Presentación

PRESENTACIÓN

Tránsitos Intrusos se propone compartir una mirada que tiene la pretensión de traspasar las barreras que las instituciones, las organizaciones, los poderes y las personas constituyen para conservar su estatuto de invisibilidad, así como los sistemas conceptuales convencionales que dificultan la comprensión de la diversidad, l a complejidad y las transformaciones propias de las sociedades actuales.
En un tiempo en el que predomina la desestructuración, en el que coexisten distintos mundos sociales nacientes y declinantes, así como varios procesos de estructuración de distinto signo, este blog se entiende como un ámbito de reflexión sobre las sociedades del presente y su intersección con mi propia vida personal.
Los tránsitos entre las distintas realidades tienen la pretensión de constituir miradas intrusas que permitan el acceso a las dimensiones ocultas e invisibilizadas, para ser expuestas en el nuevo espacio desterritorializado que representa internet, definido como el sexto continente superpuesto a los convencionales.

Juan Irigoyen es hijo de Pedro y María Josefa. Ha sido activista en el movimiento estudiantil y militante político en los años de la transición, sociólogo profesional en los años ochenta y profesor de Sociología en la Universidad de Granada desde 1990.Desde el verano de 2017 se encuentra liberado del trabajo automatizado y evaluado, viviendo la vida pausadamente. Es observador permanente de los efectos del nuevo poder sobre las vidas de las personas. También es evaluador acreditado del poder en sus distintas facetas. Para facilitar estas actividades junta letras en este blog.

lunes, 27 de febrero de 2017

ESTA TIERRA ES TU (NUESTRA) TIERRA. EVOCACIÓN DE WOODY GUTHRIE



Los sistemas productivos que sustentan las actividades económicas de las sociedades se transforman periódicamente, dando lugar a grandes crisis que se instalan entre los ciclos caducados  y los emergentes. Los efectos de las mismas sobre los territorios y las poblaciones son demoledores. La inmigración es la única salida factible para grandes contingentes de personas atrapadas en su espacio por la decadencia de las actividades económicas que las han sustentado. El presente ha incrementado los flujos de desplazados en busca de tierras en las que sea posible ser acogidos otorgándoles la calificación de útiles. Las tierras nuevas de promisión convocan a los excedentes de las tierras en recesión mediante una mitología que sustenta el viaje y cohesiona a los viajeros. 

Se pueden establecer analogías históricas entre los procesos de expulsión y los movimientos de las poblaciones  excedentes en las distintas épocas. Esta es la razón por la que es pertinente evocar aquí  a Woody Guthrie. Nacido en Oklahoma en 1912, tuvo que desplazarse a Houston, desde donde emigró a California en los años treinta. Los estados agrícolas del Medio Oeste norteamericano generaron grandes contingentes de desplazados por la obsolescencia de la agricultura tradicional. Así se conformó una diáspora movilizada por el sueño californiano. En 1976 se estrenó la película de Hal Ashby “Esta tierra es mi tierra”, en la que narra la experiencia de Guthrie. La esperanza mítica de los beneficios de la tierra prometida experimenta un choque brutal con la realidad vivida por los arribados a los lindes de las explotaciones agrícolas convocantes.

En síntesis, la película narra la dureza de sus condiciones de vida, en la que la tierra de destino se aprovecha de los recién llegados. Así descubren que ellos mismos son un excedente también allí, en tanto que no todos son necesarios para la producción. Así se establece una selección cruel que determina la rotación de una gran parte de los candidatos. Se trata del enésimo ejército de reserva que se deriva de los ciclos sucesivos de la historia del capitalismo. Como en todos los procesos de éxodo de las tierras propias, una parte considerable de los viajeros forzosos quedan atrapados en una condición de confinamiento inhóspito e inesperado. Son los ocupantes de una tierra de nadie, compartiendo un sueño y una aspiración por la que están dispuestos a acreditar sus sacrificios. El resultado final del viaje  de estas poblaciones es la dispersión, de modo que una parte se autodestruye por medio de distintas formas; otra termina por ocupar destinos de rango muy inferior al imaginado, y, por último, algunos logran su objetivo de asentarse en la tierra prometida en una situación manifiestamente mejor que en la de su origen. Estos son los que han podido superar una escalera de barreras que obstaculizan el acceso al arraigo y la movilidad social.

La película muestra con elocuencia los mundos sociales de los recién llegados y sus confinamientos. En tanto que se encuentran con situaciones de violencias latentes y manifiestas, se mantiene incólume el mito acerca de la nueva tierra que ha animado el viaje. Pero este se va erosionando en el curso del tiempo. Se evidencia que las oportunidades son escasas en proporción a los aspirantes. También que su estatuto es el de una fuerza productiva necesaria para la producción agrícola, denegando de hecho su naturaleza humana, conformando una población exterior a la sociedad local, que es definida como un contingente portador de peligros para los arraigados. Guthrie se sitúa inequívocamente en el lado de los recién llegados, de las personas móviles carentes de tierra. Sus canciones representan un testimonio de su existencia y de su valor humano, más allá de su valor productivo.

En el tiempo presente tiene lugar la gran crisis de las sociedades industriales, que convierte a grandes contingentes de población en excedentes extraños a su propia tierra. En el sistema-mundo se abren múltiples rutas por las que transitan los nuevos condenados a la movilidad imperativa. Estos viajes son animados por renovados sueños e ideologías tecnoglobales. La heterogeneidad de los contingentes de viajeros es manifiesta. Aquellos que huyen del bloqueo de África y los múltiples orientes, fluyen en paralelo con los jóvenes sin presente de Latinoamérica, el sur y el este de Europa. Muchos de ellos son los descartados en la selección para el trabajo cognitivo que sustenta a la producción inmaterial. Una gran masa de becarios, gentes en formación sin fin y otras especies similares, se diseminan por las rutas de la formación globalizada en sus siempre penúltimos tramos.

