esta corte de ilustres pillastres y bribones  cabe destacar la presencia de algunos universitarios relevantes, así como gentes del pensamiento y la cultura, relevantes en las industrias culturales, que en algún momento anterior fueron creadores. El hecho más sorprendente es la comparecencia en esta coral de la corrupción de Virgilio Zapatero, que desempeña en los años del saqueo el papel de vicepresidente de la caja. Su participación estelar en la gestión chusca y malévola  de esta entidad financiera, no solo en el uso de las tarjetas black, sino en todo el proceso de gestión catastrófica, en la que la disipación de activos y las transferencias a los socios de la clase dirigente española adquirió un volumen insólito.

Por esta razón entiendo que la presencia de Virgilio Zapatero, VIRZA, es el elemento más elocuente de los vínculos entre esta entidad y las instituciones políticas y económicas del postfranquismo. Así se explican los silencios, las complicidades que conforman un entorno favorable a los sagaces “gestores” devenidos en un grupo de rufianes que llegan a desposeer a sus mismos clientes de sus patrimonios. Pero es importante reseñar que el escándalo de Caja Madrid no es un acontecimiento aislado, sino que comparte sus métodos y objetivos con el conjunto del sector financiero público en estos años. Así se conforma la institución financiera en la “Caja Común” de la clase dirigente española. Su experiencia sirve de modelo para la gran reestructuración de la sociedad que adquiere la forma de reapropiación de las élites y desposesión de los activos de los beneficiarios de la expansión económica acaecida en los años dorados.

Así se consuma el cambio histórico que mantiene el núcleo inmutable que representa el modelo de VIRPA, para adquirir otras formas y máscaras que conservan los elementos del desprecio a las personas estafadas, lo cutre en el modo de operar, además de la imaginación para encontrar víctimas y situaciones ambiguas propicias. El paradigma de lo granuja se remodela en la España del PIB  pródigo y el estado dadivoso. La era de la abundancia se reestructura mediante el asalto de los fuertes a los débiles. Así los bancos comienzan un proceso de reapropiación, que después van a seguir las empresas bajando el precio del trabajo y el estado emprendedor disminuyendo las prestaciones. De la conjunción de estos procesos regulados por su gradualidad resulta una inequívoca desposesión para millones de personas, de modo que se invierte la tendencia ascendente que ha presidido sus vidas. Aquello que se denomina como “el cambio” y se ha dirimido en las recientes elecciones es justamente la congelación e inversión de la desposesión.

La presencia de VIRZA en el proceso de degeneración de las cajas de ahorro es sintomática, en tanto que representa a la “inteligencia” de la oposición al franquismo. El grupo de intelectuales y profesores congregados en Cuadernos para el Diálogo, desempeñó un papel fundamental en la creación de conocimiento que amparaba a la combativa, pero intelectualmente famélica, oposición democrática. VIRZA acompaña con sus artículos y sus libros al grupo que referencia el proyecto del PSOE de los primeros años. Este grupo es relegado gradualmente por el ascenso de los economistas en la estela de Miguel Boyer. El declive de su influencia se compensa mediante el ascenso en el territorio gubernamental. Así Virgilio es nombrado ministro de Felipe González.

La deriva de VIRZA ilustra la decadencia de las instituciones del postfranquismo. Tras su vuelta a la universidad, donde llega a ser rector, se incorpora al flujo de la deserción de la inteligencia, terminando su migración en las instituciones financieras. El aparato del PSOE queda a merced de los economistas neoliberales, los tecnócratas globales europeos, la casta de gestores polivalente y los nuevos expertos en gobernabilidad. El pensamiento se disipa, acompañado por las ciencias humanas y sociales que minimizan sus aportaciones. El declive del periodismo cierra el círculo. La universidad queda neutralizada, siendo subordinada a la nueva inteligencia, que anida en las empresas estrella y en los medios de comunicación. Este es el contexto en el que se produce la metamorfosis de VIRZA en el tránsito de las élites españolas.

La deserción de la antigua inteligencia es paralela a la expansión del mito de la gestión. La versión local de la misma es desempeñada por la generación de los hijos de las familias poderosas de la España convencional, cuyo origen es muy anterior al franquismo. Así, la nueva generación de los sucesores, formados en la red universal de las escuelas de gestión, conservan los elementos invariantes que constituyen su identidad. El núcleo fundamental radica en la preponderancia del concepto de golpe o pelotazo. No importa tanto generar y desarrollar una empresa sólida, porque lo importante es obtener beneficios mediante la combinación de jugadas de riesgo y oportunidad. Esta generación de gerentes a la española, favorecidos por la neutralización del pensamiento y las ciencias sociales, ha destruido en los últimos veinticinco años una buena parte de las empresas productivas.

Este es el contexto que confiere interés, en tanto que arquetipo individual a VIRZA. Intelectual comprometido que nutre a las instituciones políticas, universitario que desarrolla una carrera que concluye en rector de su universidad, participante destacado en proyectos de edición de publicaciones, así como animador del mundo de la inteligencia que alumbra la democracia. Desde ese mundo VIRZA salta al excitante mundo de la gestión, que le permite desembarazarse de las rutinas de la vida universitaria y profesional. Su caso es emblemático. Así concluye su vida política y universitaria, carente de estímulos en comparación con el vértigo de la nueva gestión en el tiempo de inicio de la gran desposesión de los distintos contingentes que han experimentado una movilidad social ascendente.

La información del gasto efectuado con su tarjeta es significativa, en tanto que marca las diferencias y sanciona la idea de que no todos son iguales. Además de los gastos en restaurantes, hoteles, floristerías, chocolaterías, viajes, peajes y  gasolina, VIRZA gastó nada menos que 3.500 euros en libros y 300 euros en el Teatro Real, así como un curso de idiomas en una prestigiosa academia de idiomas. Así conforma el segmento ilustrado de los asaltantes ejecutores de la desposesión. Aquí radica la diferencia fundamental entre ambos Virgilios.

La trayectoria de VIRZA ilustra el devenir de la “inteligencia” que impulsó la oposición antifranquista y la instauración de la democracia. Esta ha sido neutralizada mediante su cooptación por los gobiernos, las empresas de comunicación y las industrias culturales. En ausencia de pensamiento crítico y con la renuncia de las ciencias sociales a su autonomía, las cogniciones son colonizadas por los poderes. Una de sus manifestaciones es precisamente la trivialización de la última generación de líderes partidarios. Pedro Sánchez es su expresión más sofisticada. Su perfil no presenta dudas.

En este contexto, VIRZA se defiende alegando que devolvió el dinero de la tarjeta. Así se inscribe en las estrategias jurídicas de los tramposos poderosos protagonistas de la desposesión. La coalición entre los expertos jurídicos y los profesionales de la mediatización determina la congelación de los sumarios, que se dilatan en el tiempo, siendo así reemplazados por otros acontecimientos en la confección de la sagrada actualidad. Así se debilita la historia y la memoria. En el caso de su compañero Blesa casi se ha disipado completamente. En la memoria colectiva ya no estará con Peces Barba o Elías Díaz, sino con Blesa, Rato, Trillo, Chaves y otros prohombres de la modernización. En Google se ha difuminado su perfil de catedrático de Filosofía del Derecho para aparecer como gestor de Caja Madrid.