domingo, 20 de enero de 2019

SEIS AÑOS DE TRÁNSITOS INTRUSOS. VIVIR ENTRE TIEMPOS


Se han cumplido ya seis años desde que comenzaron estos tránsitos intrusos. En este tiempo se ha modificado sustancialmente mi entorno, las condiciones en las que se desarrolla mi vida y mi estado personal. En el final del 2012 se acumulaban los efectos del 15 M, suscitando esperanzas de un cambio político. En los años transcurridos se han desvanecido estos anhelos y el signo del tiempo ha mutado radicalmente. Ahora emergen los fantasmas del pasado autoritario que han marcado mi adolescencia y juventud. Las emergencias esperanzadoras de 2011 han devenido en proyectos bloqueados, aunque sus protagonistas simulen su continuidad en la vida de las pantallas. La inteligencia movilizada en el ciclo del 15 M ha resultado manifiestamente insuficiente en relación a la magnitud de los obstáculos con los que se encuentra el cambio político.

En el tiempo presente se consolida una situación inquietante, en tanto que, las instituciones asociadas al despliegue de la sociedad neoliberal, en trance de alcanzar la madurez, detentan un poder creciente, mostrando su competencia en la remodelación de las organizaciones, las personas y la vida cotidiana misma. El dominio de las corporaciones globales, los grupos mediáticos y las industrias culturales,  así como las élites tecnológicas, alcanza unas cotas inimaginables. Al mismo tiempo, se encuentran en curso varios procesos radicales de mutación de la estructura social que desempoderan intensamente a la clase trabajadora convencional, rompiendo los equilibrios sobre los que descansaba el pacto social que sustentaba el estado de bienestar.

Pero este avance impetuoso de la sociedad neoliberal, caracterizada por sus novísimas instituciones, sociabilidades, sentidos comunes y gubernamentalidades, no se encuentra inteligido y problematizado en la conciencia colectiva. Por el contrario, se encuentra ubicado en un espacio más allá de la deliberación, y de aquello que se entiende como política. Esta se refiere a los avatares de la configuración del estado, entendida como formación de gobiernos y oposiciones, así como a los procesos legislativos que regulan las distintas esferas. En este más allá no alfabetizado políticamente se emplazan todas las realidades afectadas por la gran emergencia neoliberal, que son aceptadas como naturales y liberadas de cualquier interpretación crítica.

Sin embargo, en los últimos años se confirma una paradoja de gran envergadura, se trata de la explosión mediática de la política. Las televisiones y las redes se ocupan permanentemente de los movimientos de los actores políticos y los eventos que componen este mundo, constituyendo audiencias que compiten con el deporte, el tiempo y el corazón. Pero esta emergencia mediática se realiza en un formato y unos contenidos que la configuran como un campo restringido, el territorio de aquello que es regentado por el estado. 

Pero, por el contrario, en el tiempo presente los grandes procesos de cambio social son gobernados por instituciones asociadas al mercado, así como otras instancias que se asientan en el exterior del campo político convencional. La política televisada se encuentra rigurosamente subordinada a las limitaciones que establecen los operadores externos del mercado, los grupos mediáticos, las instancias creadas por las nuevas gubernamentalidades emergentes, tales como la densa red de agencias y organizaciones liberadas de cualquier control efectivo.

La política, en estas condiciones, deviene en videopolítica, generando un espectáculo permanente que la conforma como pseudo política que oculta el entramado de factores determinantes de las decisiones de los actores que comparecen en las sucesivas escenificaciones. Así se conforma un espectáculo que se va reproduciendo a sí mismo, generando ilusiones en las incautas audiencias. El tema de las pensiones ilustra este juego. Los estados de expectación de los pensionistas dan lugar a flujos crecientes de euforias y esperanzas que se desvanecen frente a la acción semioculta, en esta función, de los verdaderos decisores, que no están presentes en este espectáculo. Así, la probabilidad de que todo termine en frustración, es segura. La videopolítica siempre concluye de este modo, en tanto que se trata de una fábrica de ilusiones para los espectadores desprovistos de poder efectivo.

