martes, 28 de septiembre de 2021

EL VOLCÁN Y EL ABSOLUTISMO DE LAS CÁMARAS

 


La erupción volcánica en La Palma constituye un acontecimiento audiovisual que desplaza a la pandemia al espacio oscuro desprovisto de imágenes. El volcán y sus ríos incandescentes de lava se erigen en un suceso que ofrece a las cámaras la gran oportunidad de filmar distintas escenas críticas, muy sugestivas para los espectadores. Así cumple sobradamente los requisitos para reconstituirse como actualidad durante varias semanas, en tanto que puede ser considerado como una golosina audiovisual óptima que moviliza a la audiencia y capta la atención del espectador, fascinado por el espectáculo del fuego dotado de la capacidad de competir con cualquier videojuego, tanto en potencia visual como en su desenlace incierto.

Los acontecimientos audiovisuales que rotan constituyendo la actualidad tienen unas reglas muy exigentes para ser seleccionados como tales por los operadores del ecosistema comunicativo. Por poner un ejemplo elocuente, la concentración de grandes contingentes humanos en campos de concentración ubicados en la periferia de la fortaleza europea en el este, no tienen la capacidad de producir secuencias de imágenes que cautiven a las audiencias. La reciente inauguración del campo de concentración de inmigrantes de la isla griega de Samos, Zervou, es descartado por parte de los medios como material apto para ser insertado en la actualidad. En consecuencia, es desplazado a la periferia de la prensa escrita, confeccionando una parca noticia en una página secundaria, además de su negación audiovisual, en tanto que no pasa la barrera de selección para un informativo televisivo.

Al mismo tiempo, los acontecimientos audiovisuales productores de imágenes de impacto, se disipan cuando las cámaras han agotado sus oportunidades. Del anterior, el aeropuerto de Kabul saturado de aspirantes desesperados a la huida, no queda nada. Las imágenes de gentes subiéndose a las ruedas de los aviones para morir ante las cámaras cuando este coge altura y caen al vacío, o la de padres desesperados entregando niños a los beatíficos soldados, son insuperables y no pueden ser reemplazadas por otras de valor morboso equivalente. Las primeras protestas de grupos de mujeres en las calles, cierran este acontecimiento audiovisual, que es archivado como preludio de su olvido.

La pertinencia de preguntarse acerca de las mujeres afganas, los colaboradores de los ejércitos-ONG que quedaron atrapados allí o el destino de los que llegaron a las capitales occidentales para ser fotografiados con las autoridades y exaltados en los informativos es manifiesta. Así, el sistema audiovisual, deviene en productor de sentimientos solidarios de quita y pon. La ayuda generosa de muchos vecinos a los afganos llegados a Rota y Morón, se difumina del mismo modo que el destino de estos contingentes humanos. Estos ya son desaparecidos del flujo de imágenes. De este modo son homologados con el último éxodo de sirios por Europa, que proporcionaron imágenes crudas de gentes cultas caminando a pie, mostrando su estado de necesidad, siendo vigilados y discriminados por las policías y el nutrido complejo profesional de las fronteras. De ellos solo queda la imagen inicial del niño ahogado y la zancadilla de una periodista húngara a un niño. Estas se añaden al álbum de imágenes para confeccionar informativos anuales.

El volcán es un evento insuperable para las cámaras. Tiene lugar en una secuencia temporal dilatada que genera distintas situaciones y la renovación de las imágenes.  En este sentido, supera con mucho a las riadas o terremotos, que se resuelven en un solo acto que ofrece a las cámaras solo una oportunidad no renovable. Además, permite a los reporteros transitar en torno a la erupción, de modo que hace posible la multiplicación de los ángulos de captación. Pero su punto fuerte radica en su duración, que permite observar lentamente la destrucción. Se puede predecir y captar edificios o infraestructuras en el momento mismo de su óbito final. La dinamicidad del curso de la erupción facilita las entrevistas a las víctimas en distintas ocasiones, de modo que su dolor y desesperación  puede madurar para estar listo para su exhibición.

