martes, 31 de enero de 2023

DAVID SOUTO Y LA JAULA FASCISTA

 

He leído con mucho interés el artículo de David Souto en Vox Populi “La jaula fascista y la fobia de las izquierdas hacia la plebe”. En marzo de 2022, publiqué en este blog un artículo de este autor, publicado en Diario 16 “La deserción es nuestra única salida”. En esta ocasión he tenido la misma sensación ante este texto, que remite a un encuentro con un autor que aporta un esquema referencial singular, que se ubica en el exterior del océano de artículos de la prensa digital, que se fundamentan en un petrificado sistema de significación, del que se deriva una monotonía insufrible, así como una desorientación colosal, en tanto que los lectores se encuentran desbordados por distintos acontecimientos que no caben en tan menguados esquemas. Los artículos de Souto representan el equivalente a una conmoción para algunos lectores entre los que me incluyo.

Detesto la uniformidad de los analistas del presente. En tanto que se producen múltiples cambios sustantivos, estos apenas son percibidos en sus verdaderas dimensiones. Los antiguos intelectuales, así como otras gentes que conformaban la intelligentsia, aportaban sus visiones globales, que, además, eran inevitablemente plurales. Uno de los cambios esenciales que ha tenido lugar es, precisamente, la reconversión de la intelligentsia. Ahora se encuentra formada por periodistas estrictamente encuadrados en bloques políticos; expertos en algún campo específico que aportan su saber a los gobiernos u otras instancias investidas de poder; y lo que denomino como traductores, que son los tertulianos encargados de producir una conversación pública estrictamente subordinada a las necesidades de los distintos poderes. Junto a estos, algunas gentes de la cultura se prodigan en el respaldo a las verdades oficiales aprovechando su visibilidad.

Tras esta mutación ha desaparecido la independencia de los viejos intelectuales, que aportaban visiones globales dotadas de espesor argumental. También de algunos periodistas independientes, así como algunos universitarios cuya obra trascendía las fronteras disciplinares establecidas Las nuevas figuras de la información y el conocimiento se encuentran insertados en dispositivos de poder, que les demandan soluciones según sus necesidades inmediatas. Los gabinetes de prensa de los gobiernos, de los partidos, los operadores de los medios, todos ellos conforman un dispositivo informativo agobiante. El conocimiento que exhiben sobre las realidades, se encuentra rígidamente determinado por sus todopoderosos clientes. El resultado es la configuración de una gran burbuja que cocina una suerte de papilla informativa uniforme, que disuelve las especificidades y las autorías. La hegemonía audiovisual sanciona a periodistas que adquieren gran popularidad aún a pesar de su pensamiento cero. En un medio así, cada cual desempeña rigurosamente el papel asignado por el dispositivo global.

En particular, los expertos convocados por los poderes comparecen desde la universidad o medios profesionales especializados. La universidad del presente actúa como un disolvente de discursos generales, y en favor de la parcelación y especialización del conocimiento. Esta es la clave para comprender esta institución como una verdadera fábrica de expertos útiles a los poderes como mercenarios utilizados puntualmente según las necesidades de sus patrones-clientes. No puedo olvidar las intervenciones de los expertos en la pandemia de la Covid, en las que fundamentaban decisiones imposibles de asumir fuera de las coordenadas de los riesgos apocalípticos que enunciaban estos portavoces especializados.

Así, columnistas, tertulianos, presentadores, expertos de guardia y otras categorías, constituyen la conversación pública que ampara el ejercicio del gobierno, presentando dialógicamente la trama narrativa de la actualidad cocinada. Estos se atienen con una disciplina encomiable a los guiones prestablecidos, que se fundan en un marco de referencia único. Este determina la interpretación de los eventos que constituyen la actualidad. En otras palabras, el complejo de la conversación pública aplica un conjunto de categorías predefinidas que les permiten descifrar la información. De este modo se comparten las significaciones que cristalizan en un conocimiento común. Pero el conocimiento no es solo la cristalización de un fenómeno pasivo de recepción y registro de las realidades, sino que remite a un conjunto previo de selecciones, comparaciones, valoraciones y categorizaciones de las que resultan modelos de interpretación.

La comunidad de la conversación pública subordinada a los poderes construye así un modelo de conocimiento cerrado, que determina su homogeneidad absoluta. De este modo instituye un sistema de recortes de las realidades, que en los últimos tiempos se muestra como inquietante. Este sistema cerrado de conocimiento ha terminado, inexorablemente, por constituir un nuevo autoritarismo que condena a cualesquiera que se ubique en su exterior, tanto a la reprobación pública, como, crecientemente, al castigo. La pandemia fue un acontecimiento elocuente que mostraba nítidamente los rasgos autocráticos del nuevo poder, inseparable de su complejo de creación de conocimiento y de la imposición de este por medio de la conversación pública dirigida y enclaustrada.

Los públicos receptores de los discursos subyacentes en la conversación pública y publicada, se encuentran encerrados en un sistema de significación que impide comprender múltiples acontecimientos y entierra múltiples realidades. Por ilustrarlo con un ejemplo de la actualidad, el caso de Sumar de Yolanda Díaz es paradigmático. Se presenta como un proyecto de conversación y formato de movimiento ciudadano, cuando su naturaleza es justamente la contraria. En realidad, se trata de un verdadero golpe de una persona relevante de una coalición entre dos partidos, que decide encabezar una nueva propuesta que incluye la destitución de sus compañeros de escaños, así como de las direcciones de ambos, que guardan un sepulcral silencio. Sus apoyos proceden del poderoso presidente y su complejo mediático que emula sus actividades y multiplica sus comparecencias. Pero, ¿quién ha decidido dar el salto de Sumar? En sus apariciones multiplicadas por los altavoces mediáticos oficiales habla en nombre de Sumar, pero esta propuesta carece de cualquier dirección. Entonces, Sumar es un proyecto hiperpersonalista fundado en una conspiración contra los desgastados dirigentes de Podemos, pero en la conversación pública dirigida comparece como una alternativa democrática. Así se consuma una trasmutación de la realidad que se hace factible por la percepción determinada por la comunicación política condimentada en el ecosistema de la comunicación política, en el que los analistas independientes se han disipado.

Estas consideraciones facilitan la comprensión de los textos que publica Souto. Estos se ubican completamente al margen de la burbuja del conocimiento patrocinado. El choque entre su sistema de significación y valoración con el imperante es patente. Desde esta perspectiva es menester leerlo. Su marco de referencia es tan diferente que lo convierte en un extraño para los lectores encuadrados en la homogeneidad de la conversación pública. Se trata de un independiente. Recuerdo las viejas categorizaciones de Roszac en los años sesenta, en las que distinguía entre los integrados y los independientes. Couso es un independiente que piensa ajeno a los marcos de referencia del poder establecido. En un medio cerrado, como es el del mundo comunicacional de los poderes imperantes, la colisión es insoslayable.

Desde esta perspectiva se pueden pensar las afirmaciones de Souto, que interpreta la emergencia de una nueva extrema derecha arraigada en algunos espacios sociales. Esta emersión se simultanea con la transformación de la izquierda, que comparece sustentada en una gran mutación ideológica, que la transforma en una parte de un dispositivo de poder que restringe severamente las libertades y diseña sus intervenciones promoviendo un punitivismo desbocado. El castigo se sitúa en el corazón de todas las propuestas y se sobreentiende que los problemas colectivos tienen soluciones que privilegian el proverbial vigilar y castigar. La deriva del feminismo oficial comparece con formas inquietantes que remiten al incremento de la intervención del derecho penal y sus catálogos de penas crecientes.

El análisis de Souto resalta la convergencia y el conflicto entre dos formas de fascismo, o de dos autoritarismos: el convencional de lo que se entiende como extrema derecha y aquél en el que se inscribe la izquierda del presente, que define así “las estructuras de gobernanza mundial han ido construyendo para el tránsito de una sociedad neoliberal con apariencia democrática a una impulsar sociedad tecnocrática abiertamente autoritaria”. En estas coordenadas cabe comprender lo que denomina como “la jaula fascista”. Esta se encuentra determinada por la puja entre ambas tendencias, de modo que cualquier proyecto se encuentra atrapado por ese conflicto fatal.

De este modo, la perspectiva de Souto hace inteligibles las perplejidades que algunas personas experimentamos en la pandemia y ahora en la alegre guerra como provincia confín de la OTAN. Se dibuja un nuevo autoritarismo, cuyo fundamento es “apostar por la creación de un hombre nuevo que rompa por completo con el pasado y obedezca a los anhelos de una tecnocracia global posthumana que, no solo anula toda división de poderes, sino que nos lleva, en nuestro contexto de capitalismo verde y digitalización forzada, a una sociedad estamental”. La clave del análisis de Souto resalta que este giro termina por confrontar a la nueva izquierda con sus tradicionales bases sociales. La dinámica política en Europa ratifica esta afirmación.

El cambio entonces, por encima de factores coyunturales, remite nada menos que al mismo genoma de la izquierda “ Nos encontramos ante una mutación en toda regla en el genoma de la izquierda, que ha pasado de desconfiar de la naturaleza del poder a sospechar de la naturaleza humana y a considerar que es el poder (principalmente el poder económico de las grandes estructuras de gobernanza mundial) el que tiene que corregir a todos y cada uno de los ciudadanos (sobre todo si son de clase baja, pues serán machistas, homófobos, enemigos del planeta) y disciplinarlos hasta hacer coincidir sus comportamientos con los inalcanzables (e inhumanos, en tanto que asociales) ideales promovidos por la política identitaria y por la ideología posthumana.

El enfoque de Souto permite comprender algunos acontecimientos que nutren la opacidad del presente y las perplejidades de muchos analistas referenciados en paradigmas obsoletos. En mi caso particular, me ha producido un terremoto y me ha estimulado a reorganizar mis esquemas. Por eso mi agradecimiento al autor y la recomendación viva a los lectores para que lean su texto. Mi experiencia de la lectura me ha liberado provisionalmente del mundo cerrado de la opacidad, reiteración, monotonía y oscuridad de los operadores de la comunicación política.

 

 

 Pido disculpas a los lectores por el lapsus de haber reemplazado el apellido del autor Souto, por Couso en la versión publicada el 31 de enero. Mi inconsciente quedó marcado por el asesinato de Couso en el hotel Palestina de Bagdag. Ya está corregida.

 

jueves, 26 de enero de 2023

SZTULWARK: LA APOLITIZADA POLITIZACIÓN

 

Desde hace varias semanas sigo como lector fascinado los textos que publica Diego Sztulwark en la revista digital argentina El Lobo Suelto. Desde las coordenadas  imperantes en España, la política parece haberse emancipado definitivamente de la inteligencia. Los fragmentos audiovisuales que conforman esta representación, terminan por afectar a los residuos de la antigua prensa escrita, ahora revivida en los digitales, generando una verdadera orgía de banalidad, en la que la galaxia audiovisual impone sus códigos. La prensa digital y sus columnistas actúan como tertulianos televisivos, de modo que los textos escritos terminan subordinándose a los guiones audiovisuales.

En este desierto, los textos de Sztulwark resultan esclarecedores, aunque su atenta lectura desvele la ausencia de reflexión y discusión en el páramo de la política nacional. Un reciente video de Mónica García, en el que reivindica su convergencia con el Foro de Davos, al que califica como progresista, ha resultado demoledor para mi persona. Me pregunto acerca de la reflexión colectiva que ampara estos giros y posicionamientos. Efectivamente, en el presente no existen partidos políticos, entendidos como un núcleo estable de gentes que piensan y contrastan en reuniones reposadas basadas en textos escritos. Todo eso ha sido reemplazado por el equipo de marketing que rodea a un líder candidato. Este tiene que lidiar todos los días y a todas las horas con las cámaras que solicitan para sus públicos los zascas imprescindibles para alimentarlos.

En ese ambiente, un candidato sólo maneja una especie de menú del día,  que se denomina argumentario, condimentado por los brujos de esa configuración formada por los equipos de imagen de los partidos y los operadores televisivos. El resultado es un desastre para la inteligencia. Así, la decisión de enviar tanques a Ucrania, es tomada desde la subordinación cuasireligiosa a la OTAN, que conforman un pequeño grupo de militares y geoestrategas situados por encima de los estados. Una decisión de ese rango no es cotejada por las instituciones, siendo impuesta a la opinión pública como única opción posible. Contemplare el grado de suprema aceptación de la misma de tan controvertible decisión, me empieza a generar un temor incontrolable. En ese ambiente puede prosperar cualquier cosa y las decisiones remiten a la ligereza descartando el espesor que tiene que fundamentarlas.

Esta es la razón por la que he subido aquí este texto de Sztulwark publicado hace un par de días. Su densidad conceptual es encomiable y resulta asombrosa la similitud entre Argentina y España. La política convertida en videopolítica, unifica todos los escenarios de una forma sorprendente. La pandemia fue elocuente en este sentido, mostrando una suerte de novísimo trust de gobiernos fusionado a un extraño holding experto. En particular, el concepto de “apolitizada politización”, me parece tan sólido y brillante para describir la politización operada en España tras la crisis de 2014, tras la que las televisiones se tragaron el incipiente movimiento de disconformidad, siendo recluido en las pantallas y evacuado de las realidades sociales que se instalan sobre los espacios. También el concepto de “cretinismo”, cuya multiplicidad de versiones prolifera en las galaxias audiovisuales de la videopolítica española.

