lunes, 25 de julio de 2022

YOLANDA DÍAZ Y EL MISTERIO DE SUMAR: MÁS ALLÁ DE LA HEMEROTECA Y LA ACTUALIDAD (1)

 

El pasado es la única cosa muerta cuyo aroma es dulce

Eduard Thomas

La revolución no puede tomar su poesía del pasado sino del futuro.

Karl Marx

 

Sumar, el nuevo proyecto político de Yolanda Díaz comparece en los medios proliferando sus presencias en los informativos y en los laboratorios de conversaciones enlatadas de las tertulias. Pero este evento muestra todas las propiedades de los acontecimientos mediatizados, en los que contrasta su aparente transparencia con su considerable superficie sumergida, oculta a la vista del público. De este modo, su inteligibilidad se encuentra menguada por una información incompleta. El resultado es la generalización de un notable grado de confusión acerca de su naturaleza, así como de los pronósticos que se formulan acerca del mismo.

Este déficit de conocimiento tiene sus raíces en el dominio del periodismo centrado en la actualidad, que consagra el método de construir la realidad como actualidad, en planos de cada día separados entre sí. Así desplaza irremediablemente a las ciencias sociales y al método histórico, instituyendo una visión ligera del presente, que es inseparable del  término “banalidad”. La actualidad es un conocimiento construido por los medios para definir el día de hoy, que selecciona algunos acontecimientos para ser tratados, y cuya caducidad se consuma por la aparición del siguiente acontecimiento que concita las miradas y los comentarios. De la construcción “actualidad” se derivan unos métodos por los que el pasado es ubicado en la hemeroteca, entendida como un depósito de fragmentos e imágenes discursivos  disponibles para los analistas de la misma.

De ahí resulta una alta renovación de temas que se reemplazan, que nacen y mueren para nutrirla y conformarla.  La actualidad termina por ser algo oscuro en relación con lo que podemos definir como el presente, que es una totalidad que resulta de la convergencia de múltiples procesos que se recombinan y retroalimentan mutuamente. El presente es siempre heredero del pasado, que se articula en varios tiempos históricos. La mayor parte de acontecimientos tratados por los operadores de la actualidad, presenta opacidades derivadas de los métodos de su construcción mediática. En el caso de Sumar, aparece con unas raíces muy cortas, es decir, que se remite al reemplazo de Podemos para las próximas elecciones. Todos los elementos son analizados desde esta corta perspectiva, en la que adquiere preponderancia el morboso suicidio colectivo esperado de las élites de Podemos, Más Madrid y otros fragmentos de este desguace de la nueva izquierda de 2014, que se puede referenciar en el extravagante suicidio de las viejas cortes franquistas en las vísperas de la transición.

El método “actualidad” se sustenta en unas reglas mediante las que se asigna valor a un acontecimiento cuantificando sus dimensiones y comparándolo con el inmediatamente anterior en la serie temporal. De ahí resulta una inteligencia, que en este blog he calificado profusamente como propia de “traficantes de decimales”. En intervalos temporales cortos, las dimensiones solo pueden variar décimas con respecto a las precedentes. Así, con un nivel de paro estratosférico, cualquier autoridad puede presumir cuando en una medición el desempleo disminuye unas décimas. De este modo quedan eliminados los procesos que configuran las realidades y se instituye la trivialidad, así como un extraño juego en el que el azar desempeña un papel relevante. La clase dirigente se transforma en traficantes de decimales desprovistos de espesor analítico. Aquí radica un problema estructural de este tiempo.

El proyecto Sumar remite mucho más allá de su inmediato antecesor, Unidas Podemos, y se remonta al devenir de la izquierda desde el mismo comienzo del Régimen del 78. Solo se puede comprender desde la perspectiva histórica de la izquierda en procesos temporales largos. La clave principal radica en la enigmática relación histórica entre los dos partidos principales de la izquierda: el PSOE y el PC . Tras su colaboración en la República y la guerra, la larga dictadura privilegió la resistencia en la que el PC desempeñó un papel esencial. Pero la preponderancia organizativa y de influencia de este sobre el PSOE se invirtió radicalmente tras las elecciones de 1977. A partir de estas, el PC se descompone aceleradamente, generando una migración de gran envergadura hacia el partido ganador. La superioridad del PSOE se mantiene hasta el presente, en un largo intervalo temporal en el que los comunistas han jugado todas las bazas posibles, convirtiendo el sorpasso en su verdadero objetivo en detrimento de un proyecto político a largo plazo. Este factor genera un estado psicológico mórbido en toda la izquierda española.

Para evitar esta debacle, Carrillo había  presentado el eurocomunismo a mediados de los 70, que significaba una renuncia histórica a construir el socialismo como un más allá del capitalismo, que en las coordenadas de la época implicaba la adhesión a los órdenes políticos nacidos de la secuencia de revoluciones iniciadas por la revolución rusa. El eurocomunismo significaba de facto la idea de aceptar el capitalismo, en la convicción de que era factible reformarlo eliminando sus aspectos más perniciosos. A pesar de esta abdicación, el edificio se derrumba en los años previos a 1989, en el que estos regímenes que se calificaban a sí mismos como “socialistas” se desploman estrepitosamente.

La reconstitución del PC tras su derrota en el 82, instituye una pauta esencial que se va a consolidar a partir de entonces. Se trata de, sin renunciar explícitamente al comunismo histórico, reivindicarse mediante el énfasis de su papel relevante en la oposición al franquismo, guardando silencio acerca de los regímenes de la órbita de la vieja URSS. Así, electoralmente se transforman en Izquierda Unida, y es Anguita quien pilota una transformación en la que, al igual que en el eurocomunismo, desaparece completamente cualquier futuro no capitalista. Su programa se centra en reformar la democracia nacida de la transición política.

Pero la renuncia a la defensa del modelo de “socialismo real” que constituyó su identidad no ha reportado beneficios electorales tangibles. Esta desproporción percibida entre los méritos derivados de sus aportaciones a la oposición al franquismo y las recompensas electorales es vivida como una afrenta que genera un estado psicológico colectivo cercano a la depresión. Solo la materialización del sorpasso puede conjurar esa gama de sentimientos negativos derivados de su inferioridad electoral crónica.

El factor más importante de desencuentro entre PSOE y PCE radica en la naturaleza contradictoria del tiempo histórico  que se inicia en la transición política. Toda la izquierda suscribe, en distintas versiones, un programa que significa la homologación a los estados de bienestar arraigados en Europa tras la guerra, lo que se denomina como “los treinta años gloriosos”. Este conforma el imaginario progresista, incluso –en este caso patéticamente- a día de hoy. Pero, cuando la constitución del 78 reemplaza al franquismo, en el sistema-mundo comienza un nuevo tiempo histórico, que puede entenderse como el inicio de una transición que disuelve el capitalismo fordista-keynesiano para reemplazarlo por un nuevo capitalismo postfordista y global. De este modo, los programas keynesianos de la izquierda española colisionan con la implementación gradual del nuevo orden social, que se afirma en un largo proceso en el que se van asentando sus elementos constituyentes. Estos son, principalmente, la expansión de la nueva forma-empresa; la emergencia de las instituciones del mercado –gestión, recursos humanos, marketing, publicidad e instituciones psi de conducción-; las reformas del estado, de la educación, del sistema sanitario, la nueva gestión pública, así como las instituciones de la individuación, de las que la evaluación y sus nuevas organizaciones de las agencias especializadas, comités de expertos, thin tank, foros múltiples y otras, conforman una trama en torno a los gobiernos, presionando en la dirección del cambio, que es una forma nueva de sociedad neoliberal avanzada.

Este proceso avanza, desde el principio de los años ochenta hasta hoy, generando resistencias dispersas, así como víctimas múltiples. Se trata de una gran reestructuración del estado y de toda la sociedad. Los posicionamientos con respecto al mismo constituyen la principal rivalidad entre el PSOE y los herederos del PCE. En tanto que los primeros son artífices y pilotos de estas transformaciones en la dirección de la sociedad neoliberal avanzada, amparados en sus posiciones de gobierno, los segundos se oponen a estos cambios. Aquí radica la colisión principal entre ambas formaciones. Sin embargo, la marcha triunfal de este proceso de reestructuración produce una impotencia política crónica en sus opositores. Estos son perdedores en mil batallas sucesivas. Esta perniciosa situación se agrava, en tanto que los opositores a la gran reestructuración neoliberal carecen de alternativas. Sus propuestas remiten a conservar el viejo orden keynesiano.

Es muy difícil metabolizar estas situaciones perpetuadas. Los votantes terminan por avalar transformaciones que se oponen a sus mismos intereses. En los años de dirección de Julio Anguita, este se muestra perplejo ante los sucesivos resultados electorales. Entonces propone la idea central que va a presidir las actuaciones políticas de los herederos del viejo PC. Entiende que es un requisito imprescindible acceder al gobierno, lo que permite mediante el BOE legislar a favor de los perjudicados por la gran reestructuración. Esta idea orienta las actuaciones, muchos años después, de Iglesias, y ahora de Yolanda Díaz. Se trata de estimular la voluntad política de las clases populares.

Desde esta perspectiva se puede comprender la evolución de IU, cuyos resultados menguantes le empujan a una versión minimalista de la estrategia formulada por Anguita. Se trata de entrar en el gobierno en coalición con el PSOE. Esta experiencia se ensaya en Andalucía pilotada por Diego Valderas, uno de los herederos de Anguita. Sin embargo, la presencia en el gobierno no modifica la correlación de fuerzas electoral para tan esforzados opositores a la gran reestructuración. Así, sus estrategias sucesivas se van replegando hacia mínimos, del objetivo fundacional de conseguir el socialismo como más allá del capitalismo, a, tras sucesivas reducciones, a entrar en un gobierno de coalición en minoría.

En particular, la base social de la vieja izquierda, ubicada en la clase trabajadora industrial, se descompone por efecto de la recombinación entre una desindustrialización pavorosa y una reindustrialización que favorece la dispersión de los trabajadores. En este largo proceso de desmontaje de las viejas instituciones y derechos sociales keynesianos, la impotencia política se acompaña de una enorme impotencia sindical que se cronifica fatalmente. El resultado es la debilitación de los sindicatos, que protagonizan un largo viaje de deslocalización de las empresas. Estos tienen sus reductos en los servicios públicos. Además, el paquete de reformas neoliberales privilegia a la institución central de la precariedad. Una parte mayoritaria de la vieja clase trabajadora es desplazada a este estatuto. El problema de fondo radica en que la precariedad es la forma óptima de convertir a un sujeto en una entidad estrictamente individual. De este modo, así como la industrialización generó un conflicto social central en torno al trabajo, protagonizado por el movimiento obrero, la precarización general, siendo un factor de malestar social, no genera un conflicto social localizado.

La izquierda recorta sus bases sociales y los sindicatos deslocalizados se ubican en la ficción del simulacro de la concertación social, que es una institución central en el capitalismo fordista y keymesiano, pero que ahora carece de sentido. Esta ausencia de función genera grandes distorsiones en las burocracias sindicales, que se reorientan hacia sí mismas, generando desviaciones de objetivos monumentales, que amparan distintas perversiones. Este largo proceso de ocaso del capitalismo industrial, reemplazado por el orden naciente de la gran reestructuración neoliberal, reformula la rivalidad en la izquierda entre socialistas y comunistas. El PSOE se muestra como agente eficaz de la instalación de las nuevas piezas del capitalismo postfordista y global. En particular, las nuevas legislaciones laborales, la nueva gestión pública,  la reforma universitaria, las reformas gerencialistas del sistema sanitario y el nuevo sistema mediático-cultural requerido. Pero los comunistas muestran su radical incapacidad de oponerse eficazmente a las mismas.

Esta situación continuada de impotencia política acrecentada con la ausencia de una alternativa factible, termina por erosionar gravemente a toda la izquierda. Los socialistas convertidos en agentes activos del proceso de reestructuración sufren un desgaste letal. Los herederos del PC terminan por interiorizar su papel de oposición simbólica desprovista de verosimilitud. La izquierda solo se reaviva mediante acontecimientos exteriores como la guerra de Irak, la catástrofe del Prestige u otros similares, pero es incapaz de detener los procesos centrales de reconversión laboral o del mercado del suelo, así como la gran erosión de las instituciones representativas. Se puede afirmar que la izquierda se desfonda en el principio del siglo XXI.

La desincronización de tiempos históricos tan singular en España, determina que el PSOE, al tiempo que coprotagoniza la instauración del nuevo orden neoliberal mediante la gran reestructuración, impulsa reformas radicales en cuestiones de género que se encontraban pendientes tras la larga noche del franquismo. De este modo, los socialistas desempeñan un papel progresista en unas esferas, y, simultáneamente, el rol de gendarme de las reformas neoliberales. La complejidad de la época es manifiesta. Así se explica la satisfacción de los profesionales de las industrias culturales, espejo del progresismo chic, en tanto que la precarización hace estragos entre los trabajadores, las reformas universitarias neutralizan el pensamiento crítico o la corrupción alcanza niveles hipertransversales. Como afirmó el admirado sociólogo José Vidal Beneyto en un memorable artículo publicado en El País, el cine de Pedro Almodóvar distorsionaba la realidad española, ocultando las múltiples esferas definidas por lo sórdido.

Así se fragua la réplica a la gran crisis de 2008, que vehiculiza tanto el 15 M, como las grandes movilizaciones de esos años. La conmoción de las bases sociales de la izquierda contrasta con el adormecimiento de los partidos y las instituciones. Así se explica la erupción de una nueva izquierda que aparece volcánicamente en 2014. La izquierda de estos años alcanza su punto de inflexión, en tanto que vive en la burbuja institucional deslocalizada de la sociedad y en estado de inmersión mediática. La distancia entre la izquierda y sus bases sociales alcanza niveles cosmológicos. Así, el BOE vuelve a las manos de la derecha, que detenta la mayoría absoluta tras las elecciones de 2011. La izquierda socialista groggy y la izquierda comunista del inefable Cayo Lara con el horizonte de hacer oposición mediante travesuras fútiles en el congreso de los diputados. Es inevitable la erupción del volcán. En la segunda parte de este texto lo cuento.

 

 

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