Un acontecimiento así determina el absolutismo de las cámaras. El dispositivo de exhibición se organiza en torno a las mismas. Todos los exhibidores aluden a las imágenes impactantes, desvelando los sentidos de la emisión. Se trata de impactar, de hacer mella en las sensibilidades visuales de los espectadores. Uno de los contrasentidos en estos días radica en el contraste entre las víctimas y los espectadores que se desplazan en torno al volcán para disfrutarlo como espectáculo y fotografiarlo o grabarlo. La apoteosis del turista voyeur confirma la grandiosidad de la naturaleza, que se exhibe lentamente para satisfacer la demanda visual de tan intrépidos turistas.

El grandioso volcán deviene espectáculo audiovisual único, con guion abierto. El espectáculo se subdivide en varios espectáculos que interactúan entre sí y generan unas sinergias de alto voltaje. Se puede distinguir entre el espectáculo de la naturaleza furiosa; el de la devastación y destrucción; el del dolor de las víctimas; el de la tecnociencia que muestra todo su imponente arsenal; el de los expertos que lo alfabetizan; el de la rivalidad política por las cuotas de imagen, y, por último, el propio espectáculo de los media, que ensayan formatos de presentación y desembarcan a sus figuras en las proximidades de la lava para captar las audiencias.

El espectáculo de la naturaleza aporta una gama inaudita de imágenes, en las que las formas y los colores se multiplican prodigiosamente. Acompañado por sus rugidos apelan a los humanos ávidos de experiencias únicas especificadas en las infinitas galerías de imágenes. Desde esta perspectiva, se sugieren cursos apocalípticos de la situación volcánica, que puedan originar maremotos insólitos. El morbo se encuentra al acecho de cualquier hipótesis científica que se resuelva en un episodio más espectacular.

El espectáculo de la destrucción se produce lentamente, lo que propicia que pueda ser filmado y exhibido por los cámaras, buscadores de ángulos y planos que resalten la muerte de los edificios, las carreteras, las plantaciones agrícolas, las iglesias…Las cámaras esperan pacientemente su ocasión. Las imágenes son enviadas a los ejecutores de los montajes para ser expuestas de diferentes formas y con una reiteración inusitada. Solas, como fondo de pantalla de entrevistas, combinadas con otras…Asimismo, se establece una carrera invisible para conquistar el espectador mediante la consecución de imágenes “en exclusiva”. El resultado final es la hiperproducción de un excedente de imágenes que serán almacenadas en los depósitos para ser reutilizadas en posteriores acontecimientos. La contradicción radica en que, en tanto que los medios para gestionar el volcán son siempre limitados, los movilizados para la producción de imágenes tienden a ser más que opulentos.

El espectáculo del dolor de las víctimas es demoledor. Las televisiones despliegan a sus reporteros para capturar sobre el terreno a las víctimas portadoras de un relato con interés mediático. Imagino un reportero que tiene que persuadir a un vecino para que cuente una tragedia en el intervalo de uno u dos minutos en directo. Me gusta denominarlos como depredadores de vidas y de emociones. Imagino la comunicación entre el conductor del programa y el reportero, en el que aquél le exige que capture una presa con un valor audiovisual que supere al de la competencia. Nieves Herrero creó una escuela próspera en Alcasser hace ya tantos años. Su éxito ha multiplicado los discípulos y perfeccionado los métodos. Susana Griso se desplazó al terreno en busca de argumentos para competir con Ana Rosa. La perfección de Susana en simular el dolor hace de su rostro un valor mediático incuestionable. La gama de expresiones que maneja se inspira en los rostros de las imágenes de las vírgenes destrozadas por la pasión y muerte de su hijo, imaginadas y producidas por artistas de una cualificación mayúscula.

Pero el espectáculo de la tecnociencia es un acompañante que se encuentra a la altura de la programación. Se muestran profusamente las distintas máquinas disponibles a las que se atribuyen cualidades prodigiosas. El imaginario de la guerra de las galaxias se encuentra activado en las audiencias ávidas de héroes que manejen máquinas todopoderosas. Recuerdo una entrevista a un oficial de la UME en la que presentaba un vehículo que nunca se había utilizado, que por lo visto medía la toxicidad de gases. En el curso de la entrevista abrió la puerta para mostrar a dos personas asentadas sobre dos pantallas de ordenador. La reportera transmitía una veneración mística a la máquina.

