jueves, 22 de febrero de 2024

UNA MIRADA SOBRE LAS ELECCIONES GALLEGAS. EL COLAPSO COGNOSCITIVO DE LA IZQUIERDA

 

Cuando han pasado muchos años, o incluso no tantos, la gente se cuenta los hechos como le conviene y llega a creerse su propia versión, su distorsión.
Javier Marías

El objetivo de esta obra es describir, analizar, y comprender decisiones extrañas: aquellas en que sus autores se comportan de forma constante e intensiva en contra del objetivo que se han fijado. Se trata de una categoría particular de errores: los errores radicales persistentes […] ¿Cómo personas inteligentes en posesión de todas sus facultades, han podido tomar decisiones que van hasta tal punto en contra de lo que buscaban obtener, y perseverar en esa dirección?

Christian Morel

Las elecciones gallegas han puesto de manifiesto la profunda crisis de la izquierda. Esta no se expresa solo en las magnitudes de los resultados, sino, principalmente, en las campañas electorales en las que lo patético ha sido magnificado hasta límites inauditos. También las prédicas de sus mercenarios de la palabra en las tertulias y los disciplinados columnistas de los periódicos digitales. Pero, la principal señal que denota la colosal medida de la crisis, radica en las pláticas, tanto de los dirigentes como de sus acompañantes mediáticos, posteriores al descalabro electoral. La noción de autocrítica queda integralmente descartada, de modo que, al ofrecer una interpretación hipersimplista y evasiva, se reclama la unidad disciplinada del bloque mediático, que siempre es la antesala de la etiquetación como traición a quienes se desvíen de las piadosas explicaciones oficiales.

La cuestión principal no radica tanto en la magnitud del descalabro en términos del número de votos, teniendo además en cuenta el desgaste del partido popular, lo que parecía acrecentar las posibilidades de los partidos de la izquierda. Por el contrario, estas elecciones forman parte del derrumbe inexorable del PSOE, sincronizado en todos los territorios, y simultáneo al de la izquierda surgida en 2014. Este hundimiento se asienta sobre unas raíces que se ubican más allá del suelo gallego. Es menester distanciarse del modo de conocer hegemónico de las televisiones, que construyen sus relatos sobre la comparación con los datos de la anterior elección.

La cuestión esencial radica en explicar cómo un partido como el PSOE, que concitó unos apoyos electorales tan cuantiosos en los niveles municipal, autonómico y nacional en los años ochenta, ha ido perdiendo fatalmente sus feudos, partido a partido según la célebre frase de Simeone, para terminar celebrando su techo de 123 diputados, entendiéndolo como un triunfo del rango de una Champions. Los ampulosos gestos de celebración de María Jesús Montero tras las elecciones del 23 de julio, representan prístinamente la semiología del declive del partido. En los años de gloria de los ochenta, esta organización se asemejaba a una orquesta en la que brillaban distintos barones territoriales, líderes culturales y economistas de postín. En sus congresos se hacía notar esa diversidad, compatible entonces con el liderazgo bicéfalo y cesarista de la dupla González/Guerra.

Ese partido enclavado sobre sólidas raíces y dotado de cien cabezas, se ha ido deteriorando irremediablemente. En su segundo tiempo de gobierno, ya en el siglo XXI, su liderazgo era manifiestamente más débil. La dupla de entonces Zapatero/Blanco, mostraba impúdicamente sus carencias. En tanto que Blanco disfruta de una puerta giratoria de primera clase, Zapatero se ha movilizado hiperactivamente las últimas campañas para erigirse en un icono de la decadencia. Sus intervenciones públicas se producen en términos de comicidad letal para sus adversarios. En ellas alude a las insuficiencias y argucias del PP estimulando el sentimiento de patrioterismo partidario de sus menguadas huestes. Pero no aporta nada, absolutamente nada, a un proyecto político. Sus intervenciones son huérfanas de reflexión y densidad, representando el grado cero de la reflexión y el saber político. Se erige en el clown del partido, encargado de reforzar la cohesión mediante el humor grueso.

El resultado de esta decadencia se expresa en las tremebundas reuniones de los órganos de dirección o los comportamientos de sus diputados como claque gozosa de sus oradores. La unanimidad es escalofriante en un medio en el que todo se agota en el acto de aplaudir. No es de extrañar que, en un medio así, el proyecto quede reducido a las rituales afirmaciones, a la chanza y burla de los contrarios y a la gestión de una masa de cifras, manejadas como municiones contra sus opositores. No, no hay proyecto alguno, solo conservar sus posiciones de gobierno. Los llamados debates en el congreso y las instituciones, no son otra cosa que zascas y recriminaciones que hacen de los órganos representativos un medio semejante a una vecindad en declive.

Pero es más importante comprender este proceso estriba en que el PSOE, y toda la izquierda, se ha salido del carril histórico que comenzó con su institucionalización y las primeras conquistas sociales en el final del siglo XIX. En los últimos años los viejos saberes que guiaban su acción y que se fundaban en las ciencias sociales, se han disipado en favor de los saberes asociados al nuevo mercado, la configuración organizativa de la nueva empresa postfordista, y sus instituciones estrella, como son la gestión, los recursos humanos, el marketing, la publicidad y todos sus derivados, entre los que destacan los métodos de gestión de emociones que configuran el nuevo capitalismo emocional.