En la versión original lo podéis leer aquí https://lobosuelto.com/recuerdos-del-presente-diego-sztulwark/

 

Recuerdos del presente // Diego Sztulwark

Publicada en 24 de enero de 2023

Cuando se llega a una situación de apolitizada politización, que es la nuestra, y la ciudad se desvanece como espacio vivo de fuerzas y conflictos en favor una teología de lo virtual -en la que vida se vive a través de imágenes ya programadas-, prolifera por doquier el cretinismo -término de curiosa historia, que parece provenir de cierta tendencia al aislamiento detectada el antiguos pueblos cristianos de montaña-, y la articulación sistemática de los diversos cretinismos. Lo cretino no es exactamente lo falto de astucia o de cálculo, ni de bondad y transparencia, sino el confinamiento de la vivacidad espiritual a un ámbito institucional específico. Lenin, por ejemplo, denunciaba a la fracción adversaria de la socialdemocracia rusa de “cretinismo parlamentario” (la reducción de la comprensión del juego político al parlamento). Hoy en día, sin embargo, aunque abunde (basta con mirar un portal de noticias para advertir cómo todo se ha vuelto cretinismo: empresarial, mediático, judicial), ya no es la marca característica de nuestra actualidad. La expresión “apolítica politización” -presente en Kafka-, define con mayor justeza un tipo de funcionamiento social-comunicacional que difunde una relación acrítica con lo político. Más que falsa pasión, la pasión política se torna ella misma incapaz de revisar su disociación fundamental entre creencia y consecuencia. Lo vemos, incluso, en las prácticas de denuncia de las fake news y del lawfare -términos que, ya de por sí, exhiben una especie de “cretinismo lingüístico”- al que se ha reducido lo progresista. La crispación hiperpolítica, que promete cada día un vértigo mayor, se da en simultáneo con un retiro abrumador de lo político mismo. Un aburrimiento mayor, un apagamiento enigmático, un repliegue permanente en lugar lejano y oscuro. Y no sabemos bien si esa ausencia de lo político se debe simplemente a que hemos olvidado cómo convocarlo o si en cambio asistimos a una suerte de largo eclipse cuya lógica se nos escapa. En todo caso, en la nostalgia de lo político -más que en la pasión con que se lo declama y se lo practica- habría claves para un diagnóstico del presente. Pero el trabajo con la nostalgia no es fácil. En contacto con ella, se transforma con facilidad en un afecto personal, perdiendo agudeza clínica. Se convierte en penosa despedida de la vida. Lo difícil seria lograr una nostalgia del propio presente, más poética que personal, capaz de sostener aquello que se vive como perdido menos como un recuerdo preciso de un tiempo ido y más como un desplazamiento y un contraste en búsqueda de una perspectiva nueva. Hacer jugar como termino actual aquello que sólo sabe aparecer como perteneciendo a un pasado pedido, reconocer la actualidad de lo eclipsado como instancia crítica del presente.

 

domingo, 22 de enero de 2023

LA ESCALADA DE LA IMAGINACIÓN PSI

 

Supongo que es tentador tratar todo como si fuera un clavo, si la única herramienta que tienes es un martillo

 Abraham Maslow

En los últimos años se aceleran e intensifican un conjunto de transformaciones sociales de gran calado, que, paradójicamente, no son bien comprendidas, debido que resultan invisibles para los paradigmas imperantes, que priman lo convencionalmente político y económico en detrimento de otras dimensiones. Estas transformaciones convergen en el reemplazo de la sociedad tradicional -familia, vecindad, relaciones de trabajo y redes de amistad cara a cara, así como otras de proximidad- por otra en las que las personas fluyen desarrollando un sistema de relaciones sociales efímeras y cambiantes. Esta mutación tiene como consecuencia el debilitamiento de grandes contingentes de personas, cuya red social se minimiza disminuyendo la consistencia de sus vínculos personales.

El resultado de este terremoto social y convivencial radica en la conformación de un nuevo sujeto flotante, que, desamparado por el desfallecimiento de las relaciones de proximidad, necesita ser dirigido en la competencia de tejer su red de relaciones sociales. Este sujeto crecientemente desarraigado conforma el contingente ascendente de asistidos por la psicología. Toda la vida deviene en materia experta de los múltiples y crecientes dispositivos psi. El problema que suscita la intensa psicologización radica en que el sujeto asistido termina reforzando su dependencia de los dispositivos profesionales, en detrimento de su autonomía y capacidades personales. Desde esta perspectiva se pueden identificar varios malestares sociales que crecen acumulativamente a la sombra del gigante de los dispositivos psi.

La universidad no es ajena a este expansivo proceso. Las estructuras universitarias se han poblado de numerosas agencias que ejercen de guardianes de lo que se entiende como normalidad. Así, las comunicaciones institucionales albergan crecientes sermones psi para tutelar a los contingentes de estudiantes atrapados en la larga espera para desembarcar en el mercado profesional. El sujeto comprador de créditos es bombardeado por múltiples propuestas referidas a su salud, comportamiento amoroso, relaciones sociales,  cotidianeidad,  movilidad y  posicionamientos personales, en una verdadera orgía de colonización institucional. Una de sus dimensiones estriba, precisamente, en la psicologización de la vida misma, determinada por la intrusión de los dispositivos psi. El aspecto más paradójico de la psicologización de la universidad estriba en que se asienta como mecanismo compensatorio del estrepitoso fracaso de la educación, del que resulta el sujeto anonadado y desocializado, necesitado de dirección

Hace unos días he recibido una comunicación de mi universidad que expresa prístinamente la cuestión que estoy planteando. Se refiere a la llamada para la constitución de un curso formativo on line sobre “Entrenamiento en el Cultivo de la compasión”. Se afirma que la compasión es esa cualidad natural e innata en todos los seres sintientes, que podemos entrenar, y que supone la actitud de apertura al sufrimiento propio o ajeno junto a la intención y motivación de aliviarlo o prevenirlo. Esta es una iniciativa que tiene su origen en la Universidad de Stanford y el Compassion Institute. Se propone entrenar las habilidades de la fortaleza interior, la ecuanimidad y el coraje para abrirse al sufrimiento, así como a la sabiduría, calidez y resiliencia para afrontarlo, prevenirlo o aliviarlo.

Esta propuesta, que a primera vista parece interesante, expresa tres cuestiones características de la nueva era psi: La expansión de las fronteras convencionales de la psicología, más allá de lo considerado como patológico, así como el propósito de incorporar clientelas  más amplias; la definición de un valor, como la compasión, en términos de habilidades, y, por consiguiente, susceptible de ser entrenado por un agente profesional externo, y el tratamiento de los problemas sociales al margen de las estructuras que los producen, lo cual implica la premisa de que es posible resolverlos sin modificaciones estructurales. En esta propuesta se encuentran presentes los supuestos y sentidos que rigen en el presente, específicamente la escalada de la psicologización que maximiza el papel de los individuos en detrimento de las instituciones y configuraciones sociales.

La emergencia de la psicologización camina paralela a la constitución de una nueva estructura social, que corrige las proporciones y los términos de esta propios de las sociedades industriales. Una de las dimensiones de esta mutación es, precisamente, el incremento de la población susceptible de ser compadecida. Crecen los segmentos sociales inscritos en la marginación, que en el presente no sólo se produce por déficit de renta. A esta se unen varios procesos de marginación social que conforman poblaciones desintegradas. Pero, además de los marginados, se configura un novísimo continente social: los perdedores en el proceso de transformación de la estructura social. Estos se pueden definir en relación al mercado de trabajo, aunque también están presentes otras dimensiones, tales como los afectados por el debilitamiento de las estructuras convivenciales, de la licuación de las comunidades locales y de las instituciones, en particular, las víctimas del apocalipsis de la educación, desplazada por la galaxia descomunal de los medios e internet.

Son dignos de reseña los jóvenes en espera a la integración al trabajo, cuyos tiempos se alargan y descomponen en varias etapas. Los contingentes “en prácticas” terminan asentándose como becarios en el final de su larga carrera. Una parte sustantiva de los que llegan tienen que aceptar la discontinuidad, que ahora se entiende como precarización. No pocos terminan engrosando las cifras del fantasmático desempleo o aceptar participar en el pujante mercado de trabajo cautivo o desregulado. A estos se suman los expulsados por edad del mercado de trabajo que consuman la maldición de ingreso tardío/salida prematura.

