domingo, 7 de julio de 2019

PRETTY WOMAN EN LAS CONSULTAS DE ATENCIÓN PRIMARIA


El presente es un tiempo en el que se multiplican las ficciones. Estas tienen su origen en las maquinarias de producir narrativas que se instalan sobre los medios de comunicación, las empresas y las organizaciones. De este modo, se constituye una realidad que ha sido denominada como “capitalismo de ficción”. En este, tanto el management como sus satélites asociados –el marketing, la publicidad, la industria cultural, los media y los dispositivos psi- manufacturan relatos que se extienden por todo el tejido social. Toda la producción de imaginario que se deriva de estas instituciones se encuentra definida por la presencia de la ficción. De este modo, la desrealización alcanza niveles que se inscriben en lo insólito, en tanto que este imaginario termina por formatear las mentes de los denominados ciudadanos.

El capitalismo de ficción se instala en todas las esferas sociales. Implica un modo de subversión radical del orden en las organizaciones gobernadas por los supuestos del periclitado capitalismo de producción. Así, este conjunto de narrativas irrumpen en la asistencia sanitaria, y también en la atención primaria, transformando inapelablemente los supuestos y sentidos preexistentes. Esta alteración remite a la gran homologación que convierte a profesionales y pacientes en proveedores y consumidores de unos servicios drásticamente equiparados a los demás, en los que sus especificidades se disuelven en los estándares prevalentes en la carrera de servicios. Así se genera un modelo de “prestación”, extraño a las culturas profesionales convencionales.

El advenimiento impetuoso del capitalismo de ficción tiene una consecuencia perversa en la atención sanitaria. Esta es la de colocar a los profesionales a la defensiva, siendo etiquetados como conservadores, en tanto que se aferran a saberes y prácticas que se consideran como periclitadas. Las reformas asociadas al mismo convocan a los profesionales a la adhesión a los principios sagrados de la adaptación sin fin, que en su versión más radical implica la asunción del imperativo del desaprendizaje permanente. Así se producen múltiples tensiones asociadas a la crisis de identidad profesional que implica esta reconversión.

Voy a decir varias cosas que la mayoría no quiere escuchar ni ver, lo que vulgarmente se entiende como las verdades del barquero. La más importante es la constatación de que un médico ejerciente en la atención primaria se encuentra en una situación adversa. Algunos de los cambios en curso, procedentes de las estructuras sistémicas que acompañan al capitalismo de ficción, lo ubican en una posición “a la contra”. Todos los días tiene que encontrarse con personas que están siendo moldeadas por las instituciones mediáticas y del mercado, principalmente las de la esfera psi,  sometidas a un modo de individuación que socava el principio de realidad asociado a sus condiciones sociales, que ineludiblemente se encuentran determinadas por sus posiciones sociales.

De esta situación resulta un nuevo paciente, cuya imaginación es estimulada por las agencias de producción del imaginario asociadas al mercado, en una expansión hacia la infinitud. Este nuevo visitante de las consultas adquiere gradualmente la condición de lo que, tan lúcidamente, Antonio Valdecantos define como “súbdito adulado”. El principal atributo de este nuevo arquetipo social es la exaltación del yo y la emancipación imaginaria de sus condiciones sociales. Los efectos de las últimas versiones de la sociedad de consumo, que producen un consumidor multidimensional enardecido por los relatos audiovisuales desde los que construye su propio yo, son demoledores para muchas personas, que experimentan un shock en el encuentro inevitable entre sus fantasías y sus realidades. De esta colisión nace un malestar difuso que se expresa en un gradiente de intensidades. Este se hace presente de forma subterránea en las consultas.

En 2004 publiqué un artículo en la revista Formación Médica Continuada en Atención Primaria, cuyo título era “La sociedad ansiosa”. Este título expresaba nítidamente la demanda que se me formulaba para escribirlo. Esta se derivaba de la percepción de ese malestar que se hacía presente en las consultas de múltiples formas. En estos años estos malestares no han dejado de crecer. Solo los contingentes de mayores, que representan una proporción mayoritaria de las consultas, son levemente afectados por las narrativas del capitalismo de ficción. En el caso de los más jóvenes, consumidores compulsivos de relatos audiovisuales seriados, la afectación es mucho mayor, contribuyendo así a la cristalización de un conflicto sórdido, en tanto que presenta dificultades para su racionalización.

En mis clases de sociología de la salud he presentado la poderosa conceptualización de Pascal Bruckner en su libro de la “Tentación de la inocencia”. En esta critica los efectos de la sociedad de consumo sobre las personas que construyen las situaciones sociales liberadas de su propia presencia y responsabilidad. Así se asemejan a la inocencia de los niños eximidos de responsabilidades. También he explorado lo que la psicología convencional denomina como “comportamientos difíciles”. La mayoría de los tipos enlistados en esta categoría se presentan con frecuencia en una consulta o en un aula de este tiempo dominado por el predominio de las ingenierías de la ficción.

El resultado es que el estatuto que se le asigna a un paciente, convertido ahora en un usuario, se asemeja al de la santidad en las religiones. De este modo es equiparado al héroe central del capitalismo de consumo: el comprador. Este es exaltado como sujeto de derechos completos, en tanto que su alma es conquistada por las maquinarias de formatear relatos que estimulan su imaginación, en el trance de superar el umbral de sus propias necesidades percibidas. De este modo, se convierten en invisibles las tensiones y malestares que se encuentran presentes en las relaciones de “prestación”. Así se transfiere a los prestadores una situación difícilmente manejable. En el caso de la educación y la sanidad, debido a la naturaleza de sus relaciones de “prestación”, los profesionales viven situaciones que no son susceptibles de ser integradas en los piadosos esquemas de las organizaciones, que glorifican a sus usuarios devenidos en compradores ficcionales.

En el nuevo capitalismo de ficción los discursos se emancipan de sus mismos contextos de aplicación. Si me pidieran un lema sobre la asistencia sanitaria en el presente, formularía este: “Asistencia sanitaria en la situación de desestabilización de las posiciones sociales”. Este es el factor axial que define este tiempo. La gran mayoría de los visitantes de las consultas son personas cuyas posiciones sociales han sido licuadas y carecen de suelos sólidos sobre los que asentarse. Los efectos perversos sobre las vidas son patentes, en tanto que muchas de esas posiciones inestables se asocian a constricciones severas. Se podrían enunciar una variadísima gama de situaciones que afectan a grandes contingentes de personas.

La atención primaria tiene como especificidad una relación sostenida en el tiempo entre los profesionales-prestadores y los pacientes-clientes, a diferencia de la especializada. En el curso de una relación asistencial, las ficciones tienden a disiparse, dando lugar a la emergencia de realidades no siempre bien aceptadas. La complejidad de la relación se hace patente. Pero en contraposición con la complejización emergen las magias inducidas por las ciencias de la gestión, promotora de los saberes necesarios para la colonización de los compradores. Los profesionales se configuran como víctimas de las ficciones que pueblan la formación continuada, en la que comparecen distintos gurús portadores de las últimas versiones de la asistencia “new age”, cuyo origen mitológico remite a el primer trasplante de corazón realizado por Christian Barnard. 

Así se multiplican los discursos optimistas de la humanización, los recetarios de técnicas para optimizar las relaciones y las versiones de las ideologías de las relaciones públicas. Los médicos son inducidos a comportarse en las consultas con el modelo universal de las azafatas. Así se construye la sonrisa institucional del capitalismo amable de ficción. Los enfoques reduccionistas con respecto al manejo de situaciones adversas se multiplican. Cada profesional vive en silencio su confrontación con múltiples dramas personales que hacen su aparición en la consulta. En este contexto, el peor pecado es el pesimismo. Así, nadie alude a los factores adversos y estas situaciones son reconvertidas en transacciones inscritas en la piadosa cartera de servicios.

Pero un médico generalista, que tiene una relación prolongada con muchos pacientes, no puede actuar como un azafato blanco. Por el contrario, tiene que enfrentarse a complejos problemas relacionados con los comportamientos, que implican el manejo de tensiones con los nuevos pacientes modelados como compradores de servicios. En estas condiciones es difícil saber “estar en su sitio”, que, en muchas ocasiones comportan una intervención sobre el paciente con el fin de que asuma responsabilidad o modifique algún comportamiento. En este contexto el rol profesional tiene un conjunto de exigencias muy rigurosas, que desbordan los esquemas derivados de las relaciones públicas propias del capitalismo de ficción.

En la célebre película “Pretty woman”, que construye la ficción de que es posible un viaje rápido y emocionante entre posiciones sociales muy lejanas en la jerarquía social, Edward Levis y Vivian Ward representan un sueño que se hace factible. La peli termina con estos rótulos que sintetizan la centralidad de la ficción en este extraño tiempo de sujetos ocupantes de posiciones inestables, al tiempo que adulados por el mercado infinito:  “Bienvenidos a Hollywood ¿cuál es tu sueño? Unos sueños se hacen y otros no. Continuad soñando”. Muy elocuente este mensaje.

Esta ficción sobrevuela sobre las consultas de atención primaria, tanto sobre los profesionales como a los pacientes. Es una imperiosa necesidad abandonar las ficciones de la new age sanitaria que inunda los discursos sobre la humanización y regresar a los discursos espesos adecuados a las condiciones de la sociedad de las personas ocupantes de posiciones inestables. Propongo una vuelta a la tierra, a pensar una asistencia adecuada a este escenario, en el que las nuevas condiciones resignifican la salud y la asistencia. Que sigan soñando los beneficiarios del capitalismo de ficción, que son los políticos, gerentes, expertos y empresarios del campo. Los profesionales y los pacientes concentrados en conocer y compartir los misterios específicos de este campo social. Es un disparate tratar a los pacientes como a compradores. El objetivo no es emocionarlos, sino incrementar sus capacidades de hacer frente a sus complejas problemáticas de salud, siempre vinculadas a sus condiciones sociales. Y aún más cuando los suelos de las personas son blandos y viscosos.




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