domingo, 30 de mayo de 2021

ERICH FRIED Y EL IMPASSE PERPETUO

 

 


En los últimos días he leído los Poemas Apátridas de Erich Fried por recomendación de una amiga. La verdad es que me ha impresionado mucho su lucidez y sensibilidad. Pero lo más importante ha sido experimentar una extraña conexión con sus poemas. Habiendo fallecido en 1988, parece haberlos escrito ayer mismo. Este vínculo puede explicarse recurriendo al tiempo histórico vivido, que funciona como un cemento que une a muchas personas de varias generaciones, que comparten la experiencia de vivir entre distintas formas de totalitarismo. La liberación de uno de ellos conduce a un período de transición en el que se configura el siguiente tras un dilatado impasse.

Estas generaciones hemos conocido el fascismo, en cualesquiera de sus distintas versiones, también las resistencias que suscitaron. Con posterioridad, asistimos al derrumbe de aquello que se denominó como “socialismo real”, que resultó ser un sistema manifiestamente perverso. La democracia aparecía como un horizonte esperanzador en un capitalismo con rostro humano. Pero, inmediatamente después se reconfiguró el capitalismo, dando lugar a la apoteosis neoliberal y global. El deterioro de las instituciones que sustentaban las democracias keynesianas parece no tener límite.

Esta experiencia de aparición de nuevos horizontes amenazadores es la característica común a las biografías de las gentes de esta generación. La degradación de las democracias y los electorados derivada de la lógica de las nuevas sociedades postmediáticas se hace patente. Trump es un síntoma de la época que se asienta en todas las partes. El resultado es que nuestras trayectorias son sacudidas por victorias aparentes tras las que comparece el temible tiempo del impasse, en espera de que la amenaza siguiente termine por asentarse. Los miembros más lúcidos de estas generaciones mantienen el espíritu crítico, que es el soporte de la resistencia, que en este tiempo no es posible sin la lucidez. En contraposición, muchos prefieren mantenerse en el pasado confortable de los primeros años prometedores que tienen lugar tras la derrota de la constelación múltiple de los fascismos.

Me pregunto cómo hubiera afectado a una inteligencia como la de Fried la vivencia del capitalismo desorganizado y mediatizado en curso. Pero sus versos tienen la capacidad de ser relativamente intemporales, en tanto que tras la derrota siempre provisional de los fascismos comparece otra amenaza, que se va haciendo perceptible lentamente. Es el coste del impasse perpetuo, propiedad inexorable de nuestras biografías.

He aquí algunos de los poemas de Fried, en los que la lucidez trasciende a su misma época específica. Se pueden leer con el fondo de la banda sonora de la época, representada en las tertulias televisivas. Durante la lectura he creído escuchar la palabra “pinocho”, pronunciada en el contexto de una discusión a gritos propia de lo que en este tiempo se denomina “debate”. Espero que disfrutéis.

 

ADAPTACIÓN

Ayer empecé a

aprender a hablar

Hoy estoy aprendiendo a callar

Mañana dejaré

 de aprender

 

ACERCA DE LA LIBERTAD INTERIOR

Me agaché

para besar

las relucientes botas negras

de nuestro Señor

pero él me dijo:

¡Agáchate más¡

 

Cuando me agaché todavía más

percibí en mí

la maravillosa

resistencia

de mi columna vertebral

que no quería doblegarse

 

Seguí arrastrándome alegre

agradecido a nuestro Señor

por esta vivencia

de mi dignidad

y mi fortaleza

interior

 

 

MÁS DÉBILES

 

Vuelven a ser más fuertes

¿Quiénes?

Ellos

 

¿Quiénes han de ser?

No han de ser

solo son

 

¿Más fuertes que quién?

Que tú

pronto quizás que muchos

 

¿Qué quieren?

Ante todo

llegar a ser más fuertes

 

¿Por qué dices todo esto?

Porque todavía

puedo decirlo

 

¿No podría perjudicarte?

Claro que sí

porque se están haciendo más fuertes

 

¿Cómo lo sabes?

Por tu advertencia

de que puede perjudicarme

 

 

LO QUE SUCEDE

 

Ha sucedido

y sigue sucediendo como antaño

y seguirá sucediendo

si nada sucede para impedirlo

 

Los inocentes no saben de nada

porque son demasiado inocentes

y los culpables no saben de nada

porque son demasiado culpables

 

A los pobres no les afecta

porque son demasiado pobres

y a los ricos no les afecta

porque son demasiado ricos

 

Los tontos se encogen de hombros

porque son demasiado tontos

y los inteligentes se encogen de hombros

porque son demasiado inteligentes

 

A los jóvenes no les preocupa

porque son demasiado jóvenes

y a los viejos no les preocupa

porque son demasiado viejos

 

Por todo ello nada sucede para impedirlo

y por ello ha estado sucediendo

y sigue sucediendo como antaño

y seguirá sucediendo siempre

 

 

EL LÍMITE

 

Siempre he creído

que el horror tiene un límite

donde detenerse y contemplar desde arriba

cómo se retuerce

o escupe brujas

o sonríe

o apesta y se pudre ante nuestros ojos.

 

Un límite

que sabemos

que es peligroso

Donde no hay que dar un paso más

ni asomarse

Donde es mejor retirarse uno o dos pasos

Aunque estuviera provisto de pretil

al cual aferrarse

no habría que fiarse de él

Podría estar resquebrajado

y derrumbarse o desmoronarse

 

Nunca he creído

que fuera un límite consistente

pero lo consideré una especie de aviso

<<hasta aquí pero no más>>

O <<no llegar hasta el límite>>

E incluso en mis pesadillas

que me mostraron cuán engañoso y peligroso puede ser

siempre seguía creyendo

que el horror tiene un límite

No sé por qué lo creía así

pero era un consuelo

PERPLEJIDAD

 

¿Por qué

todavía escribes

poesías

sabiendo que

por este medio

solo llegas

a minorías?

 

me preguntan amigos

impacientes de que

con sus métodos

únicamente llegan

a minorías

 

Y yo no tengo

ninguna respuesta

para ellos

 

 

 

 

martes, 25 de mayo de 2021

LA SEGUNDA MUERTE DE LA ESCUELA ANDALUZA DE SALUD PÚBLICA

 

El destino conduce a quien lo acepta, y arrastra al que rehúsa admitirlo.

Séneca

El tiempo presente se encuentra sobrecargado de paradojas. En tanto que la pandemia asciende a los cielos a la Salud Pública, entendida como una disciplina providencial que ampara a unos expertos aúlicos que comparecen en las televisiones como portadores de la ciencia sagrada, la Escuela Andaluza de Salud Pública, centro de referencia de esta, experimenta su segunda muerte, en tanto que su desaparición es inminente por absorción del recién nacido Instituto Andaluz de la Salud, que representa un modelo institucional inverso al que  ha animado a este centro a lo largo de su existencia. El óbito de esta institución representa el control definitivo de las cátedras de Medicina Preventiva de las Facultades de Medicina sobre este campo.

En los años ochenta nacen varios proyectos de centros de salud pública, entre los que destaca la Escuela de Granada. Sus homólogos han terminado mediante muerte súbita, es decir, que han sido cerrados cuando el PP llega al gobierno en sus autonomías respectivas. El de Valencia, en el que ejercía Concha Colomer, fue el más reconocido. Pero los de Badajoz y Toledo siguieron la misma suerte. Ahora, la decisión del gobierno andaluz, asesta un golpe mortal a la menguada escuela, debilitada durante largos años por un tratamiento institucional que se asemeja al de una UVI, en el sentido de que se trata de mantener sus constantes vitales. La asignación decreciente de recursos y la intervención exterior recortando su autonomía han consumado este homicidio organizacional.

La larga agonía de la escuela anticipaba su inexorable final. En enero de 2020 analicé  en este blog el proceso de su acoso y derribo. El título de la entrada era significativo: “La extinción de la EASP: Coerción institucional, sadismo gerencial y quimioterapia política”. El año transcurrido ha confirmado el análisis. Se trata de una muerte dilatada, silenciada, sometida a una discreción encomiable, así como a una estrategia secreta. Así, el cierre se realiza por etapas secuenciadas en las que el proyecto termina por disolverse en la nueva instancia. En su ausencia, se reformulan algunos de los proyectos en curso, en tanto que a otros se les dejará extinguirse.

El final de la EASP se ensaya según el modelo de la ingeniería organizacional de las empresas postfordistas, consistentes en sembrar la división entre los condenados, en tanto que unos son recuperables y reciclables, en tanto que otros son desechados. La reconversión industrial se ha convertido en un arte mayor en la España postfranquista, en la que la desindustrialización ha sido la pauta inmutable que ha destruido múltiples proyectos en distintos ciclos temporales encadenados. Así se confirma otra paradoja. La gestión, un saber y unos métodos que colonizaron la escuela tras los primeros años, hibridándose con la salud pública, ha terminado por aplicar sus recetas a ella misma. Este es un caso sórdido de destrucción creativa, pero con la particularidad de que lo que regresa es el pasado anterior al nacimiento de la escuela.

Tengo la firme convicción acerca de que el futuro depende de la capacidad de crear proyectos y hacerlos avanzar. Esa era la esperanza con respecto a la flamante democracia recién estrenada al final de los setenta. Los indicadores económicos al uso no definen bien el estado de una sociedad. La calidad y cantidad de nuevos proyectos es más ilustrativo. La EASP fue un proyecto estrella en su fundación, que portaba la ilusión de generar una inteligencia colectiva en el campo  de la salud. Su acoso y derribo es la señal de una tragedia. En junio de 2013 publiqué un texto “El Magma”. Lo volví a publicar tras el cese de Joan Carles March como director de la escuela en 2017. Este concepto comparece renovado en el presente de la escuela, pudiendo extenderse a la misma atención primaria. Todas las organizaciones nuevas experimentan su fuerza destructiva negativa. El magma es el factor que convierte a lo nuevo en viejo, paralizando así a los proyectos.

El magma es un concepto esencial. Lo defino de este modo “La clase dirigente española se encuentra presente en los distintos órganos de gobierno a de todos los niveles, pero, también en las cúpulas de las administraciones, empresas públicas y organismos gubernamentales. En todo este entramado organizativo, la clase dirigente conforma lo que me gusta denominar como magma. Este sería un fluido denso que invade el  medio interorganizativo. El magma crea un suelo sobre el que se asienta cualquier proyecto nuevo. Este es un medio viscoso y pantanoso, que interfiere  las iniciativas y genera condiciones adversas que obstaculizan su desarrollo. Así, los proyectos innovadores se encuentran en un territorio blando, que impone un movimiento lento, agotando los impulsos al cambio. Nadie puede librarse de él. El magma, es así, el magma directivo que dificulta los proyectos, que tienen que adaptarse a las condiciones que impone, dilapidando las fuerzas que los sustentan en tareas de mantenimiento requeridas por ese duro medio. Se trata de una forma local de burocracia devastadora que cerca a la inteligencia. Por eso, también en estos años democráticos hay más autopistas o aves que organizaciones nuevas con prestigio”.

El magma en Andalucía tiene ya una estimable tradición y solidez. El devenir fatal del gobierno socialista con el paso de los años, tiene consecuencias negativas sobre todo el tejido de organizaciones públicas. En el caso de la EASP, la puja entre su núcleo fundador y el gobierno andaluz por la autonomía de su proyecto, concluye con la victoria de este, que raciona los recursos, instituye el crecimiento cero y mantiene a la organización inscrita y subordinada en su red de organizaciones de apoyo. Esta es la primera muerte de la escuela. A pesar de todo, tiene lugar un rebrote con la dirección de Joan Carles March, que oficia como un gobernador colonial afecto con los nativos. Su destitución significa un golpe decisivo, en tanto que esta es administrada según el modelo de una UCI, que tiene como finalidad preservar su vida asistida.

La llegada del PP al gobierno regional y el desplome del PSOE, supone la consumación de una amenaza definitiva. Los nuevos administradores colocan a Blanca Fernández-Capel, un peso pesado del partido, además de una persona ajena al mundo de la salud, simbolizando la intención de bloquearla. El crecimiento cero del PSOE deviene en el decrecimiento de esta institución. La dirección ha aplicado con sabiduría la administración del desgaste institucional. Se ha esperado a la jubilación del núcleo duro para asestar el golpe definitivo a la organización. Las sanciones A Sánchez Cantalejo, Oleaga y March simbolizan un lento final agónico que se descompone en varias etapas. La eliminación de los fundadores significa la extinción de la misión de la escuela, la muerte de su alma organizacional.

Una vez eliminada el alma del proyecto se modifica sustancialmente la situación. Ahora se trata de gestionar los distintos intereses laborales de sus componentes. La situación ha devenido en una suerte de ERE, en los que la administración detenta una experiencia acreditada. La sagrada institución de los recursos humanos aporta su catálogo de soluciones, todas ellas fundadas en fomentar la división interna mediante la administración de la salvación selectiva. La EASP tiene una plantilla que se asienta sobre una brecha histórica. El grupo de los que son profesores, se contrapone al de aquellos que son técnicos. El crecimiento cero en los noventa determinó el cierre de la categoría de profesores, ubicando como técnicos a los que fueron llegando. Esta es la gran baza de los gestores de este singular ERE.

Los técnicos, conforman así un estamento que se asemeja al nuevo cognitariado, que se expande en los últimos años por las universidades y las instituciones de investigación. Su continuidad, siempre provisional,  depende de la cantidad de puntos que logren recolectar. Así se instituye un proceso de proletarización efectiva de los mismos. Estos son intercambiables con los peones de otras instituciones similares, entre ellas el novísimo Instituto de la Salud, en el que se asentarán distintos jerarcas de las facultades de medicina, necesitados de un ejército ejecutor de sus proyectos. De ese modo, en los próximos meses asistiremos a la selección de técnicos reasignados a otros proyectos y a aquellos que son descartados.

El personal administrativo y de servicios es reutilizable en otros proyectos, y la negociación confiere a la dirección la ventaja de discernir entre aquellos que van a ser salvados y los descartados. La asimetría entre las posiciones ha determinado la firma de una cláusula de confidencialidad que indica la debilidad de los empleados. Todo queda sujeto al principio de individuación. Se trata de dar una solución a distintas situaciones personales. En una situación así se impone la lógica de lo que se denomina como “sensatez”, que indica inequívocamente que, en ausencia de alternativas, lo más racional es asumir la situación de inferioridad en espera de una recompensa en el curso del ERE, que siempre opera como una tómbola.

El final de la escuela comporta una cruel paradoja. Un proyecto con vocación de autonomía ha sido reducido a otra dimensión, en tanto que es tratada como una pieza de lo que se denomina como “administración paralela”, construida por el PSOE durante los largos años de ejercicio de gobierno. Así se deniega su especificidad. Un proyecto que se fundó sobre la separación entre la salud pública y la biomedicina, termina siendo absorbida por esta. La Salud Pública es ubicada en una posición de subalternidad en el orden de la biomedicina. Este es el sentido del nuevo Instituto Andaluz de la Salud.

La derrota del proyecto es incuestionable. Es imposible separarla del destino de la Atención Primaria refundada en el tiempo en el que nació la escuela. La derrota siempre es, sobre todo, un estado mental. El problema de fondo estriba en el derrumbe de la izquierda, que consolida un escenario poco propicio a la generación de nuevos proyectos. La continuidad del binomio PP-Vox es segura, así como la inviabilidad de constituir una oposición sobre las ruinas de los partidos que la conforman. Se abre un ciclo temporal sombrío.

Si tuviera que poner un epitafio sobre el espectro de la EASP, siempre estaría relacionado con la energía. Cuando conocí a Natxo Oleaga en un curso de universidad de verano en Laredo, irradiaba una energía muy poderosa. Mi llegada a la escuela en 1988 confirmó esta sensación. La energía que se concentraba allí era formidable. Recuerdo los másters, en los que se sucedían estados de efervescencia. Toda la vida de la organización se contagiaba de ella. El contraste con la energía cero, característica de la universidad, se hacía patente. Después, con el paso de los años, esta energía se disipó cuando el proyecto fue bloqueado. Aún y así, en el último máster que participé invitado por Sergio Minué, la situación era muy diferente al de un aula universitaria.

Imagino ahora la energía negativa derivada del estado de amenaza y las estrategias de tratamiento de la institución. El fuego amigo cruzado tiene que alcanzar una intensidad similar a la utilizada en Gaza. En cualquier caso, considero un privilegio para mi vida haber participado en los felices años de la EASP. Esta experiencia me ayudó a mantenerme vivo, siendo testigo del prolongado cerco que la biomedicina y la institución gestión implementó sobre ella. Ahora vivimos el final. Un entrañable abrazo para todos mis compañeros de este viaje por la España postfranquista.

jueves, 20 de mayo de 2021

LA MENTALIDAD PERSECUTORIA

 

Una de las consecuencias de la pandemia ha sido la activación del concepto del mal, que siempre se encarna en algún colectivo social. Así, se ha venido construyendo un chivo expiatorio del mal en el tiempo de la Covid. Estos son los negacionistas, los irresponsables, los desobedientes de las estrictas normas impuestas por el dispositivo epidemiológico-político. Los medios despliegan un formidable catálogo de imágenes de transgresión, de juicios moralistas de condena, de comentarios reprobatorios de expertos, de advertencias de policías curtidos por las cámaras, de testimonios de gentes asustadas que piden el castigo y la desaprobación unánime de las estrellas mediáticas convertidas en persecutores del mal.

He vivido tiempos en los que el mal público era perseguido con saña por las autoridades. El franquismo representaba la vigilancia ante el fantasma de la masonería y el comunismo, enemigos que siempre podían encontrarse agazapados y que era menester prevenir. Después, en el comienzo del postfranquismo se atenuó el mal público. Fueron buenos años viviendo liberado de espectros malignos. En los ochenta aparecieron nuevos malos que amenazaban el orden social. Eran los drogadictos, los delincuentes y los terroristas. De nuevo se pusieron en funcionamiento los altavoces, las pesquisas, las sospechas y la obligación de pronunciarse activamente contra los males oficiales.

La Covid resucita el mal oficial, que ahora amenaza la salud colectiva. Este puede encontrarse en cualquier parte. El mal es oscuro y tiene propensión a la nocturnidad. De ahí el estado de alarma, que tiene la pretensión de interferir la movilidad de los malos en las sombras. El día es el tiempo para la producción, la educación, la compra y las actividades formalizadas, todas ellas definidas por tener una finalidad explícita. La noche es el tiempo de las actividades turbias, cuyos objetivos no se encuentran enunciados en términos explícitos. Así, la noche adquiere la naturaleza de tiempo de sospecha. Cuando la luz decrece la policía toma las calles y los predicadores mediáticos y su corte de expertos claman por su intervención y suspensión.

La persistencia de la pandemia exacerba la necesidad de encontrar un enemigo exterior en el que descargar los malos resultados, liberando así al dispositivo gubernamental-experto de cualquier responsabilidad. Así, las autoridades, los expertos y los medios han construido un culpable inequívoco. Este es el irresponsable que habita la hostelería y renace al llegar la noche. Las gentes festivas son constituidas como culpables de la persistencia de las infecciones que renacen en ciclos temporales cortos, siendo denominadas como olas. La sentencia sobre estos es inapelable: ellos son los responsables de los incrementos cíclicos del fantasma de la incidencia acumulada.

Una vez identificado y definido el enemigo oficial es menester controlarlo y neutralizarlo. Aquí comparece un viejo concepto, este es el de la persecución. Se trata de perseguir a los malos que  pueden brotar en cualquier lugar. Es imprescindible un estado de alerta y de vigilancia para contrarrestar a aquellos desprovistos de responsabilidad. Los informativos y las tertulias se nutren de imágenes tomadas por intrépidos reporteros que llevan las cámaras a los escenarios del mal. Ellos suministran el material que desempeña el papel de prueba concluyente para la condena de los malos. La percepción selectiva alcanza la apoteosis, en tanto que una concentración efusiva para celebrar una victoria electoral o deportiva es liberada de cualquier comentario reprobatorio por parte de los sacerdotes que pilotan la persecución desde sus púlpitos.

La persecución es un fenómeno inequívocamente perverso en cualesquiera de sus modalidades o formas. Implica un estado personal que tiene como modelo la caza. El cazador presume que el cazado desarrollará un repertorio de formas de camuflaje que faciliten su huida. El perseguido es objeto de vigilancia para ser capturado y reducido. De ahí que se excluya cualquier forma dialógica con él. La presunción de culpabilidad es una certeza pétrea para el cazador que modela su mentalidad, imposibilitando cualquier atisbo de duda. El proceso tiene la finalidad de hacerle salir de su escondrijo para abatirlo.

En este estado de certeza absoluta, la persecución tiene como pretensión la captura de lo invisible. El supuesto más relevante radica en que lo visible solo es una parte de la realidad, que se encuentra oculta a la mirada del perseguidor. He sido víctima en mi vida de varias persecuciones, algunas de ellas muy sofisticadas. En el confesionario, mi confesor me presionaba para que le narrase mis pecados carnales, a los que ubicaba en un rango menor. Su estrategia consistía en que revelase la totalidad de la práctica del pecado, que se encontraba inscrita en su imaginación. Cuando dimití de todos mis cargos en el partido comunista me enviaron a Romero Marín, un dirigente que había sido oficial en el ejército soviético y la clandestinidad había reforzado sus hábitos inquisitoriales.  Recuerdo su pregunta acerca de si en mis encuentros cotidianos había hablado de las cosas del partido con otros militantes. Cuando le contesté afirmativamente me dijo que esa era una actividad fraccional. Me pedía que de las cosas políticas solo hablara en las reuniones partidarias en presencia de un responsable.

Otras persecuciones me han forjado como persona. La de enfermo crónico es la más importante. El diagnóstico significa una descalificación gigantesca que implica que nadie cree en tus palabras. Así eres conformado como un sujeto sospechoso que es testeado por pruebas de laboratorio e imágenes que definen tu estado. He contado esta persecución en mis derivas diabéticas en este blog. El diagnóstico termina por difuminar completamente a la persona, que es estigmatizada severamente mediante la presunción de la no veracidad de sus palabras. En esta relación comparece con todo su esplendor lo oculto, lo presumiblemente inconfesable que el terapeuta cazador hace salir mediante pruebas designadas con la clarificadora etiqueta de “el chivato”.

La persecución implica una actividad que las persecuciones religiosas denominan como “la tentación”. Se trata de tentar al sospechoso para hacerle caer en el pecado. En estos días las cámaras dan la voz a jóvenes que “confiesan” sus pecados desatando la ira de los tertulianos y expertos en los platós. Este es el aspecto más peligroso del estado de persecución. En mis clases lo denominaba como el síndrome de “Max y los chatarreros”. Esta es una película de los años setenta en la que un viejo policía se enamora de una joven que forma parte de un grupo de chatarreros que desarrollan actividades delictivas de muy baja intensidad. Los celos de los amantes jóvenes de la mujer le lleva a inducirlos a asaltar un banco en donde son esperados y capturados. Así consuma la mayor perversión de la persecución y la caza, como es presionar para elevar el volumen de la transgresión.

La condena moral que se está fraguando sobre quienes están asumiendo el papel de chivos expiatorios es monumental. La atención médica es un dispositivo de baja dialogicidad con respecto a los pacientes. En la gran mayoría de los casos desarrolla sus remedios mediante intervenciones sobre el cuerpo de los afectados que no requieren una relación estrecha ni la comprensión de sus vidas y sus circunstancias. Pero la epidemiología aporta una corrección muy relevante, en tanto que su sistema de composición de la realidad implica la conversión de cada cual en una molécula combinatoria con otras, en la que se difuminan sus especificidades. Esta es una ciencia que convierte a los seres vivientes en un conjunto de datos recombinables. De ahí que sea radicalmente monóloga, es decir, que no necesita de conversación o relación con cada uno, reducido a un portador de datos. La pandemia ha expandido este código de monologicidad y lo ha transferido a la asistencia sanitaria. Es altamente significativo que no hayan tenido lugar tensiones entre ambas disciplinas. Los que se denominan a sí mismos como “médicos de personas” no pueden aceptar sin más el reduccionismo epidemiológico.

La persecución es un estado de inteligir y siempre termina mal, reforzando la distorsión de los perseguidores. Las imágenes de los irresponsables generan un estado de alarma condenatorio que perturba la facultad de entender. Es así como se está forjando a los colectivos que prestan asistencia sanitaria como sujetos de una percepción distorsionada, que entienden la vida como una extensión de los espacios de consulta y hospitalización. Así se constituye gradualmente un síndrome hipocondríaco de la medicina y la salud pública, desbordada cognitivamente por acontecimientos que no son capaces de interpretar. El estado hipocondríaco implica un distanciamiento de la sociedad que agrava y profundiza la distorsión cognitiva. El peligro es su consagración como una casta sacerdotal ajena a la vida.

Las intervenciones de los próceres de la salud pública muestran su distanciamiento radical de la vida. Recuerdo un tertuliano furioso que ante las imágenes de las gentes concentradas en las playas explotó diciendo imperativamente que cada uno debería autorrecluirse en sus domicilios. Estos son los efectos perversos de la persecución. Todo termina mediante la descalificación rigorista de los bares, las terrazas, los restaurantes, las discotecas y los espacios públicos en los que se asientan los nómadas nocturnos.  El azar ha forjado un milagro político. Una aventurera ubicada en la cima del pepé en Madrid ha aprovechado esta descalificación rigorista de la socialidad sin objetivos para conectar con los estigmatizados y convertir en votos sus temores. La izquierda política, extremadamente envejecida, muestra su incapacidad de comprender y se sume en un estado cognitivo de distanciamiento de la realidad. La mayor parte de los jóvenes han votado a la derecha. Este es el resultado de la colonización de la ciencia ciega a la envejecida izquierda.

 El delirio epidemiológico ha resultado contagioso para todos sus contiguos. El problema de esta persecución es que no puede ser completa y efectiva, de modo que los perseguidos pueden replicar y abrir grietas en el sistema. Esrto es lo que está ocurriendo a día de hoy. Sin duda se trata de varias tragedias encadenadas.

 

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