También los mayores expulsados de las configuraciones sociales, percibidos como máquinas biológicas desgastadas y almacenados en instituciones de encierro o viviendo un apartheid doméstico. Y los enfermos asignados a diagnósticos estigmáticos como los pluripatológicos o las divisiones de pacientes crónicos que nutren los dispositivos asistenciales de la salud. Se evidencia la magnitud y diversidad de las poblaciones que compiten por el estatuto de segmentos sociales dignos de la compasión.

Mientras tanto, la formidable sociedad de consumo camina a una velocidad supersónica en la carrera de novedades que conforma el mercado infinito. De este modo, los acumulados en los márgenes son el objeto del próspero mercado, aunque de segundo orden, de la buena voluntad. Una gran cantidad de iniciativas se dirigen hacia ellos configurando lo que se denomina como tercer sector que se nutre del voluntariado. Este último se funda en la compasión que sostiene a los comportamientos altruistas. Pero, el altruismo es el envés de la generalización de la competividad, que genera las conductas hiperegoístas propias del mercado devenido en un espacio de contienda por las posiciones privilegiadas y seguras. La competición imperante en el mundo congelado de las empresas y centros educativos se expande al mismo espacio público, que adopta la forma de carretera, espacio en el que compiten los distintos ocupantes, encerrados en sus cabinas móviles y ajenos a los demás.

Esta secuencia de transformaciones social tiene como efecto el debilitamiento inexorable de los sistemas de protección social. La cara inversa de este acontecimiento implica la expansión de la solidaridad, entendida como una virtud ajena a la dinámica dual de las nuevas instituciones que arroja a sus periferias a los múltiples marginados y a los perdedores. Todos ellos son el objeto de las políticas compasivas que se materializan en la proliferación de ayudas que no invierten las situaciones de desventaja. Se trata de la apoteosis de un extraño asistencialismo que configura una acción compasiva. Esta va dirigida a aquellos sectores que fueron categorizados en los años ochenta por Barman como “seres humanos que no sirven ni para ser explotados”.

En este contexto cabe entender la iniciativa de la compasión, que se ausenta de las estructuras de la política y de las políticas públicas para asentarse en lo privado, entendido como un factor compensatorio de una masa de personas centradas en su propia trepa laboral, así como en la tarea de construir una vida personal extraordinaria, cumpliendo con las expectativas inculcadas por los dispositivos psi y las industrias culturales. Dice César Rendueles que nos encontramos en una época de desregulación anímica. Creo que desde esta perspectiva se puede inteligir estas iniciativas piadosas que se evaden, tanto de las estructuras como de la misma política. Esta registra nítidamente este cambio, priorizando la cuestión de la reducción de los impuestos. La cuestión de los que son denominados como vulnerables queda reducida a las ayudas en forma de cheques.

Cada cierto tiempo, algún acontecimiento termina destapando las realidades ocultas de los mundos en ellos que sobreviven los desplazados por las estructuras duales. Las carnicerías de mayores en las llamadas residencias en la pandemia es la última que recuerdo, junto a las víctimas de lo que, en una virtuosa metáfora de disipación, se denomina como acoso escolar. Generalización de violencias en los mismos territorios institucionales.

Así sale a la superficie la imaginación psi, en busca de sus territorios aptos para ser colonizados. Por eso cito al comienzo del post a Maslow, en la convicción de que la nueva sociedad no es otra cosa que un montón disperso de tornillos listos para ser moldeados con el martillo a disposición de tan excelentísima institución



miércoles, 4 de enero de 2023

DIEZ AÑOS, SETECIENTAS ENTRADAS. EN SITUACIÓN DE BUSCA Y CAPTURA

 

En los comienzos de los años noventa, algo se modificó: hubo una suerte de primacía sistemática de uno mismo ante el orden común, aunque no reivindicada expresamente como tal […] Contribuyeron astutamente a la emergencia, a gran velocidad y a escala del planeta entero, de una nueva psyché del individuo que ahora se imagina a sí mismo como beneficiario de este repentino aumento de poder […] Una experiencia subjetiva de todo punto inédita: una desposesión de uno mismo entremezclada con la sensación de detentar un poder respecto de algunos segmentos de la vida que habría aumentado comparativamente

Éric Sadin

 

Se cumplen diez años desde el nacimiento de este blog, que, por suerte del azar, se corresponde con las setecientas entradas. Como soy un súbdito respetuoso del imponente sistema métrico decimal que rige las vidas, y, además, practico el culto al cero, en tanto que en esta época soy requerido para convertirme en materia contante en las operaciones de agregación realizadas por el poder, confiriéndome un valor inferior que se representa en millonésimas de unidad, por eso atribuyo a este texto una significación simbólica relevante. Sí, diez años ya desde que dejé de ser cero y pasé a ser uno. Es decir, dejar de ser nadie o un simple guarismo estadístico irrelevante y manipulable por los cocineros de la opinión pública.