La verdad es que estoy harto de la pseudopolítica televisada, de sus microrrelatos, sus actores, sus contenidos, sus escenificaciones y sus audiencias. Lo peor es contemplar la convicción de los ciudadanos-telespectadores en sus vicisitudes. De este modo me encuentro rodeado por esta ola de trivialidad que invade todos los espacios en los que me desenvuelvo. Tengo que dotarme de una disciplina cotidiana para distanciarme de esas fabulaciones compartidas, adoptando una estrategia metódica para no ser penetrado por ese tóxico medio en el que reinan los necios emisores y receptores. Es problemático vivir entre las cegueras colectivas y sus cocineros.

Pero el reemplazo de la política total por la video-pseudo-política no es el único tema que conforma este tiempo como confusional. Junto a éste, emerge una nueva corriente. Se trata de un poderoso neoliberalismo progresista, que propone transformaciones cualitativas en distintos campos, generando una imagen de progreso que elude y se desentiende de la gran reestructuración social que se asienta sobre una dualización creciente y unas desigualdades que se incrementan inquietantemente. Los nuevos condenados de la tierra adquieren la condición de ausentes de las propuestas en curso. El nuevo neoliberalismo progresista, asociado a varios movimientos sociales del presente, genera alternativas cuyos beneficiarios resultan de una selección social rigurosa. 

Las propuestas inscritas en una ciudadanía que solo puede cumplirse con el aval de una posición social fundada en la posesión de recursos cada vez más escasos, se instalan en la vida política mediante la conformación de un irrealismo manifiesto. Los movimientos sociales que conforman el sustrato del nuevo neoliberalismo progresista, proponen un conjunto de bienes postmateriales severamente incompatibles con la situación de amplísimas partes de la población. Así, el techo de cristal feminista, inaccesible para aquellas mujeres ubicadas en la etapa sin fin de adquisición de méritos transitando por los caminos de la precariedad y el becariado. Los afectados por la fiebre del oro del mercado de la vivienda, cuya fragilidad experimenta un ascenso vertiginoso que los aleja de las hermosas utopías residenciales. Los enfermos de las clases medias-bajas, debilitados por la impetuosa privatización del sistema sanitario, que avanza a saltos laminando las instituciones asistenciales. En este contexto de desposesión de los más frágiles proliferan los discursos de humanización de la asistencia. El resultado es la configuración de un extrañamiento intenso. 

Los proyectos que se confrontan en el presente se polarizan entre las quimeras neoliberales progresistas y las propuestas de reajuste duras que concluyen una revisión de la llamada sociedad del bienestar del fordismo maduro. De este modo, las instituciones políticas y sus extensiones mediáticas no registran las tensiones de los excluidos en las propuestas, conformando la gran sociedad de la inseguridad, que se corresponde con aquellos sectores sociales penalizados por la nueva reindustrialización. Esta gran sociedad muda se define por la inestabilidad, que genera distintas clases de temores colectivos. Este es el espacio sobre el que se cimentan las propuestas políticas de los nuevos populismos de la derecha. La izquierda política deviene en la apoteosis del “hillaryzación”, acentuando sus propuestas selectivas de transformación inscritas en el ciudadanismo asociado al neoliberalismo progresista. Su incapacidad de reconocer a la sociedad resultante de la gran reestructuración asociada a la reindustrialización es patente.

Esta explosiva colisión de tiempos que caracteriza lo político y social, de extiende a todos los órdenes de la vida. Sobre el cambio tecnológico acelerado se desencadena un flujo acelerado de novedades que se reemplazan en ciclos temporales cada vez más cortos. Lo nuevo incesante hace inexorablemente caducas a las prácticas de vivir que configuran una vida. La vertiginosa cadena de novedades devora a cada uno,  poniendo a prueba su capacidad de adaptación. Los contextos que amparaban la praxis de vivir  desaparecen súbitamente, generando un vacío patente. Frente a aquellos que comienzan a vivir conectados con las novedades incesantes, los más mayores se encuentran desvalidos, en tanto que lo nuevo es una máquina eficaz de demolición de lo establecido. Así, la praxis de vivir aparece como agotada e inscrita en el término “viejuno”. Hacerse mayor tiene un componente patético.

