martes, 18 de abril de 2023

LA COMPULSIÓN DE DOMINIO: YOLANDA DÍAZ Y PABLO IGLESIAS

 

Ver sin ir a ver. Percibir sin verdaderamente estar… Todo ello subvertiría el conjunto de los diversos fenómenos de representación plástica o teatral, y hasta la democracia representativa, ella misma amenazada por los medios de comunicación que modelarían la democracia estandarizada de la opinión pública, esperando confluir con la democracia sincronizada de la emoción pública que arruinará el frágil equilibrio de sociedades, por decirlo así, emancipadas de la presencia real.

PAUL VIRILIO

Si, para unos, el objetivo es ver todo pero también poseer todo, para los anónimos de la multitud la pretensión es solamente ser vistos

 PAUL VIRILIO

 

El pasado domingo tuvo lugar la anunciada entrevista de Jordi Évole a Yolanda Díaz. Esta no puede ser analizada ni comprendida sin aludir a su contexto específico. Así, el verdadero protagonista ausente fue Pablo Iglesias, que estuvo de cuerpo presente en toda la representación, en tanto que esta significaba sus propias pompas fúnebres. La operación Sumar, promovida por distintos poderes fácticos, en un consorcio en el que el PSOE y La Sexta desempeñan un papel estelar, solo puede ser entendida como cancelación de la izquierda radical encarnada en los restos de Podemos, en los que Iglesias representa un liderazgo absoluto. La pretensión es apresurar su entierro y sustitución por una izquierda prêt-a-porter, simbolizada por la misma Yolanda Díaz

El rasgo más importante de la entrevista fue la ausencia absoluta de discurso político, que fue reemplazada por la puesta en escena de la rivalidad personal entre los dos contendientes. Y, ciertamente, esta contienda representa la catalización del final de Podemos, que ha protagonizado un naufragio político de dimensiones descomunales desde su emergencia en 2014. En estas condiciones de declive, se hace factible la operación política de administrarle la puntilla a esta organización. La protagonista de esta sustitución, Yolanda, cumple todas las condiciones requeridas para vender un proyecto alternativo equivalente a un producto nutricional que ha sido descremado y promete un rotundo 0% de carga programática añadida.

Entonces, la clave para entender la entrevista es recurrir a una confrontación entre dos personas que se pueden definir según el término freudiano de “compulsión de dominio”. La voracidad de ambos, dotados de distintos estilos comunicativos, está reiteradamente acreditada en largas carreras sembradas de víctimas. El ilustre finado, que compareció en 2014 en el vértice de lo que se llamó “la nueva política”, impuso su liderazgo a sangre y fuego, practicando métodos de exterminio interno de sus adversarios, reales e imaginarios, que acumularon múltiples damnificados. El activo principal de su sustituta es, precisamente, el recurso a reunir a los distintos agraviados y avasallados que sobreviven en distintos rincones del sistema político. Sumar es un dispositivo de convergencia de ofendidos por tan competente verdugo.

La entrevista reflejó a la perfección la realidad del duelo entre ambas compulsiones de dominio. Évole preparó su formato para resaltar el punto fuerte de la entrevistada, que es su competencia sígnica. Esta es capaz de movilizar los distintos subsistemas de su cuerpo para emitir señales amistosas que conforman sus estrategias de seducción. Así, sus déficits programáticos y su escaso espesor reflexivo es compensado con la excelencia en la competencia esencial de mostrar una sensorialidad sofisticada. Y, en este tiempo de hegemonía neoliberal, es menester recordar que las técnicas de gestión de la sensibilidad representan un elemento central en la videopolítica.

En el fluido de los planos cortos, las luces tenues y los sonidos amortiguados, Yolanda se desenvuelve adecuadamente. Toda su historia está preparada justamente para eso. Sus visitas televisivas al Papa, a Lula, Mújica y otros próceres, conforman su capital político-semiótico. No se recuerdan discursos o textos que aportaron conocimiento o reflexión, sino imágenes en las que explota intensamente sus encuentros ante las cámaras. Su cuidada imagen de modulación emocional es proverbial y fue confirmada en la entrevista en complicidad con el entrevistador, aprovechando la sinergia entre ambos, determinada por la alta misión asignada a ambos.

La ejecución de la entrevista respondió a los guiones establecidos y las expectativas de los segmentos de audiencia a quienes iba destinada. Évole preparó el escenario explotando el rostro de Yolanda, con la finalidad de conseguir una conversación que consiguiera la hiperestimulación sensorial de los espectadores. La sobredosis de gestos presidió la función, alcanzando la embriaguez sensorial. En esta situación lo discursivo o reflexivo fue desplazado a un segundo plano. La emotividad relegó el guion de la conversación. Una vez más se confirmó que el medio es el mensaje. La finalidad era atrapar al espectador en un juego de identificaciones, antes que la significación de la supuesta propuesta de la candidata a presidenta.

En lo que se refiere estrictamente a lo lingüístico, predominó la narración de la rivalidad interpersonal por encima de lo discursivo. La entrevista televisiva relega el conjunto de la conversación y su pretensión estriba en conseguir momentos estelares que sean susceptibles de ser cortados y pegados para exportar a los informativos y las redes. Évole cambiaba bruscamente el guion para sorprender a la entrevistada y conseguir respuestas que sorprendieran a la audiencia, fiel a su estilo. Su género televisivo se basa en conseguir fragmentos audiovisuales que impacten emocionalmente en la audiencia. Así, se convirtió en un relato de una princesa liberadora que no quería estar allí, pero que, al final, tuvo que aceptar la situación de competir por la presidencia con distintos machirulos y señoros de la guerra política.

Durante toda la entrevista mostró su virtud más prominente: la astucia. Así que se ausentó de los discursos políticos para construir un relato en el que la magia es el elemento central. La diferencia entre ella, que no puede dejar de sonreír, y Pablo, el proverbial gruñón antipático, se refiere al carácter de ambos, así como a su renuncia al poder y la competición para sumar en la construcción de lo que denominó como “país”. Ella está ahí para salvar al país, rodeada de ogros que solo buscan el poder, el dinero y la posición privilegiada en las listas. Su capacidad para esquivar las preguntas comprometidas quedó sobradamente demostrada, así como la vacuidad de su proyecto político.

Es inevitable recurrir a Regis Debray, que en su libro “El estado seductor” escribe: “Se procura fascinar por el acercamiento y no por la distancia, por la banalización y ya no por la heroización del jefe del Estado. El ostensorio del Símbolo se borra ante la ostentación del Individuo. Como si, ahora, ver bien fuera tocar con los dedos. El gusto por lo espontáneo ha invertido las más rígidas liturgias de Estado. Lo emotivo excluye lo ceremonioso. Importancia creciente de los elementos no verbales del mensaje, calculan secamente las computadoras del marketing (expresión del rostro 55% de eficacia, la voz 38%, el discurso el 7%.”

La entrevista confirmó que la telegenia se impone sobre el discurso en tan singular comunidad audiovisual. Yolanda representa la nueva “raza” de animales políticos, abierta, franca, concreta, dinámica, relacional, cálida, positiva, simple, sonriente. Sin un partido estable ni capacidad programática alguna se sustenta en “su equipo”. Así se conforma como una buena solución prêt-a-porter para los operadores políticos dotados de decisión. Así ha congregado a las distintas víctimas de Iglesias y los desplazados de los frenéticos años del “cambio político”. Pero este conglomerado no tardará en desenterrar el hacha de la guerra civil interna, y, como afirmó la ilustre entrevistada, no por lo programático, sino de nuevo por las listas, el dinero y los liberados. Establecer cuotas en un conjunto tan astillado solo puede ser resuelto mediante un milagro.

En mis últimos años como profesor, me inquietaba que no pocos alumnos críticos eran compulsivos seguidores de Évole. En mi opinión, esto expresaba la decadencia y obsolescencia del viejo imperio de la letra escrita, en tanto que este siempre fue un entrevistador orientado a la producción de momentos emotivos, tal y como mandan los cánones de la televisión. A día de hoy confirmo que se ha consumado el imperio de la videopolítica, en el que este ejerce de protector de los buenos, como Yolanda, y ejerce implacablemente el crimen político-mediático con los malos, los gruñones como Iglesias, Bosé y otros.

Termino recurriendo de nuevo a Paul Virilio. Este enuncia un concepto que considero pertinente para definir a la televisión y que se puede reconocer en muchas estructuras y procesos de la sociedad actual. Este es el de “quietud vertiginosa”, que remite al tiempo histórico transcurrido entre el año de las luces de la emergencia del 2014 y discurre hasta el día de hoy. Todo transcurre a una prodigiosa velocidad pero en realidad pocas cosas se mueven.

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