lunes, 30 de octubre de 2023

LA UNIVERSIDAD POSACADÉMICA

 He leído recientemente un libro lúcido y clarificador, que recoge una conversación entre Zugmunt Bauman y Leonidas Donskis. Su título es “Maldad líquida”. Ambos autores conversan sobre los efectos derivados de un tiempo en el que no existen alternativas a la catarata incesante de proposiciones e imposiciones de la megamáquina gobernante. La desaparición fáctica de disyuntivas restringe severamente el papel de las personas y crea una situación en la que se producen situaciones de impotencia de los actores sociales, obligados a seguir pasivamente los imperativos de los dispositivos de gobierno. El resultado es la emergencia y proliferación de nuevos tipos de maldad que adquieren una forma difusa.

En la primera conversación, Donskis define, en el contexto de estos procesos políticos, lo que denomina como universidad posacadémica, que ha mutado sus antiguas finalidades y misiones, para convertirse en una instancia que desempeña un papel simétricamente inverso a lo que representa el esclarecimiento, frente a la opacidad de la situación histórica global. La confusión es tan importante, que una líder como es la izquierda de Podemos, Ione Belarra, ignora integralmente el tipo de imperio en el que se encuentra, y pide que se apliquen  a Israel sanciones económicas equivalentes a las que se han adoptado contra Rusia, uno de sus principales enemigos exteriores. Esta propuesta, implica un grado de desorientación con respecto a la situación global que adquiere una naturaleza cosmológica. La ingenuidad queda sepultada por la ignorancia suprema.

Este desorden de las cogniciones de los actores políticos, se encuentra influido por la disipación de la universidad convencional, y su reemplazo por la novísima universidad posacadémica, que muestra impúdicamente su subordinación total a los poderes establecidos, así como a la especialización total, de modo que el signo de la época y los procesos que la configuran se han convertido en una cuestión experta, que concierne solo a aquellos especialistas que se encargan de ella entre el gran mosaico de las disciplinas académicas, orientadas a sus propios objetivos internos. El conocimiento es desmenuzado y clasificado en esta extraña factoría del saber, que adopta la forma de una empresa paradigmática como Amazon, que individualiza y empaqueta sus productos para ser comprados por los consumidores.

Esta es la definición, en palabras de Donskis de la universidad posacadémica

En Ceguera Moral, tú y yo , Zygmunt, hablábamos de un fenómeno que yo llamaría universidad posacadémica. Una desmañada amalgama de ritual académico medieval, especialización, negación descarada y contundente del papel de las humanidades en la sociedad moderna, gerencialismo y superficialidad sirve de escenario perfecto para el despliegue de la universidad posacadémica en la que interactúan las enormes presiones ejercidas por fuerzas tecnocráticas disfrazadas de genuinas voces de libertad y democracia. Las primeras y más destacadas de estas fuerzas serían ciertas formas de determinismo y fatalismo orientadas al mercado que no dejan margen alguno a la posibilidad de concebir alternativas, ni siquiera del pensamiento crítico y el autocuestionamiento.

La misión y la razón de ser de la universidad posacadémica parecen radicar en la manifiesta superficialidad de esta, así como en su flexibilidad, su sumisión a las élites directivas y su adaptabilidad a los llamamientos y los encargos provenientes de los mercados y las élites políticas. Palabras huecas, retórica vacía y juegos y más juegos de estrategia representan la forma prototípica de esta especie de tiranía de la superficialidad que la universidad posacadémica encarna como nadie. Es una estrategia sin estrategia, pues toda ella termina siendo un mero juego de lenguaje. El concepto wittgensteiniano de juegos lingüísticos fue aplicado por Gianni Vattimo para describir cómo la tecnocracia operaba disfrazada de democracia, o cómo la política actual estaba desprovista de política real, reducidas ambas (democracia y política) a una serie de juegos lingüísticos […]

El ámbito académico es la Nueva Iglesia de nuestros días. De ahí que la función de disentimiento, de la heterodoxia laica y de la alternativa en este mundo nuestro resulte mucho más problemática y compleja de lo que puede parecer a simple vista.”

 

Ciertamente, la fábrica de conocimiento ha alterado los sentidos de la universidad convencional. La dimensión más importante de este vaciamiento remite a la cuestión del compromiso. La nueva universidad posacadémica se compromete únicamente con el sistema productivo mediante la potenciación de lo que se denomina como “transferencia de conocimiento”. En una situación como esta, las viejas disciplinas inscritas en lo que se entiende como “las humanidades”, quedan relegadas imperativamente, de modo que son reconfiguradas con el modelo de las ciencias positivas que abastecen a la industria y los servicios. Este es el preludio de un cataclismo que la conversación entre Bauman y Donskis esclarece portentosamente.

