Presentación

PRESENTACIÓN

Tránsitos Intrusos se propone compartir una mirada que tiene la pretensión de traspasar las barreras que las instituciones, las organizaciones, los poderes y las personas constituyen para conservar su estatuto de invisibilidad, así como los sistemas conceptuales convencionales que dificultan la comprensión de la diversidad, l a complejidad y las transformaciones propias de las sociedades actuales.
En un tiempo en el que predomina la desestructuración, en el que coexisten distintos mundos sociales nacientes y declinantes, así como varios procesos de estructuración de distinto signo, este blog se entiende como un ámbito de reflexión sobre las sociedades del presente y su intersección con mi propia vida personal.
Los tránsitos entre las distintas realidades tienen la pretensión de constituir miradas intrusas que permitan el acceso a las dimensiones ocultas e invisibilizadas, para ser expuestas en el nuevo espacio desterritorializado que representa internet, definido como el sexto continente superpuesto a los convencionales.

Juan Irigoyen es hijo de Pedro y María Josefa. Ha sido activista en el movimiento estudiantil y militante político en los años de la transición, sociólogo profesional en los años ochenta y profesor de Sociología en la Universidad de Granada desde 1990.Desde el verano de 2017 se encuentra liberado del trabajo automatizado y evaluado, viviendo la vida pausadamente. Es observador permanente de los efectos del nuevo poder sobre las vidas de las personas. También es evaluador acreditado del poder en sus distintas facetas. Para facilitar estas actividades junta letras en este blog.

jueves, 30 de agosto de 2018

LA CONTIGÜIDAD Y EL ESPECTRO DE LA CIUDADANÍA





Tanto en los medios oficiales como en los de comunicación utilizan la palabra “ciudadano” cuando se refieren a mí. Se supone, por consiguiente, que formo parte de una entidad a la que llaman “ciudadanía”, que es continuamente apelada en el mundo de los actores sociales vivos. Pero la verdad es que esta no comparece con voz propia en los acontecimientos por la que es requerida. En las sociedades del presente se conforma como agregado de personas carente de organización y de voz. Todos aluden a ella proclamando su veracidad, pero esta, siempre comparece en palabras de los distintos actores vivos. Por eso la ciudadanía, no voy a decir que es un muerto, pero sí un espíritu que solo habla en las contadas ocasiones en la que es convocada por los vivos, en la mayor parte de los casos en las urnas.

La ciudadanía, conformada como un extraño espíritu-espectro, carece de organización o de portavoces. De ahí que no pueda ser consultada mediante su habla, razón por la que es sondeada mediante las encuestas. Estas constituyen el dispositivo central de la época, en tanto que escrutan el estado de la ciudadanía. Así, esta adquiere la naturaleza de un espectro que es menester escudriñar. En las encuestas,  las preguntas las formulan los vivos, así como el abanico de posibles respuestas. De este modo es posible conocer el estado de la ciudadanía, que, al no hablar naturalmente, configura un espíritu que se encuentra en el más allá de la vida político-social. Los resultados de las encuestas designan los estados de la este extraño ente mudo que es estimulado para que pueda hablar en los términos de los vivos. El resultado de esta situación es la configuración de una nueva aristocracia que administra la opinión mediante la gestión de distintos contingentes de personas que adquieren la ilustre condición de unidades muestrales.

El espacio público de estas extrañas sociedades, se encuentra saturado de grupos vivos e instituciones que toman la palabra activamente. Asimismo, tiene lugar un prodigioso proceso de multiplicación de los expertos que apelan a su autoridad para definir los problemas y las necesidades del área en la que se referencian. El dispositivo de hablantes vivos que interviene en la vida social, apela a los componentes de la ciudadanía de distintas formas retóricas. En la mayoría de las ocasiones son designados como “los ciudadanos de a pie”. También como “los de abajo”, e incluso, llegan a denominarlos como “normales”. En todos los casos se remiten a resaltar su importancia, su naturaleza de portadores del sentido común y el pragmatismo. Siempre me he preguntado acerca de la verdad de estas afirmaciones. Porque si esa gran mayoría definida por sus pies tiene las virtudes que se le atribuyen no entiendo porqué se les priva de la palabra y se instituye una conversación severamente dirigida, como son las encuestas, en las que no existe ni siquiera el capítulo final de “ruegos y preguntas”, en la que cada uno tenga la oportunidad de salirse del guion del cuestionario.

El dispositivo central de estas estrambóticas sociedades es la televisión. En esta se reproducen distintas formas de vida cotidiana en el que hablan las personas procedentes del más allá ciudadano. Pero todas las comunicaciones referidas al espacio público son monopolizadas por los expertos. En estas, se presenta a los denominados ciudadanos de a pie con formas similares a un zoo o a un circo. Se busca el tipo ingeniosillo que interpele al experto de guardia, propiciando una situación de desigualdad que se resuelve de modo humorístico. Junto con las encuestas, la televisión es un instrumento esencial de clausura de la voz de lo que se llama la ciudadanía, para ser confinada en su espacio privado.

La encuesta es la forma dominante de relación entre los expertos y los profanos. Esta presenta una analogía con el espiritismo. Pero estas formas de comunicación estrictamente dirigidas, remiten a un proceso fundamental en las sociedades del mercado infinito del presente. Este es el de la intensificación de un proceso de individuación sin precedentes. En la vida pública se multiplican las formas sociales en las que cada cual se encuentra segmentado con respecto a los demás, constituyendo una relación con una instancia superior. Las encuestas sancionan esta situación. Cada uno es una unidad que ejecuta el cuestionario previamente programado, pero que excluye cualquier tipo de relación o conversación con los demás integrantes de la aleatoria muestra. Todos contribuyen a los resultados, pero solo son una fracción insignificante si se los considera individualmente. De ahí la emergencia histórica de distintas formas de investigación-acción, investigación participativa y otras que se proponen corregir esta situación.

Cada uno es una unidad totalmente autónoma, que es gestionada y administrada por un sistema experto. Así se instituye lo que, desde hace muchos años, denomino como contigüidad, que deviene en el centro de la vida social. Contigüidad significa que mi cuerpo y mi persona, transita por el espacio social junto a otros cuerpos-personas, salvaguardando mi individualidad rigurosamente. La forma suprema en el capitalismo neoliberal vigente de contigüidad es la figura del cliente. En todos los ámbitos regulados por el mercado infinito el cliente deviene en el arquetipo fundamental. Se trata de un ser radicalmente individual que comparte el espacio con los demás, pero sus relaciones se encuentran restringidas a encuentros fugaces de ocasión, que no cristalizan en ninguna forma social. 

La figura solitaria del cliente, al igual que el participante en una muestra, constituye un factor determinante en la vida social, que erosiona el arquetipo de ciudadano. Así, la clientelización trasciende al mercado y se instala en todos los ámbitos sociales. Cada uno es adscrito a un segmento social formado por aquellos que comparten determinadas características. El segmento es un ente carente de vida y no alberga ninguna relación ni comunicación. Más aún, los mismos sistemas expertos intervienen programando las conversaciones laterales entre los clientes mediante distintas formas. Estas siempre se hacen en presencia de un experto que se asigna la función de la conducción.

En sociedad postmediática los operadores de las conversaciones públicas acreditan la máxima pericia para introducir los contenidos que se reemplazan entre sí a gran velocidad. La fugacidad es uno de los mecanismos esenciales en el funcionamiento del silencio de la ciudadanía. Desde la televisión se presentan contenidos temáticos referidos a las vidas privadas que generan cadenas de respuestas e interacciones en las redes sociales. También en este caso el dirigismo alcanza cotas inusitadas. Así se privatiza lo público y se generan estados de efervescencia conversacional, que nacen y crecen aceleradamente, para disiparse completamente, dando paso a aquellos que los reemplazan.

La contigüidad de los cuerpos sin relaciones laterales; las conversaciones colectivas en presencia de los expertos; la estimulación de nichos relacionales en las redes; la babelización resultante de la multiplicación de los segmentos. Estas son las claves de las extrañas sociedades del presente. El cliente en busca de su satisfacción, definido por los lazos débiles con sus afines, al tiempo que con lazos fuertes con los prestadores del servicio. Este es el arquetipo social dominante. 

También el sujeto en tránsito, bien conductor encerrado en una cabina, ciclista solitario o viajero del metro o de los autobuses. La contigüidad con los otros sin relación. Este es un factor de individuación formidable. El sistema de movilidad representa, como ya intuyó Illich, un papel fundamental en la constitución del modelo de sujeto liberado de vínculos laterales con sus iguales. Complementado con la movilidad residencial desbocada conforma un cuadro en el que la trayectoria de cada cual puede definirse como un tránsito permanente en el que las relaciones sociales son efímeras. Lo único sólido en este viaje vital es la atadura a los distintos sistemas de autoridad: trabajo, consumo, educación, salud, estado.

Contigüidad sin conversación y subordinación a los sistemas expertos. Esta es la gran verdad sobre el presente. En estas condiciones cada cual puede ser moldeado como espectador por las poderosas industrias del imaginario. Este modelo remite a las encuestas como modelo social. En estas condiciones la famosa ciudadanía solo puede ser un espectro que se ilumina en las puestas en escena de las pantallas.

En coherencia con este texto pido a los lectores que contesten ELIGIENDO una respuesta: Mucho, Bastante, Poco o Nada.


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