viernes, 31 de julio de 2015

ALBERTO GARZÓN, EL COMUNISMO POSMODERNO Y LOS PELAGATOS

La crisis del régimen del 78 tiene lugar en un escenario que se modifica y recompone vertiginosamente. La narración de los cambios se realiza en las televisiones y las redes sociales, medios que magnifican cada instante para deponerlo y sustituirlo por otro aparentemente nuevo, en el que se pierde la conexión con los antecedentes. De esta manera, los procesos en curso se encuentran en estado de opacidad para el receptor polarizado en cada instante, en el que todo parece, simultáneamente, nuevo y redundante. En este escenario desintegrado que los media recomponen cada día emerge la figura de Alberto Garzón. Entre los tertulianos de guardia que interpretan los sucesos y hacen pronósticos es, sin lugar a dudas, el que experimenta un grado de metamorfosis múltiples más intensas. Su retórica le confiere la propiedad de encontrarse en todas las posiciones y, a la vez en ninguna. Así deviene en símbolo de la posmodernidad difusa.

Su récord más prodigioso radica en la incapacidad de los ciudadanos-espectadores de descifrar su ubicación. Es capaz de dar tantas vueltas que el receptor queda hipnotizado, de modo que no sabe bien cuál es su posición. Así, en las últimas elecciones, consumó el penúltimo milagro, que consistía en que nadie sabía a ciencia cierta el lugar en que se encontraba. Esto le permitió a posteriori atribuirse la victoria de las candidaturas de Podemos y los éxitos de Izquierda Unida, tanto en Zamora como en los pequeños municipios de distintas provincias que sumados permiten algún escaño dotado de poder en las diputaciones provinciales.

Entre todos los comandantes arribados a las pantallas es el maestro de la prestidigitación retórica. Lo que se imagina como el inminente fin del bipartidismo propicia un discurso en donde lo empírico se minimiza. Pero en la televisión como en las redes eso carece de importancia, en la secuencia del encadenamiento de los instantes eternos, que diría Maffesoli. Se trata de movilizar emociones y realizar puestas en escena que satisfagan las imaginaciones múltiples de los ciudadanos convertidos en audiencia y materia demoscópica. Así se muestra capaz de realizar un recital de magia y hacer desaparecer la realidad del hundimiento de su partido en lugares como Madrid, Valencia y otros del mismo rango. Nuestro héroe es capaz de crear una ficción en cada instante de televisión.

La última actuación de magia ha consistido en la plataforma de Ahora en Común, que pretende presionar a Podemos para una candidatura integrada. Al tiempo que comparece como promotor de esta plataforma es el candidato de izquierda unida a la presidencia, mediante unas elecciones primarias que remiten al tiempo extinguido de las democracias populares de más allá del Elba. Pero en su caso, esta metamorfosis no presenta ninguna dificultad. Se trata de un prodigio catódico en el que representa, como algunos curtidos periodistas en los programas del corazón, una gama sucesiva de posiciones incompatibles que cristalizan en una trama espesa capaz de movilizar los sentimientos de la audiencia desorientada por los sucesivos giros de las situaciones.

El esperado y deseado cambio político tuvo su origen en un acontecimiento: el 15M. Hasta entonces todos permanecían en las instituciones políticas decrépitas en estado de laxitud. También la izquierda del régimen. Se trataba de representar un papel de oposición impotente que reportaba algunos beneficios a sus relajados diputados de la oposición. Mientras tanto, en el entorno, los operadores neoliberales intensificaban el ritmo de la reestructuración, ensañándose con la antigua clase trabajadora devenida en un conglomerado heterogéneo precarizado, así como en una masa de endeudados con los que el poder económico se ensaña. El 15M representó un estallido interno de las víctimas de esta situación.