El resultado de este nuevo contexto, constata el papel determinante que los nuevos saberes asociados a las tecnologías de la información y a la nueva empresa posfordista, sobre el conjunto de las disciplinas, convertidas en áreas del conocimiento. Las viejas ciencias humanas y sociales son sometidas a terapias de choque con el objeto de ser drásticamente reestructuradas. Así, por poner un ejemplo, la vieja psicología humanista es desplazada por un conjunto de psicologías definidas por el contexto de aplicación. Lo mismo ocurre en todas las ciencias sociales. Siendo profesor pude vivir en primera persona el acta de defunción de la sólida Sociología del Trabajo, para ser sustituida por la nueva y flamante Sociología de los Recursos Humanos. Obviamente, este cambio no remitía a un cambio de etiqueta, sino que, por el contrario, representaba el efecto del tsunami derivado de la implantación de la nueva universidad posacadémica.

El declive del viejo pensamiento es inevitable y se hace fatalmente manifiesto. La Filosofía es arrinconada en la Enseñanza Media, así como en un confortable guetto académico, aislado de las productivas disciplinas orientadas a sus mercados. En estas condiciones, lo que Donskis denomina como “superficialidad” es inevitable y se deriva de la naturaleza de la misma universidad posacadémica. El espesor se difumina en favor de un saber que apela a la hegemonía de lo audiovisual. Recientemente, un grupo de ilustres profesores de varias universidades europeas han publicado un manifiesto alertando sobre las consecuencias perniciosas de no leer libros o textos largos. Terminan manifestando que si disminuyen los lectores jóvenes, en un plazo de veinte o treinta años tampoco habrá lectores mayores.

La universidad posacadémica ha instaurado una depuración de las disciplinas sometidas a la facturación por créditos y equivalencias. Esta transformación se ha ejercido con una brutalidad semejante a la realizada por los productores de petróleo con los vetustos agricultores y ganaderos que labraban las tierras bajo las que se encontraba el oro negro. Pero, en esta sigue sobreviviendo residualmente la función de localización de causas políticas y sociales, algunas de ellas caracterizadas como “causas perdidas”. Así, en algunas facultades proliferan actividades y espacios de encuentro de las mismas. Esta forma residual representa una resistencia minúscula, que contrasta con el carácter neutro de las actividades convencionales dotadas de un valor medido en créditos. Estas están regidas por una suerte de asepsia sólida, consistente en un utilitarismo contundente que excluye toda aquella materia susceptible de ser calificada como “de opinión”.

Así, las aulas se autorregulan como espacios libres de contaminación ideológica o política, neutralizando cualquier pretensión de establecer vínculos con realidades del presente. La universidad posacadémica ha sido vaciada por la transferencia de sus funciones de pensar acerca del presente, y problematizar sus enigmas, a un conjunto de organizaciones creadas por los poderes globales, tales como fundaciones, think tanks, cátedras patrocinadas, universidades de verano, cursos especializados y otras formas de producir y difundir el conocimiento global coherente con los intereses de los dispositivos del poder global.

Ciertamente, algunos profesores siguen escribiendo exponiendo sus razones y alternativas en libros que alimentan los segmentos de mercado de sus actividades. Pero las aulas, las programaciones y las tareas rutinarias académicas han sido sometidas a una limpieza que las blinda a los productos-libro de ese mercado secundario. Desde esta perspectiva se puede comprender que a día de hoy, en un presente definido por dos guerras bestiales, estas no susciten problematización alguna en esa universidad posacadémica, tan eficazmente anestesiada y reemplazada por la red de nuevas organizaciones constituidas por los poderes empresariales y trasnacionales.

En términos macrosociales, la universidad ha sido desplazada a segundo plano por la otra institución apocalíptica encargada de la imprescindible tarea de aturdir y ocultar: los medios de comunicación. Ambas se reparten la tarea de opacar el escenario histórico vivido por sus usuarios. Esclarecer, resulta en esta situación una cuestión esencial, que termina por ser subversivo. El resultado de la implementación de esta nueva universidad es el debilitamiento de la visión global de tan aturdidos ciudadanos, Así que las nuevas élites sean reclutadas en las escuelas de gestión empresarial, de comunicación, o equivalentes. El principal indicador que ilustra la realidad de la misma es que no se haya producido ninguna discusión pública, ninguna, entre dos profesores universitarios acerca de los dilemas de las dos grandes guerras en curso. Cada uno a lo suyo, a sus indicadores, a sus áreas de conocimiento y a sus clientes externos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario