lunes, 30 de septiembre de 2019

EN LA ESPERA DEL ZORRO


En mi infancia proliferaron las películas protagonizadas por el Zorro. Este era un personaje que pertenecía a las clases altas, y que se rebelaba contra el decrépito orden establecido por un poder corrupto. El héroe asumía el protagonismo absoluto, ocultando su identidad hasta el momento justo del combate final.  Así se convertía en un libertador de un pueblo pasivo que lo aclamaba tras su liberación. El relato del libertador providencial, ha estado presente en las revoluciones del siglo XX. En todas ellas ha comparecido un liderazgo absoluto, al que se ha atribuido el rescate del pueblo atribulado por los males derivados del régimen derrocado.

La izquierda política, desde sus comienzos en el siglo XIX, ha asumido modelos de liderazgo omnímodo, con alguna rara excepción. El leninismo representó la apoteosis de esta forma de dirección, en la que el partido devenía en divinidad, propiciando un proceso de concentración de poder, primero en el comité central, y, posteriormente, en el ínclito secretario general, al que se le conferían atribuciones equivalentes a los papas de la Iglesia Católica. En estas condiciones, todas las revoluciones, así como los partidos obreros de masas, degeneraron inexorablemente, dando lugar a distintas formas de despotismo.

Los hiperliderazgos políticos se reafirmaron en todos los partidos en la España postfranquista, resultando de la generalización de los mismos, unas élites políticas segregadas, que cristalizaron en lo que se denomina prosaicamente como “clase política”. Estos procesos de concentración y uniformización de actores políticos, se han reforzado con el desarrollo de la sociedad mediática. La televisión se ha apropiado de la política y ha intensificado los liderazgos partidarios. El advenimiento de la sociedad postmediática, con sus constelaciones de sistemas y redes de comunicación en torno a la televisión-sol, los ha acrecentado aún más.

La gran reestructuración neoliberal en curso, propició, en los años negros de lo que se denominó como “la crisis”, una reacción que se materializó en un incremento de las movilizaciones. Pero esta reactivación de la intervención en la política, no mejoró a los actores de la sociedad civil, a los dirigentes de las distintas organizaciones, que se mantuvieron dentro de los límites establecidos por el lúgubre bipartidismo, que se sobreponía a los mismos, configurándolos como sujetos encuadrados de iniciativa limitada. Así se configuraba un espejismo, definido por la contraposición entre la profusión de movilizaciones y la miseria intelectiva de las élites en todos los niveles.

El 15 M fue un acontecimiento que registró esta contradicción. Los participantes reclamaban la acción directa sin intermediarios, generando métodos de deliberación y de decisión que remitían a la pluralidad. El 15 M resaltó la heterogeneidad, en contraposición con la terrible homogeneidad característica de la democracia postfranquista, que funcionaba con la lógica de los bloques, la verticalidad y el encuadramiento. Así se generó cierta esperanza en el incremento de la inteligencia colectiva, que se propicia mediante ciertas metodologías que favorecen el intercambio y la deliberación.

Tras la disipación del 15 M compareció Podemos, que se presentó como heredero de este acontecimiento. Desde su comienzo,  generó la esperanza de materializar otra política fundada en la multiplicación de iniciativas protagonizadas por múltiples actores en todos los niveles. Los círculos y la prometedora diversidad de su núcleo fundador, parecían anunciar un cambio. En los años siguientes tuvieron lugar dos procesos simultáneos. De un lado, la conformación de un hiperliderazgo tóxico, al estilo leninista convencional, protagonizado por Pablo Iglesias, que depuró implacablemente el núcleo dirigente, reduciéndolo a la homogeneidad propia de la democracia encuadrada. De otro lado, tuvieron lugar múltiples experiencias municipales que se inscribían en la estela del 15 M, aplicando métodos democráticos que favorecían la heterogeneidad.  La candidatura de Madrid representó simbólicamente esta emergencia democrática.

Estas experiencias municipalistas fueron derogadas inmediatamente después de su constitución. La política local retornó a sus códigos convencionales. La figura de Carmena representó el entierro de cualquier veleidad democrática, retornando a los liderazgos integrales de los largos años del encuadramiento postfranquista. La videopolítica favoreció determinantemente la solidificación de estos hiperliderazgos, así como el desahucio de los pequeños actores. Así en Barcelona y en todas las experiencias municipales. El retorno a la política de concentración drástica de actores, representa elocuentemente el vaciamiento de lo que se denominó “el cambio” en la referencia al 15 M. En el nuevo escenario están solo aquellos necesarios para el formato televisivo, uno por familia política, escoltado por sus inmediatos fieles y expertos.