Pero es muy importante recordar que la izquierda institucional acomodada no estuvo presente en las plazas. Puede que alguno a título individual transitara por estas, pero no como tales colectivos. Porque el 15 M era un acontecimiento extraño a la narrativa de dicha izquierda, que se define en torno al relato que espera un movimiento articulado en torno a una nueva versión de Espartaco. Lo que se espera es un líder, una vanguardia-partido, y por debajo, las masas perfectamente alineadas en torno a este dispositivo de dirección. El 15 M fue todo lo contrario.

Una de las dimensiones de este acontecimiento fue precisamente mostrar cómo la izquierda, en general, se mostraba desorientada y marginada, en tanto que sus discursos se corresponden con otro mundo, el del pasado. Así,  se encuentran en una situación de fuera de juego en el nuevo escenario. Soy profesor universitario y estoy inscrito en una lista de correo de profesores de izquierda. En los días del 15 M se produjeron un verdadero torrente de disparatadas interpretaciones. En síntesis se proponían dos interpretaciones. La más benévola descalificaba el movimiento puesto que carecía de ideología, en tanto que la más dura lo entendía como un movimiento generado por los servicios secretos norteamericanos, inscrito en la secuencia de revoluciones naranjas, como las de Ucrania. Se llegó a especular con la presencia en Sol de agentes especializados. La evidencia de que me encontraba inmerso en una auténtica secta civil, definida por un vínculo con el pasado, era manifiesta.

En los años siguientes al 15 M aparecen dos actores que inician una ruptura y anuncian la reforma del régimen. Una es la de los grupos mediáticos vinculados al dinero, básicamente el Mundo de Pedro J. y Eduardo Inda, que toman la iniciativa generando una retórica mediática insólita de denuncia a la corrupción y a una parte de la clase política, incluida la monarquía, en las televisiones. La segunda es la emergencia mediática del grupo de profesores de la Complutense que presentan un discurso rupturista, introduciendo una retórica de superación de la impotencia política, construyendo un horizonte de esperanza representado en el lema de “sí se puede”. Este es el núcleo fundador de Podemos.

La situación de deterioro radical sostenido  de las estructuras institucionales determina una conexión insólita entre una parte muy importante de la opinión pública y el grupo de tertulianos rupturistas. Esta es tan intensa que en meses se reconfigura todo el territorio político. El tiempo vertiginoso de esta emergencia política rehabilita el fértil concepto de “coyuntura” que Poulantzas enunció en los sesenta y setenta. De esta conexión resulta el capital político obtenido por el grupo que escenifica en las televisiones la ruptura. La elaboración de un discurso político híbrido y abierto, más allá del convencional de la izquierda comunista, favorece la conexión con un conjunto de personas y grupos que desde el 15 M se encuentran en estado de disponibilidad para la acción. En pocos meses, se configura el doble milagro de adhesiones múltiples al nuevo proyecto, además del demoscópico que lo convierte en una fuerza relevante.

En un tiempo tan rápido como el que sucede a la ruptura en las pantallas, todos los partidos, agentes políticos y mediáticos se reposicionan para habitar en el nuevo territorio. Sólo los sindicatos y empresarios permanecen ajenos como si nada hubiera sucedido. Este terremoto político y demoscópico genera una estela en la que todos los agentes presionan para reapropiarse de una parte del capital demoscópico de los recién llegados. Así se pueden interpretar los movimientos de izquierda unida, que sitúan a Garzón en la cabeza para facilitar la relación con sus antiguos asesores. No se trata de un cambio organizativo, ni un relevo generacional. La organización gerontocrática sigue incólume. Sólo aparece un joven en su cúpula: Garzón. No se trata una revuelta generacional que actúe a favor de una renovación. Lo que domina aquí es el instinto de sobrevivencia. Nada más.

En este contexto se hace inteligible la actuación de Garzón. Asume la jerga introducida por los nuevos, así como su relato. De este modo se presiona para la unidad de la izquierda definida como una extraña comunidad moral cohesionada por la misión de restituir la relación entre la democracia y la mayoría social. Sin embargo, a pesar de las ambigüedades consustanciales a los discursos televisivos, las primeras diferencias entre los recién llegados y la izquierda del régimen son muy relevantes. La limitación de salarios y prebendas de los representantes políticos es algo completamente nuevo, así como la financiación que excluye el endeudamiento con los bancos. Este es uno de los efectos de la ruptura de Podemos.

