viernes, 7 de febrero de 2020

LA DESLOCALIZACIÓN DEL JUEGO Y EL SUJETO JUGADOR-ESPECULADOR



Recientemente he recibido en mi correo de la universidad de Granada este mensaje:

“Estimada/o Señora/Señor  IRIGOYEN SANCHEZ-ROBLES


Con el fin de seguir mejorando, necesitamos su opinión sobre la Biblioteca Universitaria de la UGR. Le rogamos que conteste a la encuesta en el siguiente enlace antes del 31 de marzo de 2020 y podrá participar en el SORTEO de 5 tablets”

Este correo de la biblioteca puede parecer extraño para personas alejadas del medio universitario, que puedan considerarlo como un desliz. Sin embargo, un mensaje así desvela dos cuestiones de fondo de las sociedades del presente y de sus atormentadas instituciones. El primero es la explosión del juego, que configura en una tendencia central, como la  gamificación. El segundo es la ausencia de participación en cualquier actividad de la esfera pública. El distanciamiento de los ciudadanos-jugadores es pavoroso. Solo se involucran en una actividad que les reporte beneficios tangibles e inmediatos en primera persona. Pero en este caso el mensaje es muy elocuente: se solicita la participación en una encuesta estimulado por la posibilidad de conseguir un premio, que no es un libro, sino una Tablet. La postmodernidad se hace presente esplendorosamente en la antaño sede de la modernidad.

El sorteo de premios se encuentra incorporado desde siempre a los programas de televisión, pero en los últimos tiempos alcanza todos los espacios. El presidente del fútbol Almería, un acaudalado jeque saudí, sortea dos automóviles Audi entre los asistentes a cada partido. Su éxito es contundente y el campo se llena por esperanzados aspirantes a tan sustancioso premio. Se pueden poner múltiples ejemplos acerca de la expansión del juego, que sale de los espacios restringidos en los que se ubicaba, y se extiende por todos los confines de la sociedad, instalándose en todas las esferas, hasta en aquellas reguladas por la declinante Galaxia de Gutemberg, como indica el correo que abre este texto. En mis últimos años de profesor, me encontré en un estado de perplejidad crónico, en tanto que presenciaba cómo se generaban iniciativas, tales como clubs de debate y otras, que se resolvían mediante premios en metálico. En el 2013 escribí un texto en este blog, La reconversión de la inteligencia”, en el que analizaba la expansión de la gamificación.

La expansión del juego en el presente se funda en su deslocalización. Este se ubica en todos los lugares mediante su arraigo en internet y en el teléfono móvil. En los últimos meses se ha puesto en marcha una iniciativa de Izquierda Unida para regular la presencia de las casas de apuestas y juego en los barrios, con la intención de frenar su expansión. Pero el juego ha dado ya el gran salto, adquiriendo la naturaleza de divinidad, en tanto que se ubica en todas partes. La misma videopolítica asume los códigos del juego y sus narrativas pueden reducirse a una competición de ganar-perder por parte de unos actores protagonistas en un panóptico. El pactómetro de Ferreras en la Sexta, invita a cada uno a apostar por las coaliciones entre los ilustres políticos concursantes. La actividad central del fútbol es televisada mediante la financiación de sus sponsors, las casas de apuestas, que promueven spots publicitarios interpretados por actores progresistas.

La deslocalización del juego es un proceso social que avanza a saltos, aunque es imperceptible en la conciencia colectiva. Los mismos periodistas en la cadena SER que escenifican los spots de las casas de apuestas son aquellos que después producen sermones piadosos que remiten a la solidaridad y otros valores en favor de la cohesión social. La vieja conciencia colectiva de las sociedades, enunciada por Durkheim, se desintegra en las sociedades posmodernas y postmediáticas. Aparecen las primeras formulaciones precisas acerca de las “sociedades de la apuesta” o capitalismo de la apuesta”, que atribuyen una centralidad al juego, desplazando así a otras actividades. 

Tras la gran emergencia de los juegos de azar mediante su deslocalización e instalación en todas las esferas, se hace presente su naturaleza de factor económico esencial en el nuevo capitalismo. En este, lo financiero asciende a los cielos y ocupa un lugar axial. Pero, el aspecto más importante radica en lo que se ha conceptualizado como capitalismo cognitivo. El factor fundamental radica en que el sistema económico se focaliza, no tanto en producir valor, sino de extraer valor de la potencialidad de las vidas humanas. El valor se desplaza de los objetos a los clientes. Cada persona es transformada en un haz de posibilidades que es preciso explorar y explotar. 

