domingo, 22 de enero de 2023

LA ESCALADA DE LA IMAGINACIÓN PSI

 

Supongo que es tentador tratar todo como si fuera un clavo, si la única herramienta que tienes es un martillo

 Abraham Maslow

En los últimos años se aceleran e intensifican un conjunto de transformaciones sociales de gran calado, que, paradójicamente, no son bien comprendidas, debido que resultan invisibles para los paradigmas imperantes, que priman lo convencionalmente político y económico en detrimento de otras dimensiones. Estas transformaciones convergen en el reemplazo de la sociedad tradicional -familia, vecindad, relaciones de trabajo y redes de amistad cara a cara, así como otras de proximidad- por otra en las que las personas fluyen desarrollando un sistema de relaciones sociales efímeras y cambiantes. Esta mutación tiene como consecuencia el debilitamiento de grandes contingentes de personas, cuya red social se minimiza disminuyendo la consistencia de sus vínculos personales.

El resultado de este terremoto social y convivencial radica en la conformación de un nuevo sujeto flotante, que, desamparado por el desfallecimiento de las relaciones de proximidad, necesita ser dirigido en la competencia de tejer su red de relaciones sociales. Este sujeto crecientemente desarraigado conforma el contingente ascendente de asistidos por la psicología. Toda la vida deviene en materia experta de los múltiples y crecientes dispositivos psi. El problema que suscita la intensa psicologización radica en que el sujeto asistido termina reforzando su dependencia de los dispositivos profesionales, en detrimento de su autonomía y capacidades personales. Desde esta perspectiva se pueden identificar varios malestares sociales que crecen acumulativamente a la sombra del gigante de los dispositivos psi.

La universidad no es ajena a este expansivo proceso. Las estructuras universitarias se han poblado de numerosas agencias que ejercen de guardianes de lo que se entiende como normalidad. Así, las comunicaciones institucionales albergan crecientes sermones psi para tutelar a los contingentes de estudiantes atrapados en la larga espera para desembarcar en el mercado profesional. El sujeto comprador de créditos es bombardeado por múltiples propuestas referidas a su salud, comportamiento amoroso, relaciones sociales,  cotidianeidad,  movilidad y  posicionamientos personales, en una verdadera orgía de colonización institucional. Una de sus dimensiones estriba, precisamente, en la psicologización de la vida misma, determinada por la intrusión de los dispositivos psi. El aspecto más paradójico de la psicologización de la universidad estriba en que se asienta como mecanismo compensatorio del estrepitoso fracaso de la educación, del que resulta el sujeto anonadado y desocializado, necesitado de dirección

Hace unos días he recibido una comunicación de mi universidad que expresa prístinamente la cuestión que estoy planteando. Se refiere a la llamada para la constitución de un curso formativo on line sobre “Entrenamiento en el Cultivo de la compasión”. Se afirma que la compasión es esa cualidad natural e innata en todos los seres sintientes, que podemos entrenar, y que supone la actitud de apertura al sufrimiento propio o ajeno junto a la intención y motivación de aliviarlo o prevenirlo. Esta es una iniciativa que tiene su origen en la Universidad de Stanford y el Compassion Institute. Se propone entrenar las habilidades de la fortaleza interior, la ecuanimidad y el coraje para abrirse al sufrimiento, así como a la sabiduría, calidez y resiliencia para afrontarlo, prevenirlo o aliviarlo.

Esta propuesta, que a primera vista parece interesante, expresa tres cuestiones características de la nueva era psi: La expansión de las fronteras convencionales de la psicología, más allá de lo considerado como patológico, así como el propósito de incorporar clientelas  más amplias; la definición de un valor, como la compasión, en términos de habilidades, y, por consiguiente, susceptible de ser entrenado por un agente profesional externo, y el tratamiento de los problemas sociales al margen de las estructuras que los producen, lo cual implica la premisa de que es posible resolverlos sin modificaciones estructurales. En esta propuesta se encuentran presentes los supuestos y sentidos que rigen en el presente, específicamente la escalada de la psicologización que maximiza el papel de los individuos en detrimento de las instituciones y configuraciones sociales.