Así como en el plano político y social reclamo la actualización de las categorías y los conceptos, en el plano personal me reivindico como un anacrónico orgulloso. Quiero decir que, frente al torrente de novedades, mantengo una posición crítica de distanciamiento inequívoco. Vivo entre los entresijos de la nueva sociedad construyendo un espacio en los márgenes en el que asentarme sobre el mosaico móvil. Mi vida deviene en un anacronismo consciente y asumido, fundada en la no aceptación de los mandatos que se derivan de la catarata de novedades. Esta es una forma inequívoca de negación de la época. Ejerciendo de bilbaíno afirmo que mi marginación personal se fundamenta precisamente en la comprensión de este tiempo, que solo es posible desde una cierta distancia.

Ayer sábado pude disfrutar de una mañana nublada con algo de niebla. Di un largo paseo por el Retiro con mi perra disfrutando del paisaje invernal. La niebla convoca mis mejores recuerdos de paseos por zonas de montaña en Granada. Mi trayecto se cruzó con una convocatoria de seguidores activos de Pokémon go. Cientos de chicos jóvenes deambulaban entre los árboles abstraídos en sus pantallas y ajenos al paisaje que los rodeaba. La niebla resaltaba la ausencia de los jugadores del mundo físico. Pupulaban como fantasmas aislados sin levantar sus cabezas. Junto a ellos, los turistas cumplimentaban disciplinadamente el circuito de la mañana: Lago/monumento Alfonso XII/Palacio Cristal/Rosaleda/Ángel Caído. Nadie reparaba en el día singular teñido de neblina. Estos viven en el mundo artificial emancipado de la naturaleza que representa El Corte Inglés y los centros comerciales, en los que siempre es primavera. Puede parecer arrogante, pero pensé que mi perra y yo éramos dos seres anacrónicos maravillosos, con todos nuestros canales sensoriales abiertos al medio físico inmediato.





6 comentarios:

  1. Admirado D. Juan Irigoyen: Qué sepa que desde estas aisladas tierras asturianas, cercanas en lo físico y en más cosas a su Bilbao, alguien sistemáticamente utiliza sus sus tránsitos como motivo para la reflexión, con el deseo de que ojalá contribuyan a disipar la neblina de su cabeza. Le agradezco su tarea de estos 6 años y le deseo lo mejor en su vida personal y que siga disfrutando de sus paseos con su perra. Un cordial saludo.

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  2. Gracias Libreoyente. Vivir en Asturias es un privilegio. he vivido muchos años en Santander y admiro la variedad de tonos grises. En particular, los días de viento sur en los que la luz es extrañamente intensa y evoca la niebla
    Saludos cordiales

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  3. Te sigo con atención. No son muchas las personas que iluminan los tránsitos de nuestra realidad social y tú, sin duda, eres una de esas rarezas. Muchas gracias Juan por este blog.

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  4. Gracias, Juan, por hacernos partícipes de tus reflexiones sin dar tregua alguna a tan encubridoras sedas. A saber, caído el día y reventado el tiempo, nos queda la palabra para recomponer fracturas, brindar con sangre y entreabrir ventanas imposibles.

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  5. Querido anacrónico maravilloso,

    Felicidades por el cumpleaños de tu blog y por esa persistencia en observar la experiencia humana, desde una cierta distancia, para desbrozar las confusiones, inercias y pobrezas de la imaginación en los métodos de la sanidad medicada o en la política teatral y chusca del momento.

    Esta entrada me ha recordado al 'Divertirse hasta morir', de Neil Postman, a la idea de avanzar hacia alguna parte por una realidad virtual, ciegos aunque entretenidos.

    Un abrazo.
    Iñigo

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  6. Querido amigo
    Postman es uno de mis héroes. Todos sus libros son estimulantes pero Tecnopolis ha tenido un impacto especial en mí.
    Me he acordado de ti a propósito de todas las andanzas del brexit. El mundo se está poniendo complicado.
    Un fuerte abrazo

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