martes, 31 de enero de 2023

DAVID SOUTO Y LA JAULA FASCISTA

 

He leído con mucho interés el artículo de David Souto en Vox Populi “La jaula fascista y la fobia de las izquierdas hacia la plebe”. En marzo de 2022, publiqué en este blog un artículo de este autor, publicado en Diario 16 “La deserción es nuestra única salida”. En esta ocasión he tenido la misma sensación ante este texto, que remite a un encuentro con un autor que aporta un esquema referencial singular, que se ubica en el exterior del océano de artículos de la prensa digital, que se fundamentan en un petrificado sistema de significación, del que se deriva una monotonía insufrible, así como una desorientación colosal, en tanto que los lectores se encuentran desbordados por distintos acontecimientos que no caben en tan menguados esquemas. Los artículos de Souto representan el equivalente a una conmoción para algunos lectores entre los que me incluyo.

Detesto la uniformidad de los analistas del presente. En tanto que se producen múltiples cambios sustantivos, estos apenas son percibidos en sus verdaderas dimensiones. Los antiguos intelectuales, así como otras gentes que conformaban la intelligentsia, aportaban sus visiones globales, que, además, eran inevitablemente plurales. Uno de los cambios esenciales que ha tenido lugar es, precisamente, la reconversión de la intelligentsia. Ahora se encuentra formada por periodistas estrictamente encuadrados en bloques políticos; expertos en algún campo específico que aportan su saber a los gobiernos u otras instancias investidas de poder; y lo que denomino como traductores, que son los tertulianos encargados de producir una conversación pública estrictamente subordinada a las necesidades de los distintos poderes. Junto a estos, algunas gentes de la cultura se prodigan en el respaldo a las verdades oficiales aprovechando su visibilidad.

Tras esta mutación ha desaparecido la independencia de los viejos intelectuales, que aportaban visiones globales dotadas de espesor argumental. También de algunos periodistas independientes, así como algunos universitarios cuya obra trascendía las fronteras disciplinares establecidas Las nuevas figuras de la información y el conocimiento se encuentran insertados en dispositivos de poder, que les demandan soluciones según sus necesidades inmediatas. Los gabinetes de prensa de los gobiernos, de los partidos, los operadores de los medios, todos ellos conforman un dispositivo informativo agobiante. El conocimiento que exhiben sobre las realidades, se encuentra rígidamente determinado por sus todopoderosos clientes. El resultado es la configuración de una gran burbuja que cocina una suerte de papilla informativa uniforme, que disuelve las especificidades y las autorías. La hegemonía audiovisual sanciona a periodistas que adquieren gran popularidad aún a pesar de su pensamiento cero. En un medio así, cada cual desempeña rigurosamente el papel asignado por el dispositivo global.

En particular, los expertos convocados por los poderes comparecen desde la universidad o medios profesionales especializados. La universidad del presente actúa como un disolvente de discursos generales, y en favor de la parcelación y especialización del conocimiento. Esta es la clave para comprender esta institución como una verdadera fábrica de expertos útiles a los poderes como mercenarios utilizados puntualmente según las necesidades de sus patrones-clientes. No puedo olvidar las intervenciones de los expertos en la pandemia de la Covid, en las que fundamentaban decisiones imposibles de asumir fuera de las coordenadas de los riesgos apocalípticos que enunciaban estos portavoces especializados.

Así, columnistas, tertulianos, presentadores, expertos de guardia y otras categorías, constituyen la conversación pública que ampara el ejercicio del gobierno, presentando dialógicamente la trama narrativa de la actualidad cocinada. Estos se atienen con una disciplina encomiable a los guiones prestablecidos, que se fundan en un marco de referencia único. Este determina la interpretación de los eventos que constituyen la actualidad. En otras palabras, el complejo de la conversación pública aplica un conjunto de categorías predefinidas que les permiten descifrar la información. De este modo se comparten las significaciones que cristalizan en un conocimiento común. Pero el conocimiento no es solo la cristalización de un fenómeno pasivo de recepción y registro de las realidades, sino que remite a un conjunto previo de selecciones, comparaciones, valoraciones y categorizaciones de las que resultan modelos de interpretación.

La comunidad de la conversación pública subordinada a los poderes construye así un modelo de conocimiento cerrado, que determina su homogeneidad absoluta. De este modo instituye un sistema de recortes de las realidades, que en los últimos tiempos se muestra como inquietante. Este sistema cerrado de conocimiento ha terminado, inexorablemente, por constituir un nuevo autoritarismo que condena a cualesquiera que se ubique en su exterior, tanto a la reprobación pública, como, crecientemente, al castigo. La pandemia fue un acontecimiento elocuente que mostraba nítidamente los rasgos autocráticos del nuevo poder, inseparable de su complejo de creación de conocimiento y de la imposición de este por medio de la conversación pública dirigida y enclaustrada.

