Presentación

PRESENTACIÓN

Tránsitos Intrusos se propone compartir una mirada que tiene la pretensión de traspasar las barreras que las instituciones, las organizaciones, los poderes y las personas constituyen para conservar su estatuto de invisibilidad, así como los sistemas conceptuales convencionales que dificultan la comprensión de la diversidad, l a complejidad y las transformaciones propias de las sociedades actuales.
En un tiempo en el que predomina la desestructuración, en el que coexisten distintos mundos sociales nacientes y declinantes, así como varios procesos de estructuración de distinto signo, este blog se entiende como un ámbito de reflexión sobre las sociedades del presente y su intersección con mi propia vida personal.
Los tránsitos entre las distintas realidades tienen la pretensión de constituir miradas intrusas que permitan el acceso a las dimensiones ocultas e invisibilizadas, para ser expuestas en el nuevo espacio desterritorializado que representa internet, definido como el sexto continente superpuesto a los convencionales.

Juan Irigoyen es hijo de Pedro y María Josefa. Ha sido activista en el movimiento estudiantil y militante político en los años de la transición, sociólogo profesional en los años ochenta y profesor de Sociología en la Universidad de Granada desde 1990.Desde el verano de 2017 se encuentra liberado del trabajo automatizado y evaluado, viviendo la vida pausadamente. Es observador permanente de los efectos del nuevo poder sobre las vidas de las personas. También es evaluador acreditado del poder en sus distintas facetas. Para facilitar estas actividades junta letras en este blog.

domingo, 19 de agosto de 2018

EL GOBIERNO DE PEDRO SÁNCHEZ Y EL OCASO DE LA GRAFOSFERA


El nuevo gobierno de Pedro Sánchez ha suscitado una sensación de alivio, generando una esperanza manifiesta entre algunos sectores de la sociedad española en que se puedan revertir las medidas legislativas más duras aprobadas en el largo período de gobierno del partido popular. Asimismo, los sectores más infrarrepresentados políticamente penalizados por la gran reestructuración neoliberal albergan algunas expectativas acerca de su mejora. El tránsito de gobiernos puede ser interpretado desde distintas perspectivas, correspondientes a los esquemas referenciales presentes en la deliberación pública que tiene lugar principalmente en los medios de comunicación. 

Las distintas interpretaciones que se exponen en los escaparates de los dispositivos mediáticos están inscritas en unos contenidos precisos que conforman un campo cerrado, determinado por los paradigmas que los referencian –gobierno, parlamento, elecciones, políticas económicas, autonomías, decisiones judiciales, entre otras- así como a una temporalidad específica, que interpreta los sucesos desde la perspectiva de lo inmediatamente anterior. El pasado y el presente se fusionan en una secuencia que tiene como pretensión anticipar el mañana. En algunos casos, el horizonte del  ciclo político del postfranquismo se hace presente como una referencia difusa de un ahora fugaz.

Esta perspectiva dominante presenta carencias muy relevantes, debido a las exclusiones derivadas de las selecciones operadas por sus paradigmas, que construyen una realidad segmentada, el mundo de la política separado de la sociedad. En este texto introduzco una perspectiva de análisis diferente, que considera los cambios de escenario desde un enfoque que privilegia la atención a transformaciones sociales focalizadas en el sistema mediático, que desbordan el esquema de interpretación al uso por los analistas convencionales, en su gran mayoría encuadrados en las extensiones mediáticas de los partidos y sus entornos.

El curso de los acontecimientos pone de manifiesto las insuficiencias de los esquemas analíticos de la gran mayoría de las columnas especializadas   al uso. Tras los primeros días sobrecargados de actos simbólicos y de enunciación de un conjunto de objetivos que parecen recuperar programáticamente a la izquierda, se proclama la inviabilidad de estas, una por una. Así se refuerza un imaginario en el que las reformas esenciales adquieren la forma de fantasías. El caso de los inmigrantes es paradigmático. Tras la fiesta-expo de bienvenida en Valencia a los agraciados, se retorna a la afirmación de inviabilidad. Así con la modificación de las leyes determinantes de la precarización laboral y otras esenciales. El estilo del gobierno se puede sintetizar en el título de la vieja película neorrealista italiana “Pan, Amor y fantasía” de Luigi Comencini. Cada cambio es comunicado mediante un despliegue mediático sofisticado para ser aplazado inmediatamente sine die, siendo reemplazado por otro. Así se mantiene movilizada la esperanza de los ciudadanos-espectadores mediante la rotación de las promesas.