El espectáculo de los nuevos expertos adquiere un rango supremo. Los geólogos, vulcanólogos y demás especies geofísicas se sientan en las tertulias, son entrevistados profusamente frente a mapas fascinantes en los que explican su repertorio de conceptos ante un público fascinado. Los reporteros van incorporando sus jergas profesionales, además de sus análisis y predicciones. El culto a los expertos, imperante en la sociedad postmediática, se consolida mediante la eterna circulación de los mismos por las poltronas mediáticas. Se predica, al igual que en el caso de sus antecesores, los epidemiólogos, una extraña fe en la ciencia. Los profanos son inhabilitados como ignorantes, pero se les pide creer encomiablemente en los expertos providenciales, que se supone que hablan unitariamente en nombre de la ciencia, a la que se atribuye un rango sagrado. Sus escrituras (sagradas) constituyen lo que me gusta denominar el catecismo científico.

 

El espectáculo de las autoridades se produce de forma épica. Bajo la apariencia de unidad, se libra una batalla cruenta por ocupar el espacio de las cámaras. Los que detentan la autoridad formal tienen la oportunidad de comparecer ante las audiencias con sus prédicas solemnes. En una sociedad mediática donde la realidad se produce de manera espasmódica, el valor que tienen esas comparecencias es máxima. Sánchez minimizó sus actividades en la ONU para volcarse en La Palma. La oposición espera agazapada cualquier error para capitalizar el malestar de los afectados. La prensa amarilla ofrece oportunidades a esta última, para explotar el desasosiego entre los afectados.

Por último, los propios medios no se limitan a ser intermediarios, sino que, por el contrario, tienden a ser protagonistas. Las estrellas conductores de programas pilotan el espectáculo mediante la exaltación de su protagonismo. Estos se encuentran rodeados de tertulianos-expertos, así como de reporteros-cazadores de historias con valor audiovisual. Las intervenciones se suceden con la intensificación infinita de la comunicación no verbal: cuerpos en tensión poniendo en escena todos los subsistemas: los brazos, las piernas, el tronco, la cabeza, los rostros múltiples. Las imágenes componen los fondos y se alternan con los cuerpos activos de los reporteros que hacen resúmenes frente a mapas o composiciones de realidad virtual.

Este espectáculo, prodigioso y multiforme, en espera de su metamorfosis acuática, cuando se produzca el esperado encuentro de la lava y el agua, con sus previsiones de nubes tóxicas empujadas por los vientos, denota inequívocamente la tiranía de la actualidad, que tiene como efecto la desmemoria y el olvido cuando las cámaras agoten sus oportunidades. Los medios se consuman como una fuerza destructora del sentido que disuelve la sociedad occidental como sociedad que reclama la centralidad de la razón. Todo esto es muy peligroso. La esperanza radica en que una audiencia construida en estos términos se agota en catorce o dieciséis semanas y es menester cambiar de tema cuando las cámaras agoten sus posibilidades y la reiteración disuelva el misterio del volcán. Entonces, será preciso poner en escena la siguiente serie o acontecimiento audiovisual.

Lo que más me ha impresionado es ver cómo los afectados –sujetos que componen la audiencia- le piden a gente como Lidia Lozano o Risto Mejide que “den caña” y digan la verdad. Este hecho revela la verdad de la función, y es que los medios son la verdadera estructura central y autoridad en una sociedad postmediática. Me parece cruel pensar en el destino de los afectados cuando las omnipotentes cámaras migren de La Palma. Entonces la oscuridad mediática será el prólogo de la tragedia de muchas gentes seducidas por los cazadores de la actualidad. En estos días he podido contemplar miserias éticas verdaderamente grandiosas.

 

¿Y del aeropuerto de Kabul qué? ¿Las mujeres afganas? ¿los colaboradores de las tropas occidentales? ¿Las víctimas de las DANArecientes?

 

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