martes, 23 de agosto de 2022

LAS MIRADAS SESGADAS DE LA GRAN ORGANIZACIÓN

 

He visto una película francesa que recomiendo a todo el mundo. Su título es “De óxido y hueso”, de Jacques Audiard. Narra el proceso de rehabilitación de una mujer que pierde las dos piernas en un accidente. En el proceso de recomposición de su vida, su pareja -un personaje marginal que se gana la vida en peleas con apuestas en suburbios- desempeña un papel esencial, en cuanto que continúa la relación con normalidad. Folla con ella disfrutando como si nada hubiera pasado, y realiza sus actividades cotidianas gratificantes – como llevarla en sus brazos a la playa donde gozan de la naturaleza-.  La rehabilitación de Stéphanie se encuentra determinada por los recursos de su propio entorno, quedando los servicios médicos y psicosociales en segundo plano. La lucidez en la narración me ha conmovido, en tanto que durante largos años he vivido en el interior de las legiones psicosociales y sus herméticos campamentos, además de detentar la condición de invitado en los autodenominados biopsicosociales.

La peli presenta con toda su crudeza algunos mundos sociales habitados por personas en situación de convergencia de desventajas, regidos por la adversidad. La cámara transita por los escenarios despiadados de la desregulación del capitalismo y los procesos de desposesión en curso, que tan pertinentemente apunta David Harvey. Pero, frente a la visión hegemónica de las legiones psicosociales y biopsicosociales, que entienden la discapacidad desde la perspectiva de los déficits funcionales, extendiendo estas al conjunto de la persona, Audiard presenta a las personas en su integridad como seres vivientes que siempre se encuentran en un campo de juego que les confiere opciones para crear prácticas vitales adecuadas a sus situaciones.

El valor de esta película radica en que supera las narrativas profesionales de las legiones de psico/socio/bio, que reconstituyen a las personas mediante los fragmentos de las informaciones de sus presencias efímeras en las instituciones sagradas: médicas, educativas, laborales, de servicios sociales y otras. Por el contrario, en la peli comparecen personas completas que se desplazan por contextos vivos, muchos de ellos extremadamente difíciles, en los que experimentan, resuelven y deciden, componiendo así los materiales de la vida cotidiana. La narración pone de manifiesto los sesgos enormes derivados de las instituciones y sus visiones fragmentadas de las personas, que dictan sentencia sobre las vidas asignándolas significaciones y valoraciones que, en el caso de la discapacidad, terminan en un estigma monumental. De ahí resultan los condenados por los sesgos comunes a estos honorables colectivos profesionales.

Los escuadrones psicosociales se asientan sobre las instituciones estatales y también las del mercado. Estas son instituciones rigurosamente especializadas, radicalmente independientes entre sí, y que compiten, tanto por recursos asignados como por los públicos que transforman en usuarios o clientes. Estas organizaciones terminan por generar un tipo ideal de usuario modelado por ellas mismas. Este se corresponde con aquél que detenta la capacidad de hacer uso racional de la oferta de estas. Así se constituye un arquetipo personal que se corresponde con el concepto convencional de clase media, construido principalmente por la sociología de los años sesenta y setenta.

Este se puede sintetizar en que una persona de clase media ostenta un alto grado de racionalización en términos de articular los medios y los fines. Además, este arquetipo personal detenta una alta estabilidad. Estos atributos determinan que sus acciones se insertan en un proyecto personal dotado de objetivos a corto, medio y largo plazo. Naturalmente, este solo puede vivir esta situación y desempeñar su proyecto en un contexto determinado, que es coherente con este sujeto calculador y racional. Así, la clase media vive en un medio institucional que favorece su reproducción.

Las instituciones parceladas de la educación, salud, servicios sociales y demás, modelan sus objetivos, procesos organizacionales y productos a este usuario, tipo ideal de clase media. Pero no todos los usuarios o clientes de este complejo institucional estatal pueden ser adscritos a este arquetipo personal. Por el contrario, las sociedades del presente se caracterizan por una marcada diversidad y heterogeneidad a consecuencia de varias fracturas estructurales. El resultado de este desencuentro es la creación de tensiones permanentes que se expresan mediante un rico repertorio de formas. Desde hace muchísimos años, entiendo que crecientes contingentes de usuarios y clientes de esta constelación, al no poder ser identificados con el arquetipo institucional clase media, son manifiestamente incomprendidos, ignorados o rechazados. El código común a las instituciones del estado y el mercado remiten a la obligación imperativa para todos de detentar la condición de clase media.

El efecto de este sesgo es macroscópico. Así, al entender a las personas como portadores de un conjunto de variables, se disipa la perspectiva de que, sobre todo, son seres vivientes que hacen, dicen, sienten y piensan desde su posición, que, en muchos casos, se encuentra determinada por varias situaciones adversas que interactúan mutuamente. Así, muchos contingentes de poblaciones en desventaja social, no pueden orientar su vida a un futuro previsto, porque este se ha ausentado de sus vidas. Por eso viven al día adaptándose a los ciclos vitales del azar y generando prácticas de vida extrañas a la gran organización que ampara a la clase media.

