martes, 31 de agosto de 2021

AFGANISTÁN: ENCUENTROS EN LA TERCERA FASE

 

En estos días he de esquivar el torrente mediático que presenta la situación de Afganistán de modo justamente inverso al que es en realidad. Una invasión realizada en 2003 inscrita en las coordenadas de la Guerra contra el terrorismo y el eje del Mal, cuya naturaleza es estrictamente militar, es presentada como intervención humanitaria para apoyar a la población, y a las mujeres en particular, y para organizar un estado democrático. El estado español envía para tan insigne misión tropas bien equipadas y capacitadas. La realidad oculta termina por reflotar, con el desplome del estado títere en el que se conciertan distintas gentes, entre ellas no pocos señores de distintos tráficos, ultradotados en el arte de reapropiarse de la cuantiosa ayuda y sus generosos dólares.

El resultado final es el precipitado derrumbe de esa estructura falaz que solo tiene como soporte el respaldo de tropas cualificadas. El castillo de naipes se ha desmoronado dramáticamente cuando se ha esfumado la protección, militar, por supuesto. Los medios occidentales realizan una metamorfosis prodigiosa. Pero, insisto, nadie ha mandado en los veinte años de presencia occidental, a maestros, médicos, enfermeras, trabajadores sociales y otros profesionales para la ayuda, sino soldados. Eso sí, estos son presentados en las televisiones como gentes que se dedican a tareas de ayuda humanitaria. Las imágenes emitidas en este tiempo ocultan la verdadera situación. Esta implica la presencia de múltiples gentes de negocios que practican el business administrando con pingües beneficios todas las empresas de la ayuda civil y militar, así como el formidable negocio de la seguridad.

Un autor fundamental para comprender el fondo de las sociedades del presente y sus múltiples relaciones con los conflictos armados es Günther Anders. Este se interroga acerca de la significación de la existencia de arsenales atómicos con una capacidad de devastación suprema. Desde hace muchos años, coincido con él acerca de la no aceptación del término democracia cuando este es compatible con la tenencia y almacenamiento de armas nucleares. La gestión de estas, que implican una potencia destructiva que disuelve cualquier minúscula porción de ética, se realiza por una superestructura secreta que se sobrepone a cualquier poder político emanado de las elecciones.

Pero el aspecto fundamental que aporta Anders radica en que ese poder destructivo apocalíptico que han alcanzado los ejércitos en esta era, tiene la doble necesidad de ocultarse y legitimarse. El requisito para estos es una sociedad adormecida, de modo que los medios de comunicación adquieren inevitablemente en su conjunto, la condición de fabricantes de esa conciencia social neutralizada. Así, el crecimiento del poder destructivo corre paralelo al crecimiento de la capacidad de los medios para producirla. El arte de la guerra se ha expandido prodigiosamente al ecosistema de la comunicación de masas. Los saltos incrementales producidos por estas en los últimos treinta años solo pueden encontrar un campo en el que puede competir: la industria militar. Así, el complejo militar-industrial, junto al complejo de la comunicación, conforman un más allá de las instituciones de gobierno. Estos últimos ocultan eficazmente el dilema de la capacidad destructiva de los primeros.

La guerra y las prósperas industrias que la abastecen, ha crecido paralelamente a los medios de comunicación. Se puede establecer un cronograma de recorridos comunes. La segunda guerra mundial significó la apoteosis de la radio, medio vivo capaz de movilizar a las poblaciones de la retaguardia, operando selectivamente con respecto a la realidad en el frente. El ensayo de la capacidad de ocultación llegó a su cima imposible tras las bombas de Hirosima y Nagasaki. ¿Cómo es posible que no hubiera movilizaciones ciudadanas y posicionamientos críticos frente a tal crueldad con la población civil japonesa? El éxito de los físicos en obtener esa arma formidable se articula con el éxito del entramado de medios e industrias culturales, que muestran ostensiblemente su competencia de anestesiar a las poblaciones y eliminar a la inteligencia.

El crecimiento del complejo militar-industrial, así como el dispositivo de medios e industrias del imaginario, se acrecientan intensamente en los años setenta y ochenta, y culminan con la consolidación de la tercera revolución tecnológica. La derrota de los Estados Unidos en Vietnam genera un salto adelante mediante una nueva generación de armas mucho mejor dotadas y un ecosistema de medios de comunicación que se derivan de la fusión explosiva de la televisión y la informática. Los reporteros de guerra en el campo de batalla transmiten informaciones críticas que alimentan a los movimientos pacifistas. Esta derrota constituye el advenimiento de una nueva era en ambos campos.

La primera guerra del Golfo, tras la invasión de Kuwait por parte de las tropas de Sadam Husein, representa un salto cuántico de la eficacia de los nuevos ejércitos así como de los renovados medios. Eduardo Subirats, en un libro clarificador “La linterna mágica”, define esta guerra con estas palabras  “La Guerra del Golfo Pérsico es la primera guerra integralmente performatizada como evento mediático. Es una guerra de simulacros: Ha significado una doble violencia, primero como sistema de destrucción y, en segundo lugar, como violencia simuladora de su propia realidad. Se trata ciertamente de una guerra concebida como un fenómeno estético […] La estetización de la guerra tiene aquel sentido radical de la política como <<estilo>>, como expresión de una cosmovisión artística a gran escala, formulado por los pioneros mediáticos del nacionalsocialismo. La destrucción es lo que ha sido definido en sus mismos aspectos técnicos como un fenómeno estético a escala masiva[…] Esta guerra no ha supuesto una movilización de las masas en el sentido de las estrategias políticas tradicionales, mediante una propaganda política o una manipulación informativa. Constituye más bien un nuevo modelo de activ, íntima y sostenida participación colectiva de una nueva masa electrónica y virtual en la peformatización de la guerra como espectáculo […] El vídeo de rayos láser se acopla a los misiles, dirige su evolución hacia el objetivo letal y la reproduce electrónicamente. El mismo dispositivo técnico filma por un lado lo que por el otro destruye […] lasa imágenes de las máquinas de destrucción partiendo hacia sus objetivos y las visiones de ruinas y citas aisladas de la desolación. La descontextualización mediática como principio de destrucción de la experiencia. […] la guerra como un videojuego…que apela a una gratificación motriz repetitiva altamente automatizada y perfectamente animalizada. Ella configura un sistema de estímulos dotado de un último efecto fisiológicamente gratificante, psicológicamente hipnótico y aletargador”.

Esta guerra genera una información cero sobre la situación militar, instaurando juegos de imágenes y luces de las explosiones. No aparece ninguna imagen de víctimas humanas. Los fotógrafos de guerra son sustituidos por las imágenes tomadas desde las máquinas de destrucción. La desinformación alcanza cotas macroscópicas. La opinión informada es sustituida por la excitación catódica del espectáculo de los aviones y los misiles, que alimenta una masa de espectadores desprovista de referencias. Es la primera vez que la comunión entre el aparato destructivo militar y el aparato propagandístico mediático es total. Representa una regresión de la información y de la inteligencia.

En 2003 tiene lugar la invasión definitiva de Irak. En esta guerra se ensaya otra forma diferente de propaganda, que trata de soslayar las críticas que algunos intelectuales habían realizado de la guerra del 91. En esta ocasión se redescubre el grupo, al estilo del viejo Elton Mayo. Los reporteros son asignados a unidades militares que avanzan hacia Bagdag con la incertidumbre de la resistencia militar que esperan encontrar. En una situación así se produce una identificación emocional entre los periodistas y los soldados, que impulsa un torrente de crónicas con rostro humano sobre las vivencias de estos. Se llegan a producir narrativas heroicas sobre casos personales. Así se nutre a la masa de espectadores que sigue los avatares de la guerra, pero se oculta cuidadosamente la situación militar. Nadie sabe qué está ocurriendo. Solo se tienen noticias a partir de acontecimientos aislados. La muerte de José Couto en el hotel Palestina de Bagdag ilustra esta opacidad suprema. La metamorfosis mediática de la realidad se regenera y se renueva.

La guerra de Afganistán que ahora concluye culmina este proceso de creación mediática de una realidad que oculta la verdadera situación. La crisis intelectual y moral de eso que se llama convencionalmente Occidente alcanza proporciones cósmicas. Esta civilización comparece según la imago de la apoteosis de las máquinas omnipotentes versus raquitismo de las inteligencias. Tantos años de metamorfosis mediática han cristalizado en una idea rotundamente falsa acerca de la naturaleza del mundo. Esta es cocinada en las organizaciones globales y sus séquitos de profesionales brujos que consiguen imponer una piadosa imagen del mundo, que oculta integralmente los medios sociales en los que se producen múltiples situaciones de carencias materiales e inmateriales, que amparan desigualdades y una utilización de la fuerza bruta por parte de los poderosos locales.

La opinión pública resultante de la consolidación del complejo mediático audiovisual, refrendado por el silencio estruendoso de la inteligencia, se encuentra en estado de éxtasis de estulticia, determinada por la desaparición de referentes imprescindibles para comprender la situación. Así, las poblaciones que protagonizan los terribles éxodos de las guerras, como Irak, Siria y ahora Afganistán, son difuminadas en el flujo mediático, siendo sustituidas por las alegres multitudes de la abundancia del consumo. En este contexto comunicativo es posible la multiplicación de disparates derivados de la inversión mediática de la realidad. Para el grueso de los afganos que huyan de este desastre, el pronóstico es más que sombrío.

Mientras tanto, la guerra de Afganistán nunca existió. Esta es negada y sustituida por la acción asistencial de los soldados que se han desplazado allí para conformar un estado de bienestar fantasmático. La consumación histórica del complejo mediático de la ocultación de la guerra ha alcanzado sus últimos objetivos. La diáspora de la población afgana que tendrá lugar en los próximos meses confirmará el milagro de su propia difuminación, como la de los sirios y tantos otros. Será sustituida por algún caso, como el de la jugadora de baloncesto, arraigada ahora en Bilbao, y un pequeño grupo de gentes privilegiadas que prestan su historia y su cuerpo fotografiado a la gran tarea de la ocultación.

Concluyo reafirmando que el grito “No a la guerra” tiene que estar acompañado de un “No a la manipulación mediática audiovisual”. El complejo militar industrial cede su preponderancia al dispositivo de grabación de imágenes que tiene como finalidad la distorsión y la ocultación de las realidades incómodas. En el presente, no se puede ser pacifista sin apelar críticamente a la industria de la conciencia anestesiada. De ahí el título de este texto. En términos históricos esta es la tercera fase de la era de la manipulación, compañera inseparable del próspero complejo militar-industrial.

 

2 comentarios:

  1. En primer lugar, tarareando el refrán "de aquellos polvos vienen estos lodos, recomendar el documental sobre la guerra fría "Apocalipsis. La guerra de los mundos", que se puede ver en el siguiente enlace:

    https://www.rtve.es/play/videos/apocalipsis-la-guerra-de-los-mundos/

    En segundo lugar, me pregunto si la retirada de las tropas norteamericanas de Afganistán puede ser un hito en el declive de la política exterior de esta potencia que quizás, es sólo una intuición, el coste-beneficio de la guerra y la postguerra ya no le sea ni rentable económicamente como Estado ni rentable moralmente como Nación; cuando los problemas en casa son mayores que los que tiene que liderar fuera y además la experiencia de ese liderazgo es desastrosa.

    En tercer lugar, rescatar aquella tesis de Foucault que decía que "La política es la guerra continuada por otros medios" y "El derecho es una cierta manera de continuar la guerra". Dos afirmaciones que Foucault desarrolló a propósito de la política y el derecho, apoyándose e invirtiendo la famosa frase de Clausewitz: "La guerra es la política continuada por otros medios".

    Por último, dejar sobre la mesa un dato que voy a tomar del artículo de opinión "Las relaciones estratégicas de los talibanes para no perder Afganistán" (https://www.elsaltodiario.com/afganistan/potenciales-aliados-talibanes-fuera-afganistan) del cual se deduce que el actor principal del nuevo tablero geoeconómico es China:

    "Por su parte, China se ha convertido en el inversor estratégico de la cuestión afgana. Pekín ve al país como uno de sus grandes activos, pues en territorio afgano hay aproximadamente 1,4 millones de toneladas de elementos como neodimio o litio. En este sentido, no hay que olvidar que China es líder de las cadenas de suministro mundiales de tierras raras, hecho crucial en su estrategia geopolítica. Sin ir más lejos, en 2019, EEUU obtenía el 80% de sus minerales a través de China, al tiempo que los países europeos importaron el 98% de estos materiales de Pekín".

    Y termino preguntándome, por qué ya no nos hablan de como va la pandemia en China o cuánto está creciendo su economía... Cada día que miro un telediario, me parecen más muñecos los presentadores y presentadoras que amablemente nos presentan el paquete de noticias, con sonrisas, con ese cliché estructural, por darse en todas las cadenas y en todos los programas, de terminar con un chascarrillo final... Creo recordar algo que dijo Vanegeim en su Tratado del saber vivir para uso de las jóvenes generaciones, que decía algo así que desde que la sonrisa se instauró en la imagen publicitaria, ésta desapareció de las obras de arte.

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  2. Me he encontrado hoy con una amiga del Colegio que se hizo militar, y después de unas cervezas me ha contado que la OTAN tiene desplegadas fuerzas militares en IRÁN, donde el ejército español participa sin conocimiento de la opinión pública. Me ha dado por buscar información y no he encontrado. En el siguiente enlace se pueden ver las operaciones del año 2021 (la mayoría dentro del marco de la OTAN):

    https://drive.google.com/file/d/16n4l925HUgEAgKGuOfMhUZ6uH63oEoAK/view?usp=drivesdk

    Y me ha hecho pensar, ¿puede ser la retirada de Afganistán la antesala de una nueva intervención militar?

    Estaremos atentos al cuento, pero sabemos que el Emperador se está paseando en "pelotas".

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