martes, 9 de mayo de 2023

LA CAMPAÑA ELECTORAL Y LA MASA MEDIATIZADA

 

Muy a mi pesar comienza la enésima campaña electoral. Es el momento de la plenitud de las cámaras y las televisiones. Las próximas semanas los estados mayores de los partidos, sus staffs de comunicación y los medios, van a ebullir en favor de un espectáculo que capture a los públicos más distanciados. La lógica de la campaña radica en invertir más medios en los sectores más alejados y despolitizados, en detrimento de los públicos fidelizados por los partidos. Estos últimos son utilizados como decorados para las puestas en escena de tan prolíficos candidatos.

He vivido en primera persona las campañas desde 1977. En aquellos comicios y los siguientes había ciertas diferencias entre la izquierda y la derecha en cuanto al contenido de las actividades electorales, en las que la izquierda movilizaba su capital militante y se esforzaba por racionalizar sus propuestas. Pero ahora, ambas se han igualado por efecto de una mediatización completa, en la que la dirección se corresponde a los núcleos de expertos en comunicación política de los contendientes. No obstante, la izquierda ya ha superado a la derecha en la sofisticación del espectáculo, que paradójicamente descansa en la reconversión de un puñado de lideresas, principalmente, a los patrones de los géneros de televisión más personalizados, en los que domina la presentación estética y los repertorios de movimientos y gestos.

Quién me iba a decir a mí, que iba a vivir una situación en la que las candidatas de la derecha son más austeras que las de la izquierda, que actúan mostrando un excedente estético y una sobreactuación manifiesta ante las cámaras. En los últimos días flipo con vídeos de Rita Maestre, Mónica García, Ada Colau, la maestra Yolanda Díaz y otras similares. Cuando veo el espectáculo que ponen en escena, confirmo la impresión de que se encuentran perdidas, alejadas de su supuesta base social, así como que dirigen sus poses a las distintas variantes de lo que se denomina como “el mundo pijo”. He visto vídeos que me han suscitado una risa irremediable. ¿A quién se dirigen ahora? ¿Quién es el destinatario de ese repertorio estético? ¡Ay el día 28 al anochecer¡

Pero esta metamorfosis de la izquierda no es sólo un desvarío comunicativo, sino la materialización de la transformación de la vieja política en la nueva videopolítica. Esta implica la centralidad total de la televisión y sus públicos receptores. Tras estas representaciones derivadas de la mutación estética y la materialización del estado estético, se encuentra un nuevo destinatario de los discursos políticos: la masa electrónica que el día 28 comparece como electorado listo para ser contado. Esta modifica toda la actividad de los contendientes, antes partidos y ahora equipos de comunicación en torno a un liderazgo. El caso de Yolanda Díaz es paradigmático. Habla en nombre de Sumar, propone medidas, es transformada en una opción real por las empresas demoscópicas, pero no conocemos a nadie más de Yolanda, que no ha sido investida en una reunión pública por gente real. No tiene un órgano de dirección, sino que remite a “su equipo”, que fatalmente presenta características similares a aquél del que alardeara el ínclito Fernando Simón en la pandemia. Yolanda es un verdadero espectro mediático y Sumar es una entelequia catódica.

La masa electrónica es el sujeto que dirime la titularidad en las instituciones. No es un colectivo de personas que interactúen entre sí, que concentren sus cuerpos y generen densidades. Por el contrario, se trata de una masa etérea en la que cada cual se encuentra frente al espectáculo retrasmitido por las teles y reproducido en las redes. Esta naturaleza etérea determina la volatilidad de las propuestas políticas y las interacciones de los actores de la campaña, que termina siendo reformulada como espectáculo de rivalidad interpersonal. El declive de las masas físicas en los mítines y actos partidarios se contrapone a la expansión de la masa mediática especificada en las audiencias.

Volveré a esta cuestión los próximos días, pero ahora, presento algunos fragmentos de Eduardo Subirats sobre la masa electrónica, verdadero sujeto de las elecciones, que entiendo como clarificadores. No obstante, entiendo la solidez del nuevo rebaño electrónico, que determina que una buena parte de los lectores se tomen en serio la campaña y aludan a las distintas propuestas. El populismo electrónico es el resultado del medio televisión. Así en esta ocasión, se han disparado las propuestas-fantasía en busca de la captura de incautos.

 

Estos son los párrafos de Subirats del libro “La linterna mágica”, editado en Siruela en 1997. Página 172 y siguientes.