Pero los procesos sociales están dotados de singularidades y contradicciones asombrosas. Así, Podemos ha conquistado un espacio electoral muy importante y ha recibido una avalancha de contingentes de activistas y militantes inesperada. Las capacidades y tiempos requeridos para hacer compatibles ambos elementos desbordan sus recursos. Así, instaura un sistema organizativo vertical para obtener la cohesión mínima requerida para abordar las elecciones. De ahí resulta un incipiente aparato, ahora un nuevo aparato 2.0, de cuyas actuaciones resulta una generación de decepcionados y apartados.

El resultado es la extraña convergencia entre los disidentes de Podemos, las estructuras militantes locales resultantes de los conflictos agudizados en los últimos años, principalmente articuladas por el principio de autoorganización, así como un conjunto de partidos minúsculos en busca de su oportunidad, e izquierda unida. El objetivo de todos los componentes es la obtención de la confluencia que permite socializar el capital político del socio principal. En su ausencia, para izquierda unida carece de interés la coalición. Los juegos que genera esta peculiar relación entre los pretendidos herederos, alcanza niveles de una comicidad sublime, al tiempo que de un patetismo de alta intensidad. Porque el poder alienta una plataforma que erosione a Podemos. Así, los altavoces mediádicos son desproporcionados en relación a las previsiones electorales. La confusión es cosmológica en cada uno de los instantes que los media construyen. Este es el territorio propicio para Garzón.

El vertiginoso tiempo en que se ha constituido Podemos lo ha transformado en una organización en la que sus élites tienen una preponderancia sin contrapartidas. En el breve intervalo temporal desde su fundación ya puede homologarse con los demás partidos, que tienen prohombres que realizan declaraciones brutales. Hace unos días, un diputado de Podemos en el parlamento andaluz, José Luis Serrano, calificó a los miembros de Ahora en Común como “cuatro pelagatos”. Esta afirmación me conmovió, pues ya he vivido dos veces esta situación. La transición política se resolvió mediante la postergación de los cuatro pelagatos de esa época, que eran los movimientos sociales. En este blog han comentado recientemente algunos de los acumulados en esta plataforma.

Siento especial debilidad por las gentes que promueven la acción colectiva. Me parece una tragedia su marginación y una comedia de alta densidad paradójica su convergencia con la izquierda comunista en estado de movilización por su supervivencia. Porque si los nuevos señores de la ruptura demoscópica los han sepultado con la última versión de las primarias 2.0, no quiero ni pensar su destino en una organización con unas primarias por aclamación. Así, el término pelagatos designa el de un excedente de organización y acción que no sirve, que estorba el proceso principal. Los pelagatos son los superfluos que comparecen en todas las coyunturas de cambios para ser convertidos en deshechos por los actores principales.

En este escenario de significaciones múltiples; de máscaras; de proliferación de sentidos; de convergencias inesperadas; de razones ocultadas; de gentes que buscan su oportunidad o pretenden sobrevivir; de guiones improvisados, así como de puestas en escena según los modelos del marketing y la publicidad, brilla Garzón, ahora representando el argumento de la unidad. Pero García Montero, la última víctima de la tragedia de izquierda unida se constituye en un aviso para los que no comprenden bien los acontecimientos fragmentados por los medios. Es el tiempo inevitable de los bailes de disfraces. Esta es una historia de convergencia entre quienes quieren abrir otro futuro; los que quieren sobrevivir; aquellos que instauran formas de dominación 2.0; los que impulsan proyectos micro de movilización, y quienes se resisten en ser convertidos en deshechos del proceso de cambio. Veremos.


1 comentario:

  1. el cambi comienza con la unión de ciudades rebeldes,,,,, http://www.laopinioncoruna.es/coruna/2015/07/30/marea-apoya-candidatura-popular-imprescindibles/981264.html

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