Presentación

PRESENTACIÓN

Tránsitos Intrusos se propone compartir una mirada que tiene la pretensión de traspasar las barreras que las instituciones, las organizaciones, los poderes y las personas constituyen para conservar su estatuto de invisibilidad, así como los sistemas conceptuales convencionales que dificultan la comprensión de la diversidad, l a complejidad y las transformaciones propias de las sociedades actuales.
En un tiempo en el que predomina la desestructuración, en el que coexisten distintos mundos sociales nacientes y declinantes, así como varios procesos de estructuración de distinto signo, este blog se entiende como un ámbito de reflexión sobre las sociedades del presente y su intersección con mi propia vida personal.
Los tránsitos entre las distintas realidades tienen la pretensión de constituir miradas intrusas que permitan el acceso a las dimensiones ocultas e invisibilizadas, para ser expuestas en el nuevo espacio desterritorializado que representa internet, definido como el sexto continente superpuesto a los convencionales.

Juan Irigoyen es hijo de Pedro y María Josefa. Ha sido activista en el movimiento estudiantil y militante político en los años de la transición, sociólogo profesional en los años ochenta y profesor de Sociología en la Universidad de Granada desde 1990.Desde el verano de 2017 se encuentra liberado del trabajo automatizado y evaluado, viviendo la vida pausadamente. Es observador permanente de los efectos del nuevo poder sobre las vidas de las personas. También es evaluador acreditado del poder en sus distintas facetas. Para facilitar estas actividades junta letras en este blog.

jueves, 23 de marzo de 2023

MOCIÓN DE CLAUSURA

 

Tiene glamour para maquillar la decadencia

Moria Casán

¿Qué es un cínico? Es un hombre que sabe el precio de todo y el valor de nada”

Oscar Wilde

Quien canta, sus males espanta

Sancho Panza

 

La moción de censura presentada por Vox, protagonizada por Ramón Tamames, ha constituido una parodia abrumadora, que, más allá de su materialización, representa inequívocamente un deterioro bochornoso de la democracia española, cuyo agotamiento se evidencia en sus discursos, sus prácticas políticas, sus actores, sus vetustas instituciones y las legiones mediáticas que congrega para construir sus triviales narrativas. El sistema político sigue la pauta instaurada por una de sus instituciones centrales: la Monarquía. El derrumbe del Rey Juan Carlos ha desencadenado una sucesión que privilegia la ficción. El reinado de Felipe VI se materializa en una enorme operación de maquillaje que trata de soslayar los largos años de corrupción que le han precedido.

He vivido esta democracia desde sus mismos orígenes, formando parte del exiguo antifranquismo, hasta el día de hoy, en el que la moción de censura era presentada por uno de los ilustres miembros de la oposición de entonces. La intervención de Tamames ilustra acerca de las miserias ocultas de la Transición Política. Una persona de tanta relevancia entonces que se incorpora a la gran operación política de lo que se denomina como “La Reconquista”. No he podido evitar ser invadido por un sentimiento de bochorno y una sensación de ruina política e intelectual.

Uno de los rasgos más pronunciados de la democracia española radica en su origen, que se materializó en un compromiso entre los escuálidos contingentes democráticos y las poderosas fuerzas del régimen anterior. Estas inician una resistencia encomiable desde el primer día por conservar esferas inmunes al nuevo régimen, para después irlas ampliando. Así se han conservado varios archipiélagos que funcionan con las reglas del antiguo régimen, pero que reclaman su adhesión a la Constitución de 1978. Con el paso de los años se han ido construyendo una red de pasarelas entre las numerosas islas rebeldes, que se han adherido a la nueva Constitución leyéndola de forma selectiva. La Monarquía era entendida como un equivalente a la preeminencia del general Franco. Todo ha terminado en una convergencia entre los distintos isleños en grandes autopistas que ha posibilitado la idea de Reconquista.

Uno de los símbolos de la misma, es la recuperación de gentes como Tamames, pero este no puede ser considerado como un garbanzo negro, pues las evoluciones ce muchos de los prominentes líderes de la izquierda es mucho más que inquietante. Contemplar las actuaciones de Leguina, Corcuera, Vázquez, Redondo, Barrionuevo y otros muchos, remite a interrogarse acerca del primer tiempo del postfranquismo. No quiero comentar siquiera las evoluciones de González, Guerra, Solana, Serra y otros prohombres del gobierno del cambio constituido en 1982. Esta parece ser la democracia que propicia envejecer manifiestamente mal.

Tamames ha puesto en escena el derrumbe del espíritu de la resistencia del antifranquismo. Esta ha concluido integrándose con el espíritu de la reconquista reivindicado por los herederos del franquismo, referenciados en la última versión de este que se proclama como mal menor. Ayer puede ser el día que simbolice la tercera derrota de la segunda república. El espectáculo esperpéntico de su intervención puede asociarse a la proliferación de gerentes que ocupan las tierras altas de las gastadas democracias occidentales. Este es un indicador inequívoco de declive.

