miércoles, 12 de febrero de 2020

CIUDADELAS INFANTILES MEDICALIZADAS EN MADRID







Desde el año pasado se vienen repartiendo profusamente por mi barrio unos folletos que anuncian a una escuela infantil, Planeta Enano, que se encuentra ubicada en el interior del Hospital Infantil Universitario Niño Jesús. En ellos se comunica un catálogo de servicios inspirado en una filosofía muy actualizada. En el texto de este,  aparecen sucesivamente los puntos fuertes del proyecto docente, en los que los referidos a la atención a la salud en sus distintas facetas, se sobreponen a los pedagógicos convencionales. La priorización de las cuestiones de salud de los infantes, constituyen el eje de la oferta.

El primero es “Una escuela dentro del hospital. Tener a vuestro hijo escolarizado dentro del recinto hospitalario Niño Jesús ofrece la tranquilidad de estar en un entorno más seguro para él”. En segundo lugar comparece el tótem del médico especialista “Con la presencia de nuestro propio médico, podemos realizar un seguimiento del estado de salud de los niños del Centro, y también resolver posibles dudas o problemas de salud demandados por las familias”. En su página web presenta la función del gabinete Médico como “Nuestros alumnos son evaluados y seguidos por nuestro Médico y así nos aseguramos que su desarrollo se produce dentro de los parámetros marcados por la OMS”.

En tercer lugar comparece la psicóloga, junto con la maestra de educación especial. El cuarto es “Escuela de padres, salud y nutrición”. Termina enunciando la enseñanza del inglés y chino, la estimulación y psicomotricidad, la piscina y la agenda electrónica app. Las cuestiones pedagógicas convencionales no se encuentran detalladas en este catálogo-oferta del cuadríptico, pero sí en la página web. En esta, alude a la seguridad como  “Sistema de acceso por huella dactilar, enchufes en alto, puertas con sistema anti atrapa dedos, aulas climatizadas, recintos cerrados”.

Desde que lo conocí, mi curiosidad no ha dejado de aumentar, terminando en perplejidad creciente.  Ahora comienza a circular por los automóviles, los portales y las entradas al parque del Retiro por Menéndez Pelayo. Pienso que este cuadríptico no es un hecho aislado, sino que, por el contrario, desvela una orientación muy acusada en las sociedades del presente, pero que se encuentra encubierta en la conciencia colectiva.  Esta sintetiza el avance de varias tendencias simultáneas que progresan inescrutablemente, estableciendo lazos entre las mismas. Las principales son la medicalización, la seguritización, y la privatización, entendida como reclusión en el mundo interior del colegio-ciudadela, protegido del espacio público exterior.

 La primera instaura un orden médico definido por el exceso, que escruta minuciosamente a las personas acomodadas para convertirlas en sujetos tratables, siempre en espera de la comparecencia de las enfermedades. La segunda instaura un orden social definido por la construcción de auténticas fortificaciones sociales, que blindan a los segmentos favorecidos e integrados, frente a los marginales y superfluos, que son desplazados más allá de las fronteras instituidas por esta segmentación del espacio. De este modo, decae inexorablemente el viejo espacio público, en el que convergían distintas clases sociales. Así se instituye una medicalización a la carta para las distintas clases sociales, así como el aislamiento efectivo de los niños-clientes.

Recientemente he publicado en este blog un texto que se refiere a los nuevos desarraigos delos niños. En este destaca la figura de Da-song, el niño rico de la película Parásitos, que es aislado rigurosamente del espacio público y recluido en un espacio privado en el que es vigilado y agasajado incesantemente. El mundo interno de Da-song muestra la cara interna de la sociedad dual, en la que se avanza en la consolidación de empalizadas y fronteras entre clases sociales. La vida de los niños recluidos en estos recintos tiene lugar mediante el tránsito entre espacios de encierro sosegado en los guetos seguros del hogar, la escuela y los de ocio segregado. La vida en las sociedades del presente se define como un sumatorio de encierros confortables, cuyo acceso es restringido, y tiene lugar mediante la vigilancia de las máquinas, que identifican a cada uno mediante la huella dactilar, así como de los cuidadores-vigilantes-guardianes.

Este episodio ilustra acerca de lo que significan las privatizaciones de las que de antaño fueron las instituciones públicas del capitalismo fordista-keynesiano. Privatizar significa segmentar severamente el espacio y consolidar la estratificación de la vida, confinada en los espacios constituidos para sancionar las diferencias. La segmentación comienza en el consumo, evidenciando la constitución de una verdadera nación-estilo de vida para los segmentos de menor renta, que son ubicados en el mundo low cost creciente. Esta tendencia se extiende a la educación, a la sanidad, al mercado de trabajo, a los servicios y a todos los confines de las vidas.

Privatizar es un sistema de sentidos. Implica principalmente cortar, aislar, separar. La oposición a los procesos de privatización se realiza desde la piadosa izquierda sociológica, que anclada en el pasado y referenciada en la vieja ciencia cartesiana-newtoniana, entiende la realidad sectorial como un medio dotado de propiedades específicas y desgajado de lo global. De ahí resulta la fragmentación de las resistencias. Cada cual a lo suyo, frente a la privatización de la sanidad, la marea blanca. En el campo de la educación, la marea verde. Y así sucesivamente. No, la privatización es una operación esencial del sistema social total. Así, la concentración de los niños de familias acaudaladas en fortificaciones amuralladas, tiene la finalidad de aislarlos del mundo público compartido por todos. Nos encontramos en el camino de la perfecta sociedad dual, definida por la existencia de barreras infranqueables.

En este contexto se puede entender esta experiencia de medicalización. Los niños-clientes son iniciados en la utopía de la salud perfecta. Los médicos --especialistas, por supuesto-- se hacen presentes en su cotidianeidad para adiestrarlos en el arte de detectar cualquier síntoma que anuncie la posibilidad de una enfermedad. Así se inicia la carrera biográfica de una vida dominada por la patologización general, en la que la posibilidad de enfermar se encuentra denegada. La quimera de la salud total se refuerza mediante la creencia en el poder providencial de la nueva medicina personalizada, que es inevitablemente un producto nacido en una sociedad dual, cuyo proyecto se dirige selectivamente a los integrados, confortables.

Esta medicalización opera en un medio definido por la exclusividad, privilegiando a los niños sanos y seguros que son definidos en el cuadríptico como “El universo infantil cuenta con un nuevo planeta. El planeta enano. Un espacio donde las estrellas son los niños pequeños de 0 a 6 años a los que hacemos brillar desde la edad más temprana”. La metáfora del planeta y las estrellas es perfecta, y contribuye a desvelar el argumento seguido hasta aquí. Se trata de materializar la idea de la excelencia en el camino seguido de la cuna a la sepultura para niños que gozan de ventajas sólidas derivadas de su origen social.

Pero el sumun de la medicalización estriba en considerar como privilegiado y seguro el espacio de una institución como es el hospital. Así se refuerzan los imaginarios de la medicalización y la seguritización. No, un hospital es una institución que trata personas con problemas graves de salud. El protagonismo en este medio es para los operadores de conjuntos de máquinas integradas que hacen diagnósticos selectivos e implementan tratamientos sofisticados. El paciente ingresado es un sujeto que carece de alternativa, y su vida en el interior de esta institución se encuentra severamente restringida, en tanto que tiene que subordinarse a un orden organizacional que disminuye drásticamente su autonomía.  El hospital no es un medio recomendable para ninguna persona sana. 

Mi interpretación del texto del folleto remite a la propuesta de un orden social en el que cada cual se encuentra vigilado y dirigido por expertos. Este es el verdadero sentido de la seguridad en los contextos de encierros amables del presente. Pienso que lo más seguro es la vieja escuela, que albergaba infantes de distintas procedencias sociales, así como la calle, entendida como un espacio que implica unas relaciones abiertas entre distintas gentes, también la movilidad social resultante del viejo tándem sistema educativo-mercado de trabajo, antes del advenimiento del huracán segregador, seguritario y medicalizado a la carta.

Me inquietan los niños Da-song encerrados y protegidos frente a un mundo desigual. La verdad es que pienso que eso es fabricar monstruos. Tengo temor de un futuro así, aunque de momento no llamaré a Securitas Direct. Mientras tanto me tendré que conformar con transitar a pie, lentamente, en un Madrid que ya es un sumatorio de espacios fortificados: el automóvil, la casa cuartel y la escuela-fuerte. En ese entramado se encuentran las ciudadelas amuralladas de los niños protegidos de la pluralidad.


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