La democracia se encuentra en estado de ruina. Toda la trama de directivos de organizaciones, tales como los rectores de universidades, los directivos de organizaciones sanitarias, educativas y sociales, así como otros del mismo rango, muestran su disciplinamiento letal que paraliza cualquier iniciativa. La vida en las organizaciones públicas se encuentra limitada a la aplicación de las directrices de las reformas neoliberales programadas por élites transpolíticas y globales. En este ambiente sórdido de desinteligencia acumulativa,  se genera una esperanza piadosa en que la gran política pueda resolver los problemas mediante la comparecencia de un salvador.

Pero la gran política resulta de un proceso en el que han sido eliminados cientos de cuadros en los distintos partidos. Los funerales por los desplazados por el pesoe y podemos alcanzan dimensiones insólitas. Que cada cual proceda a contarlos. Lo mismo ocurre en la derecha. De esta selección darwinista integral resultan los vencedores, que son los chicos y las chicas duras que han vencido a sus opositores. Pedir acuerdos a los killers Iglesias y Sánchez parece una ironía que se encuentra fuera de toda lógica. Ambos han eliminado implacablemente a todos sus rivales y comparecen en la escena sin ocultar que se proponen eliminarse mutuamente. Escuchar las consideraciones y las charlas de los analistas mediáticos, produce una sensación de que han perdido el juicio.

De este modo, una sociedad fragmentada, domesticada, acobardada, sometida a las grandes fuerzas que deciden efectivamente, que renuncia a cualquier atisbo de autonomía, sanciona a los medios como única instancia responsable de una salida, en ausencia del mundo de la inteligencia y de la cultura. Las radios y las televisiones inventan un relato que favorece a sus intereses. Este es el de la aparición de un héroe que gane las elecciones y pilote la transición a la gloria. La inconsistencia de este argumento es patente.

En estas coordenadas se puede interpretar la emergencia de Errejón como depositario de las esencias de un nuevo Zorro. Muchos de los desahuciados por la máquina de excluir Iglesias/Montero se concitan en torno a él en la creencia de que nos conducirá a la tierra prometida. Así se genera un estado de expectación desmesurado, que es un revival de los del comienzo de Podemos. Pero esta vez se produce en forma de comedia, en tanto que sus ejecutores son los mismos que terminaron contundentemente con el pluralismo de las candidaturas del cambio. Esta nueva formación es denominada como “el partido de Íñigo”.

El espectáculo de su puesta de largo fue sumamente elocuente. En una gran sala desciende unas escaleras escoltado por sus fieles, que practican admirablemente el arte de ayudarse con los codos para posicionarse cerca del nuevo libertador. El público aplaude y lo jalea en la esperanza de que triunfe en las lides electorales. El argumento esgrimido hasta aquí, acerca de la debilidad de las organizaciones, se hace patente en Equo. Sus miembros se posicionan sin rubor según sus intereses, sumándose así al espectáculo de la izquierda. Miles culos compitiendo por aposentarse en asientos confortables avalados por el cambio.

En 2017 escribí el texto de  "Íñigo Errejón y el arte de la jardinería"en este blog. Desde la situación actual se refuerza el argumento de su debilidad proverbial, ahora acentuada como fragmento del movimiento político inicial de Podemos, que se desactiva en una sociedad desmovilizada, regida por élites intermedias mediocres y serviles, y rigurosamente mediatizada. No importa tanto el número de sufragios obtenidos, sino la solidez del proyecto y la calidad de sus apoyos. Lo mínimo que se puede decir de los mismos es que son menguados.

En estas condiciones, Errejón es constituido en el relato mediático de la actualidad política, como un nuevo aspirante a Zorro. Su punto fuerte es que parece menos cruel que Pedro y Pablo. Una parte del pueblo audiovisual, que se encuentra en estado de orfandad, puede depositar su confianza en él. También muchos de los múltiples náufragos que flotan tras el hundimiento de esta generación política post-15M, que  ha comparecido con las retóricas del nuevo anticapitalismo, que enfatizan los afectos y lo compartido, pero que ha mostrado su naturaleza de depredadores feroces en su selección interna. Los valores del feminismo, ecologismo y del pacifismo, se invierten fatalmente para estos luchadores en los cuadriláteros mediáticos y estatales.







1 comentario:

  1. Dos cuestiones: ciertamente los circulos de Podemos fueron una caricatura de participacion Podemos es un partido centralista, por poner un ejemplo en el circulo de barrio donde militaba se nos impedia conocer los inscritos de nuestra zona ni el numero que habia todos esos datos solo los podia conocer en Madrid, logicamente hablo de un circulo de provincias.Segundo: cierto lo de Errejon pero no hay otra alternativa para votar ya que Iglesias ha demostrado que solo quiere poltrona para el y su conyuge

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