                Junto al proceso concentracionario de lo real, de su confinamiento simbólico como package informativo, se configura la masa electrónica. También ella se define, en primer lugar, por un proceso concentracionario de confinamiento y segregación. Históricamente su aparición moderna se remonta a la desintegración de los vínculos que constituía la comunidad ética, la Gemeinschaft. La masa es, bajo esta perspectiva, el resultado de una pérdida de individualidad o de carácter, de vínculos sociales y memoria histórica.; pérdida de contextos comunitarios y naturales bajo cuyo signo la sociología y la poética de la edad del expresionismo habían definido la cultura metropolitana moderna. La masa mediática es descendiente, al mismo tiempo, de la psicología positivista que, desde Levy Bruhl, había estudiado las modificaciones preconscientes de la conducta colectiva. Ella es inseparable asimismo de los totalitarismos modernos.

Ahora se trata, sin embargo, de una masa nueva: una masa exurbanizada, excluida de las formas culturales tradicionales, una masa confinada en los modernos espacios mínimos de habitación arquitectónica y en las cuarentenas urbanísticas de las megalópolis postindustriales. Es una masa configurada por los containers y autopistas mediáticas y constituida como parte de esos mismos contenedores y canales electrónicos. Una masa inducida, definida y controlada por el flujo mediático.

[…]

La masa mediática es abstracta, etérea y virtual. Quizás deba compararse más bien con la masa de los muertos o la masa de las almas de las religiones tradicionales. Nos encontramos, ciertamente, frente a una masa invisible. Pero se trata de una masa virtual, impalpable e invisible, y no por ello menos accesible a partir de las categorías de la masa visible de los vivos. Podemos hablar de la moderna audiencia mediática como una masa concentrada o confinada en contenedores de luz catódica, a imagen y semejanza de los contenedores espaciales o arquitectónicos de la masa eclesiástica o de las masas militarizadas de los regímenes totalitarios. La radio o la televisión pueden entenderse como la trasposición de los containers arquitectónicos o urbanísticos al espacio y tiempo virtuales del medio electrónico. […] Es una nueva masa definida por las intensidades de excitación electrónica y por la estimulación simbólica.

[…

El paralelismo entre la concentración mediática y las religiones de masas retrotrae al concepto de una masa uniformada, detenida y vigilada: el rebaño obediente, según lo formula Canetti. Dos son los principios que resultan de esa concepción católica de la masa: por un lado la jerarquía y la obediencia, la subordinación y la vigilancia; por otro, la igualdad. […] La masa católica es esencialmente pasiva, paciente, pacífica. Es una masa espectadora. Su pasividad no sólo se distingue como una paralización general de las actividades humanas. En la doctrina católica de la conversión […]esta paralización se reflejaba como verdadera desposesión de la conciencia y la voluntad, de la memoria de sí, del cuerpo […] Así sucede también, aunque en un grado espiritualmente purificado, en el proceso místico. La pasividad es institucionalizada en el misticismo contrarreformista bajo la forma de renuncia absoluta a la experiencia cognitiva, a la voluntad y al juicio racional y autónomo sobre lo humano y lo divino.

[…]

No es ciertamente difícil trasladar a la masa electrónica estas categorías de la masa religiosa, y hablar de ella como una stockende Mase, una masa detenida, petrificada en los containers catódicos o una masa momificada por el efecto alucinatorio de la estimulación luminosa discrecional. Y no sería mucho más difícil referirse a la secularizada trascendencia de un nuevo misticismo catódico y a una electrónica comunidad perfecta.

[…]

En el interior de ese mundo invertido del espectáculo se congela la posibilidad de un reconocimiento del otro como un yo, en beneficio del valor absoluto del medio, de su papel sacerdotal, de su significado exterior, y, por consiguiente, también de su valor totalitario. Es lo que convierte a los medios de comunicación electrónica en un principio de destrucción de lo social, en la antimateria de lo social, según lo han formulado Kroker y Cook.

El flujo mediático se ha convertido en el portador de la verdad, y todo ser, frente a una existencia individual, ocultada en la nada de su anonimato, arquitectónicamente sitiada o estadísticamente minimalizada. Nada en este espectador es capaz de ofrecer aquel arquimédico punto de apoyo que en la epistemología clásica había garantizado, desde Descartes, la objetividad de un conocimiento racional y subjetivo, resistente frente al orden de la realidad electrónicamente performatizada. Nadie permite confrontar dialógicamente su conciencia aislada. La definición de masa electrónica se desprende del aislamiento y la separación estructurales de los individuos, y de su fijación cognitiva a una realidad exterior que escapa enteramente a los límites de su experiencia cognitiva y de su control, una realidad exterior transformada en efecto luminoso de pantalla. Las relaciones sociales se invierten en la sociedad electrónicamente volatilizada , en la sociedad del espectáculo en que Debord había definido esta noción: como relación social entre las personas  mediatizada por imágenes, como inversión concreta de la vida y seudomundo aparte, objeto de mera contemplación.

 

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