lunes, 16 de mayo de 2022

CESAR CARBALLO EN EL BAZAR MÉDICO

 

La institución medicina solo se puede comprender en su integralidad desde el contexto histórico en el que se inscribe. En los últimos treinta años se han producido un conjunto de transformaciones que han cristalizado en lo que Franco Berardi Bifo denomina como semiocapitalismo. Este se caracteriza porque su motor económico fundamental radica en las emociones y los signos. La semiosfera es un espacio trascendente que se encuentra sobrecargado por flujos de comunicaciones procedentes de la fusión de la televisión y las redes digitales. Las personas se encuentran sumidas en la semiosfera, comunicadas por varias pantallas interconectadas y gobernadas por una potentísima máquina algorítmica.

Estos cambios reestructuran radicalmente la institución medicina. Esta ha vivido relativamente ajena a su entorno, gestionando una alta demanda social que no necesitaba de estimulación comunicativa. En este tiempo, la comunicación con los pacientes tenía lugar mediante la evocación de la “educación sanitaria”, que implica una transmisión de información técnico-profesional sobre las enfermedades, administrada a los pacientes de forma vertical y unidireccional. En este contexto de relativo sosiego comparece el torrente de novedades diagnósticas y terapéuticas salidos del nuevo sistema tecnológico. Este proceso estimula un nuevo sistema de comunicación de novedades con formatos propios de la época. Pero se puede afirmar que la profesión médica sigue siendo parca en la comunicación, en el sentido de que las novedades diagnóstico-terapéuticas van más deprisa que los dispositivos comunicativos, homologados  por la medicina comercial.

 

 

 

 

En los últimos años se consolida una gran transformación en la producción de productos y servicios. Esta se referencia en una fusión entre la producción y la comunicación, de modo que, lo que verdaderamente produce el sistema, son “conceptos de producto”, que se renuevan aceleradamente. El resultado de esta mutación es el desarrollo de una infosfera  que deviene en una semiosfera impetuosa que se posiciona en el centro de las sociedades. La televisión fusionada con la digitalización, que impulsa las redes sociales reconfigura todos los campos. La institución-medicina es anexionada a esta intensa y aceleradísima semiosfera, de modo que los productos de la asistencia son tratados por los dispositivos comunicativos con el propósito de maximizar sus mercados. La vieja educación sanitaria deviene en seducción comercial imprescindible en la gran captura de posibles pacientes necesaria para afianzar las innovaciones de los productos.

Pero ha sido la pandemia de la Covid la que ha proporcionado la gran oportunidad a los dispositivos sanitarios a tomar posiciones en la semiosfera con sus discursos y productos, configurando así el gran bazar médico que se instala en los programas de gran audiencia. Así han aparecido un grupo de médicos presentados como expertos, que han renovado los viejos sermones que apelan a la obediencia a la autoridad y a la responsabilidad individual. En este grupo han predominado los epidemiólogos y salubristas, administradores perfectos de los miedos generados por la pandemia, y aún más por las alarmas inducidas por la información apocalíptica que sustenta la forma de gobierno vigente fundada en el estado de excepción. Las televisiones han operado mediante la cooptación de distintos especialistas, siguiendo su modelo proverbial de la institución bazar.

Las urgencias han registrado primordialmente esta conmoción. Así que su cuota en el bazar era imprescindible. De ahí la aparición de Cesar Carballo. Este representa la voz de los sitiados por la avalancha de infectados: las urgencias. Carballo ha entendido desde el principio la situación que le proporcionaba su gran oportunidad. Y también cual era la función desempeñada por la charla tertuliana experta. Así, ha gestionado la información diferenciándose de las posiciones rigoristas de los salubristas, cuyos códigos son las poblaciones. Él detentaba el privilegio de tratar a los cuerpos individualizados infectados, que se recombinan con otras patologías e historias personales, de modo que así ha sido fácil construir un perfil atractivo en la charla, diferente al de virólogos o epidemiólogos habitantes de laboratorios y lejanos a las consultas cara a cara.

