jueves, 18 de abril de 2024

LA NUEVA IZQUIERDA Y EL NEOLIBERALISMO AGAZAPADO

 

La transición política en España, resuelta con la instauración de una Constitución e instituciones democráticas, coincide fatalmente con la crisis de los años setenta en Europa, que cancela los llamados treinta gloriosos, período de crecimiento de las economías keynesianas, los estados del bienestar y las sociedades de las clases medias. Los discursos políticos de los nuevos partidos apelan a la imagen de este tiempo de capitalismo amable del bienestar que constituye el horizonte de los proyectos de reconstitución del nuevo régimen. Esta imagen de la Europa keynesiana preside los imaginarios políticos desde la fundación del régimen del 78 hasta el presente.

El nuevo proceso que se inaugura en el sistema-mundo desde los años ochenta se encuentra presidido por un signo muy diferente. Se funda en un modelo neoliberal que impulsa una sociedad que se puede sintetizar en el concepto de dualización, es decir, reducción de la movilidad social y establecimiento de barreras sólidas entre bloques de clases sociales. El proyecto neoliberal se hace presente modificando sustantivamente el tejido productivo y las empresas, las instituciones y la cultura. El efecto perverso español radica en que, de modo progresivo, se realizan las políticas determinadas por las instituciones globales según el molde neoliberal, pero se mantienen los discursos keynesianos. El resultado es una suerte de esquizofrenia institucional y cultural que hace de la paradoja un arte mayor. Según van pasando los años, estas políticas neoliberales referenciadas en el capitalismo global, tienen efectos demoledores en la estratificación social, modificando las clases sociales de un modo sustantivo.

La izquierda mediática y política es la principal víctima de esta distorsión cronificada, de modo que una medida política, como la de las ayudas establecidas por el gobierno progresista de coalición, que son presentadas con la pomposa denominación de “escudo social”, pero que en realidad se trata de una versión post de las políticas para pobres, que no tienen efectos en la estructura social. Así se confirma el contraste entre las retóricas XXL y las parcas realidades, tan característica de la izquierda extraviada del siglo XXI. Desde esta perspectiva se pueden comprender las desafecciones municipales y autonómicas de sus electorados, así como la dinámica del gobierno más progresista de la historia. En tanto que sus bases político-sociales son penalizadas con saña por las reformas neoliberales, ellos se han especializado en generar distintas excepciones y ficciones. Porque, ¿cómo se puede explicar la derrota del ayuntamiento de Carmena en Madrid o de las huestes del PSOE en Andalucía o Extremadura?

Esta colosal distorsión político-cultural tiene como consecuencia la ausencia de realismo y la constitución de un verdadero depósito de conocimiento en el que se acumula lo no dicho, o lo que no se puede decir ni hablar. Esta espiral del silencio dificulta la comprensión de la realidad y privilegia una infantilización del relato político. Ahora se trata de resistir a una ola que propicia la instalación en las instituciones, nada menos que el mismísimo fascismo. Este relato simple se constituye en el eje argumental de la izquierda, cristalizando en un tóxico clima que obstaculiza a la inteligencia. El resultado es un ambiente irrespirable, además de la consolidación de una auténtica corte, en tanto que la titularidad del gobierno se encuentra en los misteriosos progresistas. En estas condiciones, una vez abolida la reflexión, siendo imposible pensar y decir acerca de los porqués la izquierda ha sido desalojada en Andalucía y en casi todas las partes, la izquierda deviene en una institución semejante a las vetustas órdenes religiosas o militares.

Los digitales de izquierdas o las televisiones progresistas aprenden a construir un denominador común discursivo, que no explica numerosos acontecimientos, pero que es capaz de convocar a todos y forjar una unidad enigmática. En el margen de estas narrativas, nadie puede sobrevivir. Así, cuando el gobierno proclama que ha superado la precariedad laboral o que se encuentra en la víspera de resolver la penosa situación de los inquilinos, nadie se atreve a replicar, en tanto que puede ser calificado como colaborador complaciente de la bestia maligna que ya habita los ayuntamientos o los parlamentos: el fascismo retornado tras vivir unas décadas en los oscuros sótanos de tan progresada sociedad democrática.

Esta ideología oficial, que se asienta tan concertadamente en los digitales o televisiones, adquiere la naturaleza de una nueva orden modelada según el molde de los templarios u otros semejantes, cuya razón de ser es la existencia de un enemigo macroscópico y apocalíptico. De este modo, se hace posible ocultar dimensiones esenciales de la realidad, tal y como es la de la vocación imperecedera del gobierno progresista en mantener y reforzar las políticas armamentísticas. Cuando los ministros de Podemos son desalojados de tan ínclito gobierno, Montero y Belarra nos recuerdan esas inversiones y decisiones, rompiendo un silencio denso, forjado en los años de gestión progresista. Hoy mismo he visto unas declaraciones de la ministra de Sanidad, Mónica García, una de las superdotadas en el arte dialéctico de ocultar, en las que califica de normal el incremento de los gastos militares, tal y como exigen nuestros aliados.

Ahora avivo el recuerdo de los años en que trabajé en el sistema sanitario. En tanto que se llevaba a cabo una reforma salubrista para incrementar la eficacia del sistema, simultáneamente, llegaba otra reforma impetuosa de signo contrario, propiciada abiertamente por las autoridades. Hice mi tesis doctoral sobre las dos reformas. En esos años era profesor del máster de salud pública y gestión de la Escuela Andaluza de Salud Pública, y desde esa posición podía percibir la intensidad de la reforma neoliberal, que en ese tiempo solo podía replicarse desde el rótulo de reforma gerencialista. Todas las piezas de la propuesta neoliberal se presentaban como soluciones tecnocráticas ocultando su genealogía.

En el contexto cultural español nadie sabía cuáles eran los verdaderos padres de los saberes y métodos que se presentaban. La inteligencia emocional y gestión de emociones, ya representaba entonces la eficacia probada en la tarea de reducir la cohesión de los colectivos profesionales debilitando sus vínculos laterales, siendo ensayada con éxito en el gulag empresarial avanzado. Aquí se presentaba como una propuesta inocente y progresista. Bastaba mostrar cualquier idea o método como nuevo para ser aceptado con toda la ingenuidad integral. La ausencia completa de conversación y la neutralización de la información ha facilitado la reconversión del sistema sanitario público a los moldes neoliberales.

La cristalización de esa esquizofrenia político-cultural convierte el sistema de ideas de la izquierda en un lastre para comprender las realidades sociales. El peligro de convertirse en un sistema cerrado autorreferencial se cierne sobre ella. En esta extraña anomia cognitiva no es posible clasificar a distintos actores políticos o mediáticos que se encuentran frenéticamente enfrentados. Así, la única explicación en este contexto mudo en el que impera lo no dicho de estas diferencias es la posición de cada cual. Los ubicados en la Sexta, como Maestre, junto a los privilegiados ministros de Sumar, rivalizan con los emigrados de Podemos y los expulsados malditos como Toledo y otros. Estas desafecciones tienen lugar en defensa de la posición de cada cual. Se evidencia que el conocimiento siempre justifica a posteriori una acción que se encuentra completamente disociada de cualquier proyecto político. A este paso, teniendo como referencia la vieja kremlinología, es necesario constituir un sistema de significación para clarificar las posiciones y el movimiento de las izquierdas. Y también hacerlo en un tiempo preciso, en tanto que los posicionamientos de algunos de sus componentes evolucionan tan rápido que se ubican en los confines de esta constelación política. Terminando esta entrada leo que Mónica García se ha pronunciado en favor de la articulación entre el sistema sanitario público y privado. Esta generación corre mucho más deprisa que la de Felipe González. Así que Marta Lois compareció en campaña electoral como parapentista.

2 comentarios:

  1. A lo largo de estos últimos años, diría que decenios, ha ido imponiéndose una narrativa política basada en la subjetividad, con un "discurso líquido" que diría Zygmunt Bauman, un discurso que hace especial hincapié en las emociones (que, además de efímeras son un caldo de cultivo que favorece el fascismo), desplazando el pensamiento racional y objetivo adquiridos a través de la experiencia transmitida por los que nos precedieron, un pensamiento basado en el análisis de una realidad compleja- que no binaria- como la que nos están vendiendo a diario. Esta experiencia, fruto de muchas y durísimas luchas, la izquierda "nominal" (Podemos, Sumar, IU....) la ha tirado alegremente por la borda con gran satisfacción de los de arriba, subiéndose al carro de la política espectáculo que tiene como principal ingrediente la irracionalidad. Lamentablemente, lo estamos comprobando a diario. A mi entender, al haber renunciado a valores, como la solidaridad, el apoyo mutuo, la defensa del más débil, signos de identidad de una izquierda consecuente, esta izquierda no puede esperar que los sectores perjudicados por las políticas neoliberales llevadas a cabo por el gobierno (en este caso socialista y su acólitos), los que está sufriendo las cada vez más violentas embestidas del neoliberalismo, no puede esperar que les voten quienes no pueden sentirse representados por estas siglas.
    Es necesario, construir una alternativa real que de verdad defienda los intereses de los
    más débiles. Llevará tiempo y, por desgracia, lo que nos falta es tiempo. Un saludo a Juan Irigoyen.

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  2. «se acumula lo no dicho, o lo que no se puede decir ni hablar. Esta espiral del silencio dificulta la comprensión de la realidad y privilegia una infantilización del relato político» con un reclutamiento sin igual de pijotería progresista para la transición y transaciones exigidas. Esa Mónica García más allá de las estupideces pretendiendo anestesiarnos con las mascarillas exhibe toda una gallardía sometiendose a las autoridades liberales pertinentes, y claro que corren mucho más deprisa que los sumados anteriores a la figura de Felipe Gonzalez, pues saben a partir del modelo que la ocasión la pintan calva y hay que agarrar cualquier pelo en esta acelerada circulación de los designios del Estado progresista para que el Capital no encuentre ninguna traba a la libre circulación de sus desdichas.

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