sábado, 28 de enero de 2017

EL CUARTO ENTIERRO DE MELQUÍADES ESTRADA



En estos días en los que Trump se instala en la Casa Blanca y pone en escena un elocuente espectáculo de regresión e involución, vienen a mi mente distintas referencias sobre las fronteras, los muros y las migraciones. Frente a los discursos imperantes en los descentrados medios de comunicación progresistas, que tratan a Trump como una excepción, entendida desde su esquema referencial que sitúa el progreso como categoría central, aún a pesar de que la emergencia de distintos problemas de gran envergadura que lo interrogan y lo cuestionan. Estos problemas son  percibidos y tratados de modo aislado, de uno en uno. En la impertinente cuestión de los muros y las fronteras fortificadas, es inevitable recordar que vivo a pocos kilómetros de la frontera sur, que se extiende ya desde el Atlántico a casi todo el Mediterráneo, sustentada sobre  un muro letal de agua, tras el que se sitúa la siguiente frontera férrea. 

Tampoco he olvidado el devenir de las poblaciones expulsadas de Siria o Irak, que se encuentran frente a una situación de fronteras múltiples organizadas al modo de escalones. En todos los casos que afectan al Mediterráneo, las fronteras físicas son acompañadas de barreras invisibles ubicadas tras el muro del agua. Una de ellas es la de un sistema de comunicación que los invisibiliza, después de  tratarlos profusamente en el fugaz tiempo en que se les concede el protagonismo de la actualidad. Sé que los refugiados siguen estando por ahí desperdigados, componiendo un sumatorio de dramas individuales de un rango equivalente, o incluso superior, al de los centroamericanos y mexicanos que se encuentran con la frontera que ahora adquiere una categoría superior, transformada en un muro físico.

Melquíades Estrada es el inmigrante mexicano que protagoniza la película de Tommy Lee Jones “Los tres entierros de Melquíades Estrada” del año 2005. Este es un film realizado en común por un director norteamericano y un guionista mexicano, Guillermo Arriaga, que muestra su talento fronterizo y mestizo en todos sus trabajos. El film narra una hermosa historia de amistad entre un inmigrante mexicano y un policía local. Melquíades muere a manos de un agente de frontera y es enterrado sin ceremonia alguna. Cuando su amigo Pete Perkins se entera, lo desentierra y secuestra a su verdugo, Mike Norton, y emprende un viaje a México, en busca de un lugar de origen que Melquíades aludió en una conversación personal, para enterrarlo allí. El viaje muestra la frontera y los mundos que coexisten en torno a ella. Pero no terminan por encontrar el lugar de origen de Melquíades. El éxodo  de muchos  inmigrantes es un viaje que borra el pasado y en el que no es factible la vuelta. 

Una cantante muy apreciada por mí, Lhasa de Sela, que como mexicana-canadiense  canta en los tres idiomas, se ubica por encima de las fronteras culturales. En una de sus canciones, que no es de las mejores en términos musicales,  “La frontera”, alude metafóricamente al viento para  entender la poderosa fuerza que  impulsa el viaje. El viento  “borra el camino que detrás desaparece”. El viento sintetiza poéticamente a las fuerzas que producen los desplazamientos de las poblaciones en busca de una salida a su situación de marginación local, siendo estimuladas por las imágenes de la comunicación-mundo que alcanzan todos los rincones del planeta. Así se conforma un viaje  colectivo convocado por una mitología. Este cancela el pasado para muchos de los viajeros, como en el caso de Melquíades.

El viento promotor de los desplazamientos tiene tal intensidad que “no hay nadie que las pare,  a veces combate despiadado, a veces baile, y a veces...nada”. La inteligencia de Trump y de la sociedad que representa, ignoran la potencia de la gran fuerza con la que se enfrentan, que se ubica más allá de su umbral de entendimiento, moldeado por una combinación de pragmatismo ramplón, cálculo simple y una voluntad que recurre como primer argumento al uso de la fuerza. El déficit de recursos cognitivos de los millonarios en riqueza y poder de nuestro tiempo tiene como consecuencia la multiplicación de los dramas, la perversidad en la gestión de los conflictos sociales y la multiplicación de los guetos. Me pregunto sobre este mundo en el que los acomodados se aíslan y fortifican.

Siguiendo con la canción de Lhasa, esta termina afirmando  algo que las élites poseedoras de recursos económicos, políticos y mediáticos tan cuantiosos en contraste con su inteligencia menguada, no pueden alcanzar a comprender “Es el viento que me manda. Bajo el cielo de acero. Soy el punto negro que anda. A las orillas de la suerte”. La metáfora de otra canadiense, Noemí Klein, de la “nube de mosquitos” se hace presente. Es imposible detener a la nube de puntos negros que andan en las orillas. Estos, junto a las poblaciones locales expulsadas de los paraísos del capitalismo postfordista, conforman unos márgenes espaciales y sociales que crecen sin límites. Las sociedades resultantes se configuran mediante ciudadelas amuralladas en las que habitan los integrados. Así el déficit de visión de estos frente a los mundos vivos que se articulan en los márgenes, en los que el plural adquiere todo su esplendor. El problema de los que se fortifican es que no comprenden  la naturaleza de las orillas, de las periferias. 

De estos procesos resulta un conflicto social novedoso y complejo que tiene lugar en las periferias, configurando una guerra entre poblaciones con carencias. Paradójicamente, el triunfo de Trump se asienta sobre la conexión de su relato con una parte de las poblaciones resultantes de la descomposición del tejido industrial, principalmente debido a la deslocalización. Hoy más que nunca el futuro no está escrito, estando conformado por varias paradojas entrelazadas. Pensar en la hipótesis de autodestrucción es inevitable. Mientras tanto, las instituciones europeas refuerzan las fronteras y alientan a las poblaciones deprivadas por la reindustrialización postfordista, que genera subsociedades resultantes de la descomposición del viejo tejido industrial, frente a las poblaciones de los recién llegados de los espacios del sistema-mundo donde se libra la guerra permanente. Es inevitable que, en las palabras de Lhasa, los puntos negros que caminan bajo el cielo impulsados por el viento, sean percibidos como extraños invasores. Malos tiempos para la lírica. Es inevitable releer algunos textos de Walter Benjamín y Hannah  Arendt.

En el presente se asiste al cuarto entierro de Melquíades Estrada, que porta junto a su cuerpo las mitologías colectivas que han presidido las diásporas migratorias de los últimos cincuenta años. Un fuerte abrazo para todos los centroamericanos y mexicanos.


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