Esta transformación del cambio, ubicado en el campo de la imaginería comunicativa, refuerza la perspectiva de Regis Debray, un analista francés cuya obra tiene lugar en distintas etapas. En dos de sus libros, “Vida y muerte de la imagen. Historia de la mirada en Occidente” y “El estado seductor. Las revoluciones mediológicas del poder”, aporta una visión que pone en primer plano el sistema mediático, integrándolo en el conjunto social y en el estado en particular. Su enfoque subraya que se ha producido una transformación de gran alcance entre lo que denomina grafosfera y la videoesfera. Él ubica este cambio en Francia en el comienzo de los años ochenta. El libro del estado seductor, que ha sido y es uno de mis libros de cabecera, está publicado en 1993. La precisión de su dispositivo conceptual permite comprender el fondo los procesos en curso, poniendo de manifiesto las limitaciones de los analistas del antiguo “parlamento del papel” devenida ahora en los columnistas digitales acompañantes de los tertulianos audiovisuales.

Debray plantea su idea principal “A cada mediasfera corresponde en Occidente una máquina crucial de transmisión: la Iglesia, la escuela, la tele. La logosfera había producido el soberano fabulador. La grafosfera engendró el estado educador; la videoesfera el estado seductor. Para el orgullo del estado, la historia de las técnicas de transmisión es una lección de humildad”. La centralidad de la comunicación en cada sociedad que es definida como mediasfera es incuestionable. El poder estatal se funda en un conjunto de tecnologías “de hacer creer”. Estas mutan modificando todo el tejido político, la sociedad y la acción política.

Desde esta perspectiva en España se está produciendo en estos años un salto en el que la política se instala definitivamente en la videosesfera. La videopolítica se consolida liberándose gradualmente de algunos elementos fundamentales de la antigua grafosfera. Así, el cambio más importante estriba que los cinco líderes partidarios, ubicuos en las pantallas, se encuentran acreditados en el arte de la videopolítica, en el que son manifiestamente más competentes que sus predecesores. En estos días Casado se prodiga en las calles y en las televisiones, oficiando la competencia más importante de un líder político en la era de la videoesfera: la cercanía. Así visita los escenarios en donde es increpado, con la pretensión de adquirir un aura de líder sacrificado. Sánchez programa cuidadosamente sus comparecencias mediante un sistema sofisticado de señales dirigidas a los ciudadanos-espectadores que se sobreponen a lo programático. Así los líderes de los nuevos partidos, que han aventajado a los convencionales en los platós y las presentaciones mediáticas, pierden su ventaja por la renovación videopolítica de los tradicionales.

En palabras de Debray, la videoesfera significa principalmente la superación de la sociedad del espectáculo para arribar en la sociedad del contacto, donde la cercanía es el atributo esencial “El emperador ya no asiste, desde lo alto de una tribuna, a los juegos del circo. Esto era alto y bajo. Lo in y lo out cambian las reglas del panem et circenses. El princeps demócrata debe descender al circo y pagar siempre más fuerte, con su persona. Seducir hasta morir –con el riesgo de reventar uno mismo-. Puesto que la arena está atestada y es su via crucis. Cantantes, gladiadores, promotores, curanderos, grandes testigos y santos laicos, ¡qué bochinche! En esta chocante barahúnda, ¿cómo hacerse notar? ¿qué golpe sensacional podrá aún conmover nuestros ojos y nuestros oídos hastiados?”.

La videopolítica funciona mediante golpes de efecto que se sobreponen a la inmovilidad de las estructuras que condicionan las decisiones. Así el éxito del ministro astronauta, el ministro gay, el inefable de cultura del circo de Ana Rosa, la insuperable capacidad teatral de Carmen Calvo…Pero la verdad es que el estado se encuentra subordinado a un orden social en el que el mercado impera sin límites y constriñe cualquier reforma que amenace sus sólidas ventajas y beneficios. En estas condiciones, la política es un ejercicio de simulación dirigido a satisfacer a los ciudadanos-espectadores que conforman las muestras de las encuestas. El declive de la educación y el auge de los media es un factor determinante. Ahora no se trata de convencer, como en los tiempos de la grafosfera, sino de sorprender y emocionar a los distintos segmentos sociales. La función de la recepción de Valencia es paradigmática y su impacto sobre los espectadores incuestionable. El gobierno en la era de la videopolítica, al igual que la izquierda, solo se limita a producir ensoñaciones sofisticadas que se especifican en series de impactos audiovisuales. Entre tanto, las condiciones de vida de muchos de los telespectadores se endurecen.  

La videopolítica promueve nuevos saberes y nuevos expertos. La función en curso del nuevo gobierno tiene un nuevo héroe creativo: Iván Redondo. Este consultor político jefe de gabinete de Sánchez, ha obtenido importantes logros en su carrera. Convirtió al insuperable García Albiol en alcalde de Badalona. También ascendió a los cielos de la Junta de Extremadura al sublime Monago, viajero incansable, investido mediáticamente como “príncipe rojo”. Ahora renueva su éxito en las primarias del pesoe para Pedro, convertido en presidente de gobierno y protagonista de la recuperación de su partido en las encuestas que puede anticipar su posición privilegiada en el extraño mundo de los ciudadanos-votantes, susceptibles de ser emocionados e ilusionados por las próximas puestas en escena.

Los nuevos expertos desplazan a los militantes y los antiguos cuadros de los partidos. Su saber se focaliza en la producción de una magia comunicativa que tenga un impacto en las fronteras de sus inmediatos rivales, produciendo encantamientos que se sustancien en importaciones de votantes. Su emergencia en las tertulias televisivas es patente. En todos los casos se exploran los distintos aspectos que pueden ser susceptibles de ser transformados en material electoral sin alterar los equilibrios estructurales. Esto los convierte en una versión contemporánea y creativa de la magia. Así lo peor es llegar al gobierno y permanecer tiempo en él. La disipación de las emociones producidas es inevitable. El tiempo de la videopolítica es la instantaneidad para presentar imágenes favorables a los intereses de los emisores. Tras el éxito de una presentación audiovisual que genera adhesión se produce la frustración. Así es menester programar sucesivos impactos. 

Como en los viajes del turismo programado o el fútbol, en el que cada acción representa una descarga emocional, tras la que retorna la realidad. Así el nuevo gobierno es presentado por el bueno de Iván secuencialmente. Uno a uno. Se busca maximizar el impacto de cada cual. Al final se hace presente el mercado que impide las reformas fundamentales y el entramado de instituciones que las congela, entre las que tiene un puesto de honor la judicial. Pero como en el fútbol debemos celebrar la victoria de hoy sin pensar en un mañana en el que los títulos los ganarán los de siempre. Los goles sublimes de Messi ayer caducan el próximo partido. Esa es la fecha del siguiente encantamiento o frustración.

Volviendo a Debray, la era de la grafosfera se disipa gradualmente. Con ella, el declive del ciudadano racional en espera de ser convencido por los argumentos que avalan los programas; también de la institución central de la época, la escuela, cuya función esencial es formar a ciudadanos capaces de realizar juicios razonados; la relación entre el poder y los ciudadanos, que es la de convencer; la referencia inexcusable a la verdad. Todo eso entra en obsolescencia y solo quedan pequeñas parcelas y grupos que siguen en ese mundo caducado y cancelado. Son los anticuados, como señala abiertamente Casado, y de otra forma Sánchez, Rivera e Iglesias.

Por el contrario, la videoesfera emerge con toda su intensidad. Las tecnologías que multiplican la capacidad de realizar montajes sofisticados; los teleespectadores como destinatarios de la comunicación; el esplendor de la comunicación visual y la señalética (logos, distintivos, eslóganes); el nuevo aura de los líderes reproducida en el contacto directo con la gente en las pantallas, las redes, las comparecencias; la divinización de la seducción mediante las emisiones múltiples; el derecho de respuesta especificado en la mística de las encuestas; la idolatría a la institución central proveedora de técnicas, la publicidad; la velocidad de las comunicaciones que permite el auge, disipación y reemplazo de los estados de efervescencia audiovisual; la hegemonía de la distracción y la teología de la elección, entendida en términos de juego. En este contexto, las posibilidades de manipulación se multiplican.

Termino reproduciendo un párrafo elocuente del propio Debray en el libro de Vida ymuerte de la imagen (pag. 302): “¿qué quiere mi máquina de visión y de escucha, y piensa ella lo mismo que yo? Cuestión tanto más ineludible cuanto que nuestro margen de libertad se reduce a medida que aumenta la interposición mediática, multiplicación de las redes y complejidad de los circuitos. Siempre ha habido una tecnología del hacer creer…..Pero hoy, la laringe colectiva gobierna la palabra pública. Hoy, nuestra realidad es una mediavisión del mundo, dispositivo que dispone de nosotros, dotado de una fuerza de arrastre planetaria”. 

La videopolítica descansa sobre la legitimidad de lo que se ve, y lo que vemos se encuentra programado, así como la exclusión de lo que no vemos. Concluyo, pues voy a ver la tele por si Iván ha programado una comida en Doñana de Pedro y Begoña con algún inmigrante recién llegado. Este puede ser un buen espectáculo de verano. Además, después puedo ver “Plácido” de nuevo. Eso me daría mucho en lo que pensar.

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