En estos largos años han tenido lugar múltiples cambios de gran envergadura. No cabe duda de que el más relevante radica en la reconfiguración del estado frente al ascenso colosal del mercado. Este se expande inundando toda la sociedad y la vida. Su esplendor radica más que en su capacidad formidable para fabricar productos y servicios, que se renuevan a gran velocidad, en su competencia en crear imaginarios, conocimiento, nuevas organizaciones y relaciones sociales, y, por último, novísimos sujetos sociales dotados de subjetividades acordes a la nueva sociedad, atrapados en la contradicción entre los condicionamientos estructurales inexorables y la sensación que otorga el control de una parte de sus vidas.

He vivido una parte de ese proceso en la esfera más exitosa para la nueva sociedad neoliberal emergente: la universidad, donde la reforma ya es completa, de modo que en ella ha cristalizado un nuevo orden social radicalmente diferenciado del anterior. En estas fiestas leo atentamente el último libro de Éric Sadin: “La era del individuo tirano. El fin de un mundo en común”, en el que sintetiza certeramente la línea principal de cambio social que está operando en el presente. No puedo dejar de recordar la vida en el Madrid de mi adolescencia, en el que tomaba cañas en bares-freidurías pobladas por trabajadores de la industria y de los servicios. Al caer la tarde nos congregábamos allí unificados por la cerveza y las conversaciones abiertas. Recuerdo que, como yo era estudiante, todo el mundo me convidaba. La generosidad y vitalidad de que hacían gala los pre-modernizados súbditos era encomiable.

Ahora todo ha cambiado, pero, sobre todo, las personas. Cada uno es un ser endeudado y con un proyecto individual que tiene distintas combinaciones de ingredientes de ensoñación y emulación desmedida. Cada uno esculpe su cuerpo en el gimnasio, administra los condicionantes de su carrera profesional, obedece a las conminaciones expertas con respecto a sus parejas, su sexo, su ocio, y configura su menú audiovisual en el gran encierro doméstico para cumplimentar su trayectoria como espectador de streaming. La socialidad se ha reconfigurado drásticamente bajo el manto del mercado infinito, que provee a todos de modelos de comportamiento adecuados a sus altas expectativas. Todo termina en la cristalización de un perfil, que constituye el territorio sobre el que convergen los múltiples y diversos proyectos de domesticación. Esta es la razón por la que algunos viejos dotados de cierta sabiduría renunciamos a tener un perfil en las redes sociales. El perfil es el material sobre el que desembarcan las legiones de escultores del mercado total.

En este tiempo de sujeto uno, se va agrandando la brecha con muchas de las gentes que me han acompañado en etapas anteriores de mi vida. No es que tenga otras ideas, sino que mi manera de ver es radicalmente diferente a la de la gran mayoría de compañeros de viaje de antaño. La diferencia se asienta en los paradigmas en los que nos referenciamos. La gran mayoría de gentes próximas en otros tiempos ha terminado por amodorrarse y acomodarse al nuevo escenario. Su forma de pensar y sus actuaciones se referencian en sus intereses inmediatos. De ahí resulta un pragmatismo hiperestrecho que los sitúa en una posición inerme. Es patético contemplar la decadencia de las gentes que protagonizaron la esperanzadora atención primaria en su refundación en los ochenta. Ahora conforman un coro que gime por su brutal relegación y por la cristalización de las desigualdades crecientes. La falta de fuste intelectual y vital es inquietante. En coherencia, esperan una solución cuya procedencia sean las instituciones estatales deterioradas, de las que emerja algún caudillo audiovisual providencial.

La diferencia principal que sustenta este distanciamiento radica en la disparidad en los marcos de referencia. Los acomodados ignoran el macroproceso social que se sobrepone a las realidades sociales locales y estatales. Pero este, se hace presente reconfigurando drásticamente todas las situaciones. Al no ser reconocido explícitamente, se sitúa fuera de lo que se entiende como “la política”, que entonces queda limitada a un juego de intereses entre varios segmentos sociales, que desde siempre he designado como “intereses mayores” e “intereses menores”. Así se construye una suerte de impotencia de todas las causas sociales “menores” que acaban colisionando con los efectos del gran macroproceso social.  En los conflictos se manifiesta la maldición de ignorar el proceso “mayor”, restringiendo las miradas de los actores.

