viernes, 5 de octubre de 2018

EL DISENTIMIENTO DE LOS ESTUDIANTES SOBERANOS


La condición de estudiante conlleva la integración en un sistema de dependencia institucional tutelada. La universidad, así como todas las instituciones educativas que la anteceden, se funda sobre un régimen de supeditación a los profesores. Esta subordinación se mantiene con distintas formas desde la guardería al doctorado. En el tiempo presente la condición de estudiante se dilata mediante múltiples etapas y prórrogas. El tiempo total de escolarización ocupa una parte creciente de las vidas, incomparablemente mayor que en cualquier tiempo anterior.

Pero la educación del presente no sólo es más dilatada en el tiempo, sino que también se encuentra cada vez más reglamentada por instancias tecnoburocráticas que se sobreponen a las relaciones entre profesores y alumnos en el aula. Así se genera una sensación de tiempo contenido que va erosionando las capacidades de los involucrados. Soportar una larga estancia en este régimen de dependencia en una institución degradada, representa una experiencia encomiable de tolerancia a la adversidad. El malestar estudiantil difuso se desplaza al exterior del aula, en donde las generaciones almacenadas en los contenedores de espera, supuestamente ilustrada, inventan prácticas de vivir en un tiempo alternativo. Así se alivian las tensiones entre los finde sucesivos.

Esta es la razón por la que admiro a los pocos estudiantes que construyen su propia soberanía, reduciendo su dependencia institucional al mínimo posible, de modo que les permite inventar y pilotar su propio proyecto personal. Estos estudiantes tienen que desempeñarse en un medio adverso, en el que tienen que burlar la obediencia mecanizada de la gran mayoría concentrada en los depósitos de estudiantes que se llaman aulas. Durante muchos años he ironizado públicamente acerca de las arquitecturas de las aulas, comparándolas con las bodegas que albergaban a los remeros-esclavos de la película Ben-Hur, o las naves de los prisioneros británicos del Puente sobre el río Kwai.

Me gusta llamar a estos estudiantes, emancipados mentalmente de estas dependencias, como “hacedores de prácticas”. Tienen que aceptar formalmente la subordinación y experimentar el aprendizaje autónomo de microprácticas alternativas,  mediante las que fuerzan los límites de su autosuficiencia, neutralizando los efectos aniquiladores de los sistemas de autoridad académica. En este blog he escrito sobre un estudiante de medicina que asistía a la clase de sociología de la salud, Carlos, completamente autosuficiente y constructor de su propia línea. Un independiente como él sabe constituir un territorio inviolable que no se encuentra sujeto a negociaciones con ningún profesor. Fue una experiencia fantástica para mí. Todavía me conmueve su recuerdo. En los próximos meses voy a escribir sobre algunos estudiantes que me han dejado huella en el solar del aula.

Como frecuento las comunicaciones de los distintos críticos con la institución-medicina y el sistema sanitario inserto en una reforma neoliberal desbocada, he conocido a varios estudiantes que han suscitado mi atención. Sin ánimo de hacer una lista, lo cual provoca inevitablemente susceptibilidades, voy a seleccionar a dos personas específicas: Maribel Valiente y Marc Casañas. En ambos casos, se trata de personas que siendo estudiantes, han logrado liberarse de la condición de subordinado incondicional, desarrollando actividades en las que han acreditado competencias que no han sido sancionadas por las respectivas instituciones académicas que los cobijaban. En ambos casos el final ha sido feliz, en tanto que han concluido sus estudios, aún a pesar de seguir siendo amenazados por instituciones académicas de ciclos superiores, que en estas condiciones me gusta denominar como “penúltimos”, en tanto que el final se hace nebuloso por la perpetuación de las prácticas.

Advierto que no me gusta nada elogiar a los estudiantes libres-soberanos al estilo de lo que impera en mi generación. El imaginario de la misma se conformó en la gran convulsión de los años setenta, que determinó un salto de los entonces jóvenes a distintas instancias de poder en todos los órdenes institucionales. Esta conmoción, que acompañó a un relevo generacional, ha tenido un efecto perverso terrible: este es la permanencia de los entonces jóvenes en posiciones de poder durante un tiempo demasiado prolongado, de modo que han terminado bloqueando a las generaciones siguientes. Una de las tácticas de los longevos ocupantes del poder es sobornar a los que llegan mediante elogios desmesurados. Admiro a algunos estudiantes de sociología en el comienzo de los años noventa, que decían en la clase: “tengo ganas de cagarme en los sesentayochistas”.

El caso de Maribel es paradigmático. La conocí hace tres años, cuando estuvo en Granada estudiando medicina. Se trata de una persona de convicciones firmes, que crea un territorio personal que no somete a deliberación ni intromisión de ningún experto. Puede hacer compatible su apertura a distintos discursos con la conservación su discrecionalidad para seleccionar su opciones y decisiones. Su preocupación por la salud del contingente de personas más vulnerables, como son los internados en las prisiones, denota su proyecto personal, muy distante de las versiones mayoritarias prevalentes en las facultades de medicina, que ocultan la condición económica y social de los pacientes, lo cual representa un factor esencial en su tratamiento. También su distanciamiento con el orden académico pomposo y vacío, así como su pasión por atención primaria.

Su resuelta comparecencia, que comparte con Marc, en un foro como los Seminarios de Innovación en Atención Primaria, significa una capacidad de desreglamentarse subjetivamente que supera los efectos inhibidores de la institución universitaria. Esta se funda sobre la negación de las competencias de los estudiantes para decir y hacer antes de obtener la licencia. Pero, en ambos casos, se presentan como portadores de capacidades que acreditan sus aportaciones. Así se conforman como presente, desautorizando de facto a la institución que pretende limitar su autonomía subordinándola a sus dictámenes. Ambos evidencian un saber estar en una posición activa, muy distante de la de subordinado,  que rompe con los moldes al uso.