Sánchez es el paradigma de un gestor postmoderno que disuelve todos los dilemas entre medios y fines, del mismo modo que actúa en el riguroso presente conjurando el futuro, todo ello en favor de la mística de los resultados, que se entienden en términos unidimensionales para mantener el gobierno hoy. El daño que ha causado a la izquierda, y a su propio partido, es monumental. Cuando su frenética carrera personal concluya, dejará asolado todo su campo. La condición de gerente de Sánchez se expresa en la conducción de su partido al modo-empresa. Así, el Comité Federal queda reducido a la asamblea de accionistas, y la Ejecutiva a un consejo de Administración. La Junta Directiva adquiere un poder omnímodo que refuerza la autoridad del consejero-delegado, antes secretario general. El viejo partido en el que concurren distintas tendencias, e incluso subculturas políticas, es brutalmente vaciado y decapitado. Sobre esta configuración se constituye un autoritarismo indiscutible.

Transformado en Consejo de Administración, la relación con sus votantes está estrictamente ejecutada por una tecnoestructura organizativa que prepara la comunicación mediática mediante una política programada por un dispositivo experto en el “mercado político”.  Las reuniones cara a cara de sus militantes son desechadas para ser requeridos como fondo de sus intervenciones o público incondicional en los actos y mítines rigurosamente unidireccionales. En estos se programan la puesta en escena de las emociones compartidas por el triunfo de los líderes-empresa. Se presupone que los militantes, reducidos a accionistas, actuarán con la lógica de estos, maximizando la satisfacción por los menguados dividendos obtenidos, y distanciados de las grandes decisiones de los órganos ejecutivos. 

La desaparición de los densos programas de las viejas socialdemocracias abre el paso a una extraña recombinación entre elementos del nuevo neoliberalismo, el populismo mediático y un dataísmo tecnocrático mutilador, que convierte espesos problemas, tales como la reconfiguración de la sanidad o educación pública, en la gestión de masa de datos que alimentan la confrontación política y nutren los espectaculares power point de las presentaciones mediáticas y partidarias. Las claves del progresivo desplome de la izquierda en los territorios, parece inevitable que asuma la forma de un colapso final, que ya se ha iniciado, y que tiene como causa principal la nueva forma de conocer coherente con las importaciones masivas de referencias extrañas a la lógica de la nueva izquierda.

La hipótesis de descarrilamiento parece la más adecuada para comprender la nueva izquierda. Se encuentran ya en un carril que no es el suyo, teniendo efectos devastadores para sus públicos fieles convertidos en mundos políticos cerrados determinados por sus creencias y rituales. El núcleo de la interpretación de este incipiente colapso se basa en el conocimiento. Las referencias importadas del mercado y sus saberes han terminado por generar una crisis de cognoscibilidad, de devaluación de sus propias ideas. Tenía la intención de analizar el desplome de la izquierda del ciclo de 2014, que presenta similitudes, pero lo haré en una próxima entrada.

Concluyo mostrando mi perplejidad infinita ante lo que he visto esta campaña. Entre todos los dislates audiovisuales, me ha impresionado Marta Lois, en coherencia con mi fascinación con un personaje del rango de Yolanda Díaz, tratada en varias ocasiones en este blog, a la que considero como un residuo tóxico vivo tras la catástrofe cognoscitiva de la vieja izquierda. La susodicha Lois, presentó en TikTok varios videos antológicos. Uno de ellos es el que muestra su imagen como parapentista, lanzándose al aire para acreditarse como marca personal. Pero otro es aún mejor. Se presenta en primer plano con un bolso de grandes dimensiones afirmando que le gusta llevar muchas cosas en él. Así, va mostrando una a una: alimentación de urgencia hipersana; repertorio cosmético múltiple para retocarse; ropas complementarias y otros objetos personales a modo de muestrario.

En este video se muestra a las claras la crisis de inteligibilidad de esta izquierda posmoderna: En tanto que pronuncian sermones en defensa de la gente que no llega a fin de mes, centran su comunicación en un video que la presenta como una chica de clase media, heroína del consumo, mostrando su repertorio de objetos para acreditar su distinción. Como lector de Lipovetsky le sugiero que le faltó algo para entrar en el gran club del lujo, como es el llevar buena bisutería de repuesto. No me extraña que su acompañante de campaña, el avezado Iñigo Errejón, la dejase sola tras el descalabro, porque en el imaginario de esta izquierda marxista/neoliberal/empresarial, el fracaso es negado y no existe ni siquiera como como posibilidad. Así que el argumento para disminuir la jornada liberal de Yolanda se presente en un video vestida de negro, recién fotografiada y grabada con el bueno del Papa Francisco, al que involucra como valedor de su propuesta.

Serenamente afirmo que han perdido la cabeza, ese es el principio del colapso mental y cultural que les persigue. Por eso he seleccionado la cita de Morel acerca de las decisiones absurdas y recurrentes.

 

 

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