Por esta razón, este acontecimiento puede ser considerado como una moción de clausura, que pone fin a las esperanzas incubadas en la democracia española de los primeros años felices, para instaurar un tiempo sórdido de mantenimiento de unas instituciones mediante una gran simulación mediática, al estilo de la Monarquía de Felipe VI. Los partidos, el ecosistema mediático e institucional que los sustentan, amparan a una corte de beneficiarios y algunos segmentos de poblaciones cuyos intereses se encuentran representados en ese vodevil. En el exterior de ese mundo se encuentran distintos sectores de población cuyos intereses no se encuentran representados.

El desastre de la moción de censura y el rescate de Tamames muestra impúdicamente que este sistema político se encuentra deteriorado por la corrupción. Esta no puede ser entendida como el conjunto de los casos que han comparecido en los juzgados y los medios. Por el contrario, la corrupción se fundamenta en un deterioro institucional que se especifica en una desviación de fines permanente en el tiempo. Robert Michels, en su libro canónico sobre los partidos políticos ilustra las desviaciones de las finalidades de estos y los procesos de reestructuración de los mismos determinados por la mutación de sus objetivos, que instituye patologías organizacionales y constituye un conjunto de castas oligárquicas.

He vivido largos años en una institución profundamente corrompida, como es la universidad. El ethos universitario había sido completamente abatido, siendo sustituido por finalidades relativamente ocultas. Una autoridad de mi departamento, que llegó a ser secretario de estado de universidades, me aconsejó no dedicar tanta energía a las clases. Me dijo “exactamente esto: “No dediques tanto tiempo a las clases. Haz faenas de aliño en el aula, y que los estudiantes trabajen para ti”. Esto es lo que ocurría en la mayoría de los casos. Muchos profesores se constituían en verdaderos artistas de la simulación. Lo he contado profusamente en este blog.

Recuerdo un amigo que vive en Londres y sus hijas son inglesas. Una de ellas fue a la Universidad de Granada de Erasmus. Estaba asombrada porque se encontró con profesores que obviaban el programa de la asignatura y exponían allí temas de su propia tesis doctoral, ahorrándose la preparación de las clases. He conocido muchos casos de profesores que estando investigando un tema, requerían a sus alumnos para hacer trabajos de exploración de su campo, de modo que resultaban beneficiarios del trabajo de los estudiantes. Esta inversión de finalidades se encuentra arraigada en la conciencia colectiva de la institución, generando una cultura organizacional cuyos supuestos básicos son ocultados y reintegrados en aquello que no se dice ni se habla, pero que se encuentra presente.

La democracia española nacida tras la Transición Política es portadora del gen destructivo de la mutación de finalidades. Los partidos políticos desarrollan sus repertorios de acciones y comunicaciones en función de los objetivos supremos de ganar apoyos electorales, en detrimento de sus propios programas. Así reemplazan sus finalidades por sus movimientos tácticos. El resultado es más que decepcionante. Al estilo de la institución central, la Monarquía, ponen en escena actuaciones destinadas a seducir a los espectadores, pero que carecen de sustento real. La ficción se apodera del sistema político.

En esta moción de clausura ha desempeñado un papel relevante Yolanda Díaz. Su afirmación acerca del derecho a la felicidad culmina un discurso y puesta en escena en la que lo programático se difumina para ser reemplazado por un repertorio teatral en el que se impone la ficción. Lo peor resulta del concepto que tienen de los votantes. Estos son interpelados por un conjunto de tonos y gestos amistosos que remiten al célebre programa televisivo de “Lo que necesitas es amor”, que conducía el ínclito Jesús Puente, convertido en un intermediario que reunía a las parejas rotas mediante la magia. Así, Yolanda nos emplaza a congregarnos en su próxima presentación enviándonos un piquiño como culminación de las ingenierías de la gestión del rostro que protagonizan todas las seducciones.

No, la corrupción principal no es la de su forma macro, la de los garbanzos negros excepcionales que se apropian grandes sumas de dinero, sino la de la alteración de las finalidades, la de la instauración de unas comunicaciones que ocultan cuidadosamente muchas de las cosas de las que se piensan y no se dicen. Así, en las conversaciones ordinarias entre profesores en la universidad, se descalifica a los estudiantes para justificar la docencia de aliño que permite a cada cual dedicarse a cosas más productivas para sí. Lo mismo dicen de los electores. Susana Díaz, personaje antológico por excelencia, decía que en sus mítines daba y recibía cariño. Entretanto, se profundizaba el deterioro de los servicios públicos.

Tamames escenificó en la moción de clausura la ruina ética y política de la flamante democracia española, que cada vez más ofrece medidas gubernamentales teñidas de ficción. En tanto que los servicios públicos menguan inquietantemente, somos adulados, besados, seducidos y cortejados por unas castas altamente cualificadas en el arte de la seducción mediática. Como afirma certeramente Sancho Panza, “quien canta, sus males espanta”.

 

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