Presentación

PRESENTACIÓN

Tránsitos Intrusos se propone compartir una mirada que tiene la pretensión de traspasar las barreras que las instituciones, las organizaciones, los poderes y las personas constituyen para conservar su estatuto de invisibilidad, así como los sistemas conceptuales convencionales que dificultan la comprensión de la diversidad, l a complejidad y las transformaciones propias de las sociedades actuales.
En un tiempo en el que predomina la desestructuración, en el que coexisten distintos mundos sociales nacientes y declinantes, así como varios procesos de estructuración de distinto signo, este blog se entiende como un ámbito de reflexión sobre las sociedades del presente y su intersección con mi propia vida personal.
Los tránsitos entre las distintas realidades tienen la pretensión de constituir miradas intrusas que permitan el acceso a las dimensiones ocultas e invisibilizadas, para ser expuestas en el nuevo espacio desterritorializado que representa internet, definido como el sexto continente superpuesto a los convencionales.

Juan Irigoyen es hijo de Pedro y María Josefa. Ha sido activista en el movimiento estudiantil y militante político en los años de la transición, sociólogo profesional en los años ochenta y profesor de Sociología en la Universidad de Granada desde 1990.Desde el verano de 2017 se encuentra liberado del trabajo automatizado y evaluado, viviendo la vida pausadamente. Es observador permanente de los efectos del nuevo poder sobre las vidas de las personas. También es evaluador acreditado del poder en sus distintas facetas. Para facilitar estas actividades junta letras en este blog.

sábado, 27 de febrero de 2021

UN RELATO DISCORDANTE DEL CONFINAMIENTO

 


Tos seca sacude a la humanidad: a unos por el virus, a otros por el miedo, más lo segundo que lo primero. A la humanidad se le contajo el pecho, se agazapó en su guarida…y el planeta Tierra respiró: la hierba brotó en cada esquina. La vida siempre gana

Leopoldo Márquez

He leído recientemente un libro sobre la vivencia del confinamiento de una persona poliédrica. Es abogado, poeta y cuentacuentos, pero sobre todo, un ser vivo que atribuye el máximo valor al arte de vivir sin mayúsculas. Su nombre es Leopoldo Márquez. El texto muestra nítidamente a la persona: sus percepciones, sus reflexiones, el vínculo con su historia personal y sus prácticas de vida. Editado y distribuido por Amazon ha tenido un éxito editorial considerable. Es una excepción al silencio de la sociedad respecto a la vivencia de este acontecimiento.

El confinamiento es un suceso central, cuyas consecuencias en las vidas de los encerrados no pueden ser minimizadas. Sin embargo, se trata de un evento mudo que señala la apoteosis de los dispositivos expertos, que han suplantado a las personas en el orden del decir. En este episodio solo hablan los expertos, y las personas corrientes se encuentran marginadas de esta conversación, en tanto que solo son interpeladas para responder a las preguntas cerradas que elabora el poder experto. La Covid representa la culminación del proceso de inhabilitación radical de las personas, que son suplantadas por los expertos de modo drástico.

El silencio social afecta también a las gentes de la cultura, que se ausentan de modo manifiesto del escenario habitado por los expertos y sus representaciones. El valor del libro radica precisamente en su inequívoca autonomía respecto a las definiciones de los sistemas expertos, que ocupan en régimen de exclusividad los flujos mediáticos. El relato se inscribe estrictamente en lo vivido. Este se realiza mediante varios géneros que se entrelazan en el hilo argumental de las vivencias del autor. Los poemas, las reflexiones, los relatos y las crónicas se alternan en sus páginas. El autor lo define así: “¿Para qué escribo estas páginas? Para empezar, diré que las llamo páginas porque no sé bien de qué otra manera hacerlo. En un principio, iba a ser un poemario; después un compendio de relatos, anécdotas, crónicas…, aunque hoy estoy tentado a rendirme  y reconocer que se trata de un simple y mero diario. Yo quería que fuera otra cosa…Pero no, esto es un diario hiperrealista de una realidad surrealista.”

La definición del estado epidemiológico y sus dispositivos expertos del sujeto confinado se condensa en una homologación brutal. Se supone que cada uno es el efecto de sus datos sociodemográficos y de su historial de salud.  Por el contrario, el relato  de Márquez muestra la existencia de un ser vivo que hace sus selecciones, sus cálculos, se propone metas y genera sentimientos y emociones. El libro contradice la idea del poder, que imagina al súbdito confinado como un ser mediatizado, concentrado en la pantalla para aliviar su incertidumbre y agradecer al pastor por su deferencia por considerarle ahí, enclavado tras la pantalla. Este sujeto imaginario suspende su vida en espera de ser rescatado por el generoso poder gubernamental-experto. Su cotidianeidad alterna sus obligaciones como espectador con las pequeñas rutinas cotidianas.

Pero el protagonista del relato es justamente lo contrario. Es una persona activa que, a pesar de las limitaciones del encierro, imagina, piensa, siente y actúa decididamente. Y el centro de su vida es precisamente el amor y el sexo. El confinamiento del personaje de Leopoldo, se organiza en torno a un acontecimiento central: la relación con una mujer que trabaja en una farmacia. Esta suscita un repertorio de sentimientos intensos que lo mueven a la transgresión de las normas. Atraviesa la ciudad para verla, se arriesga en estos desplazamientos, consigue su teléfono, lo cual le permite chatear con ella y termina con varias citas en un lugar tan prosaico como un supermercado.

