lunes, 23 de mayo de 2022

JUAN CARLOS I Y LA TORRENTIZACIÓN DEL RÉGIMEN

 





La visita del rey emérito Juan Carlos ha tenido como principal efecto la restauración de una forma de comunicación instaurada en el régimen del 78, que consiste en presentar al monarca desde una perspectiva liberada de la carga institucional del cargo que desempeña, para constituir un personaje manifiestamente humano, consumando así una despolitización sofisticada en alto grado. Se trata de un cachondo, o un campechano, que construye una relación con los reporteros basada en las bromas y las risas. Así desactiva su función política, instituyendo una monumental área oculta de sus actuaciones. Esta despolitización del Rey adquiere su sentido pleno por su vínculo con el pasado, en tanto que cumple rigurosamente  con la recomendación de Franco de “no meterse en política”.

El Régimen del 78 amparó este tipo de despolitización. Ha habido distintas ricas  experiencias, pero fue Jesús Gil quien perfeccionó este método, instaurando unas relaciones con los reporteros y periodistas basadas en la evasión de su función como alcalde para centrarse en el polisémico personaje. El experimento Gil y su éxito, remite a la existencia de una subsociedad, entendida como una comunidad comunicativa, que  conecta con las actuaciones del personaje. Los densos mundos del fútbol o de los avatares del corazón, constituyen ese ecosistema en el que habitan estos personajes y sus mentores. La sociedad “política” centrada en las instituciones no ha dejado de decrecer, viéndose afectada por estos poderosos subsistemas comunicativo-sociales, que en modo alguno son inocentes políticamente. Así, en los últimos años los géneros informativos de la política, incorporan formatos procedentes del deporte, del corazón o de los sucesos.

Nadie como Santiago Segura ha sido capaz de captar y recrear estos personajes y los mundos en los que habitan. El éxito contundente de la saga Torrente se basa en unas audiencias macroscópicas que avalan esta prodigiosa conexión con una subsociedad sumergida e ignorada por la sociedad política oficial. Me gusta hablar de torrentización de la sociedad española, e interpreto la emergencia de una derecha radical encuadrada en el pasado, y no me refiero solo a Vox, como resultado de la expansión de esta sociedad. Esta se corresponde con un gran espacio social que acoge actividades económicas informalizadas y de baja productividad,  que concitan la presencia de numerosos contingentes de autónomos y extrabajadores regulados. El caso de los transportistas o de muchos de los encuadrados en actividades turísticas es elocuente.

Así se consuma una escisión entre esta subsociedad, y la sociedad oficial formada por los contingentes encuadrados en la galaxia estado, -profesores, sanitarios, funcionarios…- que es distinta a la de las empresas de alta productividad y las profesiones liberales. La primera, la torrentizada, es la que sustenta la ascensión de la derecha y la crisis de la política mediante la comparecencia de la crispación y la memenización digital. En este cuadro, Juan Carlos ha reinado constituyéndose como el paradigma de la máscara despojada de la función institucional. Los medios, con sus grandes audiencias enclavadas en el deporte, el tiempo, el corazón o los sucesos, han sido el cómplice y el inductor de la popularidad del desinstitucionalizado Juan Carlos.

Este es el suelo sobre el que crece la influencia de la derecha populista, que en el presente alcanza cotas electorales inimaginables hace años. Se trata de la convergencia de segmentos económicos y culturales originados en el desarrollo aventurero del capitalismo español en las décadas de los años sesenta y setenta, con importantes sectores provenientes de las desindustrializaciones de los ochenta, noventa y posteriores. Todos se han amalgamado en un fondo que ha terminado por sustentar una emergencia política inquietante, que genera posicionamientos determinados por lógicas extrañas, en las que muchos de los desposeídos por el capitalismo postfordista terminan por apoyar los populismos de derechas, uno de los cuales es Vox, pero no el único.

Un factor primordial de esta transformación remite al ascenso incompleto de lo que se denomina como valores postmateriales. La prodigiosa década de los sesenta impulsó un cuadro de valores inmateriales que configuraron la vida en las sociedades industrializadas. Los grandes movimientos sociales del feminismo, ecologismo, pacifismo, derechos civiles, identidades personales e integración en la sociedad tienen este código común. Pero su aceptación generalizada es incompleta, en tanto que no son asumidos por capas sociales que constituyen, en todas partes, una contramodernidad. La desindustrialización de los ochenta y la reindustrialización que sigue el canon neoliberal ha generado cuantiosos sectores sociales adscritos a un cuadro de valores y culturas pre-postmateriales. El conflicto de los camioneros y otros son altamente elocuentes.

Estos sectores sociales son quienes conforman la torrentización, que confronta abiertamente con los valores oficiales, que son una versión de los postmateriales. Los ascensos impetuosos de Bolsonaro, Trump y otros líderes populistas, denotan nítidamente esta contracción. Así, Juan Carlos es, como Torrente, un héroe de esta generación de valores “pre-postmateriales”, de modo que sus comunicaciones se sitúan al margen de las reglas imperantes. En estos días hemos vuelto a este espectáculo, en el que la clack rechaza cualquier contenido crítico-racional y apuesta por una ruidosa adhesión correspondida por Juan Carlos actuando como exige ese guión. Así queda homologado a un grupo de personajes de estos densos mundos como Belén Esteban, la Pantoja, Messi, Gasol y otros muchos que son eximidos de cualquier racionalización.

El resultado es que aquellos que construyen sus juicios mediante racionalizaciones alcanzan un estado de perplejidad irreversible. Los públicos futboleros o del corazón funcionan mediante identificaciones a personajes constituidos como muñecos de guiñol, que se legitiman siendo fieles a su personaje. Este es el caso de Juan Carlos. Este toma de los discursos futboleros la significativa frase de “españoles de bien”. Estos son los numerosos públicos que aceptan integralmente la despolitización y desracionalización, defendiendo emocionalmente a la Pantoja o a Juan Carlos hasta sus últimas consecuencias. Así, aquellos que cuestionan los contratos de los futbolistas o los negocios de las estrellas mediáticas son brutalmente apartados y denigrados.

Paradójicamente, el mecanismo esencial que perpetúa esta escisión social radica en que los racional-institucionales, no reconocen e ignoran los sólidos suelos en los que se concentran las poblaciones de los valores pre-postmateriales. Así, sus categorías no los incluyen, haciéndolos ilegibles e irreconocibles. Cuando estos comparecen, se genera algo semejante a un pánico moral acrecentado, que genera sentimientos de impotencia, indefensión y perplejidad. El anuncio de las encuestas de la expectativa de voto de Vox en Andalucía en un veinte por ciento creciente, parece no tener explicación sin remitirse al fascismo entendido como una realidad espectral, similar a un tornado. Parece inevitable el desmoronamiento de tan racionales analistas.

Mientras tanto, esta sociedad secreta y sin portavoces oficiales se reproduce amplificando su radio de acción. Estos públicos pre-postmateriales viven en una interminable frontera con las instituciones. En esta empiezan a registrarse, desde hace años, incidentes éntre los operadores institucionales y los contingentes alejados de los valores postmatriales. Las violencias escolares, las agresiones a los sanitarios y otras situaciones críticas expresan la escisión social no comprendida. Asimismo, crecen los espacios físicos en los que las reglas oficiales se encuentran en retirada. Ayer fui sorprendido en Madrid, en la explanada de Felipe II adjunta al Corte Inglés, por una cola de cientos de chicas jóvenes que aguardaban pacientemente para sacarse una fotografía en un marketing organizado por una casa discográfica. Las densas pasiones de las adolescentes se manifestaban en variados detalles. La verdad es que me sentí marginado en esta situación, y pensé que voy necesitando algo así como un guía que me informa acerca de los mundos sumergidos a mi mirada.

Juan Carlos sigue en estos días, la cadena inacabable de Gil, Ruiz Mateos y tantos otros ultrafamosos liberados del penoso deber de la deliberación pública de sus actuaciones, entretanto que son objeto de las miradas múltiples de los espectadores a la función no política que tienen asignada. Cosas de las sociedades postmediáticas.

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