El nuevo escenario en el que se desarrollan los viajes de los distintos ejércitos de reserva es manifiestamente diferente al de los años treinta del pasado siglo. Pero los imaginarios que convocan al viaje no se han modificado. Ayer me impresionó mucho la imagen de los africanos que habían saltado la valla de Ceuta y celebraban su llegada a España besando el suelo, mostrando su bandera y exhibiendo las heridas producidas por las concertinas de las vallas. El destino de estos viajeros es más que incierto, y en no pocos casos, fatal. También muchos de los viajeros en busca de lo que denominé en este blog como “La fiebredel oro inmaterial”, que acumulan credenciales durante muchos años sin conseguir instalarse en alguna de las estaciones intermedias de paso.

 Pero los imaginarios compartidos de los viajes forzosos siempre se remiten al pasado.  En los sueños compartidos comparece inequívocamente el espectro de la vieja Europa industrial de la postguerra. Esta sustenta su bienestar en una potente industria siempre necesitada de mano de obra, que genera distintas actividades de acompañamiento a la producción industrial. Esta Europa ya no existe. La tercera revolución tecnológica ha generado una nueva empresa en la que su inteligencia se concentra en un espacio geográfico,  pero sus actividades se diseminan por el espacio mundo mediante la deslocalización. La revolución conservadora estimulada por el neoliberalismo disuelve los logros salariales y sociales obtenidos en el fordismo maduro característico de las sociedades industriales.

El paisaje social de los países industriales se modifica sustancialmente. En los últimos años se implementa una guerra sórdida entre las poblaciones perjudicadas por la reconversión de la industria y los recién llegados en busca de un lugar que les permita pensar en un futuro. Este conflicto adquiere unas proporciones de mezquindad inusitadas. Los actores de esta colisión inducida son portadores de discursos que se ocultan deliberadamente. La perversidad se disemina por el tejido social en tanto que los poderosos instrumentalizan la confrontación. El paisaje social registra acontecimientos que expresan violencias insólitas contra los recién llegados, pero que se ocultan  cuando son visibilizados o interpelados para que expongan sus razones.

El área oculta sobre la que se asienta la infamia se expansiona con una velocidad inesperada. Esta multiplicación de lo oculto corroe la democracia. Las victorias de Trump, del Brexit, la expansión de la extrema derecha y otros episodios, registran la dimensión creciente del área oculta sobre la que se constituye esta nueva sublevación de una parte de los vulnerables, víctimas de la desindustrialización y la nueva reindustrialización postfordista,  contra los nuevos pobres móviles  en busca de una oportunidad. En un escenario tan opaco y perverso, constituido sobre la ocultación deliberada de lo que se piensa y se hace, los discursos y las prácticas políticas de la izquierda “ciudadanista”, adquieren un patetismo que alcanza lo extravagante, en tanto que conservan un discurso de progreso que remite al extinto capitalismo de bienestar.

El drama de las migraciones en el presente radica en que los viajeros forzosos llegan a una tierra en la que se encuentra, junto con la sociedad establecida, otra sociedad resultante de la descomposición de la vieja industria. Así se conforma un cóctel de problemas sociales explosivo. La realidad que descubren los recién arribados es que esa tierra es la propiedad de gentes empobrecidas, venidas a menos y con un futuro incierto. Los juegos de identificaciones y rechazos adquieren una perversidad insólita. La manipulación política y mediática encuentra un territorio abonado para estimular conflictos cargados de negatividad. Los procesos de exclusión social y sus víctimas se entremezclan inevitablemente, conformando a los recién llegados como chivos expiatorios de los males que comienzan con la reconversión industrial, el ascenso del neoliberalismo y la transformación del viejo estado del bienestar.

Los desterrados múltiples quedan atrapados en la red de vías que soportan los viajes. La condición de ciudadanía debilitada en su tierra de origen, se disuelve en el viaje. En las estaciones intermedias su estatuto social se encuentra por debajo de la ciudadanía. Los mundos en los que se instalan provisionalmente tienen la condición de sórdidas periferias sociales, en las que se constituyen fronteras implacables. Pero el aspecto diferencial más importante con respecto al pasado es que las ideologías tecnoglobales y sus dispositivos mediáticos los hacen invisibles. No sabemos nada de los sirios e irakíes llegados a Europa hace más de un año, en el que alimentaron un espectáculo audiovisual que se disipó en pocos meses. Por eso parece pertinente rescatar a Guthrie, que hace visibles a los ejércitos de reserva móviles de su época.

Desde hace varios años, aparecen en mi tutoría jóvenes universitarios árabes de distintas especialidades que piden que les dirija un trabajo académico para su doctorado. Insisten en obtener algún papel que respalde el acuerdo. Después desaparecen sin dejar rastro. Indagando al respecto, resulta que esos jóvenes son viajeros que buscan en la universidad algún papel que refuerce su acreditación como residentes. Me impresiona mucho vivir una situación así. En las conversaciones, manifiestan unos conocimientos y educación muy considerable. Es inevitable entonces pensar en aquellos que han pasado por mi clase y ahora se encuentran ejecutando su largo viaje labora afectados por la fiebre del oro inmaterial. Entonces me acuerdo de nuevo de Guthrie y de aquellos que son convertidos en extraños en las tierras por las que transitan.





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