La emergencia de la psicologización camina paralela a la constitución de una nueva estructura social, que corrige las proporciones y los términos de esta propios de las sociedades industriales. Una de las dimensiones de esta mutación es, precisamente, el incremento de la población susceptible de ser compadecida. Crecen los segmentos sociales inscritos en la marginación, que en el presente no sólo se produce por déficit de renta. A esta se unen varios procesos de marginación social que conforman poblaciones desintegradas. Pero, además de los marginados, se configura un novísimo continente social: los perdedores en el proceso de transformación de la estructura social. Estos se pueden definir en relación al mercado de trabajo, aunque también están presentes otras dimensiones, tales como los afectados por el debilitamiento de las estructuras convivenciales, de la licuación de las comunidades locales y de las instituciones, en particular, las víctimas del apocalipsis de la educación, desplazada por la galaxia descomunal de los medios e internet.

Son dignos de reseña los jóvenes en espera a la integración al trabajo, cuyos tiempos se alargan y descomponen en varias etapas. Los contingentes “en prácticas” terminan asentándose como becarios en el final de su larga carrera. Una parte sustantiva de los que llegan tienen que aceptar la discontinuidad, que ahora se entiende como precarización. No pocos terminan engrosando las cifras del fantasmático desempleo o aceptar participar en el pujante mercado de trabajo cautivo o desregulado. A estos se suman los expulsados por edad del mercado de trabajo que consuman la maldición de ingreso tardío/salida prematura.

También los mayores expulsados de las configuraciones sociales, percibidos como máquinas biológicas desgastadas y almacenados en instituciones de encierro o viviendo un apartheid doméstico. Y los enfermos asignados a diagnósticos estigmáticos como los pluripatológicos o las divisiones de pacientes crónicos que nutren los dispositivos asistenciales de la salud. Se evidencia la magnitud y diversidad de las poblaciones que compiten por el estatuto de segmentos sociales dignos de la compasión.

Mientras tanto, la formidable sociedad de consumo camina a una velocidad supersónica en la carrera de novedades que conforma el mercado infinito. De este modo, los acumulados en los márgenes son el objeto del próspero mercado, aunque de segundo orden, de la buena voluntad. Una gran cantidad de iniciativas se dirigen hacia ellos configurando lo que se denomina como tercer sector que se nutre del voluntariado. Este último se funda en la compasión que sostiene a los comportamientos altruistas. Pero, el altruismo es el envés de la generalización de la competividad, que genera las conductas hiperegoístas propias del mercado devenido en un espacio de contienda por las posiciones privilegiadas y seguras. La competición imperante en el mundo congelado de las empresas y centros educativos se expande al mismo espacio público, que adopta la forma de carretera, espacio en el que compiten los distintos ocupantes, encerrados en sus cabinas móviles y ajenos a los demás.

Esta secuencia de transformaciones social tiene como efecto el debilitamiento inexorable de los sistemas de protección social. La cara inversa de este acontecimiento implica la expansión de la solidaridad, entendida como una virtud ajena a la dinámica dual de las nuevas instituciones que arroja a sus periferias a los múltiples marginados y a los perdedores. Todos ellos son el objeto de las políticas compasivas que se materializan en la proliferación de ayudas que no invierten las situaciones de desventaja. Se trata de la apoteosis de un extraño asistencialismo que configura una acción compasiva. Esta va dirigida a aquellos sectores que fueron categorizados en los años ochenta por Barman como “seres humanos que no sirven ni para ser explotados”.

En este contexto cabe entender la iniciativa de la compasión, que se ausenta de las estructuras de la política y de las políticas públicas para asentarse en lo privado, entendido como un factor compensatorio de una masa de personas centradas en su propia trepa laboral, así como en la tarea de construir una vida personal extraordinaria, cumpliendo con las expectativas inculcadas por los dispositivos psi y las industrias culturales. Dice César Rendueles que nos encontramos en una época de desregulación anímica. Creo que desde esta perspectiva se puede inteligir estas iniciativas piadosas que se evaden, tanto de las estructuras como de la misma política. Esta registra nítidamente este cambio, priorizando la cuestión de la reducción de los impuestos. La cuestión de los que son denominados como vulnerables queda reducida a las ayudas en forma de cheques.

Cada cierto tiempo, algún acontecimiento termina destapando las realidades ocultas de los mundos en ellos que sobreviven los desplazados por las estructuras duales. Las carnicerías de mayores en las llamadas residencias en la pandemia es la última que recuerdo, junto a las víctimas de lo que, en una virtuosa metáfora de disipación, se denomina como acoso escolar. Generalización de violencias en los mismos territorios institucionales.

Así sale a la superficie la imaginación psi, en busca de sus territorios aptos para ser colonizados. Por eso cito al comienzo del post a Maslow, en la convicción de que la nueva sociedad no es otra cosa que un montón disperso de tornillos listos para ser moldeados con el martillo a disposición de tan excelentísima institución



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