Este es el verdadero valor de sus actuaciones. Estas se sobreponen a la licencia formal que les encuadra en la dependencia, que en estos foros implica representar el papel de obedientes y seguidistas, menguando sus iniciativas a favor de los que tienen el estatuto equivalente a los profesores. De este modo construyen un modelo que se ubica más allá del orden académico convencional, que se concita sobre la idea de la espera al título para poder decir y hacer. No conozco personalmente a Marc, pero me impresiona su actividad comunicativa en los SIAP, tanto por la calidad de sus mensajes como por la fuerza vital que pone en escena. Hace un mes advertía de que en la próxima edición en Zaragoza ya no será estudiante. Poco importa esta cuestión si sigue tan vivo como siempre.

Pero sus actividades autónomas no se limitan a su intervención en foros profesionales, como los SIAP u otros, sino que concentran su actividad autónoma en inventar y crear organizaciones propias de su generación. Farmacriticxs es una creación de la época, un acto que representa la voluntad de una parte de las nuevas generaciones de estudiantes de medicina de tomar la palabra y desarrollar actividades que compensen los vacíos del modelo oficial universitario, que los ubica en el papel pasivo de adquisición de conocimientos y aislados de la realidad sanitaria y social. Desde esta perspectiva, Farmacriticxs no es una asociación más, sino que representa el nacimiento de una conciencia crítica de algunos jóvenes profesionales, así como la conversión en actores de algunos de los anteriormente sujetos pasivos y resignados.

Tras la emergencia de Farmacriticxs, que ha cobijado ya a varios contingentes de estudiantes, aparece La Cabecera, así como otros foros, blogs y otros espacios compartidos que impulsan distintas iniciativas fértiles, y que son un patrimonio de las nuevas generaciones. Este es el territorio que alberga un disentimiento inequívoco de una parte de esta generación. Con sus limitaciones, representa un verdadero salto para todo el sistema, en tanto que hace factible pensar que se trata de un embrión que anuncia un futuro diferente. La huelga de los MIR en Granada es la expresión de un malestar generacional que puede canalizarse facilitado por esta red de actores e iniciativas.

Estas nuevas tierras del disentimiento sanitario son la morada de Maribel y Marc. El contexto de las reformas sanitarias neoliberales de última generación, que dualizan severamente la asistencia sanitaria, generan malas condiciones de vida para una parte importante de la población y proletarizan estrictamente a las nuevas promociones de médicos mediante la institucionalización de la precariedad, constituye un desafío monumental para que su discordancia sea fecunda. El escenario en que se mueven requiere la capacidad de movilizar una enorme cantidad de energía, así como de imaginación y creatividad.

Pero el principal ingrediente requerido es la inteligencia y la capacidad de generar conocimiento. Sin esa solidez, cualquier acción termina por desvanecerse. Este es el punto crítico esencial para esta nueva generación. Se trata de crecer en las capacidades de generar recursos cognitivos, este es uno de los ingredientes esenciales de cualquier cambio, en tanto que el poder se asienta principalmente sobre el conocimiento. Por esta razón se explica el entusiasmo que suscitan en algunos veteranos algunos de los textos publicados por No Gracias.

En generaciones anteriores, muchos de los que se han posicionado críticamente, no han mantenido sus posiciones en el curso del tiempo, cediendo ante los efectos negativos derivados de sus ideas o actuaciones. Muchas rectificaciones han sido clamorosas, otras silenciosas, e incluso, elegantes. El aprendizaje de la derrota es una cuestión fundamental. Saber desempeñar adecuadamente el papel de –en palabras de Juan Gérvas- perdedor de largo recorrido. Este es un enigma abierto para el futuro del disentimiento de esta nueva generación.

Para los hoy estudiantes soberanos se presenta un futuro muy exigente. Por esta razón me parece improcedente tratarlos mediante el elogio desmesurado. En cualquier caso, su emergencia es esperanzadora. Pero si no son capaces de aprender sobre su propia experiencia, sus acciones y aportaciones tendrán efectos muy limitados. El futuro no se encuentra escrito. Lo más positivo es que la nueva galaxia Farmacrtiticxs lo ha abierto.



2 comentarios:

  1. Después hay otro reguero de estudiantes de esa misma facultad de Sociología (gente muy autónoma, muy soberana, con mucha energía viva e ilusión en su momento...) que simplemente nos han "noqueado" itinerarios académicos auténticamente bloqueados, junto con nuestras vidas al completo de camino (las cuales, como es mi caso, pasan por estar colgados a 20 metros de altura o bajo tierra a otros tantos de metros, jugandonos las vidas por 1000 euros en los oscuros, duros, fatigoso e invisibles días de obras). Vidas destrozadas en la arquitectura del poder y maltrato: la arquitectura de la obra, de la empresa, de lo neoliberal... Me encanta leerte Irigoyen, siempre te sigo. Espero que estés muy bien. Un fuerte abrazo

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  2. Gracias Juanma. Tu presencia aquí reactiva el blog en cuanto a inteligencia y dignidad. Este texto es sobre estudiantes de medicina. Sobre los de sociología empiezo la semana que viene una serie que se llama "Los habitantes del aula". En ella cuento mi recuerdo de un estudiante. Mi pretensión es explicar ese congelador de la inteligencia mediante los prófugos que han conseguido fugarse. Por supuesto aparecéis en la escena tú y Rubén.
    Un fuerte abrazo

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