jueves, 26 de enero de 2023

SZTULWARK: LA APOLITIZADA POLITIZACIÓN

 

Desde hace varias semanas sigo como lector fascinado los textos que publica Diego Sztulwark en la revista digital argentina El Lobo Suelto. Desde las coordenadas  imperantes en España, la política parece haberse emancipado definitivamente de la inteligencia. Los fragmentos audiovisuales que conforman esta representación, terminan por afectar a los residuos de la antigua prensa escrita, ahora revivida en los digitales, generando una verdadera orgía de banalidad, en la que la galaxia audiovisual impone sus códigos. La prensa digital y sus columnistas actúan como tertulianos televisivos, de modo que los textos escritos terminan subordinándose a los guiones audiovisuales.

En este desierto, los textos de Sztulwark resultan esclarecedores, aunque su atenta lectura desvele la ausencia de reflexión y discusión en el páramo de la política nacional. Un reciente video de Mónica García, en el que reivindica su convergencia con el Foro de Davos, al que califica como progresista, ha resultado demoledor para mi persona. Me pregunto acerca de la reflexión colectiva que ampara estos giros y posicionamientos. Efectivamente, en el presente no existen partidos políticos, entendidos como un núcleo estable de gentes que piensan y contrastan en reuniones reposadas basadas en textos escritos. Todo eso ha sido reemplazado por el equipo de marketing que rodea a un líder candidato. Este tiene que lidiar todos los días y a todas las horas con las cámaras que solicitan para sus públicos los zascas imprescindibles para alimentarlos.

En ese ambiente, un candidato sólo maneja una especie de menú del día,  que se denomina argumentario, condimentado por los brujos de esa configuración formada por los equipos de imagen de los partidos y los operadores televisivos. El resultado es un desastre para la inteligencia. Así, la decisión de enviar tanques a Ucrania, es tomada desde la subordinación cuasireligiosa a la OTAN, que conforman un pequeño grupo de militares y geoestrategas situados por encima de los estados. Una decisión de ese rango no es cotejada por las instituciones, siendo impuesta a la opinión pública como única opción posible. Contemplare el grado de suprema aceptación de la misma de tan controvertible decisión, me empieza a generar un temor incontrolable. En ese ambiente puede prosperar cualquier cosa y las decisiones remiten a la ligereza descartando el espesor que tiene que fundamentarlas.

Esta es la razón por la que he subido aquí este texto de Sztulwark publicado hace un par de días. Su densidad conceptual es encomiable y resulta asombrosa la similitud entre Argentina y España. La política convertida en videopolítica, unifica todos los escenarios de una forma sorprendente. La pandemia fue elocuente en este sentido, mostrando una suerte de novísimo trust de gobiernos fusionado a un extraño holding experto. En particular, el concepto de “apolitizada politización”, me parece tan sólido y brillante para describir la politización operada en España tras la crisis de 2014, tras la que las televisiones se tragaron el incipiente movimiento de disconformidad, siendo recluido en las pantallas y evacuado de las realidades sociales que se instalan sobre los espacios. También el concepto de “cretinismo”, cuya multiplicidad de versiones prolifera en las galaxias audiovisuales de la videopolítica española.

En la versión original lo podéis leer aquí https://lobosuelto.com/recuerdos-del-presente-diego-sztulwark/

 

Recuerdos del presente // Diego Sztulwark

Publicada en 24 de enero de 2023

Cuando se llega a una situación de apolitizada politización, que es la nuestra, y la ciudad se desvanece como espacio vivo de fuerzas y conflictos en favor una teología de lo virtual -en la que vida se vive a través de imágenes ya programadas-, prolifera por doquier el cretinismo -término de curiosa historia, que parece provenir de cierta tendencia al aislamiento detectada el antiguos pueblos cristianos de montaña-, y la articulación sistemática de los diversos cretinismos. Lo cretino no es exactamente lo falto de astucia o de cálculo, ni de bondad y transparencia, sino el confinamiento de la vivacidad espiritual a un ámbito institucional específico. Lenin, por ejemplo, denunciaba a la fracción adversaria de la socialdemocracia rusa de “cretinismo parlamentario” (la reducción de la comprensión del juego político al parlamento). Hoy en día, sin embargo, aunque abunde (basta con mirar un portal de noticias para advertir cómo todo se ha vuelto cretinismo: empresarial, mediático, judicial), ya no es la marca característica de nuestra actualidad. La expresión “apolítica politización” -presente en Kafka-, define con mayor justeza un tipo de funcionamiento social-comunicacional que difunde una relación acrítica con lo político. Más que falsa pasión, la pasión política se torna ella misma incapaz de revisar su disociación fundamental entre creencia y consecuencia. Lo vemos, incluso, en las prácticas de denuncia de las fake news y del lawfare -términos que, ya de por sí, exhiben una especie de “cretinismo lingüístico”- al que se ha reducido lo progresista. La crispación hiperpolítica, que promete cada día un vértigo mayor, se da en simultáneo con un retiro abrumador de lo político mismo. Un aburrimiento mayor, un apagamiento enigmático, un repliegue permanente en lugar lejano y oscuro. Y no sabemos bien si esa ausencia de lo político se debe simplemente a que hemos olvidado cómo convocarlo o si en cambio asistimos a una suerte de largo eclipse cuya lógica se nos escapa. En todo caso, en la nostalgia de lo político -más que en la pasión con que se lo declama y se lo practica- habría claves para un diagnóstico del presente. Pero el trabajo con la nostalgia no es fácil. En contacto con ella, se transforma con facilidad en un afecto personal, perdiendo agudeza clínica. Se convierte en penosa despedida de la vida. Lo difícil seria lograr una nostalgia del propio presente, más poética que personal, capaz de sostener aquello que se vive como perdido menos como un recuerdo preciso de un tiempo ido y más como un desplazamiento y un contraste en búsqueda de una perspectiva nueva. Hacer jugar como termino actual aquello que sólo sabe aparecer como perteneciendo a un pasado pedido, reconocer la actualidad de lo eclipsado como instancia crítica del presente.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario