Presentación

PRESENTACIÓN

Tránsitos Intrusos se propone compartir una mirada que tiene la pretensión de traspasar las barreras que las instituciones, las organizaciones, los poderes y las personas constituyen para conservar su estatuto de invisibilidad, así como los sistemas conceptuales convencionales que dificultan la comprensión de la diversidad, l a complejidad y las transformaciones propias de las sociedades actuales.
En un tiempo en el que predomina la desestructuración, en el que coexisten distintos mundos sociales nacientes y declinantes, así como varios procesos de estructuración de distinto signo, este blog se entiende como un ámbito de reflexión sobre las sociedades del presente y su intersección con mi propia vida personal.
Los tránsitos entre las distintas realidades tienen la pretensión de constituir miradas intrusas que permitan el acceso a las dimensiones ocultas e invisibilizadas, para ser expuestas en el nuevo espacio desterritorializado que representa internet, definido como el sexto continente superpuesto a los convencionales.

Juan Irigoyen es hijo de Pedro y María Josefa. Ha sido activista en el movimiento estudiantil y militante político en los años de la transición, sociólogo profesional en los años ochenta y profesor de Sociología en la Universidad de Granada desde 1990.Desde el verano de 2017 se encuentra liberado del trabajo automatizado y evaluado, viviendo la vida pausadamente. Es observador permanente de los efectos del nuevo poder sobre las vidas de las personas. También es evaluador acreditado del poder en sus distintas facetas. Para facilitar estas actividades junta letras en este blog.

viernes, 11 de octubre de 2013

LA ALMADRABA DE LOS INQUILINOS EN GRANADA

La pesca de atunes de almadraba, es una técnica que consiste en colocar un dispositivo de redes en espera al seguro paso de los bancos de atunes, en sus trayectorias de migración anual. En Granada, la actividad de la ciudad gira en torno a la universidad, que impone su temporalidad a todo el conjunto urbano. En el final del verano, cuando va a comenzar el nuevo curso, los propietarios de inmuebles ejecutan un arte de pesca de los estudiantes-inquilinos recién llegados a la ciudad, cuyas propiedades se asemejan a la almadraba del atún.

Dicen que Granada es una ciudad de contrastes.  El arte de la pesca de inquilinos ilustra esta afirmación. La pretensión de la universidad de erigirse en sede de la ciencia y la producción de conocimiento, así como su transmisión a tan esforzada masa de aprendices, contrasta con  la almadraba residencial de septiembre y octubre, en la que los métodos utilizados para capturar a los buscadores de alojamiento, ponen de manifiesto el atraso de los métodos y los supuestos de este sector de la economía granaína.

Las redes operativas para la captura de inquilinos, se especifican sobre las paredes de los edificios cercanos a los campus, en donde se pegan innumerables ofertas redactadas en unos términos muy elocuentes del imaginario premoderno que define a esta sociedad ofertante de inmuebles. Cada folio lleva escrita la oferta, el contacto y en el final, se conforma una tira recortable con varias unidades. El buscador puede así arrancar el papel sin tener que copiar.

La estética es horrible. En múltiples lugares se conforman murales que adquieren distintas formas geométricas con las ofertas. Los postes de la luz y otros elementos del mobiliario urbano, son invadidos por los carteles de los pescadores de inquilinos. La rehabilitación del patrimonio histórico y arquitectónico se contrapone con la irrupción pública de este mercado tan importante de la economía granaína, que conforma una de las subsociedades que representan su contramodernidad.

Este es un elemento significativo de la economía sumergida de Granada, que ratifica su extraño capitalismo incompleto. Las agencias inmobiliarias, todopoderosas en esta débil economía local, se dedican a los clientes con más recursos y capacidad económica. Pero la mayoría de estudiantes son capturados por este dispositivo primitivo, cuyos canales de comunicación son congruentes con el estado de los inmuebles, de los cuales sólo se puede recurrir a los términos “aventura”, “sur” o “versión posmoderna de los viajeros románticos”, para suavizar las calificaciones.

