martes, 3 de septiembre de 2019

ZAPATA



Este video tiene un valor inestimable para mí. Es el comienzo de la película de Elia Kazan “Viva Zapata”. La escena representa una relación de poder que trasciende el contexto histórico en el que se produce. Representa la inevitabilidad de la rebelión, cuando las estructuras de poder cierran todos los caminos a los intereses de una clase social. En el caso de que esta no se produzca, la situación empeora gradualmente para los afectados. El bloqueo de sus intereses se perpetúa y la ausencia de soluciones efectivas genera una situación patológica, caracterizada por la generación de distintas tensiones que no se expresan explícitamente.

Este video lo he utilizado para abrir la clase de Sociología de los Movimientos Sociales en la gran mayoría de las ediciones que tuvo lugar, antes de su desaparición definitiva como consecuencia del nuevo y flamante Plan de Estudios. La elocuencia de la escena es manifiesta. Un grupo de campesinos comparece ante el presidente para manifestar la expropiación de facto de sus tierras. Este les recibe amablemente, poniendo en escena una relación cordial paternalista. Pero el diálogo que se produce es antológico. El presidente reconoce el problema, pero les recomienda una actuación, a sabiendas de que carece de cualquier viabilidad. Les remite a la instancia más inmovilista del sistema de poder: los tribunales. Cuando es interpelado por Zapata, modifica drásticamente el tono, señalando al replicante.

Esta secuencia muestra inequívocamente una cuestión esencial. Se trata de la ocultación de la naturaleza de las estructuras y las instituciones, que favorece unos intereses en contra de otros. De ahí resulta el mensaje a los afectados, que no es otro que el de aceptar la situación y esculpir su conformidad. Para ello ayuda inestimablemente mantener unas dosis altas de fe y esperanza. Seguir el camino marcado por este conjunto integrado de instituciones, significa inexorablemente congelar la situación. La consecuencia de esta aceptación de “la realidad” implica la autodestrucción política gradual de los perjudicados. Su voz es vaciada integralmente, tal y como muestra tan elocuentemente esta escena.

La única alternativa posible es la rebelión. Esta puede adoptar múltiples formas, pero en todas ellas se encuentra presente un factor común. Rebelarse es no aceptar subjetivamente la situación ni los discursos que la respaldan. También comprender que cualquier orden social es esencialmente un equilibrio construido por los actores y sus intereses. Este equilibrio siempre es abierto, es decir, susceptible de ser modificado mediante la intervención de cualesquiera de sus componentes. Rebelarse, entonces, es una disposición interna que se funda en la afirmación de que es necesaria y posible una alternativa al orden instituido.

Zapata representa, precisamente, el arquetipo dela rebelión. Su historia de un viaje complejo hacia el poder y de su retorno a la rebelión, trasciende el contexto histórico de México de principio de siglo XX. Así, deviene en símbolo permanente de la misma. En la clase de movimientos sociales, se establecía un vínculo entre la rebelión de los campesinos en la revolución mexicana, y el aciago devenir de los intereses no representados en las instituciones políticas de la España del siglo XXI. Su exclusión de las instituciones de poder, generaba distintos conflictos sociales que terminaban por ser sofocados por los aparatos institucionales de esta época, que han modificado sus máscaras y sus formas, pero que mantienen incólumes sus rasgos básicos.

En las sociedades avanzadas del siglo XXI, el ejercicio del poder se ha modificado sustantivamente. Las falsas soluciones que se proponen, análogas a las de los campesinos de Morelos, se encuentran respaldadas ahora por formidables maquinarias expertas e factorías iconográficas. La realidad es falsificada de modo más eficaz, y el poder adquiere una forma más benigna. Ahora, en las campañas electorales los candidatos se fotografían con los paisanos y se prodigan como besadores de todas las gentes posibles. Pero, los intereses no representados se perpetúan y experimentan un deterioro manifiesto e impúdico.

Los precarizados, los inmigrantes, la mayor parte de los jóvenes, los inquilinos forzosos, los hipotecados y endeudados, los vecinos de las zonas urbanas deterioradas, los estudiantes eternos en tránsito entre distintos ciclos educativos para alcanzar la categoría final de aspirante a la rotación y la condición de becario, así como otras categorías sociales del conglomerado resultante de la descomposición de la antigua clase obrera industrial. Todos ellos simultanean la condición de no representados de facto en las decisiones políticas, con una expropiación de los discursos acerca de su condición, realizada por los dispositivos expertos que se conforman en torno al nuevo poder.

En esta situación, el espíritu rebelde decae manifiestamente, siendo sustituido por una aceptación de la situación y de su destino intervenido por la concertación entre los falsos representantes en las instituciones políticas, los expertos expropiadores y los profesionales de la comunicación que tejen las narrativas. Así, las tensiones asociadas a la naturaleza de la exclusión política, producen conflictos esporádicos que son reabsorbidos por las maquinarias institucionales. Tras estos, se produce una vuelta a la vida personal caracterizada por la combinación entre una infinita capacidad de adaptación y el arte de la fuga de la realidad social.

En estas condiciones, la rebelión deviene en la única forma pragmática de defensa de los intereses sociales devaluados. Rebelarse, no es adoptar un comportamiento violento,  irracional y teatralizado. Por el contrario, tiene como requisito, en un sistema en el que el poder es tan sofisticado, de estar a la altura del mismo. Implica la firme convicción de que los intereses degradados solo pueden ser defendidos mediante cambios en el orden institucional. De lo contrario, no existe solución. Rebelarse, entonces, es introducir en el ecosistema de comunicaciones, una alternativa que fundamente el crecimiento de un contrapoder efectivo. Con otras formas que Zapata en su tiempo, pero con la misma determinación. Ahora lo que se requiere es la suma de la voluntad de modificar este sistema tan inquietantemente injusto, con una inteligencia colectiva acreditada. Por esta razón, hoy más que nunca ¡Viva Zapata¡

La visión del video ha activado mis recuerdos de las clases de entonces. Recuerdo en especial las sesiones en las que intervenían activistas de distintos movimientos sociales. También en una ocasión en la que los estudiantes se rebelaron y decidieron hacer la puesta en común de trabajos en el hall de la facultad, que era el espacio más adecuado para estar en círculo. Me pregunto irónicamente acerca de las competencias que se podían adquirir en estas sesiones. Mi respuesta es: competencias en el arte de rebelarse, adquiridas precisamente en la institución especializada en la neutralización de pensar, decir y hacer. Recuerdo la rebelión más importante que tuvo lugar en esta asignatura. Los estudiantes decidieron hacer la puesta en común en el hall de la facultad, que era el mejor espacio para estar en círculo. La respuesta del decanato fue inmediata y conminatoria. En una conversación con una autoridad académica que me reprochaba mi falta de autoridad, le dije que estaba encantado de que me hubieran desbordado. La perplejidad se instaló en su rostro en una dimensión infinita.

Muchos de los que habéis habitado esas clases recordaréis que imitaba A Marlon Brando-Zapata, poniendo su misma voz, para refutar las falacias múltiples que pueblan la vida contemporánea. Todavía lo sigo haciendo, ahora en privado.





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