miércoles, 29 de marzo de 2017

PRECARIAS A LA DERIVA



Fue en el año 2007 cuando una alumna madrileña, que ese año se encontraba en Granada en un programa de movilidad académica, me regaló una copia del video. Lo vimos en la clase y en los años siguientes fue un clásico de la clase de Sociología de Los Movimientos Sociales. En las sesiones en las que se proyectaba, para ser discutido después, se manifestaba una respuesta muy acorde con la naturaleza de la precarización y la precariedad. Por un lado suscitaba adhesión por parte de algunas personas. Pero simultáneamente se podía percibir una sensación de inquietud en muchos de los estudiantes presentes. 

Porque la precariedad era percibida como una amenaza, pero aliviada por la esperanza de que se tratase de un fenómeno transitorio, o, en el caso contrario, pudiera permitir liberaciones individuales de la misma. Así, cada cual, podía albergar el sueño de que no sería afectado por la precarización, salvaguardando su trayectoria individual del impacto de tan infortunada realidad. Esta posición proyectiva no es casual. Como sociólogo entiendo que las representaciones sociales de una colectividad se encuentran determinadas por el pasado. La movilidad social ascendente de grandes sectores de la sociedad española en el último tercio del siglo XX ha quedado grabada en el imaginario colectivo. Las actuaciones de la gente se encuentran presididas por estas ideas procedentes de ese tiempo. Pero la sociedad ha cambiado,  la movilidad ascendente se ha detenido y las ideas que sustentan los proyectos de las personas en la nueva realidad han quedado caducadas.

Ahora la gran precarización se inscribe en los procesos de cambio económico, político y social que caracterizan a la emergencia de la nueva sociedad neoliberal, siempre en tránsito hacia sus formas más avanzadas. La precariedad  es un elemento central de su proyecto y las arquitecturas del modelo de sociedad propuesto, que deviene en una condición imprescindible para la totalidad social.  Con el paso de los años, la precarización se ha intensificado, en tanto que ha cristalizado una aceptación resignada generalizada. El precepto enunciado por quienes pilotan el proceso de transformación neoliberal, consistente en que “es mejor un trabajo precario que el desempleo”, ha sido aceptado fatalmente por grandes contingentes de jóvenes, que ensayan distintas formas de fuga por el espacio-mundo en búsqueda de una salida individual. 

Tengo escrito un post acerca del silencio precario que publicaré en los próximos días. Como prólogo presento este video que me parece magnífico. Tiene la propiedad de no envejecer con el paso de los años. Pero su punto fuerte estriba en la definición de la precariedad, que se encuentra en un espacio que trasciende lo laboral para asentarse en la totalidad de la vida. El sólido vínculo entre esta y el género, es tratado pertinentemente. Algunos fragmentos  son muy brillantes. El caso del tratamiento del transporte, del tiempo muerto en la vida, es muy elocuente. 

El video tiene un alto valor para mi propia evolución, en tanto que me abre una perspectiva que he completado mediante la lectura de algunas de las autoras. En particular me fascina la solidez de Marta Malo de Molina entre otras autoras. Una buena versión se puede encontrar en  https://vimeo.com/3766139  En Youtube solo he encontrado esta versión subtitulada en inglés. Su visión suscita en mí nostalgias de las mejores horas que he pasado en las aulas. Gracias a las autoras. Me vendría muy bien compartir esas nostalgias con quien quiera comentar.


1 comentario:

  1. Qué bonito, Juan. Me han encantado las luces y los ruidos, y la música silbada. La evocación de la primavera, claro. Y a Inda como Billy El Niño. Y que no silbes a tu perro.
    El proceso de Burgos, mi primera huelga. Tenía catorce años, nos llevaba en un Simca mi aita al colegio y los huelguistas debíamos reunirnos en el exterior de la Tabacalera, en el camino al colegio. Que cediera a mi exigencia de parar el coche para que yo descendiera fue su proeza. Y mi orgullo, de caminar hacia los otros huelguistas en silencio, aunque habían visto que aquel tipo de la boina dejaba a su hijo allí, a pesar del temor a las fieras. Joseba Elosegi era parte de nuestro paisaje urbano y sentimental.
    Recuerdo que años más tarde ya no silbabas en las celdas, cantabas con letra y tó.
    Un abrazo. Que la primavera nos lleve a un buen sitio.

    ResponderEliminar