Pero ese público efímero, que es alojado en pisos cuyas carencias son manifiestas, está despreocupado por la transitoriedad de sus tiempos y la fascinación de su experiencia habitacional autónoma. La vida diaria de las clases, los largos fines de semana y  los tránsitos de los puentes, reducen considerablemente la vida en el piso, que en la mayoría de los casos se puede definir como un híbrido entre vivienda e infravivienda. En época de exámenes, la universidad abre múltiples salas de estudio, en tanto que los estudiantes-inquilinos no pueden hacerlo en sus casas debido a sus malas condiciones de habitabilidad.

Pero sobre los inmuebles que conforman las redes de la almadraba residencial granaína, no sólo se abate la fuerza destructiva de los propietarios, que mediante su inversión cero se suman al alegre capitalismo español, representado por el patrón de Mercadona, quien afirma que el secreto de su éxito es el acumulado “céntimo a céntimo”, sino la poderosa energía destructiva de muchos de los inquilinos, encerrados durante tantos años en instituciones educativas que limitan su responsabilidad y contienen sus energías. La convergencia entre ambas fuerzas, determina que una parte del patrimonio inmobiliario granaíno se encuentre en un verdadero estado de devastación.

Todas las transacciones entre los propietarios ofertantes y los inquilinos, son en negro. Así se reconstituye un sector de la economía local que no alcanza el estatuto que, analizando la hostelería granaína, denominé como “capitalismo incompleto”. Algunas de las fuentes de la economía local se fundan en la caza de las poblaciones en tránsito, turistas e inquilinos. Así se configura una de las “almas granaínas”, que representa el envés de la modernización, configurando mercados inversos a los modelos propugnados por las últimas versiones de las sociedades de servicios y sus arquetipos de calidad y cliente.

He tenido muchas experiencias insólitas,  para gentes externas a esta misteriosa ciudad,  en materia de alquileres. Desde una casa que tenía jardín y piscina, en la que cuando casi estaba cerrado el acuerdo, a pesar de que en la situación se hacían visibles algunas cosas que no cabían en mi cuadro mental, el propietario me dijo que si no nos importaba, el abuelo vendría todos los días a la piscina, asegurando que no molestaba. El concepto contrato se encuentra en el exterior de esta mentalidad premoderna imperante entre los ofertantes.

En el curso pasado, una alumna gallega, me contó que vivía en un piso de alquiler muy mal equipado y en un estado deficiente. El propietario hacía oídos sordos a sus quejas. Su colchón estaba en muy mal estado y no podía descansar. Agotadas las posibilidades de negociar, la chica se compró un colchón y se lo descontó de la mensualidad. La reacción del propietario se puede imaginar. Para él era inconcebible que una “inquilina”, que representa una figura estigmática en la subsociedad de pescadores de inquilinos, que sobre todo se definen como propietarios de más de un inmueble, hubiera desafiado su filosofía de crecimiento cero en el equipamiento del piso. Como no existen contratos, o estos son redactados para evitar a hacienda, la relación queda a merced de las relaciones de fuerza.

En una economía de esta naturaleza, que se basa en actividades dirigidas a públicos que se renuevan, la calidad es un parámetro extraño. Por eso uno de los acontecimientos que me fascinan es el de las élites “progresistas”, ejecutoras de obras múltiples, que comparecen en las elecciones locales con la bandera de la ciudad de la ciencia y la cultura. Una parte muy importante de las economías familiares procede de estas transacciones múltiples, que son invisibles para la hacienda, pero visibles y perceptibles por los transeúntes mediante la prodigiosa multiplicación de papeles por las paredes de los edificios próximos a los centros universitarios, en donde los cazainquilinos muestran sus habilidades en la conformación de murales que exaltan la fealdad.