Esta divinización del azar se relaciona íntimamente con la desestabilización del trabajo, de la vida y de la sociedad. La precarización de la existencia supone la configuración de un entorno móvil e incierto de modo perpetuo. Cada cual vive permanentemente en un mundo transitorio e indeterminado. En esta situación despega el azar y el juego como nueva divinidad. Se supone que cada situación concreta encierra una oportunidad que es menester explotar. Así se conforma la gran llamada al activismo. Hacer es lo decisivo, no dejando pasar las oportunidades ocultas. Esta convocatoria a emprender en todos los órdenes, conlleva inevitables riesgos que es preciso asumir y gestionar.

En este contexto se conforma el novísimo sujeto jugador del presente que alimenta el capitalismo de la apuesta. Las lúcidas palabras de Igor Pelgreffi ilustran acerca de su naturaleza y desvelan la cuestión fundamental: “La casi hipnosis a la que el web-gambler se abandona voluntariamente prolonga y sustituye al tradicional estado de atracción fatal del jugador, reconfigurando íntimamente la condición de sujeto-que-juega y que tienta-a-la-suerte en el interior de una zona gris, al igual que en muchos dispositivos mediáticos análogos, no sabemos cuánta parte tiene que ver con la interactividad y cuanta con la interpasividad […]Lo que está en juego en esos procesos es la reconfiguración de la forma de nuestra subjetividad. En el web-gambling, uno se cree interactivo, mientras que en realidad está parcialmente teleguiado por la red, de la que incorpora los automatismos […] De modo que, en esta relación compleja de acciones y retroacciones, las nuevas tecnologías acaban por provocar otras tantas nuevas dependencias, más problemáticas en tanto en cuanto se insertan bajo la piel, en el tejido conectivo de un capitalismo informacional que crea una sociabilidad completamente nueva”.

Esta es la gran cuestión, la reconfiguración de un nuevo sujeto-jugador que responde privilegiando el azar en un entorno vital cambiante y sujeto a la contingencia, y que, por consiguiente, no puede controlar. Así, se encomienda al azar unas cuotas crecientes del futuro. En coherencia con esta premisa, el juego se extiende por todo el tejido social, penetrando en todos los espacios y reconfigurando las viejas instituciones de la modernidad. Estas son corroídas por las lógicas subyacentes al sujeto jugador, que desarrollando muchas actividades, tiende a ser interpasivo y dependiente de los automatismos asociados a los nuevos dispositivos y máquinas. En coherencia, las nuevas instituciones centrales, tales como la gestión, la publicidad-directora de estilos de vida o las de conducción psi, comparten este código esencial: conseguir un sujeto que responda automáticamente a los estímulos programados.

Así, el juego consuma el concepto de posmodernidad tecnológica, en tanto que el sujeto inscrito en un entorno inestable, al carecer de certezas, se aventura a predecir el futuro apostando por una de las probabilidades. La intuición y la astucia se imponen sobre otras formas de inteligencia. Así se esculpe la especulación como actividad central. Especular implica apostar activamente por una posibilidad de anticipar el futuro. Esta es la clave que explica muchos de los cambios operados en las viejas instituciones de la modernidad. En la política se hace manifiesta mediante la dura selección de los apostadores, que dependen del éxito de su apuesta. De ahí resulta la deificación del éxito, que siempre es provisional y dependiente de la siguiente apuesta. 

En la educación y la universidad, los cambios apuntan a la priorización del sujeto-especulador, sobre el profesional sólido convencional. Las narrativas que se transmiten en las aulas, remiten al éxito como valor obligatorio, en la versión de ganar-ganar que se deriva de la institución central de la gestión-management. Este no depende siempre de factores controlables, sino de la propensión a apostar, especular, que anteceden a la palabra emprender. Así que el mensaje que abre este texto, no es marginal, sino que acompaña a los nuevos sentidos de la educación reconfigurada por el declinar del mercado laboral universal, y el consiguiente ascenso de la especulación y el juego. El bróker es un arquetipo esencial, referencia para todas las profesiones.


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