miércoles, 28 de febrero de 2024

EL DESCARRILAMIENTO DE LA NUEVA IZQUIERDA DEL 2014

 

La realidad es lo que nos resiste y se burla de nuestros planes en el cometa.

No es fácil tener una historia propia cuando flotas en tu tiempo como un corcho en el agua, según los encuentros. 

Cuando la cuestión de los medios desvía la de los fines, y la gestión de la herramienta se convierte en su propio fin, las cosas pierden su significado, el Estado de derecho su razón de ser, y el hombre a su manera. Tres ejemplos caseros de esta subversión gerencial: Defensa, Cultura, Escuela. Tres nobles humillados.

Regis Debray

Las elecciones gallegas han mostrado impúdicamente la crisis histórica del PSOE, que, como señalé en la entrada anterior, ha terminado adoptando un modelo extraño a su propia identidad. La militancia en la que se sustentaba es convertida en algo similar a los accionistas de una empresa, y, como tales, conforman una masa anónima sin vínculos incapaz de ejercer ningún control efectivo sobre la dirección, convertida en un consejo de administración que gobierna a su antojo la organización manejando una tecnoestructura partidaria que elabora las líneas a seguir.  El objetivo compartido de los militantes desahuciados de los procesos de decisión es obtener modestos beneficios simbólicos derivados de la consecución de gobiernos en todos los niveles.

La izquierda poscomunista, heredera del vetusto partido comunista experimenta un derrumbe de rango similar, aunque de perfil diferente. Tras los primeros años de la naciente democracia se desploma en las elecciones del 82, reduciendo al mínimo su representación. Así, se crean las condiciones para la migración de una parte considerable de sus cuadros hacia los eufóricos vencedores del PSOE, que practican una demoledora política de cooptación. Esta crisis totalizante de la organización es vivida como una injusticia desde la perspectiva del papel que los comunistas habían desempeñado en la oposición al régimen franquista. El resultado de esta inversión entre las aportaciones y los resultados es la generación de una herida cultural de gran envergadura, que transmite al electorado de izquierdas, aunque esta presenta dificultades para ser racionalizada o verbalizada.

El nacimiento de Izquierda Unida representa un proyecto en el que las siglas PC, quedan difuminadas por un proyecto que pretende ser plural, en tanto que están presentes socialistas, republicanos y otras fuerzas, que años después irán adoptando el color verde. Este proyecto, se asienta sobre las ruinas ideológicas del comunismo de los años sesenta, que se autodenomina como eurocomunismo en la década siguiente. Pero su rasgo más importante es que tiene la pretensión de disputar a los socialistas la hegemonía de la izquierda, mediante el mitológico término del sorpasso, incubado en la Italia de los setenta bajo el auspicio del PCI. Izquierda Unida es un proyecto político con ambición de gobernar obteniendo la mayoría.

Pero, tras una década tormentosa, el electorado de izquierdas se muestra decididamente en favor del PSOE, rechazando las solicitaciones electorales de IU. Al tiempo, las tradiciones comunistas muestran su profundo arraigo en la conciencia colectiva, terminando por arrinconar a todos sus socios y convertir esta coalición en una versión renovada del viejo partido comunista, definido por su estricta homogeneidad. Las limitaciones del proyecto encabezado por Julio Anguita se hacen patentes. El peor aspecto radica en que, dada la debilidad institucional del partido, la izquierda se fragmenta según criterios sectoriales. Así se conforma una izquierda sindical, sanitaria, educativa, universitaria, cultural o local relativamente distanciada del partido, que pierde así su condición de guía.

Este naufragio de izquierda unida determina, en la segunda mitad de la década de los noventa, que una parte de sus cuadros opte por un pragmatismo demoledor, renunciando de facto a superar al PSOE, para configurarse como un socio minoritario e imprescindible. El primer episodio de esta metamorfosis tiene lugar en Andalucía, en la que IU tiene alguna implantación local. La persona que protagoniza el gobierno conjunto con el PSOE es Diego Valderas, que inicia una nueva etapa que se prolonga hasta el presente. Por eso me gusta llamarla “Valderismo”, en tanto que se funda en el supuesto de explotar el valor de su menguada representación, como socio irremplazable de un PSOE declinante.  En esta etapa, el electorado de izquierdas continúa penalizando a IU, aún a pesar de la política cada vez más derechizada del PSOE, y de que se intensifica la reestructuración del capitalismo, lo que significa una severa penalización a las bases sociales de la izquierda.

El valderismo vive en el interior de las instituciones maximizando sus cuotas en el parlamento, las autonomías y los ayuntamientos.  Mientras tanto, en ausencia de cualquier representación efectiva, varios sectores sociales muestran su predisposición a recupera la “voz”, en el sentido formulado por Hirschmann, tras los años de plomo de reformas neoliberales que carecen de réplica en las lángidas instituciones representativas. El proceso de recuperación de la voz, implica una intensificación de la acción colectiva asociada a un estado de expectación intermitente, generado en el exterior de las deterioradas instituciones del régimen del 78. En estas condiciones nace una nueva izquierda representada en el primer Podemos, que parece adoptar otros métodos de acción y organización diferentes a los de las viejas izquierdas históricas.

El éxito inicial de Podemos se puede explicar por su capacidad de conectar con un amplio sector de votantes de la izquierda desamparados por efecto de la conjunción entre las vigorosas reformas neoliberales y la ausencia de respuesta de la izquierda institucional. En el comienzo esperanzador de esta formación política concurren algunos grupos desgajados de la vieja izquierda y que presentan la homogeneidad de una nueva cohorte militante de hijos de la generación de la última resistencia al franquismo y la transición. Pero el primer Podemos muere de éxito. Sus buenos resultados electorales contrastan con su incapacidad para extender sus vínculos a los múltiples sujetos políticos que protagonizan las movilizaciones y la comunicación política desbordada de esos años.

Tras el gran salto derivado de su impetuosa entrada en las instituciones, los dirigentes de Podemos son deslumbrados por las cámaras, los platós y las magias de la videopolítica. Sus logros electorales contrastan con su incapacidad de organizar un dispositivo partidario que responda a la heterogeneidad de su base social. Su acción se concentra en las instituciones y los media, postergando su implantación social. Así se forja su drama organizativo, representado en el modelo de sus círculos, que tanto geométrica como políticamente se pueden representar rotundamente en el concepto cero. En esa situación se instituye una oligarquía partidaria asentada sobre un campo político en el que reinan los medios y su prodigiosa velocidad.

El rápido declive de Podemos se puede comprender mediante su radical asimetría con el anarquismo histórico español. Este se sostenía sobre las iniciativas múltiples de distintos grupos arraigados en las empresas y los barrios. Un dispositivo de sindicatos, escuelas, ateneos, bibliotecas y grupos que desarrollan actividades alternativas, fundados en los principios de autogestión y acción directa sin intermediarios, arraiga las grandes organizaciones libertarias a la sociedad, dotándolas de una potencialidad incuestionable. Por el contrario, Podemos organiza su acción sobre un nutrido grupo de gentes que desarrollan su acción en el estado o los medios. Son los concejales, diputados autonómicos y del congreso, empresas públicas y las legiones de asesores. Tras ellos se puede identificar una masa crítica de candidatos a estas posiciones, por lo que es inevitable la proliferación de luchas internas por ocupar posiciones estatales.

Tras alcanzar su techo de 72 diputados todo se desmorona. La escasa pluralidad interna – pablistas, errejonistas y anticapitalistas- se depura en un proceso trágico de homogeneización e hiperliderazgo, que termina con la expulsión de facto de las diferentes “sensibilidades”. El proyecto político fundado en la idea axial de que el cambio es posible desde el gobierno y las instituciones, se muestra falaz. El sistema reacciona frente a los nuevos bárbaros, que son expulsados de los platós y penalizados en las informaciones. Además, se implementa una fuerte campaña sin precedente de acoso y derribo al pequeño núcleo dirigente, al tiempo que integra en la nueva nobleza tertuliana a algunos de los penalizados.

Tras el éxito inicial, se produce una fusión con un grupo de náufragos de la nomenklatura de Izquierda Unida, que van a desbaratar el dispositivo de dirección de Podemos, bajo la forma de Unidas Podemos.  Estos, son los líderes letales anteriores al comienzo del ciclo de 2014, como Garzón, Yolanda Díaz o Enrique Santiago, esperan su ocasión para apuntillar a los inexpertos cuadros de Podemos. Ellos desempeñan un papel de conversión del proyecto originario en un simulacro político, que termina reconfigurándose en Sumar. Esta organización representa el sumun de la irrealidad. Es fundada por Yolanda Díaz y no ha hecho un congreso constituyente que avale un programa consensuado y que se dote de órganos de dirección. De este modo, es gobernado por Díaz a su antojo mediante el modelo acreditado de la mafia. Esta establece acuerdos secretos sin control acerca de las acciones o decisiones para investir a los representantes, respaldada por las televisiones progresistas, única autoridad de facto en el conglomerado humano que conforma la izquierda en el presente, que flota sobre lo social al estar constituida como audiencias. El plató es su centro de gravedad.

Sumar representa la degeneración radical del proyecto de 2014. Se sustenta en el compromiso de varios clanes políticos unificados por su imperativa necesidad de sobrevivencia en las configuraciones estatales. Su capital político se condensa en la imagen de sus ínclitos ministros. Así, producen videos sobre sí mismos en los que comunican sus ensoñaciones políticas. Los viajes de Yolanda; las lamentaciones de Montero y Belarra, que ponen en escena el imaginario de las proverbiales viudas, en este caso como ministras; las magias mediáticas de Mónica García; los desvaríos pragmáticos de Errejón y otras ficciones.

Pero la realidad termina por imponerse drásticamente. Los años felices de los gobiernos municipales o la engañosa vitalidad de las mareas han concluido en derrumbe. En los próximos meses asistiremos a una nueva generación de conflictos internos gobernados por el canibalismo político que dilucidarán quiénes son los nominados y expulsados de este nuevo episodio del desgastado reality político. Carentes de arraigo en el territorio, solo queda un público afecto con el que se comunica mediante videos cortos. Se ha completado así el proceso de configuración de una izquierda desterritorializada y evanescente. Por eso, la imagen de los videos de campaña de Marta Lois, representan certeramente la tragedia política. Su presentación como chica moderna de clase media cuqui mostrando el contenido de su bolso o su lanzamiento en parapente ilustran acerca de las ficciones políticas que sustentan la última versión de la izquierda en este ciclo.

El aspecto más inquietante de esta izquierda que se alimenta de las cámaras de la videosfera es su proyecto político parasitario, formado por un mix heterogéneo, disperso y desintegrado de ideas procedentes del viejo arsenal argumental de la izquierda, que se entrelazan con ideas de la izquierda woke y algunas extraídas del mismo neoliberalismo, en su versión del nuevo capitalismo emocional. Así, en tanto que presumen de hacer transformaciones derivadas de su alojamiento en el gobierno, lo que realmente tiene lugar es un proceso de transferencia de modos de acción política de las derechas a ellos mismos. El caso paradigmático de las puertas giratorias, representado por Garzón, no es un caso aislado, sino que representa el desvarío de esta generación perdida de la videopolítica de izquierda. El precio de ser “el ala izquierda de la audiencia” se manifiesta en su cruel declive electoral. Cuando veo sus actuaciones en las teles, mascullo para mí la siguiente frase “Baldoví, que te vi”.

 

 

jueves, 22 de febrero de 2024

UNA MIRADA SOBRE LAS ELECCIONES GALLEGAS. EL COLAPSO COGNOSCITIVO DE LA IZQUIERDA

 

Cuando han pasado muchos años, o incluso no tantos, la gente se cuenta los hechos como le conviene y llega a creerse su propia versión, su distorsión.
Javier Marías

El objetivo de esta obra es describir, analizar, y comprender decisiones extrañas: aquellas en que sus autores se comportan de forma constante e intensiva en contra del objetivo que se han fijado. Se trata de una categoría particular de errores: los errores radicales persistentes […] ¿Cómo personas inteligentes en posesión de todas sus facultades, han podido tomar decisiones que van hasta tal punto en contra de lo que buscaban obtener, y perseverar en esa dirección?

Christian Morel

Las elecciones gallegas han puesto de manifiesto la profunda crisis de la izquierda. Esta no se expresa solo en las magnitudes de los resultados, sino, principalmente, en las campañas electorales en las que lo patético ha sido magnificado hasta límites inauditos. También las prédicas de sus mercenarios de la palabra en las tertulias y los disciplinados columnistas de los periódicos digitales. Pero, la principal señal que denota la colosal medida de la crisis, radica en las pláticas, tanto de los dirigentes como de sus acompañantes mediáticos, posteriores al descalabro electoral. La noción de autocrítica queda integralmente descartada, de modo que, al ofrecer una interpretación hipersimplista y evasiva, se reclama la unidad disciplinada del bloque mediático, que siempre es la antesala de la etiquetación como traición a quienes se desvíen de las piadosas explicaciones oficiales.

La cuestión principal no radica tanto en la magnitud del descalabro en términos del número de votos, teniendo además en cuenta el desgaste del partido popular, lo que parecía acrecentar las posibilidades de los partidos de la izquierda. Por el contrario, estas elecciones forman parte del derrumbe inexorable del PSOE, sincronizado en todos los territorios, y simultáneo al de la izquierda surgida en 2014. Este hundimiento se asienta sobre unas raíces que se ubican más allá del suelo gallego. Es menester distanciarse del modo de conocer hegemónico de las televisiones, que construyen sus relatos sobre la comparación con los datos de la anterior elección.

La cuestión esencial radica en explicar cómo un partido como el PSOE, que concitó unos apoyos electorales tan cuantiosos en los niveles municipal, autonómico y nacional en los años ochenta, ha ido perdiendo fatalmente sus feudos, partido a partido según la célebre frase de Simeone, para terminar celebrando su techo de 123 diputados, entendiéndolo como un triunfo del rango de una Champions. Los ampulosos gestos de celebración de María Jesús Montero tras las elecciones del 23 de julio, representan prístinamente la semiología del declive del partido. En los años de gloria de los ochenta, esta organización se asemejaba a una orquesta en la que brillaban distintos barones territoriales, líderes culturales y economistas de postín. En sus congresos se hacía notar esa diversidad, compatible entonces con el liderazgo bicéfalo y cesarista de la dupla González/Guerra.

Ese partido enclavado sobre sólidas raíces y dotado de cien cabezas, se ha ido deteriorando irremediablemente. En su segundo tiempo de gobierno, ya en el siglo XXI, su liderazgo era manifiestamente más débil. La dupla de entonces Zapatero/Blanco, mostraba impúdicamente sus carencias. En tanto que Blanco disfruta de una puerta giratoria de primera clase, Zapatero se ha movilizado hiperactivamente las últimas campañas para erigirse en un icono de la decadencia. Sus intervenciones públicas se producen en términos de comicidad letal para sus adversarios. En ellas alude a las insuficiencias y argucias del PP estimulando el sentimiento de patrioterismo partidario de sus menguadas huestes. Pero no aporta nada, absolutamente nada, a un proyecto político. Sus intervenciones son huérfanas de reflexión y densidad, representando el grado cero de la reflexión y el saber político. Se erige en el clown del partido, encargado de reforzar la cohesión mediante el humor grueso.

El resultado de esta decadencia se expresa en las tremebundas reuniones de los órganos de dirección o los comportamientos de sus diputados como claque gozosa de sus oradores. La unanimidad es escalofriante en un medio en el que todo se agota en el acto de aplaudir. No es de extrañar que, en un medio así, el proyecto quede reducido a las rituales afirmaciones, a la chanza y burla de los contrarios y a la gestión de una masa de cifras, manejadas como municiones contra sus opositores. No, no hay proyecto alguno, solo conservar sus posiciones de gobierno. Los llamados debates en el congreso y las instituciones, no son otra cosa que zascas y recriminaciones que hacen de los órganos representativos un medio semejante a una vecindad en declive.

Pero es más importante comprender este proceso estriba en que el PSOE, y toda la izquierda, se ha salido del carril histórico que comenzó con su institucionalización y las primeras conquistas sociales en el final del siglo XIX. En los últimos años los viejos saberes que guiaban su acción y que se fundaban en las ciencias sociales, se han disipado en favor de los saberes asociados al nuevo mercado, la configuración organizativa de la nueva empresa postfordista, y sus instituciones estrella, como son la gestión, los recursos humanos, el marketing, la publicidad y todos sus derivados, entre los que destacan los métodos de gestión de emociones que configuran el nuevo capitalismo emocional.

Sánchez es el paradigma de un gestor postmoderno que disuelve todos los dilemas entre medios y fines, del mismo modo que actúa en el riguroso presente conjurando el futuro, todo ello en favor de la mística de los resultados, que se entienden en términos unidimensionales para mantener el gobierno hoy. El daño que ha causado a la izquierda, y a su propio partido, es monumental. Cuando su frenética carrera personal concluya, dejará asolado todo su campo. La condición de gerente de Sánchez se expresa en la conducción de su partido al modo-empresa. Así, el Comité Federal queda reducido a la asamblea de accionistas, y la Ejecutiva a un consejo de Administración. La Junta Directiva adquiere un poder omnímodo que refuerza la autoridad del consejero-delegado, antes secretario general. El viejo partido en el que concurren distintas tendencias, e incluso subculturas políticas, es brutalmente vaciado y decapitado. Sobre esta configuración se constituye un autoritarismo indiscutible.

Transformado en Consejo de Administración, la relación con sus votantes está estrictamente ejecutada por una tecnoestructura organizativa que prepara la comunicación mediática mediante una política programada por un dispositivo experto en el “mercado político”.  Las reuniones cara a cara de sus militantes son desechadas para ser requeridos como fondo de sus intervenciones o público incondicional en los actos y mítines rigurosamente unidireccionales. En estos se programan la puesta en escena de las emociones compartidas por el triunfo de los líderes-empresa. Se presupone que los militantes, reducidos a accionistas, actuarán con la lógica de estos, maximizando la satisfacción por los menguados dividendos obtenidos, y distanciados de las grandes decisiones de los órganos ejecutivos. 

La desaparición de los densos programas de las viejas socialdemocracias abre el paso a una extraña recombinación entre elementos del nuevo neoliberalismo, el populismo mediático y un dataísmo tecnocrático mutilador, que convierte espesos problemas, tales como la reconfiguración de la sanidad o educación pública, en la gestión de masa de datos que alimentan la confrontación política y nutren los espectaculares power point de las presentaciones mediáticas y partidarias. Las claves del progresivo desplome de la izquierda en los territorios, parece inevitable que asuma la forma de un colapso final, que ya se ha iniciado, y que tiene como causa principal la nueva forma de conocer coherente con las importaciones masivas de referencias extrañas a la lógica de la nueva izquierda.

La hipótesis de descarrilamiento parece la más adecuada para comprender la nueva izquierda. Se encuentran ya en un carril que no es el suyo, teniendo efectos devastadores para sus públicos fieles convertidos en mundos políticos cerrados determinados por sus creencias y rituales. El núcleo de la interpretación de este incipiente colapso se basa en el conocimiento. Las referencias importadas del mercado y sus saberes han terminado por generar una crisis de cognoscibilidad, de devaluación de sus propias ideas. Tenía la intención de analizar el desplome de la izquierda del ciclo de 2014, que presenta similitudes, pero lo haré en una próxima entrada.

Concluyo mostrando mi perplejidad infinita ante lo que he visto esta campaña. Entre todos los dislates audiovisuales, me ha impresionado Marta Lois, en coherencia con mi fascinación con un personaje del rango de Yolanda Díaz, tratada en varias ocasiones en este blog, a la que considero como un residuo tóxico vivo tras la catástrofe cognoscitiva de la vieja izquierda. La susodicha Lois, presentó en TikTok varios videos antológicos. Uno de ellos es el que muestra su imagen como parapentista, lanzándose al aire para acreditarse como marca personal. Pero otro es aún mejor. Se presenta en primer plano con un bolso de grandes dimensiones afirmando que le gusta llevar muchas cosas en él. Así, va mostrando una a una: alimentación de urgencia hipersana; repertorio cosmético múltiple para retocarse; ropas complementarias y otros objetos personales a modo de muestrario.

En este video se muestra a las claras la crisis de inteligibilidad de esta izquierda posmoderna: En tanto que pronuncian sermones en defensa de la gente que no llega a fin de mes, centran su comunicación en un video que la presenta como una chica de clase media, heroína del consumo, mostrando su repertorio de objetos para acreditar su distinción. Como lector de Lipovetsky le sugiero que le faltó algo para entrar en el gran club del lujo, como es el llevar buena bisutería de repuesto. No me extraña que su acompañante de campaña, el avezado Iñigo Errejón, la dejase sola tras el descalabro, porque en el imaginario de esta izquierda marxista/neoliberal/empresarial, el fracaso es negado y no existe ni siquiera como como posibilidad. Así que el argumento para disminuir la jornada liberal de Yolanda se presente en un video vestida de negro, recién fotografiada y grabada con el bueno del Papa Francisco, al que involucra como valedor de su propuesta.

Serenamente afirmo que han perdido la cabeza, ese es el principio del colapso mental y cultural que les persigue. Por eso he seleccionado la cita de Morel acerca de las decisiones absurdas y recurrentes.

 

 

jueves, 15 de febrero de 2024

EL GENOCIDIO DE GAZA COMO SÍNTOMA DE UN NUEVO CONTEXTO HISTÓRICO: UN TEXTO DE FRANCO BIFO BERARDI

 

El silencio distraído de la inteligencia española, encuadrada en los distintos colosos mediáticos, determina un generalizado vacío en el conocimiento de la nueva situación histórica que se está conformando en los últimos treinta años. Esta ignorancia general permite identificar algunos rasgos del cuadro histórico de este tiempo, pero estos no se reintegran en un orden conceptual. Me refiero a la emergencia de varios fenómenos que son definidos en su relación con el término fascismo. En ausencia de un contexto general en el que se puedan interpretar estos síntomas, se sobrepone una visión provinciana y localista, evadida del nuevo sistema-mundo.

Por esta razón, me he decidido a publicar este texto de Franco Bifo Berardi, que apareció el 4 de enero en El Lobo Suelto. https://lobosuelto.com/supremacismo-sionismo-y-desercion-de-lo-femenino-franco-bifo-berardi/ . En este texto se establecen asociaciones entre los acontecimientos y se conforma un cuadro general de la época. Me parece sumamente estimulante para salir de las sórdidas prédicas de los expertos de los partidos y las televisiones, que representan los intereses de los complejos militares-industriales del bloque OTAN. Leyendo este texto he comprendido la miseria del conocimiento experto que circula por las instituciones y los medios. Espero que a algunos les estimule del mismo modo que a mí, ayudándome a comprender el contexto histórico en el que se inscribe el genocidio de Gaza

 

SUPREMACISMO, SIONISMO Y DESERCIÓN DE LO FEMENINO

Franco Bifo Berardi

 

El pasado 16 de diciembre, en Roma, junto a Giorgia Meloni, Santiago Abascal y Rishi Sunak, un racista sudafricano llamado Elon Musk participó en el Festival Atreju, la fiesta de cuatro días que se celebra en el Castelo Sant’Angelo, con la que los fascistas italianos han festejado estos días su regreso al poder, un siglo después de la instauración del régimen de Benito Mussolini. Unos días antes, Musk, que probablemente aspira a convertirse en el Führer de un movimiento supremacista mundial, había viajado a Israel para reunirse con Netanyahu después de defender opiniones antisemitas en su red social X.

El principal argumento de la intervención de Musk en la fiesta de los fascistas de Giorgia Meloni ha sido el que une a las derechas occidentales: blancos de todo el mundo, tened hijos, de lo contrario seremos sustituidos por migrantes con piel de color. El problema es que los niños no los harían los blancos en todo caso, sino las blancas. Y ésta es la debilidad de la estrategia supremacista, que se está afirmando en todo el mundo occidental, como demuestran los resultados de las recientes elecciones y consultas electorales registradas en Argentina, Holanda, Serbia y Chile.

La confirmación del legado constitucional de Pinochet por la mayoría de los chilenos parece el sello final de una tendencia que ya no podemos ignorar: el supremacismo blanco es a la vez una forma emergente en la historia de Occidente y un signo del declive de la supremacía blanca en el planeta. Podemos leerlo, pues, como un intento (desesperado pero probablemente letal) de detener un declive que depende de factores antropológicos, demográficos y culturales y cuyo carácter es irreversible. Con la victoria de Javier Milei, la ola psicótica mundial ha alcanzado su punto álgido: en todas partes gobierna Hitler.

Soy muy consciente de que las derechas que ganan las elecciones, de Hungría a Italia, pasando por Suecia, Holanda o Argentina, al igual que las derechas que se preparan para ganarlas en Estados Unidos, consideran a Hitler un perro muerto. Pero incluso Anders Breivik, quien el 11 de marzo de 2011 asesinó a setenta y siete jóvenes socialistas en la isla de Utoja y hoy pasa su tiempo en la cómoda celda de una prisión noruega, condenó a Hitler en su Manifiesto de la Independencia Europea, un texto en el que esgrimía argumentos que podrían ser compartidos por cualquier líder de la derecha europea en la actualidad. Pero, ¿cuáles son sus razones? Él mismo lo explica: Hitler se equivocaba al pensar que los judíos eran enemigos de la raza blanca. Los judíos, por el contrario, están de nuestro lado en la guerra final por la defensa de la civilización superior, cuyos enemigos son todos los demás, empezando por los musulmanes y siguiendo por los migrantes de todos los orígenes. La práctica totalidad de los alemanes, con muy pocas excepciones por lo que sabemos, ya que hoy en día reina en Alemania un conformismo comparable al que imperaba en 1933, podrían suscribir las palabras de Anders Breivik. El Manifiesto por la Independencia Europea, después de todo, podría ser adoptado fácilmente por la Unión Europea como texto oficial, ahora que el proyecto de una Europa posnacional está enterrado y la unión de Europa se basa en el racismo, la expulsión y el ahogamiento de masas.

El genocidio que Israel ha desencadenado tras el ataque del 7 de octubre es el punto de no retorno de una fractura que enfrenta al Norte global contra el Sur global, es decir, al supremacismo blanco contra el heterogéneo conjunto que conforma a este último, lo cual no significa que se trate de un enfrentamiento entre colonialismo y anticolonialismo. No hay anticolonialismo sin internacionalismo, por lo que el anticolonialismo no se encuentra en ninguna parte. Al supremacismo blanco se opone hoy una pluralidad de nacionalismos de carácter esencialmente fascista o fundamentalista. Baste pensar en el ultranacionalismo de corte racial de Narendra Modi, cuyo partido desciende linealmente de las formaciones Rashtriya Swayamsevak Sangh (Organización Nacional de Voluntarios), surgida durante la guerra contra Inglaterra en estrecha conexión con los alemanes. Basta pensar en el fundamentalismo chií misógino de Irán. El Sur global no tiene una dirección política común, ni es probable que la tenga nunca, aunque tiende a formar alianzas económicas (BRICS) y militares (alianza estratégica entre China e Irán), que acentúan la crisis del Norte global en declive. Sin embargo, todos los conflictos de nuestro tiempo tienen su origen en las diferencias entre naciones: es así en Ucrania, es así en Oriente Próximo.

Mi tesis, para abreviar, es que nos encontramos perfectamente instalados en la condición que Gunther Anders predijo en sus escritos de la década de 1960, en particular en su carta al hijo de Eichmann: Anders decía que por una serie de razones relacionadas con el hiperpoder de la técnica, con la competencia militar en la era atómica y con la humillación psíquica de los humanos frente a la tecnología (que él llamaba “vergüenza prometeica”), el siglo XXI estaría dominado por un Tercer Reich perfeccionado, un nazismo en comparación con el cual el de Hitler parecería un “ensayo general en un teatro de provincias”. Estamos exactamente donde Anders (Gunther, no Breivik) predijo hace sesenta años.

Fusión de sionismo político y trascendentalismo religioso

En el siglo XX el nazifascismo provocó un conflicto interno dentro del imperialismo blanco entonces en su fase expansiva; hoy, sin embargo, se presenta como una reacción a la decadencia. En este marco debemos considerar el papel del sionismo y para ello debemos reabrir el discurso sobre la cuestión judía en su insondable complejidad. Para resumir un análisis que requeriría un tratamiento demasiado extenso para estas notas, diré que en la modernidad la comunidad judía sigue tres grandes líneas de desarrollo. La primera, sin duda la más importante hasta mediados del siglo XX, es la que impropiamente se identifica como asimilacionismo. En muchos países europeos, sobre todo en Alemania y Austria, la comunidad judía se integra en la vida civil y alcanza posiciones de prestigio y a veces incluso de poder. Pero aún más importante es la función cultural decisiva que desempeña la cultura judía en la génesis del progresismo moderno, tanto en su forma democrático-liberal como en su forma internacionalista, lo cual no ocurre por casualidad: es precisamente la experiencia secular (milenaria) de desterritorialización y no pertenencia de la cultura judía lo que hace posible la inteligencia política no identitaria. La ley, no la pertenencia, el derecho, no la identidad son las aportaciones que la cultura judía aporta al pensamiento político europeo de los siglos XVIII y XIX. Tanto el universalismo ilustrado como el internacionalismo obrero surgieron gracias a la aportación judía. Precisamente por no pertenecer a la comunidad territorial, el judío encarna al ciudadano abstracto, que funde la universalidad del derecho político y la universalidad del pensamiento científico matematizado. Además, el judío, como el obrero, es portador de una humanidad sin pertenencia, condición del internacionalismo.

La segunda figura del judaísmo moderno, cuyas raíces son muy profundas e infinitamente complejas, es la del trascendentalismo bíblico, que no reconoce la comunidad política, se contempla a sí mismo como ajeno a los territorios nacionales en los que vive y madura las formas contradictorias de la ortodoxia ultrarreligiosa. Esta componente considera que la comunidad judía es el pueblo elegido, por lo que es ontológica y fanáticamente supremacista. La tercera figura sólo surge a finales del siglo XIX y encarna la necesidad de la comunidad judía de protegerse contra las persecuciones recurrentes: se trata del sionismo político, cuya intención permanece indefinida durante algunas décadas desde que Theodor Herzl inicia su movimiento, pero que luego se define en términos territoriales en el periodo en que en toda Europa las comunidades judías locales son atacadas por la oleada genocida que recibe el nombre de Holocausto.

La primera figura (universalista e internacionalista) fue derrotada cuando a principios del siglo XX se hizo evidente que los judíos no podían considerarse ciudadanos como los demás a causa del antisemitismo. En ese momento cobró fuerza la reivindicación sionista: construir un Estado en el que los judíos encuentren protección. Esta reivindicación choca y se entrelaza, según las circunstancias, con el trascendentalismo bíblico, cuya obsesión fundamental es el retorno a la Tierra Prometida, que no tiene en general una dimensión histórica, sino trascendental. Cuando, en el Congreso de Versalles, se le pregunta a Chaim Weizman: “¿Por qué ustedes los judíos creen que tienen derecho a la tierra de Palestina”, este responde: “La memoria es derecho”. “La memoria es derecho”: esta frase permite comprender la transformación de la cultura judía de una cultura cosmopolita y no identitaria en una cultura agresiva de pertenencia. También se comprende la fusión, siempre inestable pero decisiva, del sionismo laico y el trascendentalismo bíblico.

¿Por qué un Estado de los judíos? Porque también nosotros queremos ser protegidos como comunidad étnica, dice el sionismo laico. Pero, ¿por qué el Estado de los judíos tiene que radicarse en ese preciso lugar, en ese territorio llamado Palestina, donde hasta la década de 1930 sólo vivían pequeños grupos de judíos rodeados de árabes, y particularmente de palestinos, en su mayoría hospitalarios y dispuestos a acoger, pero que lo son cada vez menos cuanto más manifiestan los judíos su intención de construir un Estado territorializado? ¿Por qué allí y no en Argentina, como habían sugerido algunos de los primeros sionistas? La respuesta de Weizman es clara: porque ésa es la Tierra Prometida. En este pasaje —territorialización y retorno— se encuentra el origen de la fusión del sionismo y el trascendentalismo.

Nazionalsionismo

En una entrevista publicada en La Stampa el pasado 15 de diciembre, Slavoj Zizek cita una frase de Reinhard Hejdrich, que se cuenta entre los máximos dirigentes de la jerarquía nazi y que junto con Heinrich Himmler fue uno de los artífices del exterminio de los judíos. Distinguiendo a los sionistas de los judíos que quieren asimilarse, es decir, infiltrarse en el Volk germánico, Hejdrich afirma: “Los sionistas profesan una concepción estrictamente racial y mediante la emigración a Palestina contribuyen a la creación del Estado judío. A ellos van nuestros buenos deseos y nuestra simpatía oficial”.

En los dos últimos meses de 2023 nos hemos dado cuenta –el mundo entero se está dando cuenta– de que Israel aplica una política de deportación, discriminación racial, limpieza étnica y genocidio. En una palabra, una política nazi. Tras la marginación y la derrota de la componente internacionalista de la comunidad judía, la territorialización en nombre de la sangre resultó ser la única perspectiva realista. La mitología bíblica se movilizó en ese momento para apoyar un proyecto político que necesitaba territorializarse. En cierto modo, en el seno del mundo judío se ha desarrollado la misma historia que a una escala mayor se ha verificado a escala general: la derrota del internacionalismo, el conflicto entre el globalismo liberal secular y el conservadurismo cultural racista y luego la fusión progresiva de estas dos componentes hasta dar forma al naziliberalismo global. El gobierno Netanyahu-Smoytrich-Ben Gvir es el cumplimiento de la fusión del sionismo con el trascendentalismo supremacista.

Deserción tendencial de la historia masculina

Soy consciente de que no estoy sembrando el buen humor entre mis desafortunados lectores, pero creo que ha llegado el momento de abandonar las ilusiones: derrotada la clase obrera, la democracia ha demostrado en pocas décadas ser la antesala del fascismo. De Mussolini y Hitler a Trump, Putin, Johnson, Meloni y Milei, la dinámica democrática ha producido y produce siempre el mismo efecto: dominio mediático sobre la formación de opinión, respuesta nacionalista a los efectos de la globalización económica, respuesta racista a la gran migración. No habrá “contraataque” democrático en el futuro, mientras que es fácil predecir que nos dirigimos hacia la ampliación de la guerra civil mundial internazi, que junto con la mutación climática y la concentración de la riqueza producirá las condiciones para un colapso de la vida humana en el planeta. Más probable que en cualquier otro momento del pasado es la posibilidad de una guerra nuclear de carácter limitado desenvuelta en escenarios locales.

No es imaginable ninguna ruptura política mientras se deteriore el estado físico del planeta. Pero el final del juego vendrá, en mi opinión, de lo femenino, la única subjetividad irreductible al supremacismo, que es inherentemente un supremachismo. No creo que surja en la escena histórica un movimiento político de las mujeres, pero sí creo que lo femenino, radicalmente diferente de la historia del hombre, ha empezado a desprenderse de la necesidad patriarcal de la procreación, que ha soportado hasta ahora como si fuera una necesidad natural. Por lo tanto, la continuación de la raza humana está en entredicho, porque la procreación ya no es una necesidad natural, sino que se ha convertido en una tarea cada vez más artificial, técnicamente asistida y culturalmente impuesta. Una tendencia ya clara e irreversible que ha surgido en el nuevo siglo es la de la emancipación de la mujer del papel de agente reproductor. La reproducción se considera finalmente (gracias a la tecnología, gracias a la educación) como una elección que siempre puede revocarse, como una elección que puede evitarse. Hoy en día, por razones conscientes, por razones inconscientes y por razones bioecológicas, las mujeres interrumpen la reproducción de la raza humana.

Las razones culturales de esta interrupción se suman a razones físicas, biológicas, hormonales y ecológicas. Debido a la propagación de los microplásticos en la cadena alimentaria, la fertilidad masculina ha caído el 58 por 100 en cuarenta años. Debido a la hipermediatización de la esfera lingüístico-afectiva, la sexualidad genital heterosexual está desapareciendo en el comportamiento de las generaciones hipersemiotizadas. Pero sobre todo las mujeres están decidiendo inconsciente y conscientemente no generar las víctimas del inevitable próximo infierno sobre la tierra. Soy consciente de la enormidad de lo que digo, pero creo que es necesario extremar las hipótesis, ya que lo que ha sucedido en las dos últimas décadas ha cancelado toda esperanza producida por el pensamiento moderno.

 

miércoles, 14 de febrero de 2024

EL DESEMBARCO DE TIK TOK EN LA VIDEOPOLÍTICA ESPAÑOLA

 

Querer gustar, mejorar la propia apariencia, subrayar los encantos del cuerpo ya no suscita críticas morales. La seducción soberana contemporánea designa una cultura que reconoce el derecho absoluto de poner en valor los propios encantos, erotizar la apariencia, eliminar las imperfecciones, cambiar las formas del propio cuerpo o los rasgos del rostro a voluntad y a cualquier edad. Ahora el cuerpo es el que pide una mejora continua en una carrera sin fin hacia la estetización de uno mismo para gustar, pero también para gustarse. La edad hipermoderna es aquella en la que el derecho a gustar ha entrado en una dinámica de diseño hiperbólico de uno mismo, en la que el principio de seducción reina en toda su grandeza.

Gilles Lipovetsky

En los últimos años se ha acelerado vertiginosamente la reconversión de la política convencional en una forma desbocada de videopolítica. La digitalización experimenta un enorme salto con la generalización del smartphone, desplazando los discursos escritos, que son sustituidos por la prodigiosa estetización de frases y esquemas simples, mediante su tratamiento por programas informáticos sofisticados que los asocia a imágenes. El sistema de comunicación se reestructura mediante la proliferación infinita de titulares, esquemas, imágenes y videos cortos, que circulan por la red de móviles de los espectadores. En las entrevistas televisivas y en las tertulias, los directores piden a cada cual un titular, y en los informativos comparecen gentes dotadas de cuerpos esbeltos y rostros capaces de expresar distintos contenidos.

Esta mutación esencial en los ecosistemas de comunicación, que tiene su origen en el marketing y la publicidad comercial, inunda súbitamente la política, remodelando drásticamente, tanto a los actores políticos, como a los públicos espectadores, que siguen siendo aludidos como “la ciudadanía”. La supersónica expansión de Instagram, Youtube, y ahora Tik Tok, confirma esta tendencia y genera una nueva comunicación en la que los rostros adquieren una preponderancia creciente. No importa tanto el mensaje, sino el primer plano del rostro del emisor, que tiene que poner en escena una combinación seductora de los subsistemas que conforman el rostro, con una dicción en coherencia con el mensaje.

Este cambio implica una minimización de los discursos políticos. Es inevitable recordar la densidad de las alocuciones de los primeros padres del régimen postfranquista: Fraga, Herrero de Miñón, Miguel Roca, Felipe González, Peces Barba, Solé Tura, Anguita y otros similares. Me pregunto acerca de cuál sería su perplejidad si fueran reinstalados en la videopolítica en curso. Todavía recuerdo a uno de los maestros seductores de la época, Adolfo Suárez, cuyos largos pregones ante las cámaras en el final de las campañas electorales se fundaban en una combinación entre su discurso verbal y la gran potencialidad de su rostro, dotado de la capacidad de simultanear en un sermón electoral final, con la severidad y el rigorismo de jefe de estado, con gestos/tonos de voz cercanos y amables, que incluso podían integrar algún humorismo.

Por el contrario, ahora nos encontramos en la era en que los programas y discursos políticos son reemplazados por la puesta en escena de los candidatos, convertidos en máquinas de persuadir mediante la maximización de la competencia de gustar y emocionar a los veleidosos ciudadanos-espectadores. Las programaciones televisivas de la videopolítica, así como las emisiones de los partidos y sus huestes mediáticas, instauran un flujo continuo de informaciones y puestas en escena que consagran el minuto como el emperador de la comunicación política. Un programa se descompone en una lluvia de informaciones enlatadas en un minuto, de forma que el espectador es literalmente aplastado por la tormenta de fragmentos discursivos que tienen un efecto en su mente semejante a un tornado.

Hace unos meses he abierto una cuenta en TikTok que me suscita un sentimiento de perplejidad equivalente a la magnitud del caos comunicativo derivado de su uso. En esta red proliferan ahora los videos producidos por los actores de la videopolítica: Tertulianos, profetas de la catástrofe, expertos providenciales, frikis de distintas clases, marginados en busca de su oportunidad, expulsados del sistema político-comunicativo y políticos presentados por sus equipos de comunicación. Estos innovan y ensayan distintos formatos que, en general, van más allá de los imperantes en la comunicación televisiva.

La nueva ola de mensajes políticos en TikTok se puede sintetizar como la de la preponderancia de los rostros de los actores. Me fascinan las puestas en escena de estos nuevos sermones en los que la seducción personal se sobrepone a los contenidos de los mensajes. Cuando veo estos videos, no puedo reprimir un sentimiento de indignación por la idea de los públicos receptores que detenta el formato del sermón. En este nuevo modo de comunicación emergente, no existe otra interacción que no sea la aceptación por el número de visionados, likes, reenvíos y comentarios. El emisor se constituye como un gigante colosal que deroga la conversación y reduce la bidireccionalidad a un acto automatizado.

Insisto en que una democracia solo puede ser definida como la multiplicación exponencial de conversaciones en todos los niveles que generan múltiples actores políticos. Por el contrario, incluso la campaña electoral no es otra cosa que la institución de una conversación única entre cabezas de cartel. Me fascina comprobar que el mismo Senado es situado fuera de esa plática única. Esta es acompañada por una casta de gentes a las que este sistema antidemocrático les otorga la facultad de hablar en el espacio público, eso sí, siempre minuto a minuto. Todavía recuerdo el 15M, en el que múltiples gentes privadas de la capacidad de decir, tomaron la palabra provisionalmente en las plazas.

La máxima aspiración de los escasos participantes en la conversación pública única, es la de disfrutar de su minuto de oro para explicar cuestiones más que complejas, poniendo así su grano de arena en la conformación de un caos comunicativo que concluye con los actos automáticos que realiza la audiencia para expresar su aprobación. El acto supremo de esta es votar. Sobre los resultados los hablantes de la conversación pública única hacen distintas interpretaciones, como si estos fueran mudos. Así se conforma una mayoría privada de voz y dotada del poder de clickear. Siguiendo los cánones impuestos por la preponderancia de la institución central, la televisión, el censo electoral deviene en una masa de partículas clickeantes que conforman una audiencia definida por la debilidad de las comunicaciones horizontales u oblicuas. Se trata de mirones mudos dotados del poder de apretar el botón de un mando. Nunca pensé que llegase a vivir tal degradación, que en mis tiempos jóvenes anhelaba la democracia, que es una cosa distinta que esta.

Termino presentando varios videos en los que se muestra la omnipotencia de los rostros convertidos en el núcleo de una comunicación que pretende seducir. El primero, como es frecuente en este sistema comunicativo televisivo, es el de las gentes que suministran la información meteorológica. En 2017 escribí a propósito de esta cuestión un texto en el que analizaba la emergencia de Roberto Brasero como paradigma de la comunicación televisiva. En el caso de TikTok ha sido Mercedes Martín, una de las presentadoras del tiempo en Antena3, la que ha protagonizado la salida a este tipo de comunicación. Podéis encontrar sus videos en Youtube y también TikTok. Estos me producen una sensación de insignificancia terrible y cuando los veo no puedo dejar de mascullar estas palabras “Pero quién se ha creído esta tía que somos”.


Una vez desembarcados los del tiempo han llegado los tertulianos. Una de ellas, Verónica Fumanal representa el sumun del exceso. El excedente de comunicación verbal refuerza la sensación de miseria del espectador, que más que informado parece ser embelesado, seducido o neutralizado por la docta emisora. En sus videos de TikTok se ilustra la miseria de los receptores privados de palabra , cuyo papel se reduce a emitir likes mediante la activación de los dedos. Esta comunicación adoptada por un número creciente de tertulianos, es extremadamente agresiva, descansando, al estilo de Mercedes Martín, en la sincronización de la dicción con el despliegue del rostro.

Esta forma de comunicación unidireccional es adoptada por los políticos mismos. Paradójicamente, la izquierda del presente se sobrepone a la derecha en las puestas en escena de esos videos. La austeridad providencial de la izquierda se disipa en la explosión de las artes de gustar y seducir. Los videos antológicos del gobierno progresista en su pomposa  presentación  mediática, así como el repertorio visual del que hace gala Yolanda Díaz, constituyen una tragedia política, en tanto que su acceso al gobierno sanciona su protagonismo en la conversación pública oficial en detrimento de su comunicación con sus bases sociales en los suelos sociales. El trágico final de Podemos se puede sintetizar en la competencia sublime con que ha desempeñado su papel de cancelar las conversaciones con sus bases misma. La reciente designación de Irene Montero, mediante una votación en internet en la que no ha tenido lugar discusión o deliberación pública, reduciendo a los inscritos al papel de audiencia televisiva.

Los videos de los ilustres representantes de esta izquierda, muestran inequívocamente la derogación de las conversaciones horizontales en el espacio que denominan como "mayoría social". En este aspecto radica, precisamente, su hundimiento electoral. Pero la más audaz en este extraño mundo es Mónica García, persona superdotada para el espectáculo mediático-político. Esta llega a hacer videos que carecen de cualquier mensaje político explícito, en los que expone la potencialidad de su cuerpo para la seducción mediática visual. El microrrelato mediático de su duelo con Ayuso en Madrid se acompaña de la proliferación por parte de ambas de las armas de la comunicación no verbal tóxica practicada por ambas, que minimiza las cuestiones programáticas adquiriendo el perfil de los realities televisivos.



 


viernes, 9 de febrero de 2024

RECUERDO DE MIS PRIMERAS EXPERIENCIAS MILITANTES

 

Mi primera experiencia militante fue en el año 1964, con motivo de la celebración de una gran campaña propagandística del régimen franquista que se denominó con el pomposo eslogan de “25 AÑOS DE PAZ”. La inteligencia del franquismo había experimentado una mutación modernizadora por la preponderancia de nuevas élites marcadamente tecnocráticas, que se tomaron una distancia prudencial con las del movimiento nacional de los primeros tiempos. Fraga era uno de los nuevos influyentes, pilotando un cambio de fachada que creó las condiciones para intervenir en la transición política de la siguiente década, así como en la conformación de la novísima democracia.

En este año me encontraba recién aterrizado en Madrid, con dificultades de adaptación tras los tiempos felices de Bilbao. La influencia de mi primo Tomás Ellacuría, así como del entorno de activación del nacionalismo vasco y el antifranquismo, habían determinado el comienzo de un proceso de distanciamiento de las creencias e ideologías trasmitidas por mi familia conservadora, incluida la religión. Este proceso fue favorecido por el fuerte impacto económico sobre mi familia por la muerte de mi padre, iniciando un viaje descendente hacia posiciones sociales más bajas, encontrándome en ese camino con grandes contingentes de personas que experimentaban una movilidad social ascendente, integrándose en la incipiente sociedad de consumo.

Ese curso estudiaba el añejo “Preuniversitario” en el Colegio de Nuestra Señora de las Maravillas de Madrid, regentado por la orden de los Hermanos de Lasalle, la misma del Colegio Santiago Apóstol De Bilbao, en el que había cursado el antiguo bachiller. El ambiente en este colegio de la calle Guadalquivir, junto a Joaquín Costa en el distinguido barrio del Viso era marcadamente elitista, siendo congruente con las posiciones sociales de sus distinguidos alumnos. Recuerdo como compañeros de clase a un hijo del general Campano y otro de Blas Piñar. La adhesión al régimen se podía respirar en toda la vida académica cotidiana. En esta comunidad me sentía extraño, incubándose un distanciamiento creciente con la institución.

Mi incipiente desafección se sustentaba en mis primeras lecturas prohibidas en Bilbao. Había leído a Frantz Fanon. Su libro “Los condenados de la tierra” me había conmovido emocional e intelectualmente. También, por recomendación de mi primo Tomás, a Erich From, cuyo libro “El miedo a la libertad” lo he ido comprendiendo en sucesivas metamorfosis personales. Pero, aún a pesar de mi actividad lectora, carecía de un esquema coherente que me permitiese integrar las novedades que aportaban esos libros. El resultado de la convergencia de mis lecturas y el proceso de desclasamiento social fue la cristalización de una disposición crítica con respecto al régimen y el modelo social de aquellos años.

En el colegio coincidí con algún estudiante de Bilbao, unidos por el rechazo a la doxa de ese tiempo. No hablábamos abiertamente de política, pero nuestro disentimiento lo expresábamos en una acción heroica/masoquista como es acudir como claque a los partidos de baloncesto cuando venía el Águilas de Bilbao para ser humillado por el Real Madrid, pero con la adhesión clamorosa del exiguo grupo de estudiantes vascos, que no se amedrantaba ante el abultado y creciente marcador. Bajo la máscara deportiva subyacía una protesta frente al modelo ultracentralizado y feudalizado que todavía impera, aunque más moderado. Pertenecíamos a eso que el inconsciente colectivo del franquismo, y de sus siguientes metamorfosis políticas, denominaban como “las provincias”.

Pero mi iniciación política activa fue el resultado de otra amistad. Recuerdo los nombres, apellidos e imágenes en mi memoria nítidamente, pero no voy a citarlos ahora. Este amigo era un vasco integral, hijo de un ingeniero afincado en Madrid, vinculado al Partido Nacionalista Vasco. Ellos vivían en la calle Hermosilla, y su casa era un santuario nostálgico de la cultura vasca. Nuestra búsqueda de ambientes vascos en Madrid, nos llevó a frecuentar una misa de estudiantes vascos que se celebraba los domingos. Tras la ceremonia, tomábamos unos vinos, que para nosotros eran txikitos. En esas prácticas festivas comparecieron las organizaciones emergentes antifranquistas de la época para practicar el noble arte de la persuasión y la pesca de neófitos.

Recuerdo que, en contraste con la inconsistencia crítica de los asistentes, arribaron dos personas muy inteligentes y formadas, procedentes de lo que entonces fue La VI Asamblea de ETA, y que pronto experimentó varias mutaciones para convertirse en la sigla MC, Movimiento Comunista, que tuvo una vida activa hasta los años ochenta. En ese tiempo, los militantes se encontraban influidos por las revoluciones argelina, cubana y china. Este grupo se orientó a la fórmula del “marxismo-leninismo”, en oposición a la evolución experimentada por el PCE.

En las conversaciones tras las misas, en las que descubrimos que la mayoría de los participantes no éramos creyentes, se fraguó cierta amistad que terminó en una invitación para acudir a un Seminario, que era un ritual iniciático previo a la militancia. Recuerdo que mi primer seminario versó sobre un texto de Mao Tse Tung, “Sobre la contradicción”, en el que se deliberaba acerca de los misterios del materialismo dialéctico y el materialismo histórico. La metodología consistía en la lectura común del texto y el papel preponderante del oficiante del seminario. La dinámica de las sesiones conducía a una adhesión al texto y su autor, que tenía similitudes con las sesiones de estudio del catecismo, vividas en el colegio religioso. El texto se impone sobre los novicios en términos absolutos. Cualquier comentario crítico parecía imposible.

El vínculo con el seminario se contraponía a la dinámica de los conflictos en la universidad, en las que las distintas organizaciones “m-l”, denominadas como prochinos apenas participaban, mostrando impúdicamente, tanto su incapacidad de análisis de situaciones como de acciones y tácticas. El dogmatismo supremo de los textos sagrados amparaba una inmersión de esos grupos, convirtiéndolos en sectas inoperantes que se autoasignaban la función de denunciar las desviaciones con respecto a los sagrados principios. Este fue el motivo de mi ingreso en el PCE en 1968, tras haber participado en el movimiento estudiantil tan vigoroso de esos años. Así pude liberarme de las actividades de catacumba de los orígenes.

Los “m-l”, actuaban como verdaderas sectas, atribuyéndose la función de ser “la vanguardia” del movimiento estudiantil. Su presencia en movilizaciones adquiría un patetismo considerable. Aún a riesgo de que se pueda hacer una lectura simplista voy a contar un ejemplo vivido. En aquel tiempo se intensificaba la guerra de Vietnam. Esta provocaba distintas movilizaciones. En tanto que los activistas del PCE, FLP y del mismo movimiento estudiantilcompartían el sentido de que lo importante era incorporar al mayor número posible de personas a las protestas, los “m-l” aprovechaban su presencia para expresar sus programas máximos, amenazando la heterogeneidad deseable en cualquier protesta.

En una concentración en la facultad de Filosofía, en la que estábamos presentes unos trescientos estudiantes, tras las intervenciones de varios oradores, se gritó con un énfasis encomiable, por iniciativa de los “m-l”, los siguientes pareados:

PIM PAM PUM, QUE VIVA MAO TSE TUNG

PIM PAM PIM, QUE VIVA HO CHI MINH

CUCHILLO, CUCHARA, QUE VIVA EL CHE GUEVARA

CUCHARA, CUCHILLO, LA HOZ Y EL MARTILLO

Estos pareados otorgaban a la concentración un carácter folklórico e iniciático, yendo en detrimento de su extensión. Las acciones “m-l” siempre terminaban cerrando cualquier perspectiva y reduciendo el número de participantes.

Pero volviendo a mi primera experiencia militante, recuerdo la mezcla de emoción y temor cuando pegamos pegatinas contrarias a la solemne campaña de los 25 años de Paz. Salía al caer la tarde de mi casa de Francisco Silvela y bajaba por Conde de Peñalver hasta la esquina con Hermosilla, donde me encontraba con mi amigo. Entonces aprovechábamos todas las oportunidades para pegar pegatinas en lugares visibles en las calles de ese barrio, cuya inquebrantable adhesión al régimen era encomiable, y que ha desempeñado y desempeña un papel acreditado en la lenta reconfiguración de la democracia recortada. Parece tan patético como las acciones “m-l” el sembrar las calles de ese barrio de eslóganes antifranquistas. Así expresábamos nuestra identidad de resistencia, haciéndola compatible con nuestra incompetencia en la selección de poblaciones susceptibles de ser influidas por nuestras posiciones.

Ayer volví a andar el itinerario de mi primera experiencia militante, lo que me suscitó un extraño estado entre la nostalgia y la decepción, en tanto que fue ineludible hacerse la doble pregunta crucial: ¿quién ganó en el final del franquismo?, y, ¿Quién soy yo ahora?

 

jueves, 1 de febrero de 2024

ONCE AÑOS DE TRÁNSITOS INTRUSOS: VICISITUDES DE UN MENA (MAYOR, EXTRAÑO, NO ACOMPAÑADO)

 

El secreto de una buena vejez no es otra cosa que un pacto honrado con la soledad

Gabriel García Márquez. Cien años de soledad

La tragedia de la vejez no es que uno sea viejo, sino que uno es joven.

Oscar Wilde

 

El pasado mes se cumplieron los once años de este blog. El tiempo ejerce su función implacable, de modo que, en mi vida cotidiana, han aparecido las primeras señales de la senectud. En los últimos meses, en dos ocasiones me han cedido el asiento en el metro. En ambos casos, los efectos de estas incidencias han sido borrascosos para mi persona. Soy una víctima del espejo. Como todos los días me detengo frente a él, no detecto los cambios. Así que mi autoimagen es severamente violada por estas colisiones en el espacio público que me conmocionan.

Otra incidencia relevante ha sido experimentar, en los últimos seis meses, abusos por parte de taxistas depredadores que proliferan en el Madrid actual. Soy conocedor de la trama urbana, en tanto que he venido aquí tras mi jubilación precisamente a buscar la ciudad enterrada de mi infancia y adolescencia. En tres ocasiones me ha ocurrido que el conductor ha alterado el itinerario de modo que privilegiaba al taxímetro de forma grosera. He tenido que exigirle que lo parara y regresara al itinerario más corto. En una ocasión me llegó a sacar a la mismísima carretera de La Coruña. Está claro que ha mutado mi imagen, constituyendo un cuerpo valorado como susceptible de ser asaltado por los depredadores en la creencia de que mis defensas están debilitadas.

También he experimentado varias incidencias que no hubieran tenido lugar con cincuenta años. En varias interacciones he percibido una falta de respeto integral, en algunos casos de depredadores progresistas. Estos eventos me perturban, en tanto que constato que vivo con una distancia considerable con la “gran sociedad”, en la que se intensifican las transacciones entre los débiles y los fuertes en todas las esferas. Sí, he ingresado en un tiempo en el que me convierto en una entidad susceptible de ser asaltada por múltiples sujetos que pilotan distintos proyectos de dominación. Y no pocos de ellos, son profesionales.

No cabe duda de que me voy convirtiendo en otra materia humana. Soy un mayor, lo que significa que recibo múltiples presiones imperativas, tanto latentes como manifiestas, para ser alojado en el espacio social asignado para los que salen de la gran sociedad. También un extraño, en tanto que me inscribo en la retaguardia digital. Sigo saliendo al espacio público sin móvil, lo que me otorga la condición de incomprensible para las legiones smartphonizadas. Y no acompañado, lo que suscita en las profesiones de la salud y los servicios sociales un incremento de presiones para ser controlado, inspeccionado y dirigido, de modo que se recorte mi autonomía y crezca mi dependencia, en la perspectiva de la siguiente fase, que es la del encierro final en una institución de custodia de rostro humano, pero que conserva el ADN del asilo. Así se conforma la última versión de un nuevo MENA, que comparte con la originaria de los menores el atributo del encierro y la expulsión de la gran sociedad.

Entonces, mi vida se encuentra polarizada por la tensión existente entre mi cotidianeidad, que se inscribe en el espacio público de la gran sociedad, y las tentativas de absorción para la segregación, pilotadas por los dispositivos profesionales de la salud, que detentan la capacidad de emitir diagnósticos destinados a la extinción de la autonomía de tan numeroso contingente de gentes que han celebrado demasiados cumpleaños.  Ahora, estos dispositivos profesionales inhabilitantes, se encuentran movilizados y llenos de energía por su gran expansión, resultante de la incorporación de la salud mental, definida como un problema solucionable mediante ayuda profesional. Ese dispositivo formidable, se hace presente en mi vida cotidiana, en tanto que detento la condición estigmática de diabético, al que se supone un final de su itinerario definido por la fatalidad.

El sistema sanitario, con el que tengo que lidiar, se encuentra peor que nunca. Las reformas neoliberales estrechan su cerco sobre el mismo, de modo que la supervivencia se instala en el imaginario profesional instituyendo temores colectivos que alimentan una gran regresión. Esta es de tal dimensión, que a aquellos que transitamos en él como pacientes, terminamos por inscribirnos en una espiral del silencio obligado. En ocasiones pienso cuál sería la reacción si comunico mi experiencia en foros profesionales. No me cabe duda de que sería completamente descalificado. En síntesis, suelo designar el presente como la convergencia de varias medicalizaciones y psicologizaciones muy agresivas. Para un MENA diabético como yo, el sistema representa un riesgo de gran envergadura.

En este contexto existencial definido por la amenaza a mi autonomía de los dispositivos sistémicos de la salud y la gestión de las poblaciones prescindibles, cada día representa un episodio de defensa de mi soberanía personal. Esta situación ha acrecentado mi capacidad para disfrutar de las cosas minúsculas de la vida, que ingiero a sorbos en la convicción de que puedan ser los últimos episodios de mi vida autónoma. Vivo disfrutando de pequeños episodios asociados a lo sublime personal, en tanto que la gubernamentalidad epidemiológica forjada en la pandemia, se presenta en todos los altavoces mediáticos en forma de amenazas, prohibiciones, descalificaciones y conminaciones. Así he pasado los episodios de furia de los virus respiratorios de este pinche invierno.

De este modo se va reconfigurando una deserción múltiple de la misma sociedad que me segrega y me prepara para ser encerrado imperativamente en nombre de mi bienestar, que se especifica en la gloriosa contribución personal al incremento de ese constructo estadístico que es la esperanza de vida. Soy un desertor múltiple que miro desde mi posición las palabras de las autoridades, tan ásperas y articuladas en torno a la función de descalificar a los mayores, superfluos para la producción y relegados en los consumos.

La gran batalla diaria para proteger mi autonomía amenaza y paliar los efectos de los proyectos de segregación, se inscribe en un entorno caracterizado por la regresión. Desde esta perspectiva contemplo asombrado la deriva fatal del sistema político, en el que el deterioro más relevante es el de los públicos seguidores. El desplome de la izquierda se hace patente, adquiriendo dimensiones colosales. En mi adolescencia, el proyecto era la realización de una revolución, que se entendía como un proceso purificador y globalizante. Ahora, en tanto que todas las instituciones convergen en la debilitación de los lazos sociales a todos los niveles, reconfigurando lo social bajo el auspicio de una individuación agresiva, los próceres de la izquierda señalan que su objetivo es mejorar la vida de la gente mediante el refuerzo selectivo, que afecta sólo a algunos colectivos sociales, del peculio salarial y de las ayudas estatales. Lo que llaman transformaciones se han divorciado de las estructuras, que son reforzadas por la acción del complejo institucional neoliberal, que se ubica más allá del psicodrama de las instituciones políticas.

El contexto de regresión política, social y cultural generalizadas conforma a la categoría de edad a la que pertenezco como un segmento de mercado. Esto significa la carencia de una voz. Así, los mayores somos privados de decir, siendo sustituidos por la voz procedente, tanto de los gestores de nuestras vidas recortadas, los sanitarios y los psi principalmente, que mediante las encuestas, una forma de relación antagónica con la conversación, inventan nuestras necesidades, de modo que somos convertidos en un colectivo receptor de ayudas monetarias, que sustituyen a la existencia de un contexto cotidiano amable en el que tengamos la posibilidad de interactuar y ser reconocidos en tanto que personas. Ese vaciamiento existencial y privación de voz actúa en favor de la percepción social de sujetos deteriorados, receptores de flujos monetarios y tratados por una Medicina que nos fragmenta según los diagnósticos.

Para compensar esta ausencia de voz he escrito este texto. La intención es mostrar que algunos seguimos estando vivos, incluso, como afirma Wilde, nos sentimos jóvenes por dentro en contra de la evidencia de nuestro proceso cultural, configurando así una suerte de tragedia personal. La verdad es que, si tuviera lugar una revolución en un tiempo tan avanzado del siglo XXI como el vigente, una cuestión central sería la destrucción de las bases de datos y los archivos de historias clínicas. Como pienso que es ilusoria cualquier transformación en esa dirección, termino repitiendo las palabras del Fernando Fernán Gómez viejo que espetaba a su interlocutor “Váyase a la mierda. A la mierda”. Estas palabras sintetizan no pocos de mis días frente a los numerosos gestores de mi segregación, depredadores de mis menguados bienes y otras especies que habitan el mesetario siglo XXI.