Pero, lo más importante de este tiempo remite a que esa imponente configuración social del mercado se hace presente imperativamente en las vidas. En la mía de jubilado comparece inevitablemente de múltiples formas. Así, me autodefino como un sujeto en busca y captura. Es decir, en una situación en la que distintas formas de mercado me acechan en espera de su oportunidad para penetrar en mi vida y modelar mis comportamientos y mi gasto. Podría ser muy prolífico en la narración de las ingerencias del mercado infinito sobre mi vida, pero me remitiré a una reciente.

Tengo una entrañable perra que ya va a cumplir 14 años. Hace un par de meses se puso muy mala y tuve que acudir a Urgencias Veterinarias, que ahora han cristalizado en la proliferación de hospitales veterinarios. Tras realizar analíticas y pruebas de imagen detectaron una pancreatitis. La medicación de choque requirió su hospitalización. De este modo renuncié a uno de mis principios esenciales. Pero lo peor resulta del tratamiento asignado a esta entrañable portadora de una pancreatitis.  que incluye cambios en su alimentación. Me recetaron un sofisticado pienso veterinario de Hills, que es gastrointestinal, bajo en grasa y en proteínas y una cosa que todavía no comprendo, que es “sensitive”. El caso es que el precio de este pienso es disparatado, lo cual ha generado una fantasía que nunca he tenido: el temor a ser asaltado, violentado y robado por gentes en busca del valioso pienso-oro que come Totas.

Uno de mis héroes, Juan Cueto, contaba que su casa de Gijón fue asaltada por unos ladrones que mostraron su perplejidad ante la concentración de los libros. Mi casa actual, a pesar de que con mi traslado a Madrid mi biblioteca se disipó, alberga una biblioteca creciente. Así que he presumido de mi ausencia de temor a ser asaltado en tanto que carezco de bienes en la referencia de los asaltantes. Pero ahora sueño con ser asaltado para apoderarse de los sacos de pienso-oro para alimentar a mi querida perra medicalizada. Me imagino un túnel excavado desde el exterior para llegar al saco de pienso equivalente al caviar. El emergente sistema veterinario, ampara una industria superpróspera de alimentación animal. Lo mismo ocurre con los médicos. Sus prescripciones sustentan una industria farmacéutica empeñada en hacer tangible el antaño concepto de infinito.

Sí, mi cuerpo menguante es percibido como un punto de anclaje de las iniciativas del mercado total. En este sentido soy un sujeto en busca y captura. Mi correo electrónico ya recibe centenares de mensajes procedentes de las esferas de la vieja cultura, ahora materializadas en industrias culturales, haciéndolo inmanejable. Por eso estoy aprendiendo de nuevo a vivir en una suerte de clandestinidad que incremente mi invisibilidad a las miradas escrutadoras de ese terrible entramado de captura comercial de la vida. Al igual que en mis tiempos mozos me ocupaba en no ser seguido, ahora invento estrategias huidizas para evitar ser escudriñado por el nuevo Dios omnipotente y omnipresente que planea sobre las vidas de sus laboriosos súbditos.

Estoy afanado en la tarea de reconstituir una vida lo mejor posible, liberando mi cotidianeidad de los dispositivos colosales de esta novísima sociedad de control. Es esencial liberarse de las relaciones con aquellas empresas que me pretendan capturar. En este aprendizaje he constatado que todas las empresas siguen el patrón inexorable del modelo empresa y su institución central: el marketing de uno a uno. Así, Iberdrola, mi empresa suministradora de electricidad me proporciona consejos para realizar un consumo más austero; Médicos sin Fronteras me halaga como si fuera un émulo joven, o El Diario.es me ofrece un obsequio consistente en un libro de Ignacio Escolar, eso sí, dedicado personalmente y a cambio de algo. Como diría un ministro franquista de la época “estoy dolorosamente harto” de este dispositivo ubicuo de busca y captura.

En este nuevo año trataré de evitar a mis amables cazadores reconstituyendo una buena vida en minúsculas y en los espacios cotidianos que se ubiquen fuera de sus miradas. Por lo demás, ya suenan los tambores epidemiológicos de nuevo y a las pantallas retornan los fantasmas pandémicos. Como reza una cancioncilla “Siempre los mismos fantasmas”. Las estrategias de busca y captura son más eficaces cuanto más asustados se encuentren los perseguidos. En fin, deseo un buen año para todos los lectores, pero no a mis perseguidores.