Presentación

PRESENTACIÓN

Tránsitos Intrusos se propone compartir una mirada que tiene la pretensión de traspasar las barreras que las instituciones, las organizaciones, los poderes y las personas constituyen para conservar su estatuto de invisibilidad, así como los sistemas conceptuales convencionales que dificultan la comprensión de la diversidad, l a complejidad y las transformaciones propias de las sociedades actuales.
En un tiempo en el que predomina la desestructuración, en el que coexisten distintos mundos sociales nacientes y declinantes, así como varios procesos de estructuración de distinto signo, este blog se entiende como un ámbito de reflexión sobre las sociedades del presente y su intersección con mi propia vida personal.
Los tránsitos entre las distintas realidades tienen la pretensión de constituir miradas intrusas que permitan el acceso a las dimensiones ocultas e invisibilizadas, para ser expuestas en el nuevo espacio desterritorializado que representa internet, definido como el sexto continente superpuesto a los convencionales.

Juan Irigoyen es hijo de Pedro y María Josefa. Ha sido activista en el movimiento estudiantil y militante político en los años de la transición, sociólogo profesional en los años ochenta y profesor de Sociología en la Universidad de Granada desde 1990.Desde el verano de 2017 se encuentra liberado del trabajo automatizado y evaluado, viviendo la vida pausadamente. Es observador permanente de los efectos del nuevo poder sobre las vidas de las personas. También es evaluador acreditado del poder en sus distintas facetas. Para facilitar estas actividades junta letras en este blog.

viernes, 10 de abril de 2020

LAS CALLES DEL TERCER HOMBRE Y LOS DEMONIOS DE TASMANIA


El tercer Hombre es una película británica clásica portentosa, dirigida por Carol Reed, sobre un guion de Graham Green y protagonizada por Orson Welles. La historia se ubica en la Viena de 1947, en la ciudad dividida en cuatro zonas controladas por las potencias vencedoras. La historia transcurre en las calles vacías, liberadas de viandantes y ocupadas por las fuerzas de seguridad. La fotografía es prodigiosa y la hace inolvidable con sus juegos de luces y sombras.  Los escasos transeúntes se huyen mutuamente en un medio en el que el recelo con respecto al otro alcanza proporciones inauditas. Las fuerzas de seguridad  desempeñan un papel elocuente, que se concentra en un término que no admite dudas: ocupar. La calle es un espacio de su pertenencia, de modo que su licencia de inspeccionar a los solitarios caminantes, carece de límites.

En estos días, las calles de Madrid adquieren un perfil que las asemeja a la de la ínclita Viena inmediatamente posterior a la guerra. En mis paseos nocturnos revivo esta inolvidable película. Los encuentros con otros viandantes desvelan la socialidad que se ha instalado con el estado de confinamiento y mediatización que ensalza los temores colectivos. Los caminantes rehúyen la proximidad y la mirada. El otro es un extraño, sospechoso de ser portador de la infección. El paso de los días intensifica el distanciamiento y multiplica los vigilantes de balcón. Las fuerzas de seguridad maximizan su papel de ocupantes del espacio. Las excepciones son sometidas a una suspicacia creciente.

Tengo la impresión de vivir en un régimen totalitario perfecto, en el que la circulación por la calle es peligrosa, en tanto puedes ser interceptado por la policía, denunciado por un vigilante de balcón, reprobado por quien te cruces circunstancialmente y condenado por los predicadores de la institución central de la televisión. Con el paso de los días se incrementa la sensibilización punitiva con respecto a las excepciones y los incumplidores, que devienen en chivo expiatorio en el que se proyecta la ira. La mentalidad represiva adquiere niveles inquietantes, en el que los detalles revelan una saña inimaginable un tiempo atrás. Mientras tanto, el nuevo mercado negro se multiplica protegido por el silencio absoluto de las autoridades y los predicadores mediáticos.

Lo mismo ocurre en esta fantástica película. En medio de las ruinas, comprar y vender adquiere un esplendor inusitado. Me faltan solo tres horas para revivir Viena la noche de viernes santo de hoy. Espero que podáis disfrutar de estas imágenes prodigiosas. Incluso puede que estimulen a pensar el sinsentido que vivimos. Yo volveré con otras pelis que ilustran esta excepción. Por ahora, pienso en el peligro de que, en el caso de que se dilate esta situación, me pueda convertir en un monstruo que necesita imperiosamente una distancia de seguridad con los otros. Cuando transito por la calle y la gente me evita, me digo a mí mismo a media voz  que soy un feroz demonio de Tasmania, que cuando comen y están fuera de su guarida son temibles.







1 comentario:

Futbolín dijo...

Bueno casi mejor los espías que estos virus que tienen viejofobia, cuídate Juan.
https://www.youtube.com/watch?v=6gAj3R0KaKE