Los públicos receptores de los discursos subyacentes en la conversación pública y publicada, se encuentran encerrados en un sistema de significación que impide comprender múltiples acontecimientos y entierra múltiples realidades. Por ilustrarlo con un ejemplo de la actualidad, el caso de Sumar de Yolanda Díaz es paradigmático. Se presenta como un proyecto de conversación y formato de movimiento ciudadano, cuando su naturaleza es justamente la contraria. En realidad, se trata de un verdadero golpe de una persona relevante de una coalición entre dos partidos, que decide encabezar una nueva propuesta que incluye la destitución de sus compañeros de escaños, así como de las direcciones de ambos, que guardan un sepulcral silencio. Sus apoyos proceden del poderoso presidente y su complejo mediático que emula sus actividades y multiplica sus comparecencias. Pero, ¿quién ha decidido dar el salto de Sumar? En sus apariciones multiplicadas por los altavoces mediáticos oficiales habla en nombre de Sumar, pero esta propuesta carece de cualquier dirección. Entonces, Sumar es un proyecto hiperpersonalista fundado en una conspiración contra los desgastados dirigentes de Podemos, pero en la conversación pública dirigida comparece como una alternativa democrática. Así se consuma una trasmutación de la realidad que se hace factible por la percepción determinada por la comunicación política condimentada en el ecosistema de la comunicación política, en el que los analistas independientes se han disipado.

Estas consideraciones facilitan la comprensión de los textos que publica Souto. Estos se ubican completamente al margen de la burbuja del conocimiento patrocinado. El choque entre su sistema de significación y valoración con el imperante es patente. Desde esta perspectiva es menester leerlo. Su marco de referencia es tan diferente que lo convierte en un extraño para los lectores encuadrados en la homogeneidad de la conversación pública. Se trata de un independiente. Recuerdo las viejas categorizaciones de Roszac en los años sesenta, en las que distinguía entre los integrados y los independientes. Couso es un independiente que piensa ajeno a los marcos de referencia del poder establecido. En un medio cerrado, como es el del mundo comunicacional de los poderes imperantes, la colisión es insoslayable.

Desde esta perspectiva se pueden pensar las afirmaciones de Souto, que interpreta la emergencia de una nueva extrema derecha arraigada en algunos espacios sociales. Esta emersión se simultanea con la transformación de la izquierda, que comparece sustentada en una gran mutación ideológica, que la transforma en una parte de un dispositivo de poder que restringe severamente las libertades y diseña sus intervenciones promoviendo un punitivismo desbocado. El castigo se sitúa en el corazón de todas las propuestas y se sobreentiende que los problemas colectivos tienen soluciones que privilegian el proverbial vigilar y castigar. La deriva del feminismo oficial comparece con formas inquietantes que remiten al incremento de la intervención del derecho penal y sus catálogos de penas crecientes.

El análisis de Souto resalta la convergencia y el conflicto entre dos formas de fascismo, o de dos autoritarismos: el convencional de lo que se entiende como extrema derecha y aquél en el que se inscribe la izquierda del presente, que define así “las estructuras de gobernanza mundial han ido construyendo para el tránsito de una sociedad neoliberal con apariencia democrática a una impulsar sociedad tecnocrática abiertamente autoritaria”. En estas coordenadas cabe comprender lo que denomina como “la jaula fascista”. Esta se encuentra determinada por la puja entre ambas tendencias, de modo que cualquier proyecto se encuentra atrapado por ese conflicto fatal.

De este modo, la perspectiva de Souto hace inteligibles las perplejidades que algunas personas experimentamos en la pandemia y ahora en la alegre guerra como provincia confín de la OTAN. Se dibuja un nuevo autoritarismo, cuyo fundamento es “apostar por la creación de un hombre nuevo que rompa por completo con el pasado y obedezca a los anhelos de una tecnocracia global posthumana que, no solo anula toda división de poderes, sino que nos lleva, en nuestro contexto de capitalismo verde y digitalización forzada, a una sociedad estamental”. La clave del análisis de Souto resalta que este giro termina por confrontar a la nueva izquierda con sus tradicionales bases sociales. La dinámica política en Europa ratifica esta afirmación.

El cambio entonces, por encima de factores coyunturales, remite nada menos que al mismo genoma de la izquierda “ Nos encontramos ante una mutación en toda regla en el genoma de la izquierda, que ha pasado de desconfiar de la naturaleza del poder a sospechar de la naturaleza humana y a considerar que es el poder (principalmente el poder económico de las grandes estructuras de gobernanza mundial) el que tiene que corregir a todos y cada uno de los ciudadanos (sobre todo si son de clase baja, pues serán machistas, homófobos, enemigos del planeta) y disciplinarlos hasta hacer coincidir sus comportamientos con los inalcanzables (e inhumanos, en tanto que asociales) ideales promovidos por la política identitaria y por la ideología posthumana.

El enfoque de Souto permite comprender algunos acontecimientos que nutren la opacidad del presente y las perplejidades de muchos analistas referenciados en paradigmas obsoletos. En mi caso particular, me ha producido un terremoto y me ha estimulado a reorganizar mis esquemas. Por eso mi agradecimiento al autor y la recomendación viva a los lectores para que lean su texto. Mi experiencia de la lectura me ha liberado provisionalmente del mundo cerrado de la opacidad, reiteración, monotonía y oscuridad de los operadores de la comunicación política.

 

 

 Pido disculpas a los lectores por el lapsus de haber reemplazado el apellido del autor Souto, por Couso en la versión publicada el 31 de enero. Mi inconsciente quedó marcado por el asesinato de Couso en el hotel Palestina de Bagdag. Ya está corregida.

 

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