El relato consigue descifrar la energía interior que proporciona una relación así. La espera a la cita es un momento muy intenso que remite a la adolescencia. Los encuentros son limitados por la distancia personal y la mascarilla, guantes y el conjunto que denomina como burka. Me ha hecho reír varias veces, en tanto que a mí también la mascarilla me suscita la revalorización de los labios y de los besos. Para él es imperativo conseguir un beso, que entiende como un acto sublime que tiene lugar entre cajas, latas, precongelados y similares. Esta relación se refuerza por efecto de la activación pulsional que tiene como motor lo prohibido. “Si ambos estábamos allí, en aquel encuentro prohibido en época de coronavirus, es porque ambos somos valientes y salimos a la búsqueda de un Dios todopoderoso”. La magia que emana de lo prohibido comparece en varias ocasiones  Nos sonreímos con esa mirada de vida que brota siempre de lo prohibido”

También narra un polvo inesperado con una amante que consigue burlar las líneas establecidas por los programadores del confinamiento. El sexo es el gran problema vivido. “Yo, discípulo de Onán, que daba por asumido que la cuarentena suponía esta castidad impuesta a todos los solteros…y de repente me encuentro cerrando a toda prisa las ventanas de este despachito para recibirla aquí”. El tecleo en el ordenador y el compulsivo folleteo se funden en este episodio sobrevenido al encierro que penaliza severamente el sexo de los no emparejados establemente y ubicados bajo el mismo techo. Cuenta un tórrido e imprevisto amor entre dos compañeras de piso compartido. Una amiga suya es su confidente. Todo empieza por tímidos roces en los pasillos, que generan una situación en la que se hace factible el encuentro de los codos en el balcón de los aplausos de las ocho, el único momento social extradomiciliario del extraño evento. Todo termina con el descubrimiento mutuo de sus cuerpos y la explosión de sus pasiones amorosas.

La centralidad del amor y el sexo desplaza a su posicionamiento con respecto a la pandemia. Es llamativo que entienda esta, más como una operación que refuerza un nuevo poder que como una respuesta a un problema de salud. Sus reflexiones intercaladas acreditan que comprende lo esencial “Toda la población estaba preparada para que se declarase hoy ese estado de alarma, era un secreto a voces, pero lo que yo no esperaba y lo que se escondía detrás de ese discurso, posiblemente sin él saberlo, es que se inauguraba una nueva época: la era de un paternalismo protector frente a un pueblo que regresaría después de décadas o siglos a una minoría de edad”. En varias ocasiones insiste en la pérdida de libertades y derechos, así como al final de las democracias tal y como las hemos conocido.

Pero este posicionamiento frente a los aspectos políticos de la pandemia, se subordina a la cuestión de la vida mutilada por la prohibición que afecta a la piel, el tacto y el olfato, que conforman las relaciones fuertes en los humanos. Refiriéndose a su madre, confinada en Granada, dice “Ella, como todos los granadinos, ha pasado su vida encerrada en la calle y en los bares, en las plazas. Así semos los granaínos. Ese es el único encierro que los granaínos han conocido en su vida: encerrarse fuera de casa”. La terrible ley de la distancia personal atraviesa todo el texto como una precondición de la vida, que ha sido brutalmente extirpada.

Su canto a la vida en minúsculas se especifica en dos episodios. Uno es la constatación de las casas-contenedores, entendidas como espacios de encierro. Dice “Este agotador y falso confinamiento en todas las ciudades del mundo solo tiene un culpable: el padre de todos los padres de la arquitectura moderna: Le Corbusier. Fue él quien ideó estos edificios e incómodas celdas en las que hoy vivimos los humanos. Hemos entregado nuestras vidas al trabajo, a viajes vacuos, a tener tablets, ordenadores…y ahora nos percatamos de que vivimos en ratoneras desprovistas de terrazas, espacios flexibles, luz natural y ventilación. Angostas atalayas con ascensores (llenos de virus) que nos ascienden a las celdas. La culpa de absolutamente todo es de Le Coirbusier”.

La otra se refiere a la crítica del teletrabajo y la reafirmación del trabajo presencial. “El trabajo presencial permite mantener una rutina edificadora y una dignidad personal ya que el exponerte a un colectivo obliga a mantener una debida belleza, una ropa a punto, una atención necesaria en nuestra indumentaria y peinado. La interactuación en el trabajo presencial es una fuente indefinible e inagotable de experiencias y de conocimiento, tanto profesionales como personales. Hay un valor intangible en el camino al trabajo, en el tiempo que se estará en la oficina, en el camino de regreso…Ese valor intangible consiste en toda la información inconsciente que percibimos y que nos permite resetearnos hacia una realidad tremendamente cambiante. Quien se queda ante un ordenador en casa, se acomoda, pierde la capacidad de tolerar las diferencias cotidianas y, en esta sociedad de la tecnología, corre un alto riesgo de aislarse y perder la noción de la realidad”.

Este libro tendría que ser leído detenidamente por las huestes expertas en la medicina, epidemiología y otras experticias en el misterio de la salud. Es una oda a la vida y la libertad personal. En una de sus reflexiones, sintetiza el espíritu de vivir en el campo de concentración abierto que la Covid ha instaurado. “Confieso que, hasta hoy, ni un solo día cumplí el encarcelamiento; en secreto, sin contárselo al mejor de mis confidentes, salía a la búsqueda de esta ciudad nueva, de esta nueva era: resultaba tan estremecedor, sublime: Madrid desnuda para mí”. Esta confesión suscita en mí mismo una inevitable identificación. En los textos que escribo en este blog desde el advenimiento de la pandemia, este espíritu y estas prácticas están presentes. Estar confinado sin otorgar permiso a los confinadores para hacerlo es todo un arte menor. El arte de vivir reduciendo las constricciones impuestas en esta era. Se trata de poner una distancia de seguridad, nunca menor de dos metros, a los dispositivos persuasivos y coercitivos del poder.

 

 

 

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