Por eso,  Don José, el vigente alcalde, que renueva mayorías electorales aplastantes, conecta muy bien con los pescadores de inquilinos, que representan la contramodernidad. Don José no se oculta y pronuncia frases que parecen insólitas, pero que evidencian esa conexión. Recuerdo su afirmación de que en Granada tiene más poder de convocatoria Fray Leopoldo que el Parque de las Ciencias. Este aparente dislate no es tal. Una parte esencial de la ciudad está representada por las economías y sociedades de la contramodernidad granaína.

Las élites que se denominan a sí mismas como de progreso, han entendido que la modernización es un proceso unívoco, unidireccional y continuo, que se produce a partir de un umbral de renta. Bastaba activar la economía local mediante la prodigiosa multiplicación de circunvalaciones, trenes de penúltima generación, edificios con firma de arquitectos reconocidos, una universidad expansiva que renueva principalmente sus edificios y las nuevas mitologías expresadas en el ámbito local en los parques de la salud y las ciencias y el ave. Sobre todos estos logros materiales se difunden, mediante imágenes mediáticas, los símbolos y narrativas de la nueva sociedad del conocimiento.

Pero la mítica sociedad del conocimiento, en Graná se asienta sobre las sociedades basadas en economías atrasadas, que conforman la contramodernidad granaína, que hace vacíos y patéticos los discursos y ficciones de las élites constructoras en nombre del progreso. Esa contramodernidad aparece en la superficie con todo su esplendor, mostrando su vitalidad. Tras los pescadores de inquilinos, comparecen con sus mismas estéticas los sectores laborales informalizados, que pueblan las sufridas paredes con sus mensajes, ahora también en clave doméstica: los electricistas, los pintores, los fontaneros, los reparadores múltiples, los 24 horas, cerrajeros, los cuidadores, los empleados domésticos y otros. Cada actividad productiva genera su sociedad.

Para terminar, de nuevo los contrastes. En tanto que en la ciudad se configura un sólido sector de pescadores de inquilinos, en el nivel del estado, las almadrabas financieras tienen como víctimas a numerosos granaínos “emprendedores”, que quieren colocar sus dineros procedentes en parte de los beneficios de los alquileres, en lugares que prometen tan altos intereses que terminan en desastres. La cofradía de creyentes en el capitalismo representado por los Ruiz Mateos, se encuentra sobrerepresentada en Granada. La explicación se encuentra en este mismo texto.












2 comentarios:

Anónimo dijo...

Perfecta radiografía de la realidad que muchos estudiantes sufren, a priori por decidir realizar sus estudios en la Universidad de Granada y después por ver inmersos en un bucle difícil de escapar.
Añadir dos detalles que ha pasado por alto, que aún hace mas poderosos a esos "inquilinos en negro", existe un complot para alquilar por año completo, mientras que en la mayoría de las ciudades estudiantiles se alquila el tiempo que se habita (el curso escolar), además de incrementar el alquiler con el IBI a los estudiantes de forma separada, así te parece mas económica la habitación y mas adelante aparece el propietario con el recibo, asestando tan vil sablazo al inquilino. Esto antes de la experiencia Granaina, no lo había visto nunca.
pero seguro a los asesores de Don josé no lo molestan con estas "nimieces".
Saludos
Paco

Unknown dijo...

Gracias Paco por tu aportación que ilustra las violencias invisibilizadas en la relación de alquiler.

He recibido un comentario que aporta otra visión al tema. Es una persona que es víctima de las violencias inmobiliarias. Pero no la voy a publicar porque insulta a uno de los personajes terribles que protagonizan la almadraba de los inquilinos. Lo tengo muy claro, en este espacio se puede decir, se privilegian las versiones no oficiales críticas, se puede desvelar una situación oculta a la mirada de la mayoría, y todo eso para poder pensar las realidades desde otra perspectiva. Pero insultar no conduce a nada bueno. No, aquí no. Aunque entiendo, al definir la situación como violencia de un poderoso contra una víctima, que le insulte o que el insulto es comprensible, pero aquí insultar no.

Para esa persona si quiere reenviar el comentario lo aceptaré encantado.