Así se conforman unos espacios sociales en los que viven los ignorados y marginalizados. El punto fuerte de esta peli es, precisamente, que muestra con inteligencia y sensibilidad esos trozos de vida ciegos para la gran organización. Estos son el resultado de varios desajustes sociales inherentes a la divinización del mercado en este tiempo. En esos espacios habitan las personas marginalizadas, que viven intensamente la vida diaria en ausencia de un proyecto de futuro y esquivando las miradas de los profesionales y operadores de la gran organización.

El punto fuerte del modo de vida de estas personas, radica en que tratan de fugarse de su propia realidad. Así la multiplicación de ficciones y ensoñaciones, que se manifiestan en la importancia crucial de los juegos de azar, el fútbol, los espectáculos y la proliferación de prácticas adaptativas. Muchos viven en el intervalo de espera al siguiente sorteo o partido de fútbol, enlazando pequeños ciclos temporales que proporcionan sentido a su vida. Se puede denominar a este como “el arte de aguardar”. Estas pautas en el arte de vivir se complementan con pequeñas gratificaciones inmediatas que otorgan sentido a la existencia, entre ellas las corporales. De ahí el distanciamiento radical de estas poblaciones con respecto a la política y las instituciones de la gran organización y sus discursos profesionales de clase media inspirados en el proyecto y en el futuro.

Los profesionales de la gran organización, ajenos a las prácticas de vida de estas poblaciones, intervienen furiosamente ignorando sus condiciones, culturas y prácticas de vida. No hay ciegos tan perniciosos como los médicos, los maestros o los funcionarios de los servicios sociales. Ajenos a los mundos vividos por los destinatarios de sus intervenciones realizan una inmersión tóxica en sus propios mundos de clase media. En los últimos tiempos, no pocos profesionales avalan políticas destinadas a mejorar las variables personales de estos públicos marginados. Así las inyecciones de ayudas monetarias o de prestaciones específicas. Pero estas políticas terminan por consolidar los sesgos de la gran organización. Se define a las personas como sujetos necesitados de ayuda, ignorando la integralidad de su situación. Así se conforman discursos que se inscriben en la convencional caridad. Los portavoces de los gobiernos progresistas y los habitantes de los platós ensayan distintas versiones de compensación “a los vulnerables”.

Pero los vulnerables, como muestra lúcidamente “De óxido y hueso”, son seres humanos plenos, que inventan, en algunas ocasiones creativamente, un modo de vivir acorde a sus condiciones y déficits esenciales. El hiperpaternalismo del libreto de los vulnerables, conlleva unos sesgos de una magnitud sideral. Así las definiciones al uso de la gente tales como “los más necesitados” “los ciudadanos de a pie”, y otras similares convertidas en emblemas semánticos de la involución de la gran organización en el tiempo del mercado infinito.  

El problema radica en que los manidos vulnerables son identificados y conceptualizados en los momentos de su vida que acceden a una instancia del estado/mercado, en la que, al carecer del modelo cultural de clase media, se encuentran en inferioridad, bien en una consulta, en un aula o espacios institucionales semejantes. Pero vistos en sus contextos cotidianos totales estos se emancipan de sus etiquetas y ejercen como seres vivientes, en situaciones sociales extremadamente cerradas. Por esta razón –espero que nadie se ofenda- le solía decir a Carmen en nuestra intimidad que cómo llevaba la relación con un integrante de la chusma psicosocial.

En los últimos veinticinco años no ha sido posible una conversación con un endocrino en la que pueda contarle que el tratamiento de mi diabetes implica algunas situaciones abiertas en las que tengo margen de decisión. Por el contrario, mi vida es ignorada y menospreciada y se me impone el tratamiento integral como una condena perpetua sin compensación alguna. Pero lo más pernicioso es la supresión drástica de mi vida, que es considerada como una extravagancia y que ni siquiera merece ser hablada. Sólo se habla de los resultados de las pruebas. Este es uno de los principales sesgos que ejerce la gran organización en mi vida, que trasciende el tratamiento.

He querido decir que el problema se invierte: somos nosotros, muchos de los vulnerables, o los de a pie y otras etiquetas similares, los que vemos imposible conversar con los habitantes de la hermética morada de la gran organización. Ellos son los que se encuentran sumidos en la oscuridad. Audiard compensa esta situación presentando un trozo de vida.

 

 

 

 

 

2 comentarios:

  1. A pesar de no haber entendido ni la mitad de lo que dices, creo que tienes razón. Y me identifico con quienes no se enteran de las ayudas socioeconomicas ofrecidas por el sistema, ya sea porque no leemos los boletines oficiales o porque nuestra comprensión lectora es limitada. Gracias de todos modos. Veré la peli, a ver si así...

    ResponderEliminar