Carballo ha utilizado sus comparecencias para hacer su agosto profesional, promocionando su especialidad – urgenciólogo-  que paradójicamente sustenta su demanda en la inoperancia del sistema en su conjunto. También ha aprendido a combinar sus presencias televisivas con las actividades en las redes sociales. Su perfil de twitter es un monumento semiológico que denota la subordinación de la medicina a la prodigiosa máquina iconográfica televisiva. Se presenta así: Urgenciólogo y comunicador sanitario. Canal Youtube propio y  Colaborador de Sexta Noche, Horizonte, Cuarto Milenio, "La consulta del Dr. Carballo" en MARCA. De este modo se posiciona en la semiosfera de modo aventajado con respecto a sus colegas de los laboratorios.

Su éxito mediático incuestionable lo sitúa en el núcleo de un sistema de comunicaciones extraordinariamente vivo. Así, Carballo se ha diferenciado de sus colegas y comunica en twitter los últimos conceptos de producto asistenciales que tienen la potencialidad de abrir nuevos mercados. Estos siguen la sagrada tradición de utilizar el sistema público para generar una demanda, que desborda inexorablemente esta para ser exportada al sistema privado.  En un tuit antológico el 13 de mayo dice “¿Saben que hay una técnica llamada trasplante de haces que se utiliza de tratamiento en algunas patologías? ¿Saben que si se trasplantan heces de una persona delgada se adelgaza? ¿Y que se está investigando este tratamiento en el autismo? Para saber mas..”.

El papel requerido por los arraigados en la semiosfera radica en abrir mercados generando necesidades. Carballo explora esas posibilidades con reumatólogos, urólogos, dermatólogos y otras categorías del gran bazar médico de este tiempo.  Su sentido último se asienta en la demanda infinita estimulada por el gran espectáculo comercial. Su papel de difusor de novedades para nichos de mercado nuevos constituye las bases de su posición de hacedor de proyectos protagonizados por distintas especialidades médicas. Sus informaciones son las señales que atraen a los visitantes del bazar buscadores de soluciones a sus necesidades percibidas.

De este modo, Carballo contribuye de un modo extraordinario a la segmentación de los mercados sanitarios, constituyendo nuevos segmentos de pacientes que contribuyan a la gran expansión de la asistencia. Ciertamente, su papel en la renovación del espectáculo de la medicina es meritorio. Pero, el mercado médico en crecimiento desbocado, centrado en la captura de nuevos segmentos de pacientes deslumbrados por la grandiosidad de las representaciones, coexiste con la permanencia e incremento de muchas enfermedades y dolencias fatales que conforman una población total definida por la mediocridad de su estado de salud en contraste con la excelencia de algunas soluciones terapéuticas vendidas como milagrosas.

Así, las actuaciones solemnes de Carballo ante las cámaras representan la puesta en escena de un problema mayor: el descentramiento creciente de la institución-medicina, que prioriza algunos de sus productos estrella en detrimento de los grandes problemas de salud que afectan a grandes poblaciones. Carballo es la representación de un sistema de pesos y medidas perverso, que entiende los problemas derivados de las enfermedades como independientes entre sí y como parte de un gran bazar asistencial, en el que cada cual puede comprar su solución. Lo del trasplante de heces como solución para la obesidad no tiene desperdicio como disparate mayúsculo, que confirma la idea de una tómbola médica que promociona sus productos de temporada.

Las actuaciones de Carballo no pueden ser inscritas en el molde de la educación sanitaria, que, como toda educación no puede soslayar el crecimiento del destinatario. Poe el contrario, se trata de captura del paciente desorientado, de seducción, en definitiva, de construir un vínculo perverso de dependencia que dificulte su autonomía. En las sociedades del presente se pueden identificar muchas variantes del mismo. Se trata de vender una solución definitiva a un problema, en la que el paciente no tiene que hacer otra cosa que comprarla. En el flujo comunicativo de la semiosfera del semiocapitalismo, proliferan los vendedores de soluciones presentadas con la magia del espectáculo. Cualquier persona ubicada en una consulta frecuentada en un centro de salud, tiene la posibilidad de constatar la gran variedad de problemas existentes, así como el espesor personal de los mismos, lo cual contrasta con el optimismo de la comunicación comercial instituida por el dispositivo central de la televisión.

Pero el verdadero problema radica en que, desde la perspectiva de las urgencias, el paciente desaparece sin dejar rastro. Eso facilita las especulaciones y los sueños tecnocráticos. Por eso prefiero a los médicos que tratan con los presentes continuos  y en el cuerpo a cuerpo cotidiano, en tanto que pueden evidenciar y vivir la densidad